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Canción triste de Nelyubov, (casi) el primer cosmonauta al que la URSS borró de la historia
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Canción triste de Nelyubov, (casi) el primer cosmonauta al que la URSS borró de la historia

Su cadáver apareció junto a las vías del tren en Vladivostok en 1966, cinco años después de que fuese apartado de la misión Vostok 1

Foto: El cosmonauta Grigory Nelyubov.
El cosmonauta Grigory Nelyubov.

El 18 de febrero de 1966 apareció en Vladivostok, junto a las vías del tren, el cadáver de un hombre de 31 años. En ese momento, nadie relacionó a ese hombre con el que salía en una foto tomada en mayo de 1961 en el balneario de Sochi junto a los cosmonautas Andrián Nikoláyev, Pável Popovich, Gherman Titov y Valery Bykovsky, el ingeniero Sergei Korolev —el diseñador jefe, fundador del programa espacial de la Unión Soviética—, el coronel Yevgueni Karpov —director del centro de entrenamiento de cosmonautas al que llamaban la Ciudad de las Estrellas—, el instructor de paracaidismo Igor Nikitin y quien se convertiría en un héroe nacional, en uno de los nombres más conocidos de la carrera espacial, el primer hombre el orbitar alrededor de la Tierra, Yuri Gagarin. Y no pudieron relacionarla porque en la foto, aquel hombre muerto junto a las vías del tren, había desaparecido: los servicios secretos y el gobierno soviético habían borrado la figura y el nombre de aquel hombre de la historia.

Para la Unión Soviética, el cosmonauta Grigori Nelyubov nunca existió y nunca pudo haberse convertido en el primer hombre en llegar al espacio, por delante del propio Gagarin. Nelyubov fue apartado del programa espacial Vostok, la primera misión tripulada, y la URSS borró su memoria hasta mucho tiempo después de su muerte, cuando la desclasificación de documentos y la investigación de historiadores y periodistas permitieron reconstruir la historia oculta y no oficial de la potencia comunista.

placeholder Nelyubov, el segundo por la izquierda en la fila superior, en Sochi. (Espasa)
Nelyubov, el segundo por la izquierda en la fila superior, en Sochi. (Espasa)

Cincuenta y cinco años después de su muerte, Nelyubov se ha convertido en la pieza central de 'La tumba del cosmonauta' (Espasa, 2021), de Daniel Entrialgo, una novela de ficción histórica profusamente documentada en la que, a través del caso de este cosmonauta perdido, reconstruye la carrera espacial, las luchas de poder en el seno del Gobierno soviético, las tensiones entre Washington y Moscú, las duras condiciones a las que se tuvieron que enfrentar ingenieros, técnicos y pilotos para conseguir la gran gesta de la aeronáutica: el primer ser humano en viajar al espacio exterior el 12 de abril de 1961 era ruso. ¡Chúpate esa, Estados Unidos!

Entrialgo, periodista, uno de los fundadores de la edición española de Esquire y director de GQ durante siete años, ha reparado este olvido a través de la ficción, con un libro que, a través de saltos temporales entre los años cuarenta —finales de la Segunda Guerra Mundial—, con el ingeniero Wernher von Braun, creador del misil V2 para el ejército nazi, y quien, tras entregarse a los Aliados, acabó como director del Centro de Vuelo Espacial Marshall de la NASA, hasta finales de los años ochenta, cuando la perspectiva del desplome de la URSS permite que documentos clasificados salgan a la luz. Entrialgo vehicula su relato a través de personajes reales, como Von Braun, Gorvachov o el propio Nelyubov, como a través de personajes ficticios, como el periodista ruso de origen español, Fíodor Martínez-Mysashishyev.

placeholder El primer cohete espacial tripulado, el Vostok 1. (Wikimedia)
El primer cohete espacial tripulado, el Vostok 1. (Wikimedia)

Como describe Entrialgo, el 11 de abril de 1961, veinticuatro horas antes del lanzamiento del Vostok 1, los periódicos de todo el mundo abrieron con el inicio del juicio a Adolf Eichmann por parte del Alto Tribunal de Jerusalén. El mismo día en el que Bob Dylan debutó en un garito en Greewich Village. Europa dejaba atrás su pasado nazi y Estados Unidos abrazaba la modernidad con el movimiento hippie. Y mientras, en secreto y a escondidas, en el cosmódromo da Baikonur, en Kazajistán, la URSS se preparaba para humillar al Gobierno Kennedy con la gesta más importante, en aquel momento, para la humanidad.

A las 06:07 de la mañana despegó la nave también conocida como Vostok 3KA-3, con Yuri Gagarin en su interior. Hacía apenas dos meses que Kennedy había jurado el cargo como presidente de Estados Unidos cuando le llegó el informe urgente de la CIA sobre el despegue soviético. "Setenta y nueve minutos después del lanzamiento, tras completar una circunferencia entera a la tierra, la Vostok 1 inició las maniobras de reentrada, pero el módulo que acompañaba a la nave no se separó correctamente de la cápsula en la que viajaba el cosmonauta por culpa de algún fallo técnico, lo que generó una situación crítica al penetrar en la atmósfera. Debido a la brutal fricción, las paredes de la cabina comenzaron a arder profusamente. Gagarin pudo contemplar las llamaradas desde la escotilla". Afortunadamente, la cápsula consiguió desprenderse del laste, el sistema de aislamiento resistió y mantuvo el interior de la nave a no más de veinte grados y, a unos 7.000 metros, Gagarin consiguió eyectarse y descender suavemente hasta las cercanías del río Volga, en las afueras de Sáratov, a 858 kilómetros al sureste de Moscú.

placeholder Yuri Gagarin, en una imagen oficial.
Yuri Gagarin, en una imagen oficial.

