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Por qué los artículos de Camus en 'Combat' son el acontecimiento editorial del año
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Por qué los artículos de Camus en 'Combat' son el acontecimiento editorial del año

El próximo 21 de enero Debate publicará 'La noche de la verdad', la primera antología en español de los textos juveniles del gran escritor francés

Foto: Albert Camus
Albert Camus

Olvidamos a menudo pequeños detalles. En 1944 los nazis proseguían el exterminio en los campos de la muerte y Albert Camus vivía para elevarse como la conciencia de un mundo coherente y, por ende, utópico. En un país más civilizado sus artículos de 'Combat' hubieran visto la luz mucho antes, por eso su publicación el próximo 21 de enero en Debate debería considerarse como un acontecimiento editorial desde una infinitud de motivos. La voz del Nobel de 1957 resuena aún como un bien atemporal; esta recopilación puede y debe leerse como una crónica autobiográfica, un ensayo escrito a partir del día a día y un alegato inmortal para enhebrar el diálogo entre los seres humanos, defender las verdaderas esencias democráticas y la independencia del periodismo ante la presión de tantos extremos partidistas.

El Camus de 1944 es un joven anómalo, con capacidad de imponerse desde lo intelectual en Francia pese a su origen argelino. Ello fue posible por el inminente cambio de época, con la consecuente renovación de las élites culturales, y una energía insobornable basada en dos axiomas ya emanados por Baudelaire: el derecho a contradecirse e irse. El primero, tan denostado hoy en día, implica evolucionar en su pensamiento y tener la inteligencia de releer la evolución de los eventos, cruciales por la conclusión de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias, con el surgimiento de dos bloques bien definidos en pugna por el poder mundial.

placeholder 'La noche de la verdad' (Debate)
'La noche de la verdad' (Debate)

El autor de 'El extranjero' inició esa fase de su trayectoria desde una vinculación absoluta con la Resistencia, a posteriori pervertida desde el interés patriótico cuando, en realidad, fue el asunto de una minoría heroica en medio de la Ocupación nazi. Combat emerge de este contexto, fundándose en 1941 hasta alcanzar relevancia en agosto de 1944, cuando las piezas editoriales de Camus cobran un curso sólido y más visible en pos de abordar las problemáticas de su contemporaneidad, con unos balbuceos muy determinados hacia la Democracia Popular para orientarse con el transcurso de los meses hacia otros paradigmas más acordes con la idea de un gobierno mundial al asumir la imposibilidad de conservar el viejo concierto de Naciones, mancillado desde la fría división auspiciada en sus letras incluso antes del Telegrama Largo de George F. Kennan o el discurso de Fulton, pronunciado por Winston Churchill el 5 de marzo de 1946.

Depuración, justicia y libertad

La liberación de París, acaecida el 25 de agosto de 1944, fue el preludio de la expulsión de los invasores, y este factor sobrevuela la prosa camusiana de esos meses, hilvanada en torno a reflexiones sobre la construcción de un futuro desde las ruinas del presente, urgido de una purificación nacional con el fin de eliminar de la vida pública todos aquellos colaboradores con el enemigo. La Depuración, en apariencia temible, planteó una agria, aunque lúcida, discusión con François Mauriac. El Premio Nobel de Literatura en 1952 planteaba la caridad como máxima insustituible. Su posición de católico practicante descartaba ejecuciones sumarias si se pretendía un mundo sin heridas del pasado, mientras Camus abogaba por una justicia digna para resarcir a tantos inocentes damnificados por esa traición a los valores democráticos y republicanos, franceses y globales. Este intercambio de golpes es un ejemplo de conversación y enriquecimiento mutuo al permitir el lanzamiento de otras temáticas y converger en alguna ocasión, como cuando ambos firmaron un manifiesto en protesta contra la ejecución del escritor Robert Brasillach.

Camus reflexiona sobre la construcción de un futuro desde las ruinas del presente

Para nuestro protagonista su mayor deseo era la conciliación de la justicia con la libertad. Justicia sería el estado social donde cada individuo tiene igualdad de oportunidades en la casilla de salida, algo sólo probable en un país exento de la indignidad de ser manejado por una minoría de privilegiados. La libertad correspondería a un clima político respetuoso con sus habitantes, sin trabas para exprimirse o, simplemente, ser sin cortapisas, algo elemental, aunque quizá no tanto si se observa el progreso de su filosofía a lo largo de los decenios.

Durante ese periodo abundan las referencias al pueblo alemán, sin derecho a reclamar independencias por carecer de cualquier autocrítica. Esta criminalización sólo se desvanecerá con su visita a los territorios ocupados al comprender su irrelevancia histórica, y con ella la de Europa, sólo reformable si se refundaba fundiéndose en lo económico como antesala a su unión política.

La obsesión española

Camus siempre se significó en su lucha antifascista, y desde su perspectiva Franco debía equipararse a Hitler y Mussolini al aplicar el totalitarismo en la Península Ibérica. A lo largo de 1944 y 1945 las noticias sobre un pronto derrumbe del régimen eran cotidianas en la prensa internacional, hasta anunciar por error la dimisión del dictador, tan cínico como para pedir la incorporación de España a las sucesivas conferencias de paz, algo denegado, así como su ingreso en las Naciones Unidas tras los acuerdos de San Francisco.

placeholder Albert Camus y su hija Catherine (EFE)
Albert Camus y su hija Catherine (EFE)

Para el autor de 'La peste', intuida en estas piezas por miedo a una recaída del caos, la comunidad de los Aliados sólo merecerá un elogio completo si restituye la legalidad republicana y los anglosajones renuncian a sus inversiones en España. La desilusión crece al constatar el fracaso de esos sueños. En 1948 Camus es criticado por Gabriel Marcel por ambientar 'El estado de sitio' en Cádiz y no en la Unión Soviética, replicándole en una de sus últimas contribuciones en 'Combat' con un alegato esgrimido desde el olvido reciente, la prosecución de los fusilamientos contra los vencidos y el ominoso silencioso de las cancillerías occidentales, preparadas para romper rupturas diplomáticas y cierres de fronteras para fortalecer la estrategia anticomunista.

