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¿Eres 'old', pero así de 'old'? 10 cosas que los adolescentes de hoy no han visto en su vida
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Series, juegos y personajes

¿Eres 'old', pero así de 'old'? 10 cosas que los adolescentes de hoy no han visto en su vida

En los últimos días, Twitter se ha llenado de imágenes que recuerdan los tiernos años ochenta y noventa, para homenaje de los que se niegan a considerarse viejos. Pero lo cierto es que si has disfrutado de estas cosas, un poco sí lo eres

Foto: ¿Eres 'old', pero así de 'old'?
¿Eres 'old', pero así de 'old'?

Cualquier tiempo pasado fue mejor, que diría Jorge Manrique. Y muchos viven (o sobreviven) en esa máxima. Javier Ikaz y Jorge Díaz son de esos nostálgicos —aunque sostienen que no lo son porque "no hay nostalgias como las de antes"— a los que les gusta rememorar las bondades de los años setenta y ochenta, todas ellas recopiladas en sus perfiles de redes sociales y en un libro, bajo el paraguas del mismo nombre: 'Yo fui a EGB'. Recuerdan las series y los juguetes de aquella época, las comidas y bebidas que los ahora adultos disfrutaban en el patio del colegio y todos esos personajes a los que hemos ido teniendo que decir adiós. Pero ellos no son los únicos: desde hace unos días, la red social Twitter se ha llenado de recuerdos de aquella juventud que creció en los ochenta y noventa, muchos de los cuales serán completamente desconocidos para los adolescentes de la última generación, la Z, la generación 'posmilénica', los nacidos a partir de mediados de los noventa.

No hace mucho tiempo, comenzaron a aparecer en diferentes redes sociales vídeos de niños y adolescentes tratando de descubrir el funcionamiento de un teléfono de rueda, o haciendo, con mímica, el movimiento de hablar por teléfono, con la palma de la mano extendida como sujetando un 'smartphone', dejando atrás aquel símbolo de 'shaka', la posición de la mano que, además de servir como saludo típico en el movimiento surfero, recordaba a los teléfonos de toda la vida. Ahora es tiempo del "¿Eres 'old', pero así de 'old'?", como recordatorio para todos los que se forjaron en los tiernos ochenta y noventa de que ya no son tan jóvenes. Esta tendencia, que surge en Twitter, está llena de personajes, series, juegos y juguetes que muchos no habrán visto en su vida: estos son algunos de ellos.

10. El Canal + codificado

Había una época en que se podía ver Canal + en abierto y bajo descodificador, tiempos aquellos en los que el número de canales de televisión no llegaba a la decena. En la década de los noventa, Canal + era de pago, salvo varias horas al día en que se emitía en abierto —antes de entrar en los dos mil, 'Friends' era una de las pocas series que se podían ver en abierto en esta cadena—, que pasó a la historia por una de sus grandes apuestas: la emisión de porno, eso sí, codificado. El fútbol también era, ya entonces, un producto de pago, por lo que tanto lo primero como lo segundo solo se podían ver con nitidez si disponías del descodificador que transformara en algo real lo que sin él solo se podía vislumbrar bajo múltiples rayas grises y negras.

9. Parques ultraprotegidos, ¿qué es eso?

Desde hace bastante tiempo, los parques para niños ya no se parecen a lo que eran antes. Aunque ahora recuerdan más a castillos o barcos pirata gigantes, de muchos colores, llama la atención el suelo sobre el que reposan, que poco o nada tiene que ver con la dura arena de las áreas infantiles de antaño. Tampoco quedan muchos de los columpios que antes disfrutaban los más pequeños, principalmente construidos en hierro, y para determinados sectores, seguramente más peligrosos que los actuales. Había puentes colgantes, aparatos que giraban y cogían buena velocidad sin ningún amarre más que la fuerza de la propia mano del niño e incluso algunos que, para los jóvenes de hoy en día, podrían verse como herramientas para hacer deporte de alto riesgo.

8. Los 'botiboings' y las 'frutipulgas'

Como ocurre con prácticamente cualquier juego, del pasado o del presente, el nombre varía en función de quien lo recuerde. Muchos hacen ahora memoria acerca de lo que para unos eran los 'botiboings', para otros los 'frutipulgas' y, para muchos, las 'pulguitas' o 'saltarinas': era un pedazo de algún tipo de goma con la forma de media pelota, del tamaño de algo más de una moneda de dos euros. Con cierta presión se les daba la vuelta, dejando la parte convexa sobre el suelo, hasta que la propia inercia del juguetito le hacía querer recuperar su forma natural, pegando un pequeño bote desde el suelo. Y con esto se pasaban las horas los niños de los noventa. Venían de regalo con algunos productos, como los yogures o los 'petit suisse' de Danone.

7. El juego del cordel y la creatividad en las manos

Prácticamente todo niño, adolescente y joven en estos nuevos años veinte jugará con un móvil, una tableta o un ordenador, pero en los ochenta y noventa (y, desde luego, de ahí hacia atrás) la imaginación tenía un papel mucho más importante en el crecimiento de las personas. El juego del cordel es un juego de manos, para el que solo se necesita (además de las manos) un pedazo de cordel cerrado (con un nudo) o una goma: entre cruces y pliegues, los jugadores deshacen la figura que tiene uno para rehacer otra, todas diferentes y cada una con su nombre tradicional.

