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Héroes del Silencio... y del exceso: los secretos del grupo español más universal
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Héroes del Silencio... y del exceso: los secretos del grupo español más universal

Se estrena en Netflix el documental ‘Héroes: Silencio y rock & roll’, un excelente recorrido por la historia del grupo con numerosas imágenes inéditas

Foto: El documental sobre los Héroes del silencio se acaba de estrenar en Netflix.
El documental sobre los Héroes del silencio se acaba de estrenar en Netflix.

A comienzos de los 90, antes de que llegara el 'brit pop' y el 'indie', si eras un adolescente, escuchar 'rock' —y hasta un poco duro— era de lo más habitual (con respeto del 'grunge'). De hecho, era puro 'mainstream', carnaza de Los 40 Principales e, incluso la 'Súper Pop', donde no había reparos en que aparecieran en la portada Guns N'Roses o Metallica. Del lado patrio, Héroes del Silencio, el grupo zaragozano que desde 1991 había roto las costuras con el disco ‘Senderos de traición’, que les había llevado a triunfar en Europa (y eso sí que no lo hacía nadie cantando en castellano). El melenón de Bunbury era un póster en la habitación de una quinceañera y su ‘Maldito duende’ y ‘Entre dos tierras’ podían sonar en cualquier garito, desde el que iba de 'heavy' y te ponía la retahíla de los citados más arriba o The Black Crowes, al que te colocaba una canción de Gloria Stefan seguida de otra de Roxette. En definitiva, los Héroes son pura educación sentimental de este país en los estertores finales del felipismo y los inicios del aznarismo. Como diría Lope en su poema: los que lo probamos, lo sabemos.

Es un producto excelente para los fans, con material inédito bastante difícil de conseguir, como las imágenes del último concierto o sus inicios

Por eso no extraña que el documental ‘Héroes: Silencio y rock & roll’, dirigido por Alexis Morante —conoce bien a Bunbury, ya que grabó con él el largometraje ‘El camino más largo’, en 2016—, estrenado este fin de semana en Netflix, se haya convertido en una de las piezas más vistas de la plataforma y más comentadas en las redes. El documental, que recorre la historia del grupo —en realidad, muy corta, de 1987 a 1996— es un producto excelente para los fans, con material inédito bastante difícil de conseguir, como el espantoso último concierto en Los Ángeles o las imágenes de sus inicios, pero también para cualquiera que quiera conocer algo más del grupo, como la triste separación. Y está muy bien narrado. El veredicto, según los foros de los más acérrimos, ha sido unánime (para bien). Además, se une al reciente libro de Antonio Cardiel, hermano del bajista Joaquín Cardiel, ‘Héroes de leyenda’ (Plaza & Janés), que, aunque no cuenta con el testimonio de Bunbury, se considera la biografía definitiva de la banda. El 'hype' para que todos hablemos de Héroes está asegurado.

Más aciertos que fallos

Por supuesto, para los muy muy muy cafeteros, el documental se puede quedar superficial. Es cierto que apenas se habla sobre las letras o sobre cómo componían (hubiera estado bien en incidir en el método Bunbury). Tampoco se abunda demasiado en el tema de las drogas y los excesos y la parte en la que se narra cómo se grabó el último disco, ‘Avalancha’, está contada como con prisas. No se entiende bien el papel del productor Bob Ezrin más allá de aparecer con sus purazos en el estudio de grabación, y algunos otros podrían haber contado más, como el productor Phil Manzaneda. Y tampoco se entienden bien los testimonios del mánager Pito Cubillas y del crítico Diego Manrique. El primero porque literalmente no se le entiende la dicción; el segundo, que les dio bastante caña en sus críticas, porque no aporta prácticamente nada.

placeholder Enrique Bunbury y Juan Valdivia al principio de su carrera.
Enrique Bunbury y Juan Valdivia al principio de su carrera.

