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Toni Hill: "La Cataluña burguesa no tiene en cuenta a los inmigrantes para sus planes"
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Entrevista

Toni Hill: "La Cataluña burguesa no tiene en cuenta a los inmigrantes para sus planes"

El escritor barcelonés acaba de publicar 'El oscuro adiós de Teresa Lanza', una absorbente novela negra que saca a la luz los secretos de una urbanización catalana de clase alta

Foto: El escritor Toni Hill (ISMAEL TATO)
El escritor Toni Hill (ISMAEL TATO)

Un pueblo de casoplones a las afueras de Barcelona donde nunca pasa nada. Cinco mujeres, entre los 40 y los 50 años de edad, de clase acomodada, profesionales de éxito y amigas. Un poco entre 'Mujeres desesperadas' y 'Big Little Lies'. Entre medias, los que siempre están, pero casi nunca se ven: Teresa, la chica que limpia y Jimmy, el jardinero. Y, en ese mejunje, un crimen, o varios. Y muchos secretos. Ese es el menú que sirve el escritor Toni Hill (Barcelona, 1966) en su última novela 'El oscuro adiós de Teresa Lanza' (Grijalbo), una historia negra, pero que también nos habla de clases, de la burguesía catalana, y de la inmigrante, cada vez más presente, pero que, como dice este autor, apenas se le presta atención. Está ahí, como un fantasma.

Con una prosa absorbente y de forma muy entretenida, sin ser una policiaca pura, Hill regresa al estilo de las primeras novelas del inspector Salgado, con un crimen que investigar, los interrogatorios y las confesiones. Una novela que escribió el año pasado -y cuyo argumento casualmente termina en febrero de 2020- y que le sirvió de refugio ante lo que estaba pasando. "Igual también le sirve a la gente, ya que habitas otro mundo donde la pandemia no existe", señala.

PREGUNTA: Cuando empiezas a leer esta novela pronto te das cuenta de que hay algo de Agatha Christie: algo extraño pasa en un lugar cerrado, en este caso una urbanización de gente acomodada a las afueras de Barcelona.

RESPUESTA: Venía de ‘Tigres de Cristal’, donde había un espacio obrero, marginal, y me apetecía irme al lado contrario. Y empecé a jugar con la idea de no ir a un sitio real e imaginarme un lugar imaginario, que es muy reconocible para la gente de Barcelona. Viene a ser una especie de Valldoreix, unos pueblos que están muy cerca de Sant Cugat. Sitios que son una mezcla de casas antiguas, un núcleo urbano muy pequeño… y que conectan con Barcelona en un cuarto de hora. Un espacio privilegiado. Y sí, me gustaba también jugar con un espacio “cerrado”, un lugar donde se conocen casi todos, donde un montón de chicas van a limpiar, como Teresa. Y quería explorar la clase acomodada.

placeholder 'El oscuro adiós de Teresa Lanza'
'El oscuro adiós de Teresa Lanza'

P: Una clase en la que se esconden muchos secretos y donde, según va a avanzando la novela, abunda la hipocresía.

R: En el fondo secretos tenemos todos, pero sí. Todas trabajan, son profesionales de éxito y están preocupadas por un montón de cosas, no solo están pendientes de si las quiere alguien. Y sí, tienen secretos, pero es que el dinero tapa muchas cosas. Hay muchas carencias que se tapan yéndote una semana de vacaciones a donde sea. Yo tampoco creo en eso de clases acomodadas malas y clases pobres buenas, pero sí que las acomodadas tienen más recursos y el problema es cuando esos recursos les fallan.

P: A esa clase también contrapones a la clase inmigrante, desde Teresa, que es la chica que va a limpiar, a Jimmy, el jardinero. Lo que hay es un choque de clases.

R: Hay dos mundos que conocemos. Claro que Lourdes y Xenia saben que hay gente que vive en pisos minúsculos y con problemas enormes para llegar a fin de mes, pero simplemente no lo viven. Y por otro lado hay gente que no se imagina lo que es tener la vida resuelta porque tienen que luchar cada día para resolver el mes. La contraposición viene porque estas clases acomodadas, de alguna manera, necesitan ayuda, pero es difícil entenderse bien desde ambos lados porque parten desde posiciones distintas.

