Es noticia
Çantamarta, la voz de la diáspora latina: "Volver gracias a la música sería bellísimo y absurdo"
  1. Cultura
encuentro entre Mediterráneo y Caribe

Çantamarta, la voz de la diáspora latina: "Volver gracias a la música sería bellísimo y absurdo"

El éxito del grupo caraqueño-andaluz cicatriza la experiencia migratoria de su vocalista y le lleva en volandas a un reencuentro con su tierra, que tuvo que dejar en 2015

Foto: Omar Roldán (i), Luis Lozano (c) y Benito Casado (d). (Cedida)
Omar Roldán (i), Luis Lozano (c) y Benito Casado (d). (Cedida)

Luis Lozano, la voz colombovenezolana del grupo Çantamarta, plantea una escena paradigmática: hace treinta o cuarenta años, un maestro de bulerías que nunca antes ha salido de su Andalucía natal y un cubano experto en el son se encuentran en Nueva York. Y se ponen a hablar de guitarras.

En ese reencuentro de dos universos primos, pero separados por un océano, Lozano —alias Luislo— cree que hay un impacto fortísimo a ambos lados. Por eso, cuando compara el proceso de su propio grupo caraqueño-andaluz con lo que crearon las generaciones anteriores, tiende a quitarle importancia: es solo un caso más de la reincidente conexión entre el Mar Mediterráneo y el Caribe.

Foto: Califato 3/4, en una imagen promocional. (Taste the floor)

Çantamarta, que cuenta con las producciones del granadino Benito Casado —alias Sorry I’m Married— y del cordobés Omar Roldán —alias WhiteAsChocolate—, ha conectado desde España con una tradición de música americana sobre el movimiento, la añoranza y la búsqueda de un futuro mejor. Su heterogeneidad de jerga caribeña, un crisol de referencias estilísticas (hip-hop, soul y folclore tropical se entremezclan como si fueran hijos de una misma pulsión) y destellos líricos de nostalgia conforman una crónica del cruce que les ha traído centenares de miles de oyentes mensuales de ambas orillas.

Según explican a El Confidencial en una entrevista, una vuelta a Latinoamérica subidos a los escenarios sería el culmen para un trío liderado por alguien que dejó su familia en Caracas hace casi 6 años para comenzar a tocar en las calles de Granada. El momento sería, para Luislo, “absurdo”: “Voy a tener que prepararme mentalmente porque, si no, no voy a hacer nada más que subir a una tarima a llorar”, dice.

Tú al Fary, yo al vallenato

“El otro día estuve pensando que nosotros tenemos un montón de canciones que tienen el verbo de volver, de ir, de tirar…”, reflexiona el vocalista de Çantamarta. No es casualidad: él dejó su Venezuela natal en 2015, donde estudiaba Derecho, para empezar una nueva vida como estudiante de Sociología y Ciencias Políticas en Andalucía. Tuvo que encadenar diversos trabajos para mantenerse a flote: camarero, animador, profesor de inglés, intérprete en la calle. Fue allí donde Omar y Benito, compañeros de la Universidad de Málaga y entonces creadores de su propia música electrónica, le escucharon casualmente en 2017 cantar únicamente acompañado de su guitarra, mientras paseaban junto a la Catedral de Granada, y le propusieron grabar algo con ellos.

Comenzó entonces el encaje de bolillos que acabó creando Çantamarta: “Si una de nuestras principales características es que tenemos un sonido propio, eso ha sido el resultado de pasar muchas horas con un café hablando paja, sobre qué nos gustaba y qué no nos gustaba”, explica Luislo.

"Si algo no lo sabemos, preguntamos: 'Luis, ¿qué has querido decir aquí?', nos lo explica y ‘Hostia, qué guapo, vamos, p’alante'"

Los andaluces enseñaron vídeos de El Fary, el caribeño les cantó el vallenato que escuchó en su casa de niño, y llegaron a una suerte de trato: “Cuando otro trae un concepto, si lo sabes, lo sabes, y si no, lo aprendes. Estás conectando lazos que tampoco supone un coste exagerado aprender. Tenemos referencias musicales comunes y no es que hayamos vivido en una época de aislamiento”, desarrolla Benito Casado a este periódico.

“Se está caracterizando mucho a Çantamarta por el uso de jerga, pero ni Benito ni yo nos hemos criado en Caracas. Si algo no lo sabemos, preguntamos, nos informamos y p’alante. ‘Luis, ¿qué es esto, qué has querido decir aquí?’, nos lo explica y ‘Hostia, qué guapo, vamos, p’alante’”, remata Omar Roldán, que mantiene que también parte de ese acuerdo tácito es que “Luis escribe como Luis escribe, y nosotros no les ponemos vallas”.

