Raperos contra traperos: la guerra de la música está en la calle
Desde que el trap irrumpiese en España hace cinco años, este género musical urbano se ha hecho fuerte en los institutos y los medios de comunicación
C Tangana acaba de sacar nuevo 'single'. 'Comerte entera', se titula, y la canta con el brasileño Toquinho a la guitarra. "No puedo más que pensar/ en tu culo al pasar/ rebotando", entona a ritmo de una melodía que se mueve entre la bossa nova y el funk brasileño. Una forma de distanciarse aún más de una etiqueta, la de 'trapero', con la que nunca se ha sentido cómodo y de la que intenta huir, buscando su personalidad al margen de una ola que ha elevado la música urbana hasta las marquesinas y las lonas del centro de Madrid. De Madrid al cielo, y con la vista puesta, todavía, más allá. Porque algunos de sus estribillos más tarareados fueron aquellos de 'París', en los que soñaba con "horas en la cama/ coches de alta gama/ playas en Bahamas". Pero su mánager, Kigo, insiste: el discurso de Tangana busca alejarse ahora mismo de la conversación sobre trap. La realidad es que, en los últimos años, no ha habido un videoclip de Tangana que no se haya convertido en tendencia, más allá de su 'público objetivo'.
También canta a París Bad Gyal, otra de las musas de la música urbana española, que en 2019 fichó por Interscope Records, filial de la multinacional Universal Music. "Nene, soy una popi hasta en París/ en un Beema [BMW] todo blanco, color crema el tapiz/ él quema uno de hierba y otro más de hachís/ si se trata de romperlo, en eso soy una miss". Pero su equipo, igualmente, quiere desvincularla de la etiqueta 'trap': "Ella se mueve más por otros géneros urbanos como el dancehall, el dembow, el reguetón, etc.", puntualizan.
En 'Como vas?', el alicantino Kidd Keo recita "Bueno, baby, yo te cuento las vuelta' de por aquí/ y dime qué tal andas, quiero saber de Madrid/ si es verdad que estoy en fama, hittas pockets full of green/ me falta estar en casa, con tu culo de cojín (yo', yo')/ me compré un Rolex con diamantes, pa'l día 'e San Valentín (no, no)". Exaltación del dinero, del sexo, de las drogas, de los coches de lujo, de las mujeres ligeras de ropa, del exceso, de la ornamentación, de las marcas de ropa.
Bad Gyal, Yung Beef, Kidd Keo. Nombres que desde hace cuatro o cinco años se han hecho omnipresentes en las redes sociales y en las revistas musicales (las que quedan) tras la poderosa eclosión de un género que hasta 2014 era desconocido en España. Trap, trap, trap, tra-tra. Treintañeros, cuarentones y p'arriba desconcertados entre tanto sobrenombre (aquello de 'Rosa de España' de principios de los dos mil suena a pleistoceno), tanto anglicismo y tanto brilli-brilli y uña de gel, intentando interpretar el lenguaje pujante de quienes han puesto patas arriba la industria musical.
¿Qué es el trap?, se ha preguntado la que escribe cienes y cienes de veces. ¿Qué lo diferencia del rap? ¿Por qué, de repente, los viandantes perrean por la calle y las tiendas pijas de la milla de oro venden zapatillas deportivas? ¿Por qué el chándal se ha convertido en una vestimenta glamurosa? ¿Por qué los niños de La Moraleja van en pandilla y hablan 'gangsta'? ¿Por qué el gótico ha muerto? (De acuerdo, esa pregunta solo me la hago yo). ¿Cuándo me convertí en una pureta? ¿Por qué ya no molo?¿Por qué, señor, si yo todavía soy joven?
Como respuesta a muchas de estas preguntas, el libro 'El trap: filosofía millennial para la crisis en España' (Errata Naturae, 2019), de Ernesto Castro, arroja luz sobre la oscuridad de mi absoluta ignorancia. Castro explica: el término 'trap' significa 'trampa' en inglés, y "en las ciudades del sur profundo de Estados Unidos llaman 'trap houses' [casas de la trampa] a los edificios en los que se trafica con drogas". Como relata Castro, el trap nace a principios del siglo XXI en Estados Unidos como un subgénero del rap y sus canciones versan sobre armas, drogas, lujuria y lujo, y sus ritmos se mezclan con el reguetón, el flamenco, el indie y el dancehall. Al igual que el punk fue la reacción de la juventud setentera que acabó sucumbiendo frente al neoliberalismo, Castro considera que el trap es una música emancipadora y que hay más política en unas uñas de gel o en un movimiento de culo "que en el 'Manifiesto comunista". Y bien es verdad que, mientras el rap —Mala Rodríguez al margen— ha sido un género eminentemente masculino, las mujeres traperas se cuentan por decenas: La Zowi, Somadamantina, también conocida como Slim Kawasaki, también conocida como Original Brillantes, o la propia Bad Gyal —con quienes hemos intentado infructuosamente contactar para el reportaje—, que no solo han cambiado el lugar de la mujer en la música urbana, sino que también han impuesto su estética en la calle.
