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Wegener, canción de hielo y fuego: descubrió por qué existen los volcanes y murió congelado
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Wegener, canción de hielo y fuego: descubrió por qué existen los volcanes y murió congelado

Ahora que asistimos atónitos en directo a cómo el volcán de La Palma expande la isla es buen momento para recordar al gran científico que descubrió tan asombroso mecanismo

Foto: Alfred Wegener en Groenlandia . (Alamy)
Alfred Wegener en Groenlandia . (Alamy)

Todo lo que podía haber salido mal en aquella expedición salió mal. Desembarcaron en abril de 1930 en la costa oriental de Groenlandia y cuando, después de una ardua caminata de varias semanas, alcanzaron el campamento base, comprobaron que los suministros no habían llegado a tiempo. Para entonces casi todos los groenlandeses contratados habían desertado ya y solo quedaban cinco expedicionarios, uno de ellos malherido. Se acercaba el invierno. Sin combustible ni alimentos, a primeros de noviembre dos personas fueron elegidas para regresar a la costa a la búsqueda de provisiones. Así, al día siguiente de su cincuenta cumpleaños, el meteorólogo, geofísico y ex soldado alemán Alfred Wegener partió en medio de la ventisca junto al esquimal Rasmus Villumsem. Nunca regresaron. Un año después hallaron el cuerpo de Wegener entre la nieve envuelto en un saco de dormir y con una piel de reno. Congelado, aunque es posible lo matara antes un fallo cardiaco. Su viuda no quiso recoger el cadáver y pidió que lo dejaran descansar en el hielo.

Wegener halló la muerte en el Ártico impulsado por la misma curiosidad insaciable que había decidido una vida de investigaciones apasionantes y hallazgos fabulosos, uno de ellos quizás entre los tres más importantes de la historia de la ciencia junto quizás a la teoría de la evolución y a la expansión del universo. Nos referimos a la Teoría de la Deriva Continental que, reformulada posteriormente como Tectónica de placas, golpeó el conocimiento humano en la primera mitad del siglo XX y dejó incrédulos, cuando no sarcásticamente incrédulos durante décadas a la mayoría de los sabios de su tiempo. Richard Dawkins recordaba en su libro 'El cuento del antepasado' que, cuando llegó a Oxford en los años 60, medio siglo después de que Wegener formulara su hipótesis, un profesor la sometió a votación en clase... y más de la mitad se manifestaron en contra de aceptar semejante extravagancia.

placeholder Alfred Wegener y el esquimal Villumsen en una de sus últimas imágenes
Alfred Wegener y el esquimal Villumsen en una de sus últimas imágenes

Estos días que observamos atónitos en directo la tan trágica como majestuosa erupción del volcán de La Palma, y cómo su llegada al mar extiende mágicamente el territorio de la isla, es el mejor momento para recordar al hombre que comprendió que si los continentes parecen encajar entre sí como piezas de un puzzle es porque se movieron en el pasado y se siguen moviendo lentamente ahora, al científico que murió en el hielo después de dar cumplida explicación del fuego oscuro de los volcanes.

Y sin embargo, se mueven

"Tuve la primera intuición de la movilidad continental ya en 1910 cuando, al contemplar un mapamundi, me impresionó la coincidencia de las costas de ambos lados del Atlántico; pero entonces no hice caso de esta idea que me pareció inverosímil". Así confesaba Wegener en el prólogo a su obra clásica 'El origen de los continentes y océanos' (1915) la incredulidad que sintió cuando tuvo la primera iluminación sobre la deriva continental. Observar como la costa brasileña encaja como un guante en la línea occidental africana no fue suficiente sin embargo para convencerse sino la investigación que emprendió a continuación acerca de las increíbles coincidencias entre la fauna y flora de regiones tan alejadas. Aquel investigador germano treintañero comenzaba a difundir aquellas nuevas y extrañas ideas sobre gigantescas moles de piedra en movimiento cuando fue llamado a filas.

placeholder 'El origen de los continentes'. (Crítica)
'El origen de los continentes'. (Crítica)

Nacido en Berlín en 1880 y doctorado Física, Meteorología y Astronomía en 1905, Wegener se lanzó pronto a alternar estudio y aventura como un precursor de Indiana Jones. En 1906 batió junto a su hermano el récord del mundo de vuelo en globo después de 52 horas ininterrumpidas y entre 1906 y 1908 participó en la primera de las tres expediciones que realizaría a Groenlandia para estudiar su climatología, la última de la cuales acabaría con su vida. En 1914 estalló la I Guerra Mundial y fue movilizado como teniente de infantería en un regimiento de granaderos en el que demostró gran arrojo y valentía. Fue herido en dos ocasiones, en el brazo y en el cuello y fue durante la segunda convalecencia que aprovechó para publicar su célebre volumen. Terminada la contienda, durante los años veinte, la deriva continental desencadenó una estrepitosa polémica científica mundial, criticada por casi todos y solo defendida por un reducido grupo de seguidores.

Los continentes solo son la parte visible de enormes placas tectónicas que incluyen los fondos sumergidos

Lo cierto es que Alfred Wegener aceptó... equivocándose. Si bien no fue el primero que postuló la movilidad continental si fue el que la fundamentó y difundió de manera más abrumadora -y contra una fortísima oposición, lo que basta para considerarlo uno de los mayores científicos de todos los tiempos. Pero el dispositivo que él propuso se ha demostrado erróneo. Wegener creía que los continentes se había ido separando de la Pangea unificada original desplazándose por el suelo marino. Pero hoy sabemos que el suelo marino también se mueve, que, de hecho, los continentes solo son la parte visible de enormes placas tectónicas que incluyen los fondos sumergidos que se separan, chocan creando cadenas montañosas como el Himalaya o se superponen entre sí empujadas por enormes corrientes de convección sobre el manto ardiente y a un tempo lento más o menos semejante al que crecen las uñas.

Y es justo en las fallas de roce de esas placas o en las zonas de separación donde se suceden los terremotos o las erupciones volcánicas en las que en las que una placa se inclina por debajo de otra y se introduce en el manto para brotar después por la superficie como las coladas de lava de la Isla de La Palma.

Todo lo que podía haber salido mal en aquella expedición salió mal. Desembarcaron en abril de 1930 en la costa oriental de Groenlandia y cuando, después de una ardua caminata de varias semanas, alcanzaron el campamento base, comprobaron que los suministros no habían llegado a tiempo. Para entonces casi todos los groenlandeses contratados habían desertado ya y solo quedaban cinco expedicionarios, uno de ellos malherido. Se acercaba el invierno. Sin combustible ni alimentos, a primeros de noviembre dos personas fueron elegidas para regresar a la costa a la búsqueda de provisiones. Así, al día siguiente de su cincuenta cumpleaños, el meteorólogo, geofísico y ex soldado alemán Alfred Wegener partió en medio de la ventisca junto al esquimal Rasmus Villumsem. Nunca regresaron. Un año después hallaron el cuerpo de Wegener entre la nieve envuelto en un saco de dormir y con una piel de reno. Congelado, aunque es posible lo matara antes un fallo cardiaco. Su viuda no quiso recoger el cadáver y pidió que lo dejaran descansar en el hielo.