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Martín Caparrós: "La cocaína que toman en Malasaña crea muerte en América Latina"
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Martín Caparrós: "La cocaína que toman en Malasaña crea muerte en América Latina"

El escritor y cronista publica 'Ñamérica' (Random House), un ensayo abrumador y fascinante que persigue glosar un continente y a sus 420 millones de habitantes

Foto: Martín Caparrós posa durante una entrevista en Madrid. (EFE)
Martín Caparrós posa durante una entrevista en Madrid. (EFE)

Un hombre sale a la caza del espíritu de un pueblo, de una tierra tan dilatada como promiscuamente poblada, pero una mañana, en un mercado guatemalteco cargado de colores y voces, se da cuenta de que no hay exorcismo posible, no hay esencias, ni espíritus, los fantasmas se le escapan de la punta de los dedos. Y, sin embargo, algo puede aún contar, hay relaciones que trabar, historias y sueños comunes por contar. Y pensar. También pesadillas, aunque quizá no tan obvias como las que podríamos esperar los españoles, que apenas prestamos atención a esto que Martín Caparrós ha bautizado como 'Ñamérica' (Randon House, 2021).

Martín Caparrós nació en Buenos Aires en 1957 y vive hoy en España. Ha escrito más de 30 libros entre novelas y ensayos de referencia como ' El hambre' y ahora, incapaz como confiesa burlón de esforzarse lo suficiente para escribir más breve, publica una obra imponente e irresistiblemente escrita de casi 700 páginas cuya extensión no le va a la zaga a su ambición: cifrar un continente y a sus 420 millones de habitantes. ¿Cómo empezó esta locura?

placeholder 'Ñamérica'. (Random House)
'Ñamérica'. (Random House)

"Por una vez y sin que sirva de precedente', explica Caparrós cuando nos encontramos en Madrid, "recuerdo el momento preciso en el que se me ocurrió este libro. Me hallaba en junio de 2018 en un encuentro en El Salvador sobre el periodismo y América Latina, éramos unos 20, se acercaba mi turno de palabra, iba a contar un poco lo que siempre cuento y de pronto me aburrí de mí mismo, me molestó tremendamente repetirme y me pregunté: ¿y si pudiera pensar de otra manera lo que es esta región que tantos años llevo recorriendo? Y entonces brotó 'Ñamérica'. Hace mucho que no se reflexiona sobre América Latina como un conjunto, y eso es lo que me propuse hacer, tropezándome, por cierto, con muchas cosas que me sorprendieron".

De entre los 500 millones de hispanoablantes, ¡solo pronuncian la 'zeta' 30 millones, ni siquiera todos los españoles!

PREGUNTA. Le confieso una cosa, en las redacciones de los periódicos españoles y acostumbrados por la experiencia nos cuesta hacernos eco de temáticas latinoamericanas porque, lamentablemente, no interesan, no se leen. ¿Cómo es posible que los cuarenta y tantos millones de españoles sigamos dando la espalda a esos 420 millones de personas a quienes dedica su libro?

RESPUESTA. No sé si lo describiría como dar la espalda o, más bien, como mirar desde arriba. Fíjese por ejemplo que el premio Cervantes, el más importante de nuestra lengua, alterna cada año un ganador de entre los 45 millones y, al siguiente, otro de entre los 420 millones. O repare en esa idea tan graciosa de que la 'zeta' es canónica en el castellano cuando de entre los 500 millones de hispanoablantes del mundo, ¡solo pronuncian la 'zeta' unos 30 millones, ni siquiera todos los españoles! ¡El 95% no la pronuncia y, sin embargo, nos habéis hecho creer que es la manera correcta! Este es un modelo que se replica en muchos otros ámbitos y que muestra el tenor de las relaciones entre lo español y lo 'ñamericano'. Y, claro, eso lleva a su vez a que a los 'ñamericanos' España les interese cada vez menos.

placeholder Martín Caparrós. (EFE)
Martín Caparrós. (EFE)

P. "Ñamérica' no es lo que creíamos", escribe y este libro es un ariete contra estereotipos reductores que ya han durado bastante. ¿Qué une a Ñamérica, más allá del idioma que encarna la virgulilla de la eñe?

R. La única esencia en la que creo es la del perfume que uso, que me encanta porque huele a vieja iglesia, un olor muy perverso... Jajaja. Así que sí, empecé el libro viajando a uno de esos lugares donde supuestamente se refugia el espíritu de América Latina precisamente para poner en escena esa confusión, ese equívoco, ese error. Para empezar, cuando se habla de espíritus o esencias, pensamos en general en aquello que no ha cambiado. Desconfiamos de lo que cambia porque se vuelve automáticamente bastardo, pero a mí precisamente lo que me gusta de la región es que es muy bastarda, que no paramos de cambiar, que somos la mezcla y no la pureza. No hay un latinoamericano de pura raza, como pretenden por ejemplo las viejas culturas europeas, lo que hay es confluencia y confusión en el mejor sentido de la palabra.