Sin embargo, si en Estados Unidos el trap se reconoce como un subgénero del rap, ¿por qué en España raperos y traperos andan a la gresca? ¿Por qué, como insiste Castro, los traperos han buscado desde 2014, por todos los medios, quitarse la etiqueta de rap de encima, y los raperos han insistido en que el trap no forma parte de la cultura hip-hop? ¿ Por qué en España se considera un género aparte, cuyo máximo y primer exponente serían los PXXR GVNG, cuyo integrante más célebre es Yung Beef? ¿Por qué C. Tangana reniega de la etiqueta? ¿Por qué unos y otros se enzarzan en 'beefs', como el de Yung Beef y Tangana o los de Tangana y Los Chikos del Maíz? ¿Por qué, por qué, por qué?
Unas semanas atrás, en la presentación de la película 'Hasta el cielo', de Daniel Calparsoro, dos de los raperos jóvenes más populares, Ayax Pedrosa y Dollar Selmouni, se estrenaban como actores de cine de acción. El primero, 'granaíno', salido del barrio de Albayzín, mitad gemelar del dúo Ayax y Prok, trabajador precario hasta que, a los veintitantos, las canciones que subía a YouTube comenzaron a hacerse virales y a abrirle un hueco en la escena rap española hasta conseguir un triple disco de platino con su primer disco en solitario, 'Cara y cruz'. Con el dinero que ha ganado, acaba de construir una escuela en una zona rural de Mozambique. El segundo, mallorquín, hijo de padre argelino y madre gitana, un luchador de la calle que vio en el Langui un referente y que en 2019 lazó su primer disco, 'Los niños', con Warner.
"¿Sois traperos?", me atreví a preguntarles."Yo es que no sé el trap ese qué es", contesta Selmouni. "El rap lleva desde los ochenta en España. Ninguno de los dos aquí hacemos trap. A veces me puedo meter con sonidos con más bombo tipo trap, pero yo hago R’n’B. Yo en mis temas casi no utilizo lenguaje soez, y mis referentes son gente como Violadores del Verso, Hablando en Plata, Siete Notas, Siete Colores, La Mala Rodríguez en su época. Tote, El Ingeniero, El Club de los Poetas Violentos...".
Ayax, todavía se distancia más del movimiento trap. "El trap es el rap de los que no tienen fuerzas ni ganas", resume. "Si a mí un día me ponen una base de 808, me puede quedar bien. El problema no es el trap como ritmo, sino como movimiento, como mensaje. En el trap, el mensaje es: ‘Vosotras sois un jarrón, nosotros somos unos tigres, el mundo es una mierda y vamos a drogarnos’. A mí ese mensaje me parece una mierda. No se trata solo de los ritmos, es más bien el mensaje. El trap es nihilismo: no me importa nada, no me importa lo que os esté pasando a vosotros, nada más que a mí mismo. Hablan de que la vida es una mierda, que no hay nada que hacer, así que vamos a drogarnos y a vestirnos de marca. Yo no comparto ese mensaje del trap. Es más: lo detesto. Yo creo que hay que levantarse, dar la cara y protestar. Yo y el trap estamos en aceras diferentes. Nuestro compromiso con la gente humilde y trabajadora va a estar siempre. Los niños pijos nos escuchan y, mientras, nosotros nos metemos con ellos en las canciones. Si me pagan los insultos, yo se los seguiré dando".
Kidd Keo, trapero alicantino que habitualmente canta en inglés, no está de acuerdo con su compañero y amigo Ayax. "Yo no hago música para hacer conciencia, yo hago música para entretener", sentencia. "Yo no hago rap español rollo conciencia, he mamado de otro sitio. Sí que es verdad que en España el rap siempre ha tenido mucho rollo social, pero yo hago otro tipo de música. Si mañana me monto un tema ultranoventero al estilo Big L o Notorius, ¿qué sería? ¿Sería rap? ¿Y si me hago una colaboración con Ayax, con quien me llevo muy bien?", plantea.
