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Tim Harford, el economista camuflado: "No queremos la verdad sino ganar en Twitter"
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Tim Harford, el economista camuflado: "No queremos la verdad sino ganar en Twitter"

En su nuevo libro, '10 reglas para comprender el mundo', mezcla estadística e historias y se detiene a explicar cómo deberíamos usar todo el tiempo de las redes sociales

Foto: Tim Harford. (EFE)
Tim Harford. (EFE)
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Tim Harford es un economista que se hizo famoso en 2007 con el superventas 'El economista camuflado', un libro en el que mostraba cómo se puede mirar la realidad en términos estadísticos, numéricos, de una manera entretenida e ilustrativa. Es además columnista del 'Financial Times', donde suele escribir sobre la actualidad con esa mirada particular de quien se mueve con la misma comodidad entre las palabras y las cifras. Eso le ha llevado a preguntarse de manera novedosa por cuestiones como la manera en que se forman nuestras ideas políticas, cómo funcionan las teorías de la conspiración, por qué discutimos como lo hacemos o cómo el exceso de información puede despistarnos más que ilustrarnos.

En su nuevo libro, '10 reglas para comprender el mundo. Cómo los números pueden explicar (y mejorar) lo que sucede' (Conecta), en el que también mezcla estadística e historias, se detiene a explicar cómo deberíamos utilizar todo ese conocimiento en el tiempo de las redes sociales, las conversaciones fugaces y los zascas.

Por Zoom, Harford es tal como lo había imaginado después de años leyéndole: divertido, parlanchín y, por encima de todo, optimista. Sí, todo es complicado. Hay conspiraciones y mentiras. El covid-19 es devastador. Pero hay algo en el ser humano, parece decir, que le hace desear la verdad. Y mientras esto sea así, todo puede ir bien.

placeholder '10 reglas para comprender el mundo'. (Conecta)
'10 reglas para comprender el mundo'. (Conecta)

PREGUNTA. En su libro, habla sobre todo de cómo podemos utilizar los números, las estadísticas y los gráficos para entender un poco mejor el mundo y hacer que funcione mejor. Estamos viviendo un momento idóneo para hacerlo. Todos los gobiernos, los periódicos, nos están proporcionando más datos numéricos que nunca: número de infectados por covid-19, número de fallecidos, porcentaje de camas ocupadas, número de vacunas suministradas e inyectadas… ¿Cree que la gente es capaz de asumir toda esta información?

RESPUESTA. Es una buena pregunta. Vemos a diario a personas que cometen grandes errores. El verano pasado, se publicó la noticia de que en Reino Unido la gente creía que ya había muerto el 7% de la población de covid-19. El covid-19 es terrible, pero para alcanzar esa cifra todo el mundo tendría que infectarse 10 veces. Y se han cometido equivocaciones parecidas en otros países. De modo que sí, la gente comete errores tontos. Pero creo que, si lo miras más de cerca, a pesar de que tenemos muchos indicios de que los datos se interpretan mal, las personas son juiciosas y capaces de poner el riesgo en un contexto razonable. Por ejemplo, en Reino Unido, el apoyo a las restricciones es grande, a pesar de la desinformación que dice que esto es solo como una gripe. Creo que podemos hacerlo bien. Pero para eso tenemos que estar motivados. Y el problema es que muchas veces no tenemos ninguna motivación para comprender la verdad. La más frecuente es querer ganar una discusión con los amigos o que los míos ganen las elecciones. Y eso implica una forma de pensar distinta.

"El problema es que muchas veces no tenemos motivación para comprender la verdad"

P. Las reglas que usted recomienda en el libro para entender y utilizar bien la estadística no son tan fáciles. "Debemos verificar de dónde provienen las estadísticas". "Debemos investigar en profundidad los algoritmos y las bases de datos". "Debemos preguntarnos en qué podemos estar equivocados". ¿Cree que como sociedades sabremos manejarnos bien en un mundo dominado por las estadísticas, los algoritmos y los gráficos?

R. Si el Gobierno dice que vamos a decidir qué gente va a la cárcel y qué gente no basándonos en un algoritmo, yo como individuo tengo una capacidad muy limitada para entenderlo. ¿Qué información maneja el Gobierno? ¿Con qué criterio la utiliza? Es difícil. Pero creo que la mayoría de las reglas son al mismo tiempo complejas y sencillas. Tienes que bajar el ritmo, tienes que pensar, tienes que ver qué significan realmente los números, mirar el contexto, comparar bien, ¿la tendencia es al alza o a la baja?, hacer más preguntas, buscar más en Google. Nada de esto es difícil. Pero es complicado en la medida en que nos exige estar siempre motivados, predispuestos a hacer más preguntas y ser curiosos, y no siempre queremos estar así. Muchas veces, solo queremos ganar una discusión, mirar Twitter por encima y clicar aquí o allá y poner que algo nos gusta. No tenemos ganas de ser detectives o científicos, queremos ser pasivos. No creo que lo que yo pido sea imposible, pero requiere cierta motivación. Tenemos que querer saber.

"Baja el ritmo, tienes que pensar, tienes que ver qué significan realmente los números"

P. Hace tiempo, después de leerle, llegué a una conclusión. Solo entro en una discusión si creo que puedo convencer a mi interlocutor o pienso que puedo aprender algo de él. Si no se da ninguna de estas circunstancias, no participo. Pero a veces me pregunto si esa no es una opción egoísta: quizás el conjunto de la sociedad también debe escuchar mi opinión moderada, porque si no puede llegar a creer que todo el mundo es un extremista.