P. Dice que le sorprendieron muchas cosas en su investigación.

R. Lo primero que me sorprendió es que pensamos que la región es campestre, rural, bucólica, y me encontré que América Latina es el lugar del mundo con mayor proporción de población urbana, cosa que no era así hace medio siglo. La migración del campo a las ciudades por distintas razones ha sido un cambio decisivo. Por eso decidí encarar el trabajo de campo de este libro visitando las ciudades. Allí las vidas y los procesos van a otra velocidad, mucho más rápida. Y más variable. En la metrópoli todo parece más provisional, allí todo está por hacer.

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Martín Caparrós. (EFE)

P. Describe un continente inquieto, primero por todos los que llegaron y después por todos los que se fueron. En ese sentido, ¿no acabará más pronto que tarde también EEUU en formar parte de Ñamérica?

R. Sí, yo hablo en algún momento de Ñusa. Pero es que Estados Unidos está hecho de corrientes migratorias y es muy bueno asimilando grupos de inmigrantes, cada uno con sus muescas y sus marcas, pero siguen amalgamándose en el país. Lo decisivo ahí es que las segundas generaciones en EEUU no quieren mantener el origen de sus padres sino hacerse norteamericanos. Como les pasó a irlandeses e italianos y les ocurre ahora a los latinos. Pero que no quepa aquí ningún triunfalismo. Me sorprende escuchar a un político latinoamericano jactándose de que ahora el castellano es la segunda lengua más hablada de EEUU, etc. Yo de ser él disimularía. Porque eso no es más que la prueba más clara del fracaso de nuestros países. ¡Porque no pudieron quedarse en su tierra!

P. También es un continente partido: pobre, pero sobre todo muy desigual. ¿Qué bomba dejamos los españoles tras la independencia a las élites políticas desastrosas que han arruinado Ñamérica? Quiero decir, ¿cuál fue el regalo envenenado del que sin embargo se libraron al norte de Río Grande?

R. En ese sentido, creo haber entendido algo que no había pensado antes. El proceso de acumulación económica de Ñamérica no tuvo nada que ver con el de EEUU, pero tampoco con el de los países europeos a partir de la Revolución Industrial, donde ciertos sectores consiguieron prosperar, manejar medios de producción y, a partir de eso, adquirir poder político. Lo que fue el acceso a la cúspide de la burguesía fabril. En la América hispana, sin embargo, se dio el proceso inverso. La riqueza fue un efecto del poder político. Como lo que ocurrió allí fue extraer materias primas —oro, plata, tabaco, café, soja o petróleo— para enriquecer a ciertas élites, el poder económico dependió de tener el suficiente poder político, la fuerza, para apoderarte de esas fuentes de riqueza. Y eso hizo que el desarrollo económico fuera mucho menor. Uno de los efectos más inmediatos fue que, como necesitaban menos mano de obra y además producían para el mercado externo, no necesitaron crear un mercado interno de consumidores al que habría que haber pagado un poco más para que compraran. Sacaban la plata a cuatro pelagatos, la mandaban a Amberes y ya.

Tras 200 años de poderes locales, ahora tratan de disimular lo que hacen echando la culpa a los conquistadores. Es delirante

P. En los últimos tiempos, ha vuelto con fuerza la bronca acerca de los supuestos lastres de la conquista española, han caído estatuas, ha habido presidentes como López Obrador muy beligerantes al respecto. ¿Esto obedece a un movimiento popular real o a cierta estratagema de las élites de allí para tapar sus vergüenzas?

R. Es un poco largo de explicar, pero intentaré resumirlo. Para empezar, hay una glorificación del pasado muy difícil de glorificar, que es el de los grandes Estados precolombinos, que eran Estados despiadados. Los aztecas comían niños y tiraban los corazones pirámide abajo mientras los incas explotaban salvajemente a sus campesinos. Y así, la única razón por la que 500 desharrapados extremeños lograron conquistar esos imperios es que alrededor de ellos había miles y miles de locales esperando la oportunidad de quitarse de encima a sus propios dominadores locales y apoyaron a Cortés o Pizarro. Pongamos en su sitio el mundo precolombino, que no era ningún paraíso. Claro que la conquista española provocó un genocidio, aunque fue en parte involuntario, relacionado con las enfermedades. Sin duda hubo violencia y explotación, claro. Dicho todo lo cual, ya hace 200 años que los españoles no andan por allí. Lo que ocurre ahora tiene ya que ver con esos 200 años de poderes locales que ahora tratan de disimular lo que hacen echando la culpa a los conquistadores. Es delirante. Y por otro lado tratan de inventar una continuidad falsa que asegura que México existió hasta 1521, cuando Cortés lo interrumpió, y volvió a existir en 1821, cuando fue liberado. ¡Es completamente absurdo, porque además los que defienden esto lo dicen en español, no en nahualt!

