Es noticia
Más allá de Enigma (IV): Cicerón, el increíble espía de los nazis que descifró el Día D
  1. Cultura
Historia Secreta de la IIGM

Más allá de Enigma (IV): Cicerón, el increíble espía de los nazis que descifró el Día D

La embajada británica en Turquía sufrió la mayor brecha de inteligencia de toda la IIGM. Cicerón (nombre en clave nazi) tuvo en sus manos la confirmación del desembarco de Normandía

Foto: Elyesa Bazna, Cicerón, después de terminar la guerra.
Elyesa Bazna, Cicerón, después de terminar la guerra.
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Casi todas las historias de espías de la Segunda Guerra Mundial son las de la brillantez del MI5 y MI6 británicos, la torpeza de la Abwehr alemana, la astucia del NKVD soviético y la ingenuidad del OSS de EEUU. Todo eso saltó por los aires en la operación Cicerón, cuando los nazis demostraron que su red de espionaje y contraespionaje de las SS, la SD que dirigía Walter Schellenberg, se aprovechó de un agente encubierto en la embajada británica de Ankara, Turquía, el mismísimo mayordomo y chófer del embajador Hughe Knatchbull-Hugessen, para conseguir una información vital para el desarrollo de la guerra.

Toda la supuesta astucia de los británicos y soviéticos colocando falsos dobles agentes y despistando al enemigo, lo que consistió en la operación doble cruz del MI5 o la red 'Max' del NKVD, se iba a ir al traste cuando los nazis dieron con el turco Elyesa Bazna, al que dieron el nombre en clave de Cicerón. En definitiva, todo el esfuerzo del contraespionaje británico, con su agente estrella, el español Juan Pujol, Garbo, quedó comprometido con la operación más increíble de obtención de información de la guerra y uno de los mayores errores del servicio exterior de cualquier país.

El mayor fallo de seguridad de toda la guerra lo tuvieron los británicos en Turquía

Mientras que Max, Garbo o Martin, eran engaños, Elyesa Bazna, Cicerón era un espía en toda regla, porque su información era real. Llegó hasta obtener apuntes relevantes del diseño de la operación Overlord, el desembarco en Normandía en el día D, justo sobre lo que Garbo trataba de engañar al Tercer Reich. Los nazis se tragaron la operación Mincemeat, al agente Max y a Garbo, pero no tuvieron una fallo de seguridad tan descomunal como el de la embajada británica en Ankara, Turquía, un lugar, al igual que Estambul, en donde por tradición las redes alemanas y la cercanía con el gobierno turco eran más fiables que las de sus rivales.

El mayordomo de los nazis

Por increíble que parezca, Cicerón, que trabajó para los nazis por una cuestión de dinero —lo que resultaría clave e irónico en el desenlace de la operación—, había sido despedido por ellos mismos unos años antes. Es decir, Bazna, ya había trabajado para los alemanes antes de aparecer como mayordomo de los británicos en Ankara. Nadie hizo la más mínima comprobación en la embajada británica.

placeholder El embajador Hughe Knatchbull-Hugessen con su mujer.
El embajador Hughe Knatchbull-Hugessen con su mujer.

El resultado fue que poco antes de lanzar la operación más importante de la guerra, el día D, los británicos comprobaron horrorizados, precisamente gracias a lo que obtenía con la cifra de Enigma, que tenían un fallo de seguridad descomunal: pero como indica esta serie, 'Más allá de Enigma', no fue suficiente. Había un espía que lo comprometía todo y no podían cogerle. Un topo, ¿pero quién? Dos años antes de que comenzara la caza del espía, un veterano agente al servicio de los nazis en Turquía, Ludwig Karl Moyzisch, fue a ver a Ilse Jenke, la hermana de Joachim Von Ribentropp, ministro de Exteriores nazi, para comunicarle que tenían el ofrecimiento de un posible informador con documentos muy importantes sobre sus enemigos.

