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Elizabeth Duval: "Vox va de partido anti-élites pero lo forman abogados del Estado"
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Elizabeth Duval: "Vox va de partido anti-élites pero lo forman abogados del Estado"

La escritora publica 'Madrid será la tumba', una primera novela que cifra una época y un Madrid convulso a través de una historia de amor entre extremos ideológicos

Foto: La escritora Elizabeth Duval. (Ana Beltrán)
La escritora Elizabeth Duval. (Ana Beltrán)

La tarde del 22 de marzo de 2016 un grupo neofascista hasta entonces desconocido irrumpió en la actualidad de la Babilonia madrileña disparando bengalas en el puente de la M30 enfrente de la Mezquita y desplegando una pancarta que rezaba "Hoy Bruselas. ¿Mañana Madrid?". Se trataba de una acción que, aunque preparada antes, actualizaba con inteligente rapidez su mensaje xenófobo en respuesta a los atentados islamistas en los que fueron asesinadas 35 personas y más de 300 resultaron heridas en la capital belga ese mismo día. Los madrileños descubríamos así la existencia de un estrafalario grupo de extrema derecha llamado Hogar Social Madrid que imitaba lo que hasta entonces había sido sólo patrimonio de la izquierda: el activismo espectacular, la okupación de edificios y la atención a los desfavorecidos... siempre que fueran españoles. Un trasunto de ese grupo, y su contraparte, otro colectivo okupa en este caso comunista y también muy activo aquel año, protagonizan la primera novela de Elizabeth Duval (Alcalá de Henares, 2000).

Duval es consciente de que ha quemado etapas vitales a toda velocidad como dan fe sus cuatro libros publicados a los 21 años, su carrera como activista trans que ya ha dejado atrás, su celebridad en redes sociales o su militancia en un grupo comunista a los quince años que le sirve ahora para inspirar, en parte, su quinto título y primera novela: 'Madrid será la tumba' (Lengua de trapo, 2021). Una ópera prima escrita en estado de gracia que cifra una época y un Madrid convulso a través de una historia de amor entre extremos ideológicos. Y, como reflejo literario, o ironía, nos citamos con ella en la Plaza de España el día en que se inaugura su polémica remodelación, entre agujeros, edificaciones horteras y devastaciones arbóreas que tan bien describe Duval en su novela como resumen funesto del momento que vive la ciudad.

placeholder 'Madrid será la tumba' (Lengua de trapo)
'Madrid será la tumba' (Lengua de trapo)

PREGUNTA. 2016 es el año del referéndum sobre el Brexit, en 2016 Trump gana las elecciones en EEUU, 2016 es también el año en que se da a conocer Hogar Social Madrid, un grupúsculo ultraderechista -y okupa- con acciones espectaculares y una lideresa carismática. En 2016, por fin, transcurre una novela llamada ‘Madrid será la tumba’. ¿2016 es uno de esos años en los ríos de la historia desbordan sus cauces?

RESPUESTA. Dentro de la novela no tanto porque todos los sucesos históricos que suceden lo hacen casi de manera ajena a los protagonistas. Están tan metidos dentro de sus micromundos, de unos universos que a veces, más que con organizaciones políticas tienen que ver con sectas religiosas, con grupos de fanáticos o zelotes, que la historia pasa al margen de ellos, les da igual. Me interesaba, por ser un año tan importante, centrarme en sucesos menores que probablemente tenían que ver con el momento de la época y lo que iba a ocurrir, después pero sin tanto interés. Aunque, sin duda, aquel año Hogar Social Madrid era un hype y se comentaba que Melisa Domínguez y los suyos incluso iban a presentarse a las elecciones.

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Elizabeth Duval (A.B.)

P. En esta historia al grupo okupa de extrema derecha se le enfrenta otro grupo okupa de extrema izquierda que resulta mucho menos interesante que el primero. De hecho parece solo una comparsa suya. Uno duda si este trabajo narrativo desigual responde a cierta atracción fatal.

R. Fíjate que la novela la publica Lengua de trapo, un sello con fama de podemita montada por alguno de los fundadores y primeros responsables de cultura de ese partido. Lo más fácil habría sido, incluso criticándolo, centrarse en el grupo de izquierdas, un grupo comunista que, sinceramente, es muy caricaturizable, y contar desde su visión lo que fue Hogar Social Madrid. Pero yo no quería moralizar a nadie.

P. Pero, ¿por qué oponer a estos fascinantes nazis algo prosaico y burdo como unos marxistas leninistas tan demodés?

R. Son demodés, sí, y eso lo demuestra bien cómo el grupo trasunto de Hogar Social Madrid sabe perfectamente adaptarse a nivel discursivo a las nuevas circunstancias sociales mientras el grupo de izquierdas no es capaz. Pero ojo, ese grupo marxista existió de verdad, okupó de verdad y durante unos meses tuvo un espacio operativo enorme en el centro de Madrid.

