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Alerta 2022: alud de conciertos, pero no hay medios, ni personal, ni salas... ¿ni público?
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Alerta 2022: alud de conciertos, pero no hay medios, ni personal, ni salas... ¿ni público?

Las actuaciones de 2020 y 2021 pasan al año que viene y ya no cabe un alfiler. ¿Estamos programando por encima de nuestras posibilidades? ¿Se viene una ola de cancelaciones?

Foto: Vista de la explanada del Parc del Fórum, donde habitualmente se celebra el festival Primavera Sound. (EFE)
Vista de la explanada del Parc del Fórum, donde habitualmente se celebra el festival Primavera Sound. (EFE)

Esto ya es otra cosa. Que si una terracita, que si te tomas una copa en la barra, ya no se cierra tan tarde. Con algo de miedo aún, pero te vas quitando la mascarilla. Empiezas a ir a conciertos otra vez, incluso a algún festival. Pero es también el momento de evaluar los desperfectos pandémicos: ¿vamos a tal garito? Espera, que igual ha cerrado. ¿Cuándo toca el artista al que quieres ver? Se fue a su pueblo y aún no ha vuelto. Bueno: ¿y ahora qué?

—Yo voy a abrir una floristería. Y te lo digo en serio.

Quien me responde es Lorena Jiménez, una de las más activas profesionales de la comunicación en el mundo de la música española, parte de la iniciativa #AlertaRoja, quien, flores aparte —aclaremos: no lo deja; la promoción se ha mantenido y hay motivos para pensar que va a ir mejor—, sigue en el ajo desde su empresa, oportunamente llamada La Trinchera. ¿Cómo se ve el panorama desde ahí?

“Por un lado, hay que esperar a que pase el verano de 2022, porque ahora mismo está todo el mundo anunciando todo para el año que viene, y no sé yo si va a haber público para tanto. Estamos programando por encima de nuestras posibilidades. No solo vuelven los festivales, sino que los ciclos que se han hecho en el 20 y el 21 se quedan”. Por otro lado, opina Jiménez, hay problemas humanos y de suministros. La anomalía nos suena de ciertos problemas que empezó a tener el Reino Unido con el Brexit, y cada vez es más frecuente en todo el mundo: “Faltan 'tour managers', por ejemplo. Ahora no hay conductores, porque la gente que tenía furgonetas ha estado parada dos años y se ha metido a currar en Amazon o en cualquier otra cosa”.

No hay conductores, porque la gente que tenía furgonetas ha estado parada dos años y se ha metido en Amazon

No es menor el problema de las salas de conciertos. Ahí resuena el nombre del Costello, carismática sala del centro de Madrid que acaba de echar el cierre definitivo. Es cierto que su cese no está causado por la pandemia, sino por una cuestión personal —“ese ciclo vital se había acabado”, dicen sus gerentes—, pero su desaparición se ha producido en pandemia. Dani Marín —que llevaba la sala junto a su hermano Paco, y que ahora seguirá vinculado a proyectos musicales: 'management', giras, proyectos con marcas— reflexiona: “Puede que ahora cambie el modelo de negocio. El espectro iría hacia más aprovechamiento del día, no circunscribirlo todo a que se amplíen los horarios para poder hacer música en directo, y a que los tipos de licencia cambien y esos garitos tengan muchas más posibilidades: comida, escuelas… Pero es clave que se apoye la música en vivo desde todos los estamentos y que la gente joven se anime a invertir en música en vivo”.

placeholder La sala Costello de Madrid ha echado el cierre.
La sala Costello de Madrid ha echado el cierre.

En directo, la música siempre es la hermanita pobre: cuando no está demonizada por los vecinos, es por las drogas; manoseado por los políticos, fiscalmente dejado de la mano de Dios, regulado de aquella manera, este arte siempre sale mal parado. Bien lo sabe Armando Ruah, director gerente de la Asociación Estatal de Salas de Conciertos. “Tenemos 22 salas localizadas que han cerrado a día de hoy por la pandemia, lo cual es un dato importante porque en todo el Estado español habrá unas 350. Y una sala que se cierra normalmente es una sala que no se vuelve a abrir”, argumenta.

Caídas en combate

Entre las caídas en combate están las madrileñas Casa Patas o Marula, la coruñesa Bababar, la Impacto de Plasencia, El Contrabajo en Vigo… “Espacios con mucha historia y tradición ganada a pulso”, dice Ruah. “El problema es que mucha gente se ha entrampado: han pedido créditos y se han gastado los ahorros. Y luego está la 'coctelera normativa': en esta ciudad se puede tocar si no vendes bebidas en la sala, allá sí puedes pero con distancia de seguridad… Y la semana que viene todo ha cambiado. Hay 17 comunidades autónomas y cada una es un reino de taifas. Esperemos que se quiten las limitaciones de aforo, porque los necesitamos todos al cien por cien. Y estar de pie. Y que se pueda consumir, porque a las salas nos están mirando con lupa. Por otro lado, nos da mucho temor que en todo este tiempo hayan nacido espacios con dinero y contratación pública —plazas, jardines— donde se han hecho conciertos durante la pandemia (cosa que ha estado muy bien). Pero muchos de estos espacios y ciclos se van a quedar. Y mientras ahí sí se pueden meter 300 personas, en una sala privada no te dejan. Con todo esto, también se ha perdido a todos esos jóvenes de 16 a 18 años que nunca habían ido a una sala de conciertos y ahora les va a costar todavía más por haber sido una actividad prohibida”.