Para Lozano, además, la conexión la facilitaron los muchos puntos en común que encuentra entre el entorno andaluz y el caribeño: “Culturalmente hay muchas similitudes, podríamos ponernos intensos y hablar de la colonización. En su propio contexto, ambas son realidades periféricas. Representan un gran motor cultural y artístico, por supuesto histórico y social, pero por siglos han estado también relegadas. El andaluz vive un poco en esa resistencia de mantener unas tradicionales, sobre todo orales, y eso ocurre en el Caribe también. Incluso la música que uno escucha eminentemente caribeña tiene elementos reivindicativos similares a los de la música del sur de España”.

Es así como lanzaron con naturalidad jerga urbana caraqueña sobre guitarra española y secuencias de cumbia con un destello ‘lo-fi’ en ‘Lluvia’ (2020), su mayor éxito hasta el momento de publicación de este artículo, con casi cinco millones de escuchas entre todas las plataformas de difusión. Fue el comienzo de una nueva etapa que acabó desembocando en la publicación de su primer álbum corto.

Un EP de reencuentro

En el vídeo del sencillo ‘Florentino’, la banda usa velas de convocatoria sobrenatural —en línea con la leyenda venezolana sobre Florentino y el diablo— en un interior típicamente andaluz. Su llamada desde miles de kilómetros de casa (“Somos bien chéveres, pero desiguales”, canta Luislo) no es respondida sino por el rapero caraqueño Willie DeVille, que desde el otro lado del océano aparece acompañado del colectivo creativo Lacosta. Es casi una especie de acto de bienvenida al combo, como si hubieran escuchado su llamada desde allí y aceptaran a Çantamarta como un miembro más: “Puro piel canela, mijo, ‘we walk the walk’”, les rapea DeVille.

Es solo el primer corte de su primer y reciente EP, ‘Amapolas’ (2021), cargado de soluciones imaginativas, y en el que marcan, como ellos mismo admiten, el cierre de un nuevo círculo que comenzó con el éxito de ‘Lluvia’: fue el mismo Willie DeVille que les reponde en el sencillo quien les compartió en su cuenta de Youtube cuando estaban en el anonimato y, desde entonces, el pelotazo. La editorial de Universal les ha echado el ojo como autores y han publicado recientemente temas con Alba Reche (‘Escúchala’), con quien escribieron y produjeron tres de las ocho canciones de su último álbum, y con el hiperactivo Marc Seguí (‘Always vacaciones’), que les han permitido pescar en audiencias más cercanas al ‘mainstream’ nacional.

“Antes teníamos una base de seguidores latina predominante, ahora se ha sumado la española. Es un público diferente. Nuestras colaboraciones hasta la fecha en España han sido con artistas que musicalmente hablando están muy fuera de nuestra línea, pero a la vez nos permiten jugar en su liga y de alguna forma u otra ellos terminan jugando en la nuestra”, plantea Luislo.

Ese (arriesgado) rechazo a limitarse en ninguna dirección, que al final del día fue el que dio el pistoletazo de salida al grupo, ha estado muy presente en toda la realización de su EP, que se realizó en parte aprovechando los ratos muertos en los estudios de la multinacional para grabar su propia obra.

placeholder Omar Roldán (i), Luis Lozano (c) y Benito Casado (d). (Cedida)
Omar Roldán (i), Luis Lozano (c) y Benito Casado (d). (Cedida)

Es por ello que las cuatro canciones incluyen colaboraciones de algunos de los animales de estudio más celebrados de nuestro país (como Roberto Gutiérrez Acosta, piano vertebrador en ‘Chinita’), que la convierten en una obra casi coral en su instrumentación: “A todos los músicos que se involucraron, nosotros les dimos carta blanca para que hicieran lo que quieran. Lo máximo que pudimos decir fue: ‘Esto está en tal tonalidad’. Listo. ‘Haz lo que quieras’. Cada artista jugó y dibujó y se inspiró en su propia forma de concebir la creación, y se nota mucho”, rememora el vocalista y liricista.

En esa, de nuevo, crónica del cruce, hay una apuesta por la abundancia de arreglos, instrumentos e ideas. Desde el ‘latin jazz’ de ‘Chinita’ y el tambor mirandino de ‘Mariposas amarillas’ hasta lo que ellos definen como “‘house’ cumbia” de ‘Amapola’, el disco propone llegar a muchos lugares distintos al mismo tiempo con un mismo concepto de “remembranza, añoranza y esperanza”, define Lozano.