Una de las claves fue que el embajador alemán era Von Papen, del que desconfiaban los nazis

Uno de los elementos más asombrosos del caso Cicerón fue que el titular de la embajada alemana en Ankara era nada más ni nada menos que Franz Von Papen, conservador no nazi, que había precedido en la cancillería a Adolf Hitler antes de las elecciones de 1933; poco antes de que el Partido Nazi, el NSDAP, acabara arrasando tanto a los conservadores, como al resto de opositores. Antes de imponer la pura y dura dictadura de partido.

Redes fiables

Von Papen asumió la vicepresidencia junto a su rival cuando no quedó más remedio y, sorprendentemente, pese a sus erróneos cálculos de que el partido nazi no duraría, sobrevivió a la quema posterior debido a que, como cuenta el historiador Mark Simmons, "una habilidad nada desdeñable para la conspiración de salón y la apariencia", —Simmons 'Agent Cicero. Hitler's most successful Spy'—. Le valió ser enviado primero como embajador en Austria en el momento del Anschluss —la anexión forzada de Austria del Tercer Reich— y después a Turquía, que era un centro importante de tejemanejes y operaciones de espionaje. Aun así, los nazis no se fiaban del todo de Von Papen, lo que tendría importancia en todo el caso Cicerón.

placeholder Elyesa Bazna.
Elyesa Bazna.

Para empezar, cuando Moyzisch e Inge Jenkes le plantearon la filtración de Elyesa Bazna, no le dio excesivo valor. A eso se unía que tanto Jenkes como su hermano Von Ribbentrop odiaban a Papen, lo que redundó en que toda la información —que era fidedigna— se cogiera entre alfileres. A Papen le sorprendió que todo el trasunto no viniera de la Abewhr, sino del servicio de inteligencia de las SS, las SD de Schellenberg, para quien servía Moyzisch, lo que a la larga era mejor para el Tercer Reich, porque el servicio que dirigía Wilhem Cannaris, lejos de ser traidor lo que ocurría es que estaba anticuado y era ineficiente, anclado en un espionaje del siglo pasado —Richard Basset, 'El enigma del almirante Canaris: Historia del jefe de los espías de Hitler' (Memoria Crítica)—.

Elyesa Bazna convenció a las SS de Schellenberg de que no había riesgo para ellos

Con todo, cuando Elyesa Bazna contactó finalmente con el personal nazi en Ankara, acabó convenciendo a Berlín, porque el riesgo era cero: a diferencia de una operación de doble agente, la única cuestión con Cicerón era que se le pagaría por la información que pudiera proporcionar, pero en ningún caso se haría al contrario, como ocurrió en el caso Garbo: el SD nazi no expondría ninguna información, ni a ningún agente.

La pista del dinero

Bazna no era un experto en labores de inteligencia, tenía suficiente mundo a sus espaldas: había nacido en una familia albanesa en 1904, en lo que ahora es Kosovo, entonces parte del Imperio Otomano, y había vivido de joven en Salónica, Grecia, no lejos del lugar donde nació Kemal Ataturk, fundador de la nueva Turquía. Tras la Primera Guerra Mundial, en la que el Imperio Otomano desapareció, se marchó a Francia a trabajar en una empresa de transportes. Apenas hablaba inglés, pero su francés era bueno, lo que le sirvió para encontrar trabajo en las embajadas a su vuelta a Turquía —Mark Simmons, 'Agent Cicero...'—.

placeholder Sentado, a la derecha, Von Papen junto a Adolf Hitler y Herman Göring.
Sentado, a la derecha, Von Papen junto a Adolf Hitler y Herman Göring.

En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, como buen oportunista, se limitó a ganarse la confianza primero del primer secretario de la embajada británica, Goerge Bucks y después del propio embajador, cuyas rutinas eran más propias del servicio exterior del siglo XIX que del XX. En 1943, Bazna, amparado por otra mujer del servicio de la embajada, Mara, a quien había convencido para ayudarle, en parte por querer impresionarla —Elyesa Bazna, 'I was Cicero'—, comenzó a fotografiar con una Leica los documentos que iba sustrayendo al embajador Hughe Knatchbull-Hugessen con la intención de vendérselos a los nazis.