R. Sí, claro, ese conflicto existe. Puedes decir: no quiero pasarme la vida en Twitter, es tóxico y todo el mundo es negativo. Pero tal vez tengo el deber de estar en Twitter y mostrarme positivo y razonable. Y hay discusiones que son realmente informativas y productivas, en las que la gente se escucha y en las que se ponen a prueba tus ideas, te das cuenta de los fallos de tus argumentos. Esas discusiones son constructivas; las otras son como peleas de lucha libre, donde el único fin es exhibir cuál es tu bando. Sin duda, necesitamos más de lo primero que de lo segundo.

P. Pero eso implica tener una cierta curiosidad por los demás, por querer entender las posturas ajenas. Usted ha dedicado mucho tiempo a intentar comprender, por ejemplo, teorías de la conspiración como QAnon. ¿Tiene sentido ese esfuerzo para conocer lo que quizá no sean más que excentricidades?

R. A veces me pregunto: no estoy de acuerdo con esto, ¿cuánto tiempo debería dedicar a intentar entenderlo? Mucha gente cree que en el libro explico cómo hacer cambiar de opinión a un amigo que crees que está equivocado. "Esa gente está muy loca, ¿cómo puedo influir en sus ideas?". Pero mi libro no va de hacer cambiar de opinión a los demás. Va de tratar de pensar mejor uno mismo. Y en parte eso significa intentar entender a la persona con la que discutes. Si tu fin no es solamente ganar la discusión, creo que tienes que comprender de dónde vienen las opiniones del otro. Si estás en una negociación, tienes que entender qué quiere. Me interesa mucho más pensar de manera clara por mí mismo que ganar una discusión.

"Mi libro no va de cambiar de opinión a los demás sino de tratar de pensar mejor yo"

Y creo que las teorías de la conspiración son interesantes por la manera en que tienen lugar en el panorama mediático actual. Estamos muy distraídos. Pasamos mucho tiempo pensando en cosas que no importan demasiado. Quizá porque son divertidas. Puedes mirar fotos de estrellas del pop o ver vídeos de gatos en YouTube. Y está muy bien. Pero, cuando la polarización es muy intensa, pasan cosas realmente locas: gente que busca indicios en todas partes y piensa que el gesto de una de esas estrellas del pop es una señal de que es miembro de los Illuminati. Cuando se da esa polarización, el grupo de verdaderos creyentes piensa que las fuentes tradicionales y mayoritarias están controladas por la conspiración. Es una versión concentrada de las distorsiones normales del discurso político. Y eso es interesante. No me interesan los detalles, pero sí la manera en que se crea el pensamiento conspiranoico. Por qué alguien cree que la tierra es plana o ese tipo de cosas.

P. Usted cuenta también cómo a veces nuestra experiencia personal conforma nuestras opiniones. Dice que eso puede producir errores, pero que no es malo, que podemos basarnos al mismo tiempo en nuestra experiencia y en las estadísticas. Pero en ocasiones, eso puede resultar contradictorio, ¿verdad?

R. Sí, el problema de tu experiencia es que es una porción del mundo muy particular. Mi madre murió de cáncer muy joven, pero sería raro que yo dijera que el 50% de la gente muere de cáncer joven, porque mi madre murió y mi padre no. No se pueden generalizar esas cosas. Hay que mirar todos los datos: ¿cuál es el riesgo real de tener cáncer? ¿Y el de otras enfermedades? De modo que tu experiencia personal puede ser muy engañosa. Al mismo tiempo, los datos son muy superficiales, se les escapa algo importante. Ahora, con el covid-19, por ejemplo, ves gráficos que dicen "100 muertos, 200 muertos, 500 muertos, 1.000 muertos al día", pero lo que de verdad te ayuda a entender ese gráfico es que se te haya muerto un amigo. Necesitas las dos clases de conocimiento, porque si no hay un punto ciego en tu manera de pensar.

"Si no entendemos bien nuestras emociones, tenemos un gran problema"

P. En el libro, cuenta un caso interesante. Un crítico de arte era el mayor especialista del mundo en el pintor holandés Vermeer. Lo sabía todo sobre él. Y, en cambio, un imitador consiguió colarle una pintura falsa como si fuera de Vermeer. Usted dice que es un ejemplo de que, con frecuencia, por mucho que sepamos de algo, deseamos tan fuerte llegar a una conclusión, que ignoramos nuestros propios conocimientos.

R. Si quieres llegar a una conclusión, tener más conocimientos, más información, puede darte armas adicionales para llegar a ella. Pero en ocasiones tus emociones cobran más importancia, te empujan más en una dirección, como si tus conocimientos te dieran una energía extra para avanzar en esa dirección. Es lo que se llama razonamiento motivado: quieres llegar a una conclusión por razones interesadas, que en parte son emocionales. Hay pruebas experimentales de que eso sucede así: si coges a un independentista catalán y le proporcionas más detalles, más datos contra la independencia, ese aumento de la información hará que se polarice aún más, porque siempre encontrará algo que le permita ignorar lo demás. Lo mismo sucedería en el caso inverso. Esto no tiene que ver con la estadística, sino con las emociones. Por eso quise contar en el libro el caso del experto engañado: si no entendemos bien nuestras emociones, si no somos capaces de estar tranquilos, de entender lo que sentimos, tenemos un gran problema.

Tim Harford es un economista que se hizo famoso en 2007 con el superventas 'El economista camuflado', un libro en el que mostraba cómo se puede mirar la realidad en términos estadísticos, numéricos, de una manera entretenida e ilustrativa. Es además columnista del 'Financial Times', donde suele escribir sobre la actualidad con esa mirada particular de quien se mueve con la misma comodidad entre las palabras y las cifras. Eso le ha llevado a preguntarse de manera novedosa por cuestiones como la manera en que se forman nuestras ideas políticas, cómo funcionan las teorías de la conspiración, por qué discutimos como lo hacemos o cómo el exceso de información puede despistarnos más que ilustrarnos.

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