"Seguir manteniendo ancho el espectro de cosas que creas es una ventaja"

“Hemos tenido momentos de estar llorando mientras arreglábamos el bombo en ‘Mariposas Amarillas’ porque nos transmitía esa energía. Lo bonito también es estar escuchando una canción medio triste y oscura y un ritmo alegre, y te lo vacilas", sostiene Omar Roldán, en línea con la ya clásica apelación a “perrear llorando”. Para el productor cordobés, también ha sido clave reinterpretar los sonidos que han escuchado en sus casas durante sus infancias en los últimos ‘90 y los 2000: “Ha sido totalmente un disco de descarga”.

Su contraparte granadina, Benito Casado, subraya que “seguir manteniendo ancho el espectro de cosas que creas es una ventaja” y es ese rango justamente el que le acerca a oyentes fieles de géneros con códigos de sonidos más afianzados como, por ejemplo, el rap: "A la gente que ha escuchado mucho hip hop desde pequeño se le nota mucho. Son capaces de pillar el mensaje lo suficientemente rápido de un entorno con música, la base y muchas cosas a la vez". Esos oyentes —y los tradicionales de salsa, apunta Luislo— son los que para ellos suponen "un piropazo".

Ítaca es latinoamericana

Con esos mimbres, y en cuanto la pandemia lo permita, el vocalista de la banda orbita en torno al sueño fundacional: volver a casa gracias a la música, como si de una Ítaca tropical se tratara. En cierto modo, el proyecto se bautiza en esa inquietud: Çantamarta es una referencia a la ciudad colombiana donde se crió la madre de Luislo, Santa Marta, y solo cuando llegó a España se planteó seriamente comenzar a interpretar.

“Es un proceso de catarsis. Poder reconectar con aquello que no tienes presente en físico: estar con las amistades, con tu tierra, con la familia… Yo como intérprete me veo reflejado desde el prisma de que vivo en el extranjero. Conectas con tu tierra, con lo que dejaste, es casi terapéutico. Drenas un poco el sentimiento”, comparte Luislo.

Foto: Glass Marcano, en el escenario dirigiendo una orquesta (Facebook)

“Cuando la música nos permite cruzar ese puente que hemos tendido, ahí se cierra un círculo”, remarca Roldán, feliz de acompañar el proceso: “Para Luis será superemotivo que la forma de vuelta pueda ser con un grupo con dos desconocidos”.

Pero Lozano no deja de verlo como algo delirante: “Me da muchísimo respeto. Algunos artistas que se han puesto en contacto con nosotros o con los que hemos podido colaborar son artistas que yo vi en vivo, como un fanático. Yo nunca participé en la movida artística ni en Colombia ni en Venezuela. Uno no abandona ese sentimiento de grupi. De pronto, te llega un mensaje de Lil Supa. No voy a decir ‘El niño de 16 años que vive dentro de mí…’. No, huevón, el hombre con pelos en las bolas que soy a día de hoy estaba casi llorando cuando Supa nos montó en un post”.

"El día que toquemos allá voy a tener que prepararme mentalmente. Si no, voy a ponerme a llorar como un pendejo media hora"

“Uno sigue siendo fan de esa gente”, medita: “Uno sabe el esfuerzo que fue para ellos en una escena unirse y lograr lo que han logrado. Me va a dar mucho respeto montarme en una tarima donde yo vi en algún momento a un ídolo mío. ¿Gente allí cantando una canción que uno escribió y grabó aquí? Para mí, eso es rarísimo. El día que tenga que tocar en un concierto allá voy a tener que prepararme mentalmente porque, si no, voy a andar abrumado, voy a ponerme a llorar como un pendejo media hora. Va a ser bellísimo y absurdo

¿Y cuando haya quedado cerrado ese arco? “Si estuviera en el Caribe, no sonaría similar. Hay que entender que es un sonido de reconexión, de encuentro. Si el día de mañana vamos a Latinoamérica y hacemos allí un tema, sonaría diferente. A lo mejor haríamos un tema que suena más a bulería que otra cosa…”, bromea el caraqueño afincado en España. Será un nuevo viaje

Luis Lozano, la voz colombovenezolana del grupo Çantamarta, plantea una escena paradigmática: hace treinta o cuarenta años, un maestro de bulerías que nunca antes ha salido de su Andalucía natal y un cubano experto en el son se encuentran en Nueva York. Y se ponen a hablar de guitarras.

Colombia Rap Inmigración
El redactor recomienda