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Violaciones y prostitutas: así cayó Strauss-Kahn, el que pudo ser presidente francés
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Violaciones y prostitutas: así cayó Strauss-Kahn, el que pudo ser presidente francés

La nueva serie documental de Netflix, 'El imputado de la habitación 2806', devuelve a la actualidad el caso del que fuera presidente del FMI

Foto: Dominique Strauss-Kahn en 2015. (Reuters)
Dominique Strauss-Kahn en 2015. (Reuters)

En Francia, uno de los requisitos fundamentales para llegar a la Presidencia es el de ser un pichabrava. Si hasta Françoise Hollande, con esa cara de contable coleccionista de coleópteros, presume de un historial de conquistas y relaciones solapadas entre las que se encuentran políticas de primer nivel (Ségolène Royale), periodistas influyentes (Valérie Trierweiler) y actrices (Julie Gayet), todas ellas de pisada fuerte y tacón alto. En el hipotálamo de los franceses, casi tanto como la baguette -giro de índice y pulgar- está incrustada la cultura del seductor, del bon vivant amante de los placeres de la vida: un buen vino, un buen queso y una buena colección de muescas en el cabecero estilo Pompadour. Las amigas entrañables son en Francia lo que en España las tarjetas black.

Por eso nadie se echó las manos a la cabeza cuando los rumores empezaron a acorralar a Dominique Strauss-Kahn. A principios de los 2010, Strauss-Kahn era el futuro inmediato del socialismo francés. Con Sarkozy en sus horas más bajas -giro de índice y pulgar-, el entonces director gerente del Fondo Monetario Internacional se posicionó como el principal candidato del centro-izquierda para las Elecciones Presidenciales de 2012. Como alternativa, la flema hollandiana intentaba abrirse hueco en un Partido Socialista entregado a un hombre que había gestionado desde el FMI la peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial, que había sido uno de los ministros más sobresalientes de los gobiernos de Mitterrand y Chirac y que, además, contaba con sus propias siglas, "DSK", como todo Francia lo conocía -y lo conoce-. Pero ese futuro prometedor colapsó como un castillo de macarons en un solo día, el 14 de mayo de 2011.

Porque esta vez el futurible presidente de Francia no se metió en un lío de faldas, sino que se le acusó de un delito de violación a Nafissatou Diallo, una inmigrante analfabeta y madre soltera procedente de Guinea Conakry, quien trabajaba como limpiadora en el Hotel Sofitel de Nueva York en el que se alojó. La serie documental 'El imputado de la habitación 2806', estrenada en Netflix, recupera la trayectoria vital y política de Strauss-Kahn para arrojar algo de luz sobre el caso y sobre la figura de un político que no es ajeno a los procesos judiciales, pero sí a las condenas en firme. En sus cuatro capítulos, dirigidos por Jalil Lespert -responsable del biopic 'Yves Saint Laurent'-, la serie documental traza un perfil de un político procedente de una familia de periodistas y juristas que a base de esfuerzo, inteligencia y ambición llega a lo más alto... y que por sus egolatría, impunidad e inmoralidad acaba envuelto en varios casos relacionados con los abusos sexuales y el proxenetismo.

'El imputado de la habitación 2806' juega constantemente con los prejuicios y apriorismos del espectador. Si en el capítulo donde muestran las imágenes de las cámaras de circuito cerrado conducen a pensar en la culpabilidad indiscutible del político, la serie también recoge las teorías conspirativas de las que se hicieron eco los medios de comunicación y que relacionaban a Diallo -recordemos que analfabeta y sin recursos- con Nicolas Sarkozy en una jugada para desestabilizar y quitarse de en medio a su principal rival. Entre hechos probados y teorías cada vez más locas por parte de la defensa y la Fiscalía, el documental navega entre cuestiones más preocupantes y profundas: la culpabilización de las posibles víctimas, la posibilidad del poder de manejar los medios de comunicación y las corrientes de opinión, la inequidad del sistema judicial estadounidense y, sobre todo, la impunidad con la que los ricos y poderosos pueden vivir por encima de la Ley.

placeholder Diallo en una comparecencia durante el proceso DSK. (Netflix)
Diallo en una comparecencia durante el proceso DSK. (Netflix)

La única forma que tuvo una inmigrante pobre de enfrentarse a un político multimillonario fue gracias a la intervención de un grupo de abogados de alto nivel que se ofrecieron a defender a su "hermana" negra. La unión de los colectivos por cuestiones identitarias es la única salida que deja un sistema judicial al que se accede a base de talonario. Quien está bien relacionado con el poder tiene un mayor acceso a dar su versión -aunque sea intoxicada- a los medios de comunicación y éstos de reconducir la corriente de opinión. De Diallo se llegó a decir también que era una prostituta que formaba parte de una red de limpiadoras-prostitutas a nivel nacional y que había denunciado a Strauss-Kahn porque no había recibido el pago convenido.