6. La pegatina plateada en los VHS de Disney

Había una época en que las películas de Disney no estaban en Disney Plus. Lejos de tener todos los clásicos de dibujos animados en una sola plataforma para verlos en cualquier momento del día, uno tenía que disponer de un vídeo para VHS y de las cintas o, en su defecto, alquilarlas en el videoclub (ese es otro de los clásicos que los adolescentes de hoy no conocerán). No obstante, y aunque estemos hablando de tiempos previos a internet, ya existía la lucha contra la piratería: copiar una película no era difícil, especialmente si se hacía desde el propio vídeo aprovechando que el filme en cuestión estaba siendo emitido por la televisión.

Para evitar esto, Disney tenía su propia estrategia: al inicio de cada película (siempre y cuando estuviera bien rebobinada), lanzaba un alegato antipiratería en el que instaba al espectador a exigir "videocasettes originales", recordando que "las copias ilegales" no solo tienen "mala calidad de visionado", sino que también eran un "fraude al consumidor" y ponían "en peligro la continuidad del mercado del cine". Se trataba de un minuto largo en el que se recordaban las leyes de 'copyright' y las sanciones derivadas de su violación después de mostrar el sello de calidad de la película, que demostraba que no era pirata sino auténtica: una pegatina plateada en el lateral de la cinta.

5. Las tarjetas de prepago para llamar... desde cabina

Este puntúa doble. Aunque en Reino Unido son un icono por el que no hay turista que no pase, en España hace años que nadie (o prácticamente nadie) utiliza las cabinas telefónicas. No obstante, antes de que el teléfono móvil fuera un habitual en los bolsos y bolsillos de todos los españoles a partir de cierta edad, si a uno le pillaba la necesidad de realizar una llamada de manera urgente solo podía recurrir a las cabinas telefónicas. Ahora bien, también en aquella época había algunos asiduos y habituales de las cabinas, por lo que siempre llevaban en la cartera, junto al DNI y el carné de socio del supermercado de turno, una tarjeta de prepago para poder llamar sin necesidad de tener monedas a mano. Tenía una zona de rascado, donde aparecía el código personal de la tarjeta, y unas instrucciones claras que seguir para telefonear. Tiempos locos aquellos. También locos eran los tiempos en que desde la cabina se podían enviar SMS a móviles, aunque eso es ya casi moderno.

4. El zumbido del Messenger

Hasta marzo de 2013, aún había gente que utilizaba este chat, que durante un tiempo era casi tan popular como lo es ahora WhatsApp. Vinculado (obligatoriamente) a Microsoft, desapareció hace casi una década, 'transicionando' al más conocido Skype, la perfecta herramienta de comunicación internacional en la era pre-WhatsApp. La herramienta, cuyo nombre completo era Windows Live Messenger, tenía como logo un par de monigotes, que giraban entre sí cuando se conectaba, y daba paso a un chat en el que cada uno podía cambiarse su nombre y poner un estado que, en muchos casos, era un mensaje con segundas intenciones dirigido a alguna expareja o la (todos creían ingeniosa) frase sacada de una balada de Álex Ubago (muy también de aquellos años).

Y aunque ahora WhatsApp ha copado el campo de la mensajería instantánea saltando todo tipo de fronteras terrestres y husos horarios, hay una cosa que esta herramienta no tiene y que sí tenía el extinto Messenger: el famoso zumbido. Los adolescentes de tiempos de TikTok y Twitch no podrán disfrutar (por ahora) de ese mágico botón en el que conseguías que una persona que, deliberadamente o no, estuviera ignorando tu conversación tuviera que, como mínimo, leerte. ¿Cómo funcionaba? Muy sencillo: en cada conversación había un botón con un 'emoji' con un ojo mirando hacia arriba y otro hacia abajo y rodeado con unos claros signos de movimiento; al pulsarlo, el sonido se disparaba y la pantalla de la conversación de la persona a la que enviabas el zumbido empezaba a vibrar en el monitor. No había manera de escapar de ese zumbido.

3. El alquiler de cintas en el videoclub del barrio

En 2006, Blockbuster cerraba sus casi 100 establecimientos en España, y en 2019 solo quedaba uno en todo el mundo, marcando el final de la vida de una de las cadenas más famosas a nivel global, la más conocida en lo que a alquiler de películas y videojuegos se refiere. Blockbuster era el Starbucks de los videoclubes. Y ningún adolescente español podrá saber lo que era eso, aunque sí puede aún pasarse por alguno de los escasísimos videoclubes que aún sobreviven en el país, aunque debido a la situación en que se encuentra la industria en general y tras este último año, matador para muchos negocios, ninguno podría sobrevivir únicamente a base de alquiler de películas.