Sin embargo, pesan mucho más los aciertos porque tampoco es un producto 100% hagiográfico. Se relatan algunos momentos difíciles y tristes, como algunas muertes; también los encontronazos que empezó a haber dentro del grupo; todos los miembros hablan de la separación relatando cada uno su punto de vista en ese momento (y no solo Bunbury, que hasta ahora ha sido lo habitual). Y aparecen los inicios, cuando apenas eran unos chavales de menos de 20 años, hijos de familias burguesas, que tocaban en el protogrupo Zumo de Vidrio. Con esas sonrisas y frescura, y con las ganas de comerse el mundo. Y la felicidad, aunque parezca lo contrario, es mucho más agradable de ver que la tristeza.

Todo comienza a mediados de los 80 cuando en Zaragoza ya se está dando una especie de 'movida maña' con grupos como Malas birras o Lágrimas de mermelada y con festivales como la Muestra de Pop-Rock y otros Rollos. A él se presentan Juan y Pedro Valdivia con Zumo de Vidrio, Bunbury, que entonces era Enrique Ortiz de Landázuri, lo hace con otro grupo. Acaban coincidiendo y Enrique se convierte en el bajo de Zumo de Vidrio. Este grupo reclutará también a Joaquín Cardiel como bajo para quitarle un poco de trabajo a Bunbury, que también cantaba, y a Pedro Andreu como batería. Todos parecen todavía alumnos que no han salido del instituto.

placeholder Al principio de los tiempos.
Al principio de los tiempos.

Pero ahí ya había algo muy potente: la voz de Bunbury y sus letras crípticas y los arpegios del guitarrista Juan Valdivia. Graban en una maqueta la canción ‘Héroe de leyenda’, que al principio se llamaba ‘Héroe del silencio’ —que dio origen al nombre del grupo—, y que acabó en manos del locutor Cachi, fallecido el pasado diciembre. Este los pincha en el programa 'El selector' y, a partir de ahí, la bola comienza a rodar hasta llegar a Madrid y los estudios Hispavox, por donde andaba el guitarrista de Olé Olé y cazatalentos argentino Gustavo Montesano que será el productor del maxi ‘Héroe de leyenda’.

En Hispavox les exigieron vender 5.000 copias para grabar un disco. Por supuesto, se pasaron de frenada: vendieron 30.000

Son entrañables esas primeras imágenes del grupo llegando a las oficinas de Hispavox donde les piden que no graben las instalaciones. También suena extraño —por los números que se alcanzaron después— que les exigieran vender 5.000 copias para grabar un disco. Por supuesto, se pasaron de frenada: vendieron 30.000. Eso dio lugar al primer álbum ‘El mar no cesa’ (1988), que incluye canciones como ‘Mar adentro’, ‘Flor venenosa’, ‘Agosto’ o ‘No más lágrimas’. Héroes del silencio ya está en este disco, aunque escuchado hoy, y también lo destacan en el documental, suena bastante ochentero. De hecho, insisten, no les gustó nada cómo quedó la producción que, claro, había llevado a cabo el guitarrista de Olé Olé. Aun así: 150.000 copias vendidas.

Es la época en la que entra en escena Ignacio ‘Pito’ Cubillas, que era el mánager de grupos como Alaska y Dinarama, Loquillo, Gabinete Caligari y Nacha Pop. Y también tenía bastantes problemas con las drogas —él mismo lo admite en la cinta—, lo que no mucho tiempo después sería determinante para los derroteros del grupo.

El pelotazo

Este primer disco es un éxito. En gran parte porque, así lo muestra el documental, se lo trabajan bastante. Acuden a todos los programas que había en esos años en la tele (en 1990 llegaron las privadas). Como dicen todos los miembros del grupo, desde programas buenos a otros que eran una basura. Desde el matinal que veían las señoras hasta el 'show' nocturno de señores (así era la tele). Y cantando en 'playback', porque no quedaba otra.

