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Los libreros de la Casa del Libro: "Nos estamos convirtiendo en un supermercado"
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Los libreros de la Casa del Libro: "Nos estamos convirtiendo en un supermercado"

Los trabajadores de esta cadena de librerías se quejan del acuerdo alcanzado con Glovo y del deterioro de su empleo

Foto: Una tienda de Casa del Libro en Madrid
Una tienda de Casa del Libro en Madrid

Cuando Carlos -nombre falso- entró hace un par de semanas en la tienda de Casa del Libro en la que trabaja, le dijeron que habían cambiado el uniforme para los libreros. Ya no llevarían más el popular chaleco verde, sino una especie de peto con correa alrededor del cuello y un espacio en el centro en el que podría ir publicidad. Para Carlos, como para muchos otros de sus compañeros, aquello, “aunque puede resultar banal, fue la gota que colmó el vaso: no te puedes agachar, moverte… y nosotros hacemos mucho trabajo físico. ¿Y además éramos objetos publicitarios?”, relata a El Confidencial. El 'mandil', como ellos le llaman, se sumaba a la otra crisis que se había abierto para estos trabajadores cuando conocieron el acuerdo con Glovo para el envío de libros, como informó este periódico la semana pasada. “Ahora nosotros tenemos que preparar esos libros para que esa gente siga explotada. Nos hemos convertido en un supermercado”, dice con mucho enfado Ángela, otra librera (todos los nombres que aparecen en el reportaje no son reales, puesto que los trabajadores prefieren mantenerse en el anonimato ante posibles repercusiones).

En los últimos días estos trabajadores, en representación “de una gran mayoría de las tiendas” -algunos en asociaciones sindicales y otros no- se han dirigido a este periódico para plasmar su indignación con respecto a la cadena de librerías Casa del Libro. “Porque ya son muchos años en los que esto no ha hecho más que empeorar. Yo llevo más de diez años y desde 2011 todo ha ido a peor”, afirma Carlos. El mandil y Glovo son, para ellos, la puntilla. “Nuestras condiciones son precarias, y además ahora le preparamos los paquetes a los de Glovo, cuyo trabajo ya no es precario, sino que es retrotraerse a las novelas de Dickens. Los mensajeros antes estaban esperando delante del Mcdonalds y ahora esperarán delante de la Casa del Libro”, indica Ángela.

Nuestras condiciones son precarias, y además ahora le preparamos los paquetes a los de Glovo, que ya es retrotraerse a las novelas de Dickens

Trabajadores de varias tiendas de toda España han enviado emails a recursos humanos de la empresa, según ha podido comprobar El Confidencial, con quejas, principalmente en relación con los nuevos uniformes - “el símbolo de esa precarización”-. En estos emails señalan que “consideramos que no debe ser una decisión tomada de forma unilateral, puesto que nadie ha preguntado a los empleados acerca de este tema”. Asimismo se incide en que “debemos tener en cuenta el posible efecto negativo que puede traer para nuestras librerías, ya que perdemos credibilidad como libreros de referencia, al convertirnos en soporte publicitario”. Los trabajadores señalan que “no hemos recibido ninguna respuesta oficial” a través de estos canales de comunicación -no hay respuesta a los emails-, solamente mediante una aplicación interna les han contestado que, en principio, ese espacio no irá para publicidad.

Desde El Confidencial nos hemos puesto en contacto con Casa del Libro para manifestarles estas declaraciones por parte de los trabajadores, pero no hemos obtenido respuesta.