Hoy algunos vástagos de aquellos neofascistas y de aquellos comunistas se han mezclado. En mi novela un grupo parece el espejo del otro

P. Y tú estuviste por ahí.

R. Sí, yo en 2016 con 15 años fui premilitante de la organización en la que se basa en mi libro el grupo de la Comuna. Así que los conozco bien. Conozco eso de “venga, vamos a leer juntos ‘Las tres fuentes del marxismo leninismo', de Lenin”. Sé perfectamente lo caricaturizable que era aquello. Formaban además una minoría en el tejido de la izquierda alternativa madrileña. Pero lo más curioso es como hoy, en algunos ámbitos, los vástagos de ambos sectores se han mezclado. Ya en mi novela un grupo parece el espejo del otro.

P. También los dos protagonistas primero enfrentados y luego amantes, parecen descompensados. El 'clasemediero' tontorrón de Ramiro que no acaba de creerse su militancia y un verdadero intelectual fascista hijo de basurero que vive en Vallecas. Su historia de amor confronta ambos mundos pero, ¿no es el segundo el que se come al primero?

R. Sí, es una relación cargada de violencia la que viven los dos, y llena de neurosis sobre todo por el lado de Santiago, pero que también, al ser al fin ambos seres humanos, también ofrece momentos de genuina ternura, de amor, de deseo, que hacen olvidar sus peores pensamientos. Incluso se da el caso de que la historia de amor puede llegar a hacerte olvidar que, 40 páginas atrás, Santiago ha fantaseado con la imagen de una mezquita ardiendo y los rostros desfigurados de las personas que están allí. Esa capacidad del amor para humanizarnos, aunque esté basado en la mentira como ocurre aquí, y quebrar las firmezas ideológicas, es real. Aunque sí, el más carismático, el que devora al otro, es el ultraderechista. Y, sin embargo, es también su mundo el que al final acaba tambaleándose más.

placeholder Elizabeth Duval. (A.B.)
Elizabeth Duval. (A.B.)

P. No te preocupa eso de que estás humanizando al fascista.

R. ¡Es que los fascistas son seres humanos! Pueden ser detestables ideológicamente pero tienen sentimientos como cualquiera. La Capitana, por ejemplo, empatiza con la madre soltera y pobre, pese a los prejuicios de sus correligionarios, porque ve su propia historia reflejada en ello. Diría incluso que la Capitana, el trasunto de Melisa, no sale mal parada en mi novela.

P. Esta es por cierto una historia de amor homosexual que juega así con la represión personal de una extrema derecha homófoba. No hay duda de que la extrema derecha es homófoba pero no parece que sea ya tan grave, ¿no? Hay incluso una cada vez más visible militancia, digamos, nazi gay, quizás no tanto en España como por ejemplo en Francia, que llega a decir algo de este tipo: no hay nada que le joda más a un moro que un maricón.

R. Eso es cierto pero diría que se da de forma distinta en la extrema derecha que llega a las instituciones y en los grupos más militantes como Hogar Social Madrid con sus skins, ultrasur, etc., mucho más violentos y virilizados. Pero sí, la extrema derecha en otros países y, tarde o temprano, también en España, si fueran inteligentes, ha sabido utilizar eso y convertir a los homosexuales masculinos en una población muy de derechas. En las estadísticas francesas el primer partido del colectivo homosexual masculino es la derecha republicana pero no andaba muy lejos el Frente Nacional. Es un contraste radical con la población homosexual femenina donde la izquierda es mayoritaria. Con la idea del choque de civilizaciones cala la impresión entre los hombres gays de defenderse no ante la derecha que acepta que “cada uno en su cama haga lo que quiera”, sino ante los musulmanes.

El gran problema de Vox es precisamente que utiliza este discurso anti élites cuando se trata de un partido formado por abogados del estado

P. Es curioso, en el posfacio, comentas que este mismo verano HSM ha vuelto a okupar el mismo edifico del NoDo que tomó en el 2016 y que relata tu novela. Reconoces que esta vez lo ha hecho ya sin eco, condenado a la irrelevancia pero adviertes: “lo preocupante, insisto, no son ellos, lo preocupante es que su discurso esté en el de todos los demás, que su voz esté en todas las voces y que todo el mundo hable su lengua”. Pero si te refieres a Vox, pocos viven en Vallecas por el momento. ¿Cómo es posible que le funcione a una extrema derecha de élites madrileñas el discurso contra las élites?

R. El gran problema de Vox es precisamente que utiliza este discurso anti élites cuando se trata de un partido formado por abogados del estado. Lo hemos visto, por ejemplo con el caso reciente de Movistar+ donde se censuran los chistes sobre Vox.

P. ¿Pero no lo llamaban ‘la izquierda Movistar’?

R. Jajaja. Pues fíjate. Realmente, cuando tienen que enfrentarse a los directivos, a los que ponen la pasta, muchos de ellos de Vox, tan 'izquierda Movistar' no es. Y sin embargo, como también pasa con la extrema derecha a nivel global, ellos sí muestran que no hace falta ser una cosa para parecerla o para representarla. En España han conseguido grandes graneros de votos en Andalucía o en Murcia convirtiéndose en un equivalente histórico a lo que fueron los partidos de propietarios agrarios.

placeholder Un momento de la entrevista con Elizabeth Duval en la librería Ocho y medio de Madrid. (A.B.)
Un momento de la entrevista con Elizabeth Duval en la librería Ocho y medio de Madrid. (A.B.)