P. ¿Y qué resultados tiene esto?

R. Produce injusticias muy flagrantes. Como que, en muchos casos, si vas a ser pobre en Latinoamérica te conviene poder demostrar que tienes cierta sangre indígena porque adquieres ciertos privilegios que los pobres sin sangre indígena no van a tener. ¡Y no hay ninguna razón para que un pobre mapuche tenga más derechos que un pobre mezclado! Y para terminar con esto, lo que más me impresiona es toda esa gente que se dice progresista y que cree que hay muchas cosas en nuestra vida que hemos cambiado y otras que debemos cambiar, y acaban proponiendo que ciertos pequeños sectores como los pueblos originarios sigan viviendo como sus tatarabuelos. ¡Que se pongan ellos un florete en el cinto y se suban al caballo, pero por qué no dejas a los demás que sean modernos!

En Latinoamérica, te conviene poder demostrar que tienes cierta sangre indígena porque adquieres ciertos privilegios

P. Ñamérica es la región más pacífica del mundo, la que menos guerras ha visto históricamente, y al mismo tiempo la más violenta, primero por la violencia política y luego por la violencia de la delincuencia y los narcos asesinos. Lo curioso es que esa violencia última debe mucho al exterior, a los tiros de cocaína que nos metemos en Washington o en Madrid. ¿Es la violencia actual latinoamericana el triste daño colateral del ocio del primer mundo?

R. Sí, sí. Cito de hecho en el libro a vuestro compañero Alberto Olmos por una columna suya de hace un par de años que decía justo eso, que cuando un muchacho muy guay se mete cocaína en Malasaña no nos parece condenable ni lo relacionamos con la cantidad de muerte, desolación y explotación que eso crea en nuestro lugar de origen. Es otro excelente ejemplo de la incapacidad de pensar el mundo globalmente. Así que sí, absolutamente de acuerdo con lo que usted dice. Y luego hay un proceso que muestra que hasta los años ochenta del siglo pasado la violencia en América Latina era pública y que lo que hicieron los narcos fue privatizar la violencia Al mismo tiempo que la España socialista privatizaba otras cosas, en Ñamérica, también la violencia se privatizó. A fin de cuentas, un narco es un empresario que hace lo que siempre se ha hecho allí, privatizar y exportar materia prima gracias a un montón de empleados armados.

P. Por último, me han interesado mucho las páginas de su libro dedicadas a la religión, esa guerra en marcha en un continente tan creyente entre el catolicismo y los evangélicos que parece estar perdiendo el primero. ¿Cuál es la razón?

R. Allí donde los católicos ofrecen el Reino de los Cielos, los evangélicos ofrecen el Reino en la Tierra. Cuando los católicos, que además siempre formaron parte del poder y sufren por ello el desprestigio consecuente, te dicen "bienaventurados sean los pobres porque de ellos será el Reino de los Cielos", los evangélicos responden que si lo deseas de la manera correcta puedes prosperar ya en esta vida, que Dios puede ayudarte a que ganes más dinero, a que tu mujer se cure o a que dejes de beber, te ofrece una autoayuda que en realidad no es 'auto' porque es la ayuda del mayor poder posible. Ese es el gran argumento que ha dejado tanto tiempo la Iglesia católica en fuera de juego, hasta que han intentado reaccionar nombrando a Bergoglio el primer Papa 'ñamericano'.

Un hombre sale a la caza del espíritu de un pueblo, de una tierra tan dilatada como promiscuamente poblada, pero una mañana, en un mercado guatemalteco cargado de colores y voces, se da cuenta de que no hay exorcismo posible, no hay esencias, ni espíritus, los fantasmas se le escapan de la punta de los dedos. Y, sin embargo, algo puede aún contar, hay relaciones que trabar, historias y sueños comunes por contar. Y pensar. También pesadillas, aunque quizá no tan obvias como las que podríamos esperar los españoles, que apenas prestamos atención a esto que Martín Caparrós ha bautizado como 'Ñamérica' (Randon House, 2021).

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