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Dalí contra Magritte: duelo entre los dos genios del surrealismo
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Dalí contra Magritte: duelo entre los dos genios del surrealismo

Los dos surrealistas se conocieron en París en 1929 y visitaron Cadaqués ese mismo verano, lo que les sirvió para intercambiar influencias de estilo

Foto: 'Los amantes'. René Magritte. 1928. MoMA.
'Los amantes'. René Magritte. 1928. MoMA.

Cuando en 1957 Salvador Dalí acudió al famosísimo programa estadounidense ‘What’s my line’ —en el cual, un grupo de personas con los ojos tapados debía adivinar al personaje que les visitaba mediante preguntas—, todo el mundo se quedó perplejo. No solamente se describió a sí mismo como pintor, también como escritor, actor o experto en deportes, entre muchas otras aficiones. Nadie tenía ni la más remota idea de quién era aquel hombre que parecía dominar todas las materias por derecho propio. Una anécdota que, sin duda, ilustra a la perfección el carácter de uno de los genios de la pintura de nuestro país.

Dalí fue un personaje creado por sí mismo, marcado desde el momento de su nacimiento en Figueras, cuando sus padres decidieron ponerle el mismo nombre de su hermano mayor, fallecido a los tres años por una infección estomacal. Aunque llevara el nombre de un muerto, si hay algo que Dalí jamás quiso ser es, sin duda, corriente. No mentía en ‘What’s my line’ cuando se calificaba a sí mismo como actor, pues al fin y al cabo representó durante toda su vida el papel de Salvador Dalí: genio excéntrico y extravagante, de sexualidad ambigua, que en la Residencia de Estudiantes de Madrid se codeó con Lorca, Buñuel o Pepín Bello, y que, cuando fue sometido a ‘juicio’ por los mismísimos surrealistas, que no le consideraban uno de los suyos, dijo aquello de: “Yo soy el surrealismo”.

Salvador Dalí se llamó así por su hermano mayor, muerto a los tres años por una infección estomacal

¿Y lo era? Si uno piensa en la corriente que en los años veinte, tras una turbulenta guerra que dejó toda Europa destrozada y tambaleante, se basaba en la representación pictórica de los pensamientos provenientes del subconsciente, piensa en Salvador Dalí. Salvador Dalí y sus oníricos relojes descomponiéndose, sus sueños causados por el vuelo de una abeja alrededor de una granada. Sin embargo, aunque él mismo se calificase como el surrealismo en su plena esencia, no se puede dejar de lado a otros grandes artistas que también consiguieron retratar las imágenes que pueblan nuestros sueños: Max Ernst, Giorgio de Chirico, Remedios Varo, Leonora Carrington y, por supuesto, René Magritte.

placeholder 'Golconda', de René Magritte.
'Golconda', de René Magritte.

Este último sería todo lo opuesto a Salvador Dalí. La otra cara de la moneda. Ni siquiera se conoce mucho acerca de sus primeros años, más allá de que nació en Lessines (Bélgica) en 1898 y que su madre se suicidó cuando él contaba 13 años de edad, arrojándose al río Sambre. Esa imagen de la madre flotando, muerta, le serviría como inspiración en su ya de por sí precoz pintura.

La madre de Magritte se suicidó arrojándose al río Sambre cuando él tenía 13 años. Esa imagen le serviría como inspiración para su pintura

Dalí y Magritte coincidirían en París en 1929, y aquel mismo verano el belga visitaría al catalán en Cadaqués, lo que les sirvió para intercambiar influencias de estilo e inspiración. De hecho, en ese mismo viaje, comenzaría la relación entre Gala y Dalí. Tras aquel encuentro, Dalí continuaría representando el surrealismo en estado puro, y su popularidad, poco a poco, iría consolidándose en el mundo entero. Magritte, sin embargo, siempre más filosófico (¿es su pipa realmente una pipa?), no tendría tanta suerte de vuelta a Bélgica, y pasaría por duras estrecheces económicas.

“Ambos son representantes del surrealismo figurativo, con una técnica muy académica y depurada, aunque cada uno desarrolló un método para la creación de imágenes surreales muy diferente”, apunta Violeta Izquierdo, profesora titular de Arte Contemporáneo en la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM. “Dalí, por un lado, con su método paranoico-crítico (que él mismo definió como ‘asociaciones e interpretaciones de fenómenos delirantes’), basados en la paranoia o el sueño, de donde extraía esas imágenes”.

Mientras que Magritte se basó en la relación entre objeto pintado y significado, Dalí definió su método como paranoico-crítico

“Magritte, por otro lado, se basó en la búsqueda de lo conceptual y la relación entre los objetos pintados y su significado, cuestionando la relación existente entre ellos. Los dos autores son igualmente representativos de esta tendencia artística. De hecho, cada uno de ellos abre una vía nueva para desarrollar el surrealismo, lo que lo convierte en uno de los movimientos artísticos más importantes de las vanguardias”.

Foto: Desmontando a Magritte: un nuevo libro descifra las claves de su arte

¿Por qué llaman tanto la atención, habiendo tantos otros surrealistas? “Dalí fue un artista muy creativo e inquieto, no solo hizo pintura, sino escultura, abordó la fotografía, el cine y la literatura, además de poseer una personalidad desbordante que le convirtió en un mito. Magritte fue más discreto, pero su estilo tan original y esa búsqueda de equivocar el espíritu le convirtieron en un icono del surrealismo. Sí que hay ciertas referencias o guiños a la pintura tradicional que se repiten en ambos, también la apariencia onírica, el gusto por las imágenes múltiples o la imagen fragmentada, la ironía, el erotismo, la magia y el sueño, pero todos estos rasgos son comunes a muchos artistas surrealistas”, apunta Violeta.

Breton y los demás surrealistas acusaron a Dalí de comercializar con su arte, en contraposición a las ideas del manifiesto surrealista

¿Quién ganaría el duelo? Si tenemos que juzgar la popularidad en vida de ambos, sin duda Salvador Dalí saldría victorioso, quizá justamente por lo que se le acusó en su juicio surrealista: de venderse al mejor postor, pues dentro de su extravagancia no dejó de ser un personaje absolutamente conservador. Breton y los demás le acusaron de comercializar con su arte y él, por su parte, consideraba que el surrealismo podía y debía ser apolítico, una idea opuesta a la que Breton estableció en su manifiesto. El tímido e introvertido Magritte, por su parte, fue comunista convencido y, como explicamos antes, sus estrecheces económicas no le permitieron deslumbrar tanto en vida.

“Ambos son artistas de una calidad indiscutible”, apunta Violeta. “Dalí, en su complejidad, nos muestra su inagotable imaginación, y Magritte, con su aparente simplicidad, nos lleva a una profunda reflexión”. Caballeros, elijan sus armas, nosotros lo dejamos a la preferencia de cada uno.

Cuando en 1957 Salvador Dalí acudió al famosísimo programa estadounidense ‘What’s my line’ —en el cual, un grupo de personas con los ojos tapados debía adivinar al personaje que les visitaba mediante preguntas—, todo el mundo se quedó perplejo. No solamente se describió a sí mismo como pintor, también como escritor, actor o experto en deportes, entre muchas otras aficiones. Nadie tenía ni la más remota idea de quién era aquel hombre que parecía dominar todas las materias por derecho propio. Una anécdota que, sin duda, ilustra a la perfección el carácter de uno de los genios de la pintura de nuestro país.

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