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Kulumbegashvili: la nueva estrella del cine de autor es una mujer de la remota Georgia
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ESTRENA 'BEGINNING'

Kulumbegashvili: la nueva estrella del cine de autor es una mujer de la remota Georgia

Tiene 34 años y su òpera prima, 'Beginning', es la película más premiada de la historia del Festival de San Sebastián

Foto: Dea Kulumbegashvili en la pasada edición de San Sebastián cuando presentó 'Dasatskisi'. (EFE)
Dea Kulumbegashvili en la pasada edición de San Sebastián cuando presentó 'Dasatskisi'. (EFE)

Debe de pesar sobre los hombros la responsabilidad de salvar el cine de autor, el cine de vanguardia, el cine independiente cuando con treinta y cuatro años y un primer largomatraje, tu nombre y tu cine copan los festivales, las revistas especializadas y hasta las conversaciones de pareja. Dea Kulumbegashvili llegó al Festival de San Sebastián con el apocamiento de un país periférico -Georgia-, de esos que al pito pito en la calle Preciados pocos sabrían colocar en un mapa, y de una directora novel que competía con los Vinterberg, los Allen, los Ozon y los Trueba de la programación.

Sin pandemia de por medio, 'Beginning' -'Dasatskisi', en georginao-, su ópera prima, habría acabado en la parrilla de un Cannes que no pudo ser y en el que ya había participado con su primer cortometraje, 'Ukhilavi sivrtseebi' (2014), nominado a la Palma de Oro. Acabó en Donosti y en los corrillos se hablaba de "la joya de tapadillo", de una película tan especial pero tan difícil de clasificar que, en el futurible palmarés, basculaba entre el todo y la nada, sin grises. Acabó arrasando con cuatro premios, entre ellos la Concha de Oro, y se convirtió en el título más galardonado de la historia del certamen. Y todavía se puede ver en el cine.

Un drama oscuro, seco y radical protagonizado por Ia Sukhitashvili, que interpreta a Yana, la esposa de un servidor ministerial de los Testigos de Jehová en una comunidad rural de Georgia, que se queda en casa con su hijo mientras su marido viaja a la capital a pedir un crédito para reparar el edificio de la congregación tras sufrir un atentado. Kulumbegashvili sigue a Yana en su rutina diaria: enseñando catequesis a los más pequeños, revisando las facturas, y la cotidianidad se torna siniestra cuando un policía se presenta en su casa para preguntar por el ataque. La indefensión de una mujer en su propio hogar, la incomprensión y la soledad para superar un trauma se hacen palpables en un país en el que, además, ha existido una persecución histórica contra los Testigos de Jehová, a lo que hay que sumar la vista gorda de las autoridades en lo que respecta.

Con una apuesta radical en fondo y forma, Kulumbegashvili ha conseguido el favor de la mayor parte de la crítica internacional y el fin de semana pasado estrenó por fin su película en España. Desde su casa en Georgia y tras más de 24 horas de viaje fallido a causa de las medidas anticovid, Kulumbegashvili habla con El Confidencial de cine, de religión, de nacionalismo, de feminismo y de lo que se tercie. Cuenta Kulumbegashvili que no ha notado demasiado la resaca post San Sebastián. Que en un año de confinamiento y pandemia, no ha sentido tampoco que haya conseguido los premios y la atención de la prensa. "Además, a mí me gusta estar en casa. No me gusta mucho ir a los festivales y eso de hacer 'networking' y tener que hablar con gente que no conoces. Soy más de estar en mi casa, con mi familia, a losque les digo que me han seleccionado en Cannes y me contestan: 'Ah, pues muy bien, hija'.

[Aquí puedes leer la crítica de 'Beginning']

Su relación con el cine es tardía. Pasó su infancia en una Georgia que estaba inmersa en una guerra civil tras la caída de la Unión Soviética, donde casi no había electricidad, tampoco mucha comida y, mucho menos, salas de cine. Hasta que no cumplió 20 años no empezó a ver películas con asiduidad. Los grandes cineastas siempre dicen que para hacer películas hay que haber visto mucho cine antes, pero Kulumbegashvili entronca en este sentido con una directora como Agnès Varda, que fue espectadora tardía y sin vergüenza.