P: Es un reflejo de la Cataluña burguesa y de la Cataluña inmigrante que, por cierto, ahora que estamos en campaña antes unas elecciones, no se está hablando. Es decir, parece que es todo mucho más homogéneo.

R: Totalmente. Existen las dos. Y nos tenemos que plantear que la población latina son un millón y medio de personas. Y pocas veces se oyen mensajes hacia esta gente, ni siquiera ahora en campaña. Parece que no se les tiene en cuenta para los grandes planes. Creo que hay que empezar a reflejar en la ficción que España no es solo una población de blancos caucásicos. Y es gente que tiene sus historias y su voz.

"Creo que hay que empezar a reflejar en la ficción que España no es solo una población de blancos caucásicos"

P: Como ocurre en otras de tus novelas aquí también hay una cosa fantasmagórica que se contrapone a un mundo totalmente realista.

R: Me sale, pero en este caso me gustaba la idea de Teresa atrapada en su rutina laboral. La imagen surgió porque en el fondo cuando estaba viva también estaba atrapada. Evidentemente la trataban bien, la pagaban, pero es como si no estuviera. Te puedes pelear con tu marido delante de ella… porque te acostumbras a verla. Forma parte de tu familia, sobre todo las que viven en la casa, que acaban siendo testigos de toda la dinámica familiar. Es una relación extraña. Y la idea de que fuera un “fantasma” viene dado por esto. No sé si a estas chicas se las trata como personas reales de carne y hueso. Estoy seguro de que hay gente que en esta pandemia, al pedirles el número de cuenta para enviarles el dinero, se ha enterado de sus apellidos.

P: ¿Eso es racismo, es clasismo, otra cosa?

R: Sí… El racismo está, pero en una gran parte de la población que de entrada te diría, yo no soy racista. Como los que dicen que no son machistas. Pero, de golpe, les extraña que la maestra del niño sea negra. Estamos muy acostumbrados a no ser racistas con gente que está cumpliendo con la función que mentalmente le tenemos asignada. Pero, de golpe, te extraña mucho que esa chica que está limpiando en su casa, en su país acabó una carrera. Yo creo que hay un racismo que casi de piel, que vamos venciendo, pero cuesta asumir por ejemplo que tu hijo se pueda enamorar de esa persona. También es humano, y seguramente se critican a sí mismos, pero no puedes dejar de pensar que la pareja que hubieras elegido para tu hijo no era la chica que viene a limpiar. Hay un punto clasista.

"Hay una gran parte de la población que de entrada te diría, yo no soy racista. Pero, de golpe, les extraña que la maestra del niño sea negra"

P: Eso refleja lo que se llama ‘aporofobia’, el rechazo al pobre, a alguien de una clase más baja que la tuya, más que a alguien que viene de otro país.

R: Yo creo que el rechazo al pobre siempre viene de los que también son pobres. Es decir, difícilmente la gente rica tiene aporofobia porque no viven eso. Más bien es una mezcla. Las mujeres de la novela tienen entre 40 y 50 años y ellas ya no saben si llegan a tiempo, sin podrán seguir al día en todos los cambios. El esfuerzo que hemos hecho los que nacimos en los 60 y 70 de Internet, todo lo que es online, redes sociales, ya todos tenemos Facebook y Twitter, pero ¿llegamos a Tik Tok? Hay un momento que dices, bueno, basta, no me puedo subir a más carros. Eso lo dice en un momento Lourdes: “ya no sé si estoy al día”. O lo que piensa Xenia, que está más preocupada por su edad como actriz. Si a eso unes que la gente joven no es de aquí y la tienes clasificada como la chica que viene a limpiar, la reacción es más visceral.

P: Otra cuestión que está presente en tus novelas es la “maldad” de los niños. En 'Tigres de cristal' había críos que hacían bullying, aquí tenemos a otro chavalín adoptado que les hace la vida imposible a sus padres adoptivos… Cuidado con la infancia.