Aparte de su música, Kidd Keo ha empezado a construir una marca personal que se ha diversificado con la venta de CBD, con la creación de una línea de ropa urbana y con la producción de una serie de animación titulada 'Yonkiland', "inspirada en las nuevas generaciones". "Todo eso, para poder seguir con este ‘lifestyle’ dentro de 10 años y poder tener hijos y comer huevos duros, ¿sabes?". "Yo soy la primera muestra de que soy algo raro, porque hago mi música en inglés aunque vengo de España, de un barrio bajo de Alicante, porque tengo familia en Estados Unidos y la mitad de mi familia es emigrante en Estados Unidos", explica, y niega que la música trap sea un género despegado de la realidad de las zonas más deprimidas. "El trap expresa mejor los temas sociales que hay, porque lo hace de manera real. El rap hace un tema antirracismo y coge a 15 raperos, pero ¿cuántos de esos son negros o marroquís? El trap son esos negros y esos marroquís saliendo adelante y haciendo música sobre sus movidas. Nosotros somos la clase baja y contamos lo que hay en el barrio".
Tampoco cree que la música que habla de drogas, de coches, de dinero y de chicas tenga una influencia negativa particular. "Las series de televisión y las películas también pueden ser nocivas, pero, entonces, ¿qué nos queda? Eso es muy básico. Cuando me hablan de las letras misóginas, ¿consideras que ese tipo de música te convierte en peor persona? Considero que esta música debería seguir existiendo y que elija escucharla o no cada uno. Vivimos en una sociedad en la que tenermos que cumplir unas reglas y creo que el arte y el entretenimiento tienen que tratar esos deseos, sueños y miedos que cada uno tenga para poder expresarlos por ahí y llevar una vida normal, porque si no nos acabaríamos matando".
Mucho ha cambiado la escena urbana desde que Los Chikos del Maíz empezaron en 2005 a componer sus temas de rap político y reivindicativo. Un total de 16 años después, siguen llenando pabellones —tenían programado un concierto para el 29 de enero en el WiZink que se ha tenido que aplazar por la pandemia— y acaban de sacar el videoclip de su tema 'Interestelar', en el que rapean: "Otro académico escudriña a un pobre/ como si fuera un primate/ no te gusta la música urbana, te gusta el destape [...]. Ni entrevista con Ernesto Castro, pista/ el análisis clasista del turista, del colono/ que estereotipa y embrutece/ joder, solo te falta tirarles cacahuetes".
¡Boum! No es la primera (ni será, seguramente, la última) vez que Los Chikos del Maíz critican la intelectualización del trap por parte de académicos y periodistas musicales, ni tampoco se estrenan en meterse en charcos con, por ejemplo, C. Tangana, quien, a su vez, les devuelve rimas venenosas y quien también tuvo su 'beef' con Yung Beef, quien, a su vez, pidió la retirada del libro de Ernesto Castro por utilizar su imagen sin permiso. "El mensaje de muchas de las canciones de las traperas es que 'lo importante es ser una puta, ganar dinero y tener un 'daddy' que te pague las copas y las rayas', lamenta Nega, de Los Chikos del Maíz. "Para mí, uno de los problemas en este sentido es la teorización del trap en España por parte de la clase media y de personajes tan siniestros como Ernesto Castro, que es un niño bien que viene de la academia, fascinado por cuatro historias de barrio, y que sueltan burradas como que 'hay más política en unas uñas de gel o en un movimiento de culo' que en lo que sea. Es obvio que este tipo de mensajes no deberían influir tanto en los chavales. Luego, si tú quieres hacerte pajas mentales y decir que mientras la mujer mueve el culo o consigue un 'daddy' que le pague las copas se está empoderando, pues oye, muy bien".
"¿Qué valores transmiten ese tipo de productos culturales?", prosigue. "Es peligroso. En muchas canciones, se trata a la mujer como a una mierda, lo importante eres tú, es la marca de ropa, es tener un buen cuerpo, zapatillas caras y poco más. A la larga, es un discurso nocivo para la juventud. Porque al hípster treintañero le puede hacer gracia, pero lo escucha desde la distancia. Pero, para un chico de 15 años superimpresionable, el ídolo es un referente y se vuelve algo más complicado". Para Nega, la escena del rap y la del trap están perfectamente delimitadas, y lo puede argumentar después de ver cómo la primera ha pasado de ser un género marginal en el circuito de festivales y salas a estar plenamente integrada. "Antes éramos los raritos", bromea.
"Hay cierto pique, porque, dentro del mundillo, todavía tiene más prestigio el rap, porque el trap se sigue viendo como una movida superloca, de chavales descerebrados que no cuidan tanto las letras", explica Nega. "En España, es a ver quién suelta la burrada más gorda y el vídeo más loco. Otra diferencia es que el rap tiene su circuito y el rapero da conciertos y hace salas, mientras que la sensación que yo tengo es que los traperos son más 'instagrammers' que músicos. Sacan el vídeo haciendo la coña en redes, pero tienen menos presencia en festivales —y cada vez menos—, no hacen mucha sala, sino más bien club y discoteca —es más un espectáculo que un concierto—, y muchos hacen 'playback'. Todavía hay cierto salvajismo y espontaneidad, porque además son gente muy joven, y parece que el rap está mucho más profesionalizado. El trap ya no es 'escucho el disco y me voy a un concierto', sino 'lo sigo en redes, veo las chorradas que sube, mira qué vídeo ha hecho este pegándole a otro'... Son más 'instagrammers' que músicos".
