Es noticia
La increíble historia de 'Los cuentos de Hoffmann'
  1. Cultura
literatura y ópera

La increíble historia de 'Los cuentos de Hoffmann'

La ABAO abre su temporada operística con la ópera maldita, bendita, inacabada y eterna de Offenbach, el maestro de la opereta que accedió 'in extremis' al panteón de los grandes

Foto: 'Los cuentos de Hoffman'.
'Los cuentos de Hoffman'.

La apertura operística de la ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) se ha inaugurado esta vez desde la provocación y el desafío. Tiene mérito llevar a escena 'Los cuentos de Hoffmann', una ópera bendita y maldita a la vez que parece en sí misma un cuento de E.T.A. Hoffmann, no ya porque el compositor, Jacques Offenbach, falleció antes de estrenarla sino porque toda la peripecia que rodea a la obra forma parte de un despecho al destino y de un misterio a la casta de filólogos y musicólogos.

Resulta imposible acordar una versión canónica y ortodoxa. Porque Offebanch solo dejó en herencia la partitura de piano. Y porque el colega llamado a terminar los trabajos, Ernest Giraud, introdujo episodios propios y se avino a suprimir el “acto veneciano” en el estreno mundial de 1881.

Quiere decirse que los espectadores reunidos en la Opéra Comique no tuvieron noticia de la famosísima 'Barcarola'. Famosísima quiere decir que se ha utilizado en películas tan distintas como 'La vida es bella', 'Titanic' y 'Medianoche en París', aunque el pasaje en cuestión ni siquiera había sido concebido por Offenbach para 'Los cuentos', sino extrapolado o reciclado de una opereta, 'Viaje a la Luna', que dio vuelo a su fama de compositor audaz y libertino. Fue el periodo de gloria del compositor… alemán.

placeholder Jacques Offenbach.
Jacques Offenbach.

Porque Jacques Offenbach había nacido en Prusia. No con el apellido que le hizo popular en los arrabales de los Campos Elíseos, sino con el de su padre (Eberst). También heredó la religión judía y la vocación musical, aunque Jakob (Jacques) se convirtió al catolicismo para desposar a una chica de San Sebastián —Herminia de Alcain— y despuntó como solista de violonchelo.

Había encontrado en París la oportunidad de formarse y el acceso a una plaza en el foso de la Opéra Comique. La experiencia le permitió conocer el patrimonio francés canonizado, pero la volubilidad y la creatividad de Offenbach precipitaron un fabuloso periodo de rebeldía en los teatros de menor prestigio y de mayor entusiasmo popular. Estaba naciendo la opereta como la expresión cultural más transgresora del II Imperio. Offenbach escribía la banda sonora de la tiranía liberal de Napoleón III. Y consolidaba un lenguaje corrosivo, provocador y extraordinariamente fértil, más o menos como si hubiera heredado el ingenio y el instinto melódico de Rossini.

La creatividad de Offenbach precipitó un fabuloso periodo de rebeldía en los teatros de menor prestigio y mayor popularidad

La diferencia respecto al patriarca italiano estribó en el rechazo del oficialismo y de los teatros de postín, más todavía cuando sobrevino la decadencia del emperador y cuando se precipitó la guerra franco-prusiana (1880). Vino a matizarse, a recordarse entonces, el origen germano del cantor “parisino”. Y se formalizó la conspiración de los intelectuales —Zola, Victor Hugo— que renegaban del agitador extranjero, atribuyéndole incluso la responsabilidad de haber inculcado el pecado de la depravación.

Podía haber naufragado Offenbach entre los moralistas y los enemigos, pero el éxito de una gira en EEUU —allí depositó el embrión del musical— se añadió a la exhumación de un proyecto que tenía en las entrañas desde 1851.

La fecha corresponde al estreno teatral de 'Los cuentos de Hoffmann' en el Odeón de París. Sus autores, Jules Barbier y Michel Carré, trasladaron con éxito el repertorio misterioso y excéntrico del escritor alemán. Y expusieron tres historias que reflejan la persecución romántica del amor imposible. Hoffmann que se enamora de una autómata. Hoffmann que se enamora de una difunta. Hoffman que se enamora de una meretriz.