R: Uno de los temas que tenía en la cabeza es el de las adopciones porque no todas las adopciones salen bien. Y existe. Hay padres que dicen “ya no puedo más, esto ha sido un error”. Evidentemente de esto no se habla nunca. Y no estamos hablando de un niño malo, sino de un niño complicado. Y tenemos la idea de que ese niño tiene que estar contento porque está mejor que donde estaba como si no tuviera una entidad propia. Y luego están los adolescentes, que son unos aprendices de “malitos”. Pero no es una novela de personajes malos. Las cosas pasan y casi de una manera inevitable. Se da un choque de valores que es muy difícil de resolver porque es difícil de entender a todo el mundo.

P: Me ha parecido que la novela tiene una primera parte más luminosa y otra que se oscurece, no solo porque hay un crimen. ¿Afectó que la terminaras cuando ya estábamos confinados y con la pandemia encima?

R: Pues supongo que en parte sí, pero es que llega un momento en el que la violencia ya no es algo ajeno, sino que ya están pasando cosas. Para que una novela funcione tienes que llevar el conflicto al espacio en el que está. Y ahí se oscurece, pero también se agiliza. Eso es un truco porque cuando has presentado bien a los personajes, luego ya no tienes que explicar tantas cosas.

"No todas las adopciones salen bien. Hay padres que dicen “ya no puedo más, esto ha sido un error”. Evidentemente de esto no se habla nunca"


P: Sí, pero te lo decía porque al principio es más costumbrista y después ya se torna más negra y no sé hasta qué punto influyó lo que estábamos viviendo.

R: En marzo yo tenía ya un tercio de la novela, que acabé en septiembre. En marzo hubo dos semanas que nos paralizamos todos. Pero luego yo reconozco que fue maravilloso trabajar en un mundo paralelo en el que esto no pasa, donde poder refugiarme y no estar pensando… sobre todo al principio porque ahora ya nos hemos acostumbrado, todo eso me ayudó muchísimo. Me acabé organizando y desde abril escribí un montón. Pero supongo que sí influyó. De hecho, en un momento llamé a mi editora para preguntarle si todo esto tenía algún sentido y si alguien iba a querer leer la historia de toda esta gente cuando lo que preocupa es que no se muera mi padre. Pero luego piensas, igual que me sirvió de refugio a mí, igual le sirve a la gente, ya que habitas otro mundo donde la pandemia no existe.

P: Este tema de la pandemia en algún momento tendrá que salir en las novelas, no obstante.

R: Sí, lo que pasa es que estas cosas necesitan mucho más tiempo. Ahora no nos acordamos, pero con el 11S hubo un montón de novelas que acababan el 10 de septiembre en Nueva York. Aquí habrá muchas novelas que acabarán en febrero de 2020. Yo los tiempos los tenía ya previstos, pero me vino muy bien porque no hubiera sido capaz de manejar una pandemia.

placeholder Toni Hill
Toni Hill

P: En la novela tocas temas prepandémicos, pero que han estado muy de actualidad como, por ejemplo, el metoo. Pero en este caso hay un personaje femenino al que hay cosas que le chirrían de este movimiento, como acusar a una persona en falso.

R: También es el punto de vista de una señora de 50 años que ya se siente liberada, que vive en un mundo igualitario, y que también se siente amenazada cuando alguien le quiere hacer ver que sigue habiendo unas diferencias. También es verdad que lo que dice este personaje se vuelve más grave porque ahora mismo las condenas en las redes son inmediatas y hay unas sentencias… Es lo que les pasó a Catherine Deneuve y todas estas mujeres cuando dijeron algo parecido. Saltó el mundo en su contra. Bueno, dejemos también que la gente exprese sus opiniones. El #metoo es necesario, pero también tenemos que aprender a convivir con gente que opina distinto, y en las novelas tiene que aparecer gente que opina distinto a lo que pueda pensar el autor, porque ahora parece que en las novelas ahora todo el mundo está cortado por el mismo patrón, todo el mundo es feminista, amante de los animales… Bueno, hay un mundo que no lo tiene tan claro.

P: ¿La ficción ha perdido autoridad? Es decir, se entiende que lo que escribe alguien en una novela o en una película sobre tal tema o personaje es lo que piensa.