Lo cierto es que es un modelo de negocio que duró poco en el tiempo: el primer videoclub se abrió en California en los años setenta, gracias a George Atkinson, quien optó por alquilar en lugar de vender filmes en formato Betamax y VHS bajo la premisa de que todo el mundo disfruta escuchando Beethoven o The Beatles muchas veces, "pero no está deseando ver a Burt Reynolds una y otra vez". Alquilar una película y sentirse malvado haciendo la 'travesura' de devolverla sin rebobinar fue un 'hobby' del español medio durante muchos años, especialmente en los años noventa, pero a medida que la piratería entraba con fuerza en el país, a inicios de los dos mil, su fuerza fue mermando.

2. Del 'Ding Dong Song' al 'Tengo muchos quereseres'

Aunque parece que no hace tanto tiempo, en realidad han pasado casi 15 años desde uno de los vídeos más virales de los años dos mil, predecesor absoluto del humor que ahora invade (en ocasiones) redes como TikTok. 'Louis and Zach - Ding Dong Song' se subió a YouTube a finales de junio de 2008, y esos dos chavales bailando un tema de Gunther & The Sunshine Girls probablemente no se imaginaban que años después se seguiría hablando de ellos. Con más de 22 millones de reproducciones en el vídeo original (y cientos, miles de imitaciones en diferentes plataformas), Zachary Bailey y Louis Celano marcaron una época, y aunque a día de hoy hay muchas opciones para encontrar este tipo de humor, lo cierto es que los adolescentes de ahora no podrán vivir un 'boom' como aquel, porque ahora todos los días hay un viral nuevo, un vídeo que circula como la pólvora por los grupos de WhatsApp y, con la misma velocidad, acaba muriendo y quedando en el olvido.

Tampoco podrán vivir lo que ocurrió con Blair y Kelsey, dos amigas de Texas que también se hicieron virales hacia finales de los años dos mil. Quizás, de primeras, uno, incluso siendo así de 'old', no las recuerde, pero la cosa cambia cuando se escucha la primera frase del vídeo que las llevó a la fama: "Hola, ayúrame (...). Mi mama me dio muchos quereseres". Con un castellano con acento claramente estadounidense, las dos amigas limpiaban la casa y trataban de seguir la lista de tareas —"¿Dónde está la lista, la lista?"— que la madre de una de ellas le había dado para mantener el hogar perfecto, en lo que algunos han llegado a considerar el primer trap de la historia. Código Nuevo habló con las dos (y con la hermana mayor de Blair, que fue la encargada de grabar la obra maestra) hace un par de años, y en esa entrevista contaron cómo gran parte del vídeo fue pura improvisación, pero realmente formaba parte de una tarea del colegio, en la que tenían que incorporar el vocabulario aprendido en la última semana de sus clases de español. "Creo que Kelsey —la que ayuda— escribió toda la letra. El español se le daba mejor que a mí". Lo que se les dio bien a las dos fue hacerse virales por todo el mundo hispanoparlante.

1. El eterno balón Mikasa

En realidad, este no es un artículo del que ya no puedan disfrutar los jóvenes a día de hoy, pero para muchos puede pasar desapercibido, aunque en los años setenta y ochenta no lo hizo para nada. Era común en el patio del colegio, en el campo de fútbol del barrio y en la plaza del pueblo, siempre con niños alrededor... aunque ninguno se atrevía a despejarlo. ¿Por qué? Era duro como una roca. Precisamente su dureza es lo que le hizo pasar de generación en generación, como una extraña leyenda urbana que en realidad era cierta, y siendo incluso musa de frases hechas como: "Esto es peor que un balonazo de un Mikasa".

La compañía que está detrás de la fabricación de estas pelotas, la nipona Mikasa Corp, no desvela detalles del FT-5, el famoso balón blanco de triángulos negros, aunque El Confidencial logró hablar con ellos hace unos años, y en una entrevista explicaron que aunque la razón de ser del exterior del balón era casi un secreto de Estado, parte de esa dureza provenía del interior, del devanado de nailon que hace que se consiga una superficie externa de gran dureza. Sí, los jóvenes de hoy en día (y los niños del futuro, por ahora) podrán jugar con un balón como este, pero jamás podrán ser de esa generación que experimentó por primera vez el dolor de despejar con la cabeza una de estas pelotas.

Cualquier tiempo pasado fue mejor, que diría Jorge Manrique. Y muchos viven (o sobreviven) en esa máxima. Javier Ikaz y Jorge Díaz son de esos nostálgicos —aunque sostienen que no lo son porque "no hay nostalgias como las de antes"— a los que les gusta rememorar las bondades de los años setenta y ochenta, todas ellas recopiladas en sus perfiles de redes sociales y en un libro, bajo el paraguas del mismo nombre: 'Yo fui a EGB'. Recuerdan las series y los juguetes de aquella época, las comidas y bebidas que los ahora adultos disfrutaban en el patio del colegio y todos esos personajes a los que hemos ido teniendo que decir adiós. Pero ellos no son los únicos: desde hace unos días, la red social Twitter se ha llenado de recuerdos de aquella juventud que creció en los ochenta y noventa, muchos de los cuales serán completamente desconocidos para los adolescentes de la última generación, la Z, la generación 'posmilénica', los nacidos a partir de mediados de los noventa.

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