Del psicoanálisis a la robótica

Había intuido E.T.A. Hoffmann (1776-1822) los grandes debates de la civilización moderna —del psicoanálisis a la ciencia y la robótica—, aunque el aspecto más atractivo de la ópera que escribió Offenbach tiene que ver con el misterio y la metafísica. Sentía estar muriéndose el 'libertino'. Y percibía que el tiempo amenazaba con malograr su gran obra maestra.

Flaqueaba la salud entre las sacudidas de la neumonía. Se consumía su cuerpo. Y le angustiaba el desenlace del cuento central. Porque 'El violín de Cremona', eje central de la ópera misma, había adquirido un valor premonitorio. Es la historia de Antonia. Que aloja entre sus cuerdas un don mortal. Si canta, se muere. Y decide cantar Antonia porque la vida le resulta insoportable desprovista de la elevación de la música.

placeholder Escena del montaje de la Ópera de Burdeos que se verá en el Palacio Euskalduna.
Escena del montaje de la Ópera de Burdeos que se verá en el Palacio Euskalduna.

Le estaba ocurriendo a Offenbach. Moría a medida que componía 'Los cuentos'. Ni siquiera le resarció de la esperanza una sesión doméstica de la ópera que ofició en su domicilio de París en 1879. Asistieron los intendentes de la Opéra Comique y del Ringtheater de Viena. Y se comprometieron ambos al contrato de un estreno dichoso y entusiasta. Tenían razón.

La 'première' parisina y vienesa resultó un éxito glorioso, pero Offenbach murió antes de la victoria y tampoco pudo evitar desde la ultratumba que las partituras originales ardieran en un opulento incendio. No cabía mejor ejemplo de la maldición y del sabotaje sobrenatural a la ópera, entre otras razones porque 'Los cuentos' se resienten de una figura mefistofélica que sabotea todas las aventuras de Hoffmann y que contribuye al perfil de la tragicomedia. El registro se antoja tan complejo como el “drama jocoso” de 'Don Giovanni'. Y es Offenbach quien tiene presente a Mozart. Lo recuerda enfáticamente unos compases del prólogo. Y le plantea la misma devoción integral que antaño había demostrado E.T.A. Hoffmann, hasta el extremo de que el escritor germano —y compositor, y jurista, y poeta, y pintor— cambió la tercera sigla de su nombre —Wilhelm— por la A rotunda de Amadeus.

Offenbach no pudo evitar desde la ultratumba que las partituras originales ardieran

Apasiona la conexión sobrenatural entre Mozart, Hoffmann y Offenbach. Se les puede vincular incluso a un linaje subversivo que sacudió su 'tiempo' y que el 'tiempo', al mismo 'tiempo', ha convertido en santísima trinidad.

No lo puso fácil Offenbach con su ópera imposible. Todavía sigue viva la discusión de los filólogos. Y todavía se acercan con pavor los cantantes que se atreven a cantarla —Michael Fabiano, Jessica Pratt y Simón Orfila lo hacen en Bilbao—, pero la gran virtud de 'Los cuentos de Hoffmann' puede que consista precisamente la vitalidad de una obra inacabada y las conexiones de ultratumba que todavía velan por ella, igual que la Barcarola meciéndose en la laguna de Venecia.

La apertura operística de la ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) se ha inaugurado esta vez desde la provocación y el desafío. Tiene mérito llevar a escena 'Los cuentos de Hoffmann', una ópera bendita y maldita a la vez que parece en sí misma un cuento de E.T.A. Hoffmann, no ya porque el compositor, Jacques Offenbach, falleció antes de estrenarla sino porque toda la peripecia que rodea a la obra forma parte de un despecho al destino y de un misterio a la casta de filólogos y musicólogos.

Literatura Ópera
El redactor recomienda