Peores condiciones

El problema primario para los libreros radica en que al frente de esta cadena “no hay una persona del sector del libro. Ahora el director general es Javier Arrevola, que pertenece al mundo del textil”, indica Carlos, que comenta que en los últimos años otros directores tampoco venían del sector e “incluso hubo quien puso una sección de perfumería y nos dieron hasta un curso para echar crema. Menos mal que aquello fracasó y lo quitaron”. Fue en 2005 cuando Rosario Albarrán, entonces la directora general, fue despedida. Ella había empezado como librera y había alcanzado el máximo puesto de responsabilidad en una época de expansión y de crecimiento en el entorno digital. Como recalcaba una crónica del diario El Mundo de aquellos días, hubo quejas por aquel despido, ya que se reconocía a Albarrán como “una figura que daba argumento humano a la empresa". "La gran incógnita ahora es el futuro de Casa del Libro", añadían las fuentes citadas.

placeholder El mandil de la discordia
El mandil de la discordia

Y el futuro, para los trabajadores, no ha sido muy halagüeño. Incluso desde las horas de trabajo. “Hay personas que trabajan 40 horas y otras que trabajan 20 horas, a tiempo parcial. Antes, con 40 horas, cuando trabajabas un domingo tenías derecho a un día libre. Eso se cambió por cobrar como un domingo, pero sin derecho a día libre. Ahora con los nuevos contratos no cobras y te devuelven las horas, pero no tienes derecho a un día más. Para los de 20 horas ni siquiera les devuelven las horas. Es un día normal”, explica Carlos.

Sin medidas de seguridad

Las condiciones, además, han empeorado con la pandemia. Explican que han estado todos los libreros en ERTE y que los últimos “se están incorporando ahora, en diciembre”, sostiene Ángela. A eso se suma que la empresa no ha reforzado las medidas de seguridad. “Tenemos una mascarilla a la semana. No hay renovación de aire en las librerías. En nuestra tienda el sótano, en el que también se venden libros, no tiene ni ventanas ni ningún tipo de salida al exterior. Y la limpieza es insuficiente. Hemos tenido contagiados y no ha habido ningún refuerzo en la limpieza”, admite Elena, que también se queja de que la librería no haya dispuesto siquiera de personal para controlar el aforo. “Esa labor la tenemos que hacer ahora nosotros. Y es un estrés porque no puedes estar contando el aforo, atendiendo, buscando libros, empaquetando libros…”, añade.

A veces, dicen, pueden estar cinco en toda la tienda e incluso una persona solo por planta

Dan números. Una tienda grande de una ciudad importante llega a tener unos veinte libreros, pero sostienen que nunca están todos. A veces, dicen, pueden estar cinco en toda la tienda e incluso una persona solo por planta. “Y son tiendas de hasta 900 metros cuadrados”, estima una de las libreras, que insiste en que se ha solicitado más personal.

También, en gran parte, porque es verdad que en los últimos meses la venta online ha crecido bastante, datos que ha ofrecido la propia Casa del Libro. El problema es que esto ha traído consecuencias para los libreros. “Funcionamos como almacén de la web, es decir, lo que no tienen en el almacén de logística, se pide a las tiendas. El otro día se pidieron hasta 200 títulos y ese es un pedido que tenemos que gestionar nosotros a la vez que atendemos a una barbaridad de personas”, comenta Elena, que dice que hace solo unos días tuvieron que hacer frente a siete palés de mercancías y al mismo tiempo gestionar las peticiones por Internet.

"Con la venta online tenemos que encontrar el tiempo para encontrar el libro, reservarlo, prepararlo…y a veces no encontramos el tiempo"

En cuanto a los tiempos, esos lapsos de dos horas o como ahora de media hora, según el acuerdo alcanzado con Glovo, para que se entreguen los libros, también repercute a los libreros. “Eso es una gestión humana y tenemos que encontrar el tiempo para ver esa solicitud, encontrar el libro, reservarlo, prepararlo…y a veces no encontramos el tiempo, entonces llega el cliente y no está el libro preparado… Y somos nosotros los que nos llevamos las quejas”, manifiesta Cristina. “Nosotros no tenemos acceso a la información ni a devolverle el dinero… no podemos hacer otra cosa que aguantar la queja. Esto ocurre porque muchas veces el cliente no consigue ponerse en contacto online con nadie y acaba viniendo a la tienda. Y nosotros somos el contacto directo con la gente que viene enfadada”, indica Elena.