Hemos perdido a esos jóvenes de 16 a 18 años que nunca habían ido a una sala de conciertos

Y es que a todo esto hay que sumarle el miedo inoculado. De este otro tema, el de la salud mental, habla sin tapujos una mujer que conoce tan bien esa cuestión como las salas españolas: Eme DJ. “Lo suyo sería tener infraestructura y ayudas para salud mental por sanidad pública, porque hay gente que sigue sin salir por miedo, o que se ha sentido muy sola este tiempo”, dice. “Mucha gente no sabe gestionar bien sus emociones o estar sola; la pandemia nos ha individualizado mucho. Conozco a gente que tiene ansiedad por trabajar en la noche. Este sector tiene sus especificaciones, porque mucha gente de mi gremio, trabajando en la noche, suele consumir alcohol u otras sustancias”. Eme —autora del libro 'Cómo ser DJ' (Bala perdida, 2001) y ahora retratada en un documental de inminente estreno, 'Miedo al miedo'— cuenta que “todo el mundo quiere volver a pinchar, y por la competencia y el cierre de salas, la gente se bajará los cachés e intentará pinchar por lo que sea”. ¿Se bailará igual que antes? “No creo que la gente joven que está acostumbrada a ir a bailar a festivales y clubes tenga problemas para restaurar lo de antes. De momento hay mascarillas, pero en cuanto se pueda, se las quitarán”, opina Eme.

Inquietudes

Todas estas inquietudes y muchas otras se han verbalizado esta semana en BIME Pro, el congreso del sector que se celebra en Bilbao y que ha registrado 3.500 visitantes. Desde ahí se escriben estas líneas. Entro y salgo de salas, conferencias, aulas, mesas redondas. Accedo a una sobrecontratación de artistas nacionales. “En Barcelona, el Apolo tiene todos los días de lunes a domingo la sala reservada: estamos hablando de 65.000 tiques. Esto quiere decir que en todos los fines de semana, en todas las ciudades, va a haber conciertos”, habla Marisa Moya, de Emerge Management. “Este año nos vamos a hacer daño entre nosotros en algún momento por la alta competencia”, replica Marcos García, de Ayuken Management. “Los grandes festivales —Primavera, Mad Cool— pueden poner el 'sold out' en tres horas, pero, ojo, que el año que viene no será todo así. Se nos presenta un 2022 muy salvaje”, añade Carlos Mata, de Taste The Floor. Salgo y me encuentro en los pasillos con Paco López, el mánager de Leiva, Sidecars o Reincidentes, y coincide en todo: “2022 va a ser el año en que más artistas nacionales salgan a girar a la vez de la historia. En internacional, lo mismo. El volver a andar se va a producir a una velocidad de relámpago, vamos a ser el Usain Bolt del espectáculo. Va a haber una sobreoferta que ojalá la demanda pueda absorber. Pero lo dudo”.

Este año nos vamos a hacer daño entre nosotros en algún momento por la alta competencia

Gema Sánchez, programadora del programa Artistas en Ruta de AIE —ciclo por el que ha pasado buena parte de los artistas de renombre del país antes de ser conocidos—, ahonda en el asunto de los garitos: “El tejido de las salas pequeñas y medianas está destruido. Ese tejido es el semillero donde crecen las bandas. Si no hay sitios para actuar, ¿cómo crecen las bandas?”. Y lanza un aviso importante: “Yo, como responsable del circuito, cerré 103 conciertos en julio, de septiembre a diciembre de este año, ¿y sabes qué? Que estoy empezando a ver cancelaciones en cascada. ¿Quién cancela? La sala. ¿Y por qué? Porque no vende entradas. A pesar de esas ganas que se supone que tiene todo el mundo, la gente no compra entradas para las salas. Se están cayendo bolos en Sevilla, en Toledo, en León, en Valencia… ¡Y eso que el grupo los estamos pagando! Pero es que me dicen: ‘Gema: he vendido tres entradas. O dos”. Todo esto pasa (o puede pasar) en las salas, pero ¿y los festivales? “Ahí la gente no va a consumir música, sino ocio, experiencias, emociones, intercambios físicos, planetarios; ‘mira: el cosmos viene a mí’: eso es un festival”, considera Sánchez.

“Todo esto que está ocurriendo”, vuelvo a lo que me cuenta Lorena Jiménez, “nos ha servido para darnos cuenta de que no estábamos unidos. Pero hay que unirnos mucho más. Necesitamos números, porque sin números no podemos sacar pecho para negociar con los organismos públicos. Esta pandemia nos ha demostrado que la música no son solo los músicos: detrás hay toda una industria que hace que los músicos sean visibles. El tejido está en una situación muy precaria; en muy pocos países en Europa sucede lo que aquí. Movimientos como #AlertaRoja han estado muy bien para poner de relieve un problema, pero este sigue: seguimos sin estar cubiertos, con trabajos precarios, con una intermitencia brutal, sin normativa unificada, con el estatuto del artista por ahí, con cada ministro de Cultura que viene diciendo que lo va a sacar adelante. Nos queda un camino largo”.

—Así que, ¿yo me veo en todo esto dentro de 10 años? Pues no sé.

Ánimo, seguro que sí. Pero dada la urgencia de la situación, ahí queda este aviso para navegantes. Y este otro: ¡las flores más frescas de Madrid en Floristería La Bonita!

Esto ya es otra cosa. Que si una terracita, que si te tomas una copa en la barra, ya no se cierra tan tarde. Con algo de miedo aún, pero te vas quitando la mascarilla. Empiezas a ir a conciertos otra vez, incluso a algún festival. Pero es también el momento de evaluar los desperfectos pandémicos: ¿vamos a tal garito? Espera, que igual ha cerrado. ¿Cuándo toca el artista al que quieres ver? Se fue a su pueblo y aún no ha vuelto. Bueno: ¿y ahora qué?

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