Acuden a todos los programas de la tele. Desde el matinal que veían las señoras hasta el 'show' nocturno de señores

Pero esto les preparó para que, cuando llegó el segundo disco, ‘Senderos de traición’, el 'hype' ya estuviera hecho. Además, contaban con dos pepinazos de canciones: ‘Entre dos tierras’ y ‘Maldito duende’. El disco contiene también ‘La carta’, ‘Con nombre de guerra’, ‘Oración’ y ‘Hechizo’, pero después de los dos primeros sencillos hubiera dado igual que el disco fuera una porquería. El pelotazo fue brutal. Más de 500.000 copias vendidas solo en España. Si alguien no les conocía debía de estar en Marte. Salieron en las revistas musicales y en las de adolescentes, aunque no llevaban muy bien estas últimas. Sobre todo porque la crítica —madrileña— solía destacar este aspecto de grupo popero para chicas. Al menos en el documental todavía queda entre los miembros del grupo resquicio de todo aquello.

placeholder Los Héroes en el momento top
Los Héroes en el momento top

Héroes querían ser rockeros y, en parte por eso —así lo cuentan—, se lanzan a Europa. La cinta se centra sobre todo en Alemania, donde empezaron tocando en tugurios y acabaron en los festivales más importantes. Son los tiempos felices de la furgoneta. El buen rollo y las sonrisas. Ese momento en que los guiris cantan con acento el estribillo de ‘Entre dos tierras’. Ese momento que piensas que no va a acabar nunca.

Pero acaba.

El exceso

Hasta aquí la parte luminosa. A partir de entonces, el desmadre y las sombras. Posiblemente el documental podría haber sido más incisivo, pero también es cierto que no se rehúyen cuestiones complicadas como los excesos durante la grabación del tercer álbum ‘El espíritu del vino’, en Londres, en 1993. El título lo dice todo: estaban en el momento de ser estrellas del 'rock'. El gran derroche.

A Bunbury le preguntan si es cierto el mito de que grabaron ‘Sirena varada’ totalmente colocados. “No es ningún mito, es todo cierto”, contesta el cantante

Hay un momento en el que a Bunbury le preguntan si es cierto el mito de que grabaron ‘Sirena varada’ totalmente colocados. “No es ningún mito, es todo cierto”, contesta el cantante. Son los días en los que Pito Cubillas desaparece hasta arriba de drogas. “Le dije que volviera cuando estuviera recuperado”, recuerda Bunbury. “Y me llamó a los dos días”, añade. También se recuerda que Juan Valdivia llamaba al productor Phil Manzaneda a las tres o las cuatro de la mañana porque era en el mejor momento que estaba para grabar. El propio Valdivia se sincera: “Las drogas lo llevaron todo a peor”. Un episodio que a todos les hace agachar la mirada es el de la muerte en accidente de coche del mánager-amigo-colega Martin Druille en Alemania. Ahí Pedro Andreu se muestra poco condescendiente: “Le gustaba darle al coche. Se la jugaba. Y le tocó”.

Sobre el disco, que tenía canciones como ‘Nuestros nombres’ y ‘Flor de loto’, apenas se destaca que alcanzaba sonidos de 'rock' más duros que los anteriores. Era el camino que querían seguir si bien ya empezaron las fricciones entre Bunbury y Valdivia. Aparece el mexicano Alan Boguslavsky, al que fichan como nuevo guitarra, pero es un personaje extraño que tampoco dice gran cosa. Su función no está muy clara puesto que acompaña al grupo, pero no es del todo un miembro de la banda. Lo cierto es que queda un poco de pegote.

placeholder Los Héroes en concierto
Los Héroes en concierto

Si la grabación de este disco y la posterior gira —que fue larguísima, y por España, Europa y América Latina— fueron un caos, todo lo que vino con ‘Avalancha’ no arregló las cosas. Al contrario. La sensación es que todo era demasiado grande. El disco se presentó simultáneamente en 26 países. Lo producía Bob Ezrin, el de Pink Floyd y los purazos. Y la actitud de los Héroes estaba en su punto de mayor combustión en su relación con la prensa y ya no tenían ningún tipo de reparo en sus declaraciones.