Por eso, Nega no tiene claro que pueda ser un movimiento que vaya a perdurar a la larga. "El tiempo lo dirá", pero la realidad, para él, es que es difícil mantener este tipo de actitudes más allá de la veintena y que, además, la moda y la necesidad de fagocitarlo y explotarlo todo de las multinacionales de la música se dirige a una saturación del mercado y ha provocado que haya mucho producto de trap "de dudosa calidad". "A ver si un trapero en 10 años llena un pabellón. Sobre todo, porque es el signo de los tiempos y de una industria de la inmediatez. Además el tipo de actitudes del desfase permanente, de la excentricidad, del histrionismo que demuestran en los vídeos tiene gracia cuando tienes 15 o 20 años. Cuando tienes 25 años o 30, te apetecen otros productos culturales. Pero bueno, el tiempo lo dirá. Ahora mismo, es un producto intrínsecamente juvenil. Aunque también está la crítica especializada, el hípster treintañero, con barbas, que escribe en 'Vice', fascinado por las historias que cuentan chavales de 15 años, que me parece algo turbio".
Sin embargo, Nega también concede que empezó a escuchar música trap con prejuicios pero que, poco a poco, ha ido encontrando artistas a los que admira. "Como buen 'boomer' que soy, tenía bastantes prejuicios hacia el trap. Hay mucha diferencia a nivel de producción y a nivel musical con el rap. Además de la actitud y las letras, que siempre están más trabajadas. Pero esos prejuicios me los he ido quitando. En el trap, pasa como en todo: hay cosas buenas y cosas malas. El hecho de que se haya convertido en un producto 'mainstream' ha hecho que haya mucha basura. Pero yo ahora escucho mucho trap americano, como XXXTentacion —leí un libro sobre su vida, que fue muy turbia y muy interesante [lo asesinaron a tiros en 2018]—. Cuesta educar el oído, porque nosotros venimos de otra tradición, otro tipo de cajas, otro tipo de producciones y sonidos; a mí al principio me costaba hacerme a esos bajos saturados, pero si te das una oportunidad, puedes encontrar cosas interesantes. También me gusta J. Cole, que apareció en el disco de Gang Starr y me enganchó. Hay mucho prejuicio, porque la tendencia mayoritaria en el trap es hablar de las chicas, las drogas y el exceso, pero también hay traperos, como el propio Cole, cuya actitud es otro rollo".
"También ha habido muchos raperos que se han puesto a hacer rap sobre bases de trap, como puede ser Eminem, que es una bestia parda", aplaude. "Yo creo que es una cuestión generacional: a las nuevas generaciones nos cuesta adaptar el oído a las nuevas tendencias. Pero sí que creo que lo mayoritario es este discurso hedonista que ya estaba en el rap pero que no era el único. Todo eso de los coches, las chicas, las drogas, las pistolas, la violencia, ya estaba inventado. Pero había una tradición de toda la Costa Este de Nueva York, de todo lo que hay entre Public Enemy y Nas, que propiciaba otra actitud. En España, al igual que en Estados Unidos, el trap que lo peta es el de 'putas, drogas y violencia'. Aquí no ha salido todavía un J. Cole o un Logic, ese es el problema".
¿Trap o rap? La guerra de la música urbana está en la calle.
C Tangana acaba de sacar nuevo 'single'. 'Comerte entera', se titula, y la canta con el brasileño Toquinho a la guitarra. "No puedo más que pensar/ en tu culo al pasar/ rebotando", entona a ritmo de una melodía que se mueve entre la bossa nova y el funk brasileño. Una forma de distanciarse aún más de una etiqueta, la de 'trapero', con la que nunca se ha sentido cómodo y de la que intenta huir, buscando su personalidad al margen de una ola que ha elevado la música urbana hasta las marquesinas y las lonas del centro de Madrid. De Madrid al cielo, y con la vista puesta, todavía, más allá. Porque algunos de sus estribillos más tarareados fueron aquellos de 'París', en los que soñaba con "horas en la cama/ coches de alta gama/ playas en Bahamas". Pero su mánager, Kigo, insiste: el discurso de Tangana busca alejarse ahora mismo de la conversación sobre trap. La realidad es que, en los últimos años, no ha habido un videoclip de Tangana que no se haya convertido en tendencia, más allá de su 'público objetivo'.
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