Un fondo… perdido

Todas estas cuestiones se están reflejando en el fondo de la librería -los libros que no son novedades-, posiblemente uno de los mejores que ha habido en España. La Casa del Libro ha sido referente para muchos lectores a la hora de buscar libros que no habían sido publicados en los últimos meses. Es una casa con solera desde 1923, cuandio abrió la tienda de Gran Vía, en Madrid, el gran buque insignia. Y durante mucho tiempo ha refrendado la idea de que es una cadena únicamente de libros, en contraposición a otros competidores. “Si no lo tenéis vosotros no lo tiene nadie” es una frase que se ha dicho mucho y eso se ha quedado en el imaginario gracias a los libreros que con esfuerzo intentan traer los libros, pero la realidad es que la política es quitar el fondo”, admite Elena. “El otro día me pidieron cinco libros y no tenía ninguno. Y eran de Truman Capote y Dostoievski. Y así todos los días”, comenta Cristina.

"El otro día me pidieron cinco libros y no tenía ninguno. Y eran de Truman Capote y Dostoievski. Y así todos los días”

Los libreros observan que hay órdenes para que los libros “se devuelvan a las dos semanas” con lo que al final la librería acaba teniendo únicamente la ultimísima novedad. Esta es la verdadera pescadilla que se muerde la cola en el sector editorial. “Como las devoluciones se pagan a 90 días lo que hacen es hacer las devoluciones para ganar dinero”, indica Ángela. El chiste sería el de los libros que entran por los que salen, pero la realidad es que esto lo que consigue es acabar con el fondo y mantener solamente los libros de la última hornada. Y esta última hornada cada vez, además, dura menos en las librerías. De ahí que sea complicado encontrar libros que tienen más de un año. “Y el problema es que tampoco se compra fondo”, revela otra de las libreras.

placeholder Acción publicitaria en Casa del Libro con varios autores ejerciendo de libreros hace unos días (EFE)
Acción publicitaria en Casa del Libro con varios autores ejerciendo de libreros hace unos días (EFE)

Con toda esta problemática, los trabajadores ven con temor lo que puede acabar sucediendo el próximo año. Ya saben que una de las 47 tiendas, la que se encuentra en la calle Maestro Victoria, en Madrid, cerrará. En este local había once trabajadores, de los cuales tres han acordado el despido. Los ocho restantes serán repartidos en las otras tiendas, según ha asegurado la empresa. “Esto supondrá que el presupuesto de esas tiendas suba. Ahora con un presupuesto más alto, no vamos a llegar. Y claro, si no se llega habrá despidos”, manifiesta Carlos.

De fondo hay cierta tristeza. Todos manifiestan su amor por los libros y les apena que un lugar como Casa del Libro haya llegado a esta situación. “Es que estamos hablando de libros, de cultura… Yo siempre quise trabajar aquí…”, recalcan. En resumen: hartazgo y pena.

Cuando Carlos -nombre falso- entró hace un par de semanas en la tienda de Casa del Libro en la que trabaja, le dijeron que habían cambiado el uniforme para los libreros. Ya no llevarían más el popular chaleco verde, sino una especie de peto con correa alrededor del cuello y un espacio en el centro en el que podría ir publicidad. Para Carlos, como para muchos otros de sus compañeros, aquello, “aunque puede resultar banal, fue la gota que colmó el vaso: no te puedes agachar, moverte… y nosotros hacemos mucho trabajo físico. ¿Y además éramos objetos publicitarios?”, relata a El Confidencial. El 'mandil', como ellos le llaman, se sumaba a la otra crisis que se había abierto para estos trabajadores cuando conocieron el acuerdo con Glovo para el envío de libros, como informó este periódico la semana pasada. “Ahora nosotros tenemos que preparar esos libros para que esa gente siga explotada. Nos hemos convertido en un supermercado”, dice con mucho enfado Ángela, otra librera (todos los nombres que aparecen en el reportaje no son reales, puesto que los trabajadores prefieren mantenerse en el anonimato ante posibles repercusiones).