Pero antes de que Gagarin pudiese contemplar la Tierra desde el espacio y volver para contarlo, la ingeniería aeronáutica soviética guardó en secreto una trayectoria repleta de sacrificios. La URSS se había dado cuenta de que "la tecnología aeronáutica podría servir también para afrentar al enemigo en el campo de batalla de la opinión pública". Por eso se ocultaron incidentes como el del Pabellón 41, que ocurrió apenas seis meses después del viaje de Gagarin: en la propia base de Baikonur, cuando un grupo de operarios e ingenieros reparaban un misil que debía participar en las celebraciones conmemorativas de la revolución, una reacción en cadena provocó que dicho pabellón estallara en una lengua de fuego, un accidente del que ni siquiera quienes trabajaban en la base tuvieron constancia. Y menos quienes estaban fuera. Era un momento en el que las tensiones entre bloques estaban en su punto álgido, con aviones espía Lockheed U2 sobrevuelan la zona —y el puerto de Sebastopol— para recopilar información secreta: el derribo de uno de los monoplazas provocará una escalada en el conflicto diplomático entre ambas potencias.

Por eso no era seguro mantener un cosmonauta como Nelyubov, díscolo y con problemas de alcoholismo, que ya había tenido problemas con sus superiores cuando era piloto de cazas supersónicos MiG-19. Sin embargo, a causa de su pericia, el Centro de Entrenamiento de Cosmonautas lo eligió, primero, entre 100 candidatos y, después entre los "Seis de Vanguardia", los seis candidatos más aptos para la aeronáutica soviética. Desde 1958 el Gobierno había empezado a rastrear los archivos de las Fuerzas Armadas "en busca de los mejores currículos desde Leningrado hasta Bakú". Los hombres tenían que ser menores de 30 años, medir menos de 1'70 y pesar menos de 70 kilos, para caber dentro de unas cápsulas que eran diminutas —los cohetes eran una ligera modificación de un misil balístico intercontinental, R7-Semyorka—. Debían superar exámenes físicos y psicotécnicos extremos y pruebas que replicaban las condiciones ambientales que, supuestamente, se encontrarían en el espacio:falta de oxígeno, frío, presión, inercia y... soledad.

placeholder Nelyubov, en una imagen de archivo.
Nelyubov, en una imagen de archivo.

Insinúa el libro que si Nelyubov no fue el primero en salir de la Tierra fue también por cuestiones políticas, porque el Diseñador Jefe quiso que fuese él, pero la decisión final la tomaron políticos y militares. Al final, el cosmonauta fue segunda reserva en el Vostok 1 y primeras reservas en otras misiones posteriores, sin llegar jamás a despegar dentro de uno de los cohetes. Su sentencia llegó en 1963 cuando, según el relato oficial, pillaron a Nelyubov ebrio y vestido con el traje espacial y que, cuando las autoridades lo detuvieron le pidieron que se disculpase por el agravio a su país y este se negó. Fue entonces cuando borraron su imagen de todas las fotografías oficiales y su nombre desapareció de los archivos.

Entrialgo imagina sus últimos días borracho e infeliz, sin que nadie reconozca su lugar en la carrera espacial, contando una y otra vez su historia. “Pero nadie le cree. Le toman por un marinero borracho, gastándose la paga del mes en una tasca de mala muerte. O peor aún, por un pelmazo. El típico latoso inoportuno, siempre dispuesto a largar sus batallitas al primer infeliz que se siente a su lado”. De la misma forma en la que, cuando permitieron recientemente que en su tumba apareciese una fotografía vestido de cosmonauta, Entrialgo quiere devolver la dignidad a una figura a la que un día quisieron enterrar en el ostracismo.

El 18 de febrero de 1966 apareció en Vladivostok, junto a las vías del tren, el cadáver de un hombre de 31 años. En ese momento, nadie relacionó a ese hombre con el que salía en una foto tomada en mayo de 1961 en el balneario de Sochi junto a los cosmonautas Andrián Nikoláyev, Pável Popovich, Gherman Titov y Valery Bykovsky, el ingeniero Sergei Korolev —el diseñador jefe, fundador del programa espacial de la Unión Soviética—, el coronel Yevgueni Karpov —director del centro de entrenamiento de cosmonautas al que llamaban la Ciudad de las Estrellas—, el instructor de paracaidismo Igor Nikitin y quien se convertiría en un héroe nacional, en uno de los nombres más conocidos de la carrera espacial, el primer hombre el orbitar alrededor de la Tierra, Yuri Gagarin. Y no pudieron relacionarla porque en la foto, aquel hombre muerto junto a las vías del tren, había desaparecido: los servicios secretos y el gobierno soviético habían borrado la figura y el nombre de aquel hombre de la historia.

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