Bunbury: "Surgió la polémica [con el príncipe] porque a la prensa española la polémica le gusta más que a un tonto un lápiz”

Una de las más llamativas tuvo lugar tras ser recibidos por el entonces príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, en Zarzuela. El príncipe les quería felicitar por ser la banda española que más vendía en todo el mundo y en las imágenes se le ve dándoles la mano. Todo con la más absoluta corrección. Pero al salir declararon que no eran monárquicos y surgió la polémica. Preguntado por aquello Bunbury hoy tampoco se calla: “Surgió la polémica porque a la prensa española la polémica le gusta más que a un tonto un lápiz”. Por otra parte, el documental sí que no abunda en las interpretaciones que, en parte, recibió este disco por canciones como ‘Iberia sumergida’, que incluso se consideró una crítica al PSOE de la corrupción de 1995. Desde luego no fue el mejor año para el Gobierno de Felipe González y solo un año después José María Aznar ganaría las elecciones. Todos esos movimientos —como ocurre en la actualidad— estaban ya en todos los ambientes, también en los musicales.

El final

Donde sí se detiene —y si no, sí que sería un gran chasco— es en la separación del grupo. Contada por todos. Cada uno con su punto de vista. Fue durante la gira de ‘Avalancha’ por América. Bunbury llevaba tiempo queriendo experimentar otras músicas y no seguir por el 'rock' duro. Juan Valdivia, al contrario, quería seguir por el camino metalero. Y Joaquín Cardiel y Pedro Andreu, sencillamente, querían seguir. Bunbury estiró la cuerda y les plantó a todos un folio con una serie de propuestas. “Creo que no les gustó”, dice hoy el cantante. Efectivamente, no les gustó nada y aquello hizo que todo se derrumbara. El acto final fue el concierto en Los Ángeles. Duró solo 20 minutos. Fue terrible. Les tiraban objetos. Se fueron del escenario y casi cada uno para su casa.

placeholder Los Héroes en 2007
Los Héroes en 2007

Este final podría haber sido triste, pero el documental se reserva el epílogo del reencuentro en 2007 con esos 10 conciertos por todo el mundo que, aparte de llenarles bien las sacas, les hicieron congraciarse con todos sus seguidores. Es un final feliz. Casi como el que tuvo la banda, que se retiró en una época en la que estaban en la cima de las ventas. Pocos grupos han evitado estirar el chicle, aunque fuera por desavenencias. Los Beatles, cuya carrera también fue corta, lo hicieron, pero nunca regresaron. Héroes sí les dieron ese placer a sus fans.

A comienzos de los 90, antes de que llegara el 'brit pop' y el 'indie', si eras un adolescente, escuchar 'rock' —y hasta un poco duro— era de lo más habitual (con respeto del 'grunge'). De hecho, era puro 'mainstream', carnaza de Los 40 Principales e, incluso la 'Súper Pop', donde no había reparos en que aparecieran en la portada Guns N'Roses o Metallica. Del lado patrio, Héroes del Silencio, el grupo zaragozano que desde 1991 había roto las costuras con el disco ‘Senderos de traición’, que les había llevado a triunfar en Europa (y eso sí que no lo hacía nadie cantando en castellano). El melenón de Bunbury era un póster en la habitación de una quinceañera y su ‘Maldito duende’ y ‘Entre dos tierras’ podían sonar en cualquier garito, desde el que iba de 'heavy' y te ponía la retahíla de los citados más arriba o The Black Crowes, al que te colocaba una canción de Gloria Stefan seguida de otra de Roxette. En definitiva, los Héroes son pura educación sentimental de este país en los estertores finales del felipismo y los inicios del aznarismo. Como diría Lope en su poema: los que lo probamos, lo sabemos.