Estas piezas de denuncia son únicas y van contracorriente al espíritu hegemónico

Estas piezas de denuncia son únicas y van contracorriente al espíritu hegemónico de poner una gran venda en los ojos al problema español. Camus recuerda a Lluís Companys, acusa a Francia de proteger a los que lo encarcelaron antes de su periplo por nuestras cárceles e insiste en la nulidad ética de amparar a un golpista en las antípodas del orden conveniente para propiciar una posguerra limpia de lacras, sin regustos a las ideologías derrotadas en el campo de batalla. Cuando le busquen las cosquillas por enfocarse sólo en Franco comenzará a prefigurar su ataque al estalinismo, prematuro en las coordenadas de esos años al ignorarse las atrocidades de los gulags siberianos, causa en los años cincuenta de su disensión con Sartre, defensor a ultranza del comunismo sin atender a otra premisa fundamental expresada por su oponente: un demócrata es aquel con suficiente honestidad como para admitir que su adversario puede tener razón.

Las desilusiones de la posguerra

En su obra teatral 'El malentendido' todo sucede en una pensión donde una familia mata a un inquilino para quedarse con sus enseres, derramándose la tragedia cuando se enteran de haber asesinado al hijo pródigo, retornado al hogar tras una prolongada ausencia. El absurdo irrumpe en el imaginario camusiano con la explosión nuclear de Hiroshima. Si una bomba con el tamaño de un balón de fútbol, tan amado por el escritor, puede destruir una ciudad entera en menos de un segundo es irrelevante establecer argumentos de calado para la reconfiguración mundial tras el suicidio, sobre todo del Viejo Mundo, desarrollado entre 1914 y 1945.

La paz no traerá la calma, sino la múltiple desilusión de las esperanzas, y estas pueden escalonarse de menor a mayor grado. El caso francés se combina con la cuestión colonial y la vergüenza de comprobar cómo en su patria chica los magrebíes son tratados como los reclusos de los campos de exterminio nazi, destacándose como voz alertada ante las represalias de Sétif y Guelma, cuando la metrópolis masacró entre seis mil y veinte mil musulmanes, macabro premio por la participación de tantos en el escenario europeo de la guerra terminada justo el día en que perdieron sus vidas sin ostentar ningún derecho político.

La paz no traerá la calma, sino la múltiple desilusión de las esperanzas

Con estas apreciaciones exhibe la clarividencia de sospechar otros trances venideros y demonizar la obstinación en no decretar una tabula rasa a la colonización. Después de Argelia llegará Indochina y tras esta, en 1954, el dado retornará a ese origen del malestar, incomprendido y advertido tanto por Camus como por De Gaulle, ambos de acuerdo en priorizar Francia desde Europa, desolada tras la tormenta bélica y sin remedio como el resto del Orbe, reacio a la quimera, practicada por el literato, de situarse en un punto intermedio entre víctimas y verdugos. La muerte de nuestros semejantes no se esfumará jamás mientras poblemos el valle de lágrimas; su lamento estriba en la intuición de un fanatismo antagónico donde tomar partido es causarla o acatarla por los azares de la geopolítica, acelerada hacia un panorama sembrado de una tensión latente e in crescendo bien acompañada por el ruido de sables, como si de nada hubiera servido la lección de tantos millones de recientes cadáveres.

Camus se desligó de 'Combat' en 1947 al ser fiel a sus dogmas de militar en la moral, sin encuadrarse en ninguna formación. Sólo volvió durante un leve interludio para sepultar la defunción de sus planteamientos en la superficie y reafirmar a la ONU como un espejismo tras el arresto de Garry Davis, quien renunció a su nacionalidad estadounidense para reclamar una gobernanza mundial con el objetivo de alcanzar un pacifismo desprovisto de imperialismos. Si una organización instituida para ese cometido lo negaba no había espacio alguno para tolerarla al ser otro engranaje más en la cadena del terror.

Los artículos de 'Combat' son el esplendor del primer Albert Camus. Para dibujar su paisaje definitivo aún quedan muchos huecos, aunque estas páginas inéditas hasta ahora en España ya anuncian sus posturas de los años cincuenta, cuando su valentía al reprobar a sus compañeros de viaje ideológico le supuso un ostracismo a subsanar en nuestro siglo, donde debiera ser un referente no sólo citado, sino leído con esmerada atención.

Olvidamos a menudo pequeños detalles. En 1944 los nazis proseguían el exterminio en los campos de la muerte y Albert Camus vivía para elevarse como la conciencia de un mundo coherente y, por ende, utópico. En un país más civilizado sus artículos de 'Combat' hubieran visto la luz mucho antes, por eso su publicación el próximo 21 de enero en Debate debería considerarse como un acontecimiento editorial desde una infinitud de motivos. La voz del Nobel de 1957 resuena aún como un bien atemporal; esta recopilación puede y debe leerse como una crónica autobiográfica, un ensayo escrito a partir del día a día y un alegato inmortal para enhebrar el diálogo entre los seres humanos, defender las verdaderas esencias democráticas y la independencia del periodismo ante la presión de tantos extremos partidistas.