R: Eso me tiene horrorizado, que se confunda la ficción con la ideología del autor. Entiendo muy bien la autoficción y en ese tipo de historias la ideología del autor se ve. Y en la ficción pura la ideología también se ve, pero tiene que ser un poco más sutil. No se trata de hacer una novela de “qué buenas son las chicas inmigrantes que limpian”. Pues habrá de todo. Pero que se confunda la opinión de un personaje con la del autor, primero dice poquísimo del nivel de lectura, y después, dice muy poco del ambiente en el que estamos. Con el tiempo tendremos novelas protagonizadas por gente maravillosa, pero parecerán novelas apostólicas. Eso no es la vida real, sino un mundo paralelo.

"Me tiene horrorizado que se confunda la ficción con la ideología del autor. Dice muy poco del ambiente en el que estamos"

P: Bueno, también hay corrientes en las redes sociales que “corrigen” lo que la industria editorial publica: esto no es suficientemente diverso etc etc.

Sí, creo que también hay que empezar a relativizar el poder de las redes sociales. Y lo digo también por las empresas. No vale que porque un actor, una actriz, un escritor o un político dice algo que obviamente es una chorrada, se convierta en una especie de jauría de gente que…

P: Que te dice que te echen de tu trabajo.

R: Directamente. También es verdad que yo no sé si antes los escritores tenían tantos fans. La gente se compraba los libros y ya está. Y no se sabía nada de lo que hacía o lo que pensaba. A nadie le importó lo que hacía el autor de ‘Alicia en el país de las maravillas’. Y hay que dejar de preocuparse tanto por eso. Porque si no al final tendremos libritos que con toda la buena intención del mundo te planteen siempre las mismas cosas. Un poco ingenuo todo. Yo sí aspiro a que las novelas reflejen un mundo. Y el mundo es diverso. Si solo nos quedamos con lo que nos gusta, con nuestros mejores amigos, vamos a retratar un mundo muy pequeñito.

"Hay que empezar a relativizar el poder de las redes sociales. También las empresas. Porque se diga una chorrada no puede haber una jauría"


P: Otra cosa de la que habla la novela: cómo tratamos los medios los sucesos. Estoy recordando, por ejemplo, el caso del niño Julen que murió en aquel pozo.

R: Es que aquello fue tremendo. No puedes convertir eso en un show constante, con actualizaciones constantes y que, aunque no haya novedades se busca algo que contar. Y todo rodeado con una especie de preocupación. El objetivo de los medios de comunicación es informar. Y uno informa cuando tiene novedades, si no las hay no hace falta montar una tertulia sobre qué le puede haber pasado al niño. Eso es función de la policía.

P: Por cierto, es curioso que con la última novela, 'Tigres de cristal', que apareció a comienzos de 2018, hablamos mucho de la situación en Cataluña. Había pasado todo lo que había pasado. Y ahora, sin embargo, prácticamente nada. ¿Ha bajado ciertamente todo el suflé en Cataluña, incluso en el mundo cultural?

R: Es que ahora hay una preocupación mayor. No sé cómo irán las elecciones, pero sí creo que hay una apatía generalizada. Estamos todos un poco apáticos, y eso no suele ser el mejor acompañamiento para unas elecciones. Evidentemente las dos posturas claras siguen ahí, pero tampoco están tan enconados. Creo que hemos perdido ese relato de buenos y malos. Y a ver, nos tenemos que entender. Pero creo que sobre todo hay algo mucho más grave ahora por lo que es difícil ver más allá de esto, porque empieza a dar miedo que lo que venga en los años siguientes sea algo muy parecido a esto. No sabemos si la vida realmente volverá a lo que era en enero de 2020. Hay un ambiente de cierta desconexión.

Un pueblo de casoplones a las afueras de Barcelona donde nunca pasa nada. Cinco mujeres, entre los 40 y los 50 años de edad, de clase acomodada, profesionales de éxito y amigas. Un poco entre 'Mujeres desesperadas' y 'Big Little Lies'. Entre medias, los que siempre están, pero casi nunca se ven: Teresa, la chica que limpia y Jimmy, el jardinero. Y, en ese mejunje, un crimen, o varios. Y muchos secretos. Ese es el menú que sirve el escritor Toni Hill (Barcelona, 1966) en su última novela 'El oscuro adiós de Teresa Lanza' (Grijalbo), una historia negra, pero que también nos habla de clases, de la burguesía catalana, y de la inmigrante, cada vez más presente, pero que, como dice este autor, apenas se le presta atención. Está ahí, como un fantasma.

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