P. Partidos que viven de la mano de obra inmigrante a los que luego repudian.

R. Sí, sí, eso se ha visto perfectamente en esos lugares. Lo que les diferencia de grupos como el inspirado en Hogar Social Madrid de mi novela es que este último tiene una vinculación claramente falangista, y por tanto, es más intelectual. ¡Y sinceramente revolucionario! No son reformistas. Ellos se enfrentan al enemigo marxista pero para hacer una revolución contra el sistema democrático burgués. No creen en la división de clases pero sí en la justicia social. Vox, evidentemente, no puede asumir un discurso así. Pero sí comprar elementos de esa retórica. La cuestión, por ejemplo de ‘la gran sustitución’, era hasta hace poco patrimonio de grupos muy radicales y minoritarios y ahora en Francia, no solo Zemmour, sino hasta la supuesta moderada derecha republicana habla de ‘gran sustitución’ y de meter al ejército en los barrios de París.

La izquierda ha plegado y ha abandonado el debate de la inmigración y no puede hacer eso

P. La izquierda por su parta anda bastante perdida con la inmigración.

R. Sí, sí, la izquierda ha plegado y abandonado ese debate y no puede hacer eso. Lo que debería hacer la izquierda es explicar que la inmigración no tiene tanto que ver con la disolución de lazos culturales sino con una integración económica y una mejora de las condiciones de vida. Si, por ejemplo, existiera más criminalidad entre los inmigrantes, eso sucede porque esas comunidades no han podido integrarse económicamente en el sistema.

P. ¿Qué respuesta puede por ejemplo dar la izquierda a aquellos ataques de navidad a las mujeres que tuvieron lugar en Colonia en 2015 y citas en tu novela?

R. Pues tiene un problema grande. De hecho se evidencia al principio del libro cuando el comunista Ramiro se encuentra con un inmigrante latero y lo primero qué piensa es de dónde será y qué pena que no podamos compartir palabra y luego se queda en estado de shock cuando una compañera suya lo reconoce y le cuenta que es miembro del sindicato de lateros que se reune precisamente en su misma casa okupa. La izquierda quiere salvar a los inmigrantes pero sin preocuparse en realidad por ellos, manteniéndoles alejados. Y, sin embargo, sólo la izquierda podría recomponer el necesario vínculo social con quien viene de fuera, nadie más va a intentarlo, nadie más va a buscar integrarlos. Podrás reprimirlos pero eso no cambiará nada, no llegará a ningún sitio más que a la guerra civil.

placeholder Elizabeth Duval. (A.B.)
Elizabeth Duval. (A.B.)

P. Vemos hoy cosas que no creeríamos. Una supuesta izquierda 'commi', obsesionada con el obrero y lo material, patriotera e incluso beata, feministas enloquecidas contra los trans… Ummm, ¿es posible que las redes hayan dado bola a los que antaño no eran más cuatro frikis a los que nunca hubiéramos prestado atención permitiendo que su discurso sea mucho más atractivo y seguido de lo que merece?

R. Las redes los han sobredimensionado, sin duda, también porque la dinámica de las redes premia y favorece la cultura del zasca, la humillación, la confrontación, la búsqueda del chivo expiatorio. Y algo más, como se ve en el caso de Santiago. También las redes, especialmente foros como 4chan, permiten una radicalización política mucho más refinada. Esos foros incentivan una formación y una absorción de ideas tanto retórica como cultural que viene de la extrema derecha estadounidense. Mientras tanto, en la izquierda nos llevamos a matar y nos queremos degollar los unos a los otros. La herencia escatológica marxista, que en realidad es apocalíptica y cristiana, el sentimiento de superioridad moral y de "nosotros os vamos a explicar la verdad", acaba eximiendo a la izquierda de proponer nada. Nadie va a rebelarse así. Y esto es trágico.

La tarde del 22 de marzo de 2016 un grupo neofascista hasta entonces desconocido irrumpió en la actualidad de la Babilonia madrileña disparando bengalas en el puente de la M30 enfrente de la Mezquita y desplegando una pancarta que rezaba "Hoy Bruselas. ¿Mañana Madrid?". Se trataba de una acción que, aunque preparada antes, actualizaba con inteligente rapidez su mensaje xenófobo en respuesta a los atentados islamistas en los que fueron asesinadas 35 personas y más de 300 resultaron heridas en la capital belga ese mismo día. Los madrileños descubríamos así la existencia de un estrafalario grupo de extrema derecha llamado Hogar Social Madrid que imitaba lo que hasta entonces había sido sólo patrimonio de la izquierda: el activismo espectacular, la okupación de edificios y la atención a los desfavorecidos... siempre que fueran españoles. Un trasunto de ese grupo, y su contraparte, otro colectivo okupa en este caso comunista y también muy activo aquel año, protagonizan la primera novela de Elizabeth Duval (Alcalá de Henares, 2000).

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