En el retrato íntimo de Strauss-Kahn aparecen amigos, colaboradores, ministros que lo apoyan y aseguran que era un líder diligente y preciso. Ese retrato es el que suaviza las acusaciones contra él, primero por el caso Sofitel y luego por su imputación en el caso Carlton por -él sí- proxenetismo: su nombre apareció en una red que organizaba orgías con prostitutas de alto nivel y empresarios y políticos de más alto nivel todavía. Pero ningún familiar ni ningún amigo cercano sale a defender a Diallo y a ofrecer la mejor cara de ella, más allá de la versión de sus abogados, que tiene que competir contra las de la fiscalía y la defensa, que arrojan sospechas de conspiración, prostitución y tráfico de drogas sobre la -¿presunta?- víctima.

placeholder Dominique Strauss-Kahn y Myriam L'Aouffir en Cannes en 2013. (Reuters)
Dominique Strauss-Kahn y Myriam L'Aouffir en Cannes en 2013. (Reuters)

El escándalo llevó a Strauss-Kahn a pasar apenas unos días en una prisión -eso sí- de máxima seguridad en Estados Unidos. Su entonces mujer, la periodista Anne Sinclair -multimillonaria de familia, nieta de Paul Rosenberg, marchante de Picasso- le alquiló un súper apartamento en Tribeca por el que pagaban 35.000 dólares al mes, donde permaneció en arresto domiciliario hasta el final del juicio. La Fiscalía en un extraño movimiento adujo que como Diallo había mentido en su solicitud de asilo para entrar en Estados Unidos y escapar de la guerra de Guinea Conakry -dijo que había sido violada en grupo por unos guerrilleros-, su testimonio no tenía ninguna fiabilidad y no seguirían adelante con el juicio. ¡La Fiscalía! Sin embargo, al parecer, el testimonio de Strauss-Kahn sí podía considerarse fiable. Cuando volvió a Francia, la prensa lo recibió como a un mártir.

Por el documental también aparece Tristane Banon, una joven periodista de la que -también supustamente- DSK intentó abusar cuando ella comenzaba su carrera en 'Paris Match' y él la citó en un apartamento para una entrevista. Por cierto -y sólo porque viene a colación-, Strauss-Kahn había tenido un 'affaire' con la madre de Banon, una diputada del Partido Socialista. Y el testimonio de Mounia R., una mujer que ejerce la prostitución y que apenas puede contar su encuentro sexual con el político, al que califica como "terriblemente violento".

placeholder Mouna R. en otro momento de la serie. (Netflix)
Mouna R. en otro momento de la serie. (Netflix)

La defensa de DSK siempre alegó que el político era víctima de una caza de brujas, de una moralina decimonónica que coartaba las libertades sexuales de su cliente. Y él sigue defendiendo su inocencia y afirmando que no puede criticársele como político por su condición de seductor. Hoy, la gran promesa del socialismo francés vive de asesorar políticos africanos. Su mujer, Anne Sinclair, se divorció poco después de la resolución del no-juicio. Sólo dos años después, el pobre DSK, defenestrado DSK, se paseaba por las alfombras rojas de Cannes. Ésa ha sido su penitencia, su condena. Y ahora amenaza con volver con un documental para dar su versión de los hechos. Como si la que vendió a todo aquel que quiso escucharle -es decir, todos- no fuese suya.

En Francia, uno de los requisitos fundamentales para llegar a la Presidencia es el de ser un pichabrava. Si hasta Françoise Hollande, con esa cara de contable coleccionista de coleópteros, presume de un historial de conquistas y relaciones solapadas entre las que se encuentran políticas de primer nivel (Ségolène Royale), periodistas influyentes (Valérie Trierweiler) y actrices (Julie Gayet), todas ellas de pisada fuerte y tacón alto. En el hipotálamo de los franceses, casi tanto como la baguette -giro de índice y pulgar- está incrustada la cultura del seductor, del bon vivant amante de los placeres de la vida: un buen vino, un buen queso y una buena colección de muescas en el cabecero estilo Pompadour. Las amigas entrañables son en Francia lo que en España las tarjetas black.

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