Lo único que parecía mover al agente era el dinero y pedía mucho a Berlín

Moyzisch, que también escribiría sus memorias después de la guerra, más fiables que las de Bazna, comenzó a evaluar la información que enviaba Cicerón y a comprobar que no solo era de valor, sino que, por la frecuencia, era prácticamente imposible que proviniera de una operación de doble agente por parte del MI5, por mucho que en Berlín se sospechara. Como contrapartida, Bazna, Cicerón, pedía dinero. Mucho dinero.

Conferencia de Teherán

Aunque sus simpatías pudieran estar con el Tercer Reich, lo cierto es que el móvil era claramente el metal. Entre algunas de las informaciones que pudo obtener Cicerón se encontraban las reuniones de los tres grandes líderes de los aliados en Teherán. Una de las conferencias clave de la guerra. Pero el momento culminante fue cuando obtuvo documentos de la operación Overlord, el desembarco en Normandía, que era el mejor secreto de los aliados. Al mismo tiempo que las patrañas de Juan Pujol Garbo llegaban a Berlín a través de la Abewhr, la SD nazi tenía un cuadro diferente proveniente de Cicerón, que era el verdadero.

Los británicos descubrieron la filtración a través de mensajes descifrados de Enigma

Fue entonces cuando los británicos descubrieron la filtración a través de mensajes descifrados de Enigma con su máquina Ultra de Bletchley Park. La OSS de EEUU en Turquía también se apercibió de la filtración y el que fuera jefe de la estación allí, Allen Dulles —que luego sería el primer director de la CIA— también sospechó de lo que pasaba en Turquía. Mientras, Elyesa Bazna, seguía fotografiando documentos más que comprometedores y obteniendo grandes sumas de dinero que le daba Moyzisch, quien en sus memorias explica que ya entonces le parecía que los billetes con los que pagaba a Cicerón —libras esterlinas inglesas— eran demasiado nuevos.

El topo antes de Le Carré

Sea como fuere, los documentos que llegaban a Berlín de Turquía indicaban algo contrario a lo que les ofrecía Garbo: el desembarco sería en Normandía, no en el Paso de Calais como afirmaba el doble agente. El Tercer Reich tenía así en realidad la información, pero ¿cuál era la correcta? En Berlín, como explicó David Solar, lo supieron todo, pero no se enteraron de nada. Mientras, en Londres, trataban desesperadamente de dar con la filtración, un topo que ya habían localizado en Ankara gracias a Enigma. Le tenderían una trampa, pero Cicerón, que parecía un simple chófer y mayordomo, no picó.

El MI5 había preparado una información falsa destinada exclusivamente al embajador de Ankara para probar de dónde venía la filtración. No lo consiguieron y aún a pesar de las sospechas, no podían hacer nada sin desvelar que disponían de Enigma. Al final, sirvió casi como desinformación. En Berlín, creyeron a Garbo, aunque no fuera tan determinante y desdeñaron finalmente a Cicerón. Lo más irónico es que le habían pagado con moneda falsa, otra operación nazi: la falsificación de moneda extranjera para hundir su cotización en el mercado, que se vino a pique antes siquiera de comenzar con la derrota nazi. Eso sí, a Cicerón le pagaron con ella: es decir con nada, un montón de billetes falsos por los documentos que sí eran verdaderos; a Garbo, le pagaron en cambio con moneda real por una historia falsa.

Casi todas las historias de espías de la Segunda Guerra Mundial son las de la brillantez del MI5 y MI6 británicos, la torpeza de la Abwehr alemana, la astucia del NKVD soviético y la ingenuidad del OSS de EEUU. Todo eso saltó por los aires en la operación Cicerón, cuando los nazis demostraron que su red de espionaje y contraespionaje de las SS, la SD que dirigía Walter Schellenberg, se aprovechó de un agente encubierto en la embajada británica de Ankara, Turquía, el mismísimo mayordomo y chófer del embajador Hughe Knatchbull-Hugessen, para conseguir una información vital para el desarrollo de la guerra.

Desembarco en Normandía MI5
El redactor recomienda