Aunque Kulumbegashvili nació y se crió en la Georgia rural, estudió Ciencias de la Información en The New School de Nueva York y Dirección de cine en la Universidad de Columbia, y sus cortometrajes y películas han contado con parte de financiación francesa. Para una directora que insiste en rodar en su país y su idioma y que reniega de la visión de espectáculo de masas de Hollywood, estudiar en Estados Unidos supuso un gran shock. "La primera vez que fui a Nueva York fue para hacer Comunicación Audiovisual, que era una carrera más abierta, pero Dirección de Cine en Columbia era mucho más rígida, porque para ellos había una sola forma de cine, una sola forma de narrativa. Fue a la vez interesante y poco interesante. No era lo que quería hacer", admite. "Entendí que en Estados Unidos la educación es una inversión en el sentido de negocio, es decir, que todo el mundo espera recuperar el dinero invertido en su formación. Yo vengo de una antigua república soviética, donde la educación representa una idea más romántica, no tan material. Mi familia siempre me inculcó la idea de que ir a la universidad era una forma de enriquecimiento intelectual".

placeholder Dea Kulumbegashvili en el Festival de San Sebastián. (Efe)
Dea Kulumbegashvili en el Festival de San Sebastián. (Efe)

De aquellos tiempos recuerda que no hizo muchos amigos, pero sí los suficientes: a su productor y su director de fotografía los conoció allí. "Nadie hablaba con ellos ni conmigo, y nos hicimos muy amigos. Pensaban que éramos demasiado románticos en la visión del cine", reconoce. Y aunque considera que el cine es connaturalmente político, rechaza el cine ideológico. "Ahora mismo en Europa y en Estados Unidos encuentras muchos colectivos cinematográficos. Pero, para mí, viniendo de donde vengo, la palabra 'colectivo' ya me pone en guardia. Pero sé que es algo basado en prejuicios. Creo que la ideología puede ser peligrosa, pero que es imposible separar el cine de la política, porque hacer películas es una cuestión política".

En un año en el que las directoras noveles se han llevado los principales reconocimientos en los festivales de cine europeos, Kulumbegashvili se plantea el papel de estas nuevas voces dentro de la industria cinematográfica. "Cuando decimos que la industria se está abriendo estamos dando por hecho que hay gente que representa a la industria que está 'permitiendo' a las mujeres entrar en ella. Creo que es muy interesante que haya cada vez más mujeres que hagan cine con historias o temas que tengan que ver con lo que la mayoría de la gente de la industria espera de las mujeres directoras. Las películas que estamos viendo son muy personales y siento que ya no existe esa negociación que había antes. Durante la producción de 'Beginning' acabé harta de justificar mi visión y los comentarios que recibía tenían que ver con la apreciación sobre el atractivo o no de la protagonista. Y me di cuenta que había algo muy negativo sobre el papel de la mujer que espera una industria a la que, a lo mejor, ya no quiero pertenecer".

Me di cuenta que había algo muy negativo sobre el papel de la mujer que espera una industria a la que, a lo mejor, ya no quiero pertenecer

En una ponencia en un festival alemán en el que participó la directora recientemente junto a otras compañeras se encontró que muchas de ellas no querían que su cine ni ellas llevasen aparejado por defecto la etiqueta de "feminista". "Me pareció extraño, pero ellas saben por qué lo dicen. Cuando eres una mujer haciendo películas con mujeres, la industria inmediatamente te pone en la caja de directora que hace una película pequeña para que nosotros nos sintamos bien porque dejamos que exista este tipo de cine. 'Nosotros podemos seguir haciendo lo que hacemos porque dejamos que ellas hagan lo suyo'. Y, encima, ¡hay hombres que se quejan! Directores, incluso amigos míos, que me dicen que es más fácil para mí entrar en los festivales por las cuotas. Dicen que hay muchas películas malas dirigidas por mujeres en los festivales. Pero es que durante 100 años ha habido películas dirigidas por hombres heterosexuales que tampoco eran tan buenas y allí estaban. Pues, ¡acostumbraos a que nos toque ahora a nosotras!".

placeholder Cartel de 'Beginning'
Cartel de 'Beginning'

Afirma la directora que le motiva colocarse en situaciones incómodas y, probablemente por eso, eligió inmiscuirse en una comunidad tan hermética como la de los Testigos de Jehová. "Es muy cerrada, en general. No fue fácil entrar. Y estoy segura que cuando ‘Beginning’ se estrene en Georgia me tocará enfrentarme a sus preguntas", admite. "Me dieron la oportunidad de ver varios de sus encuentros cuando les planteé que estaba haciendo una película, pero, en general, su actitud fue algo suspicaz".

Directores, incluso amigos míos, que me dicen que es más fácil para mí entrar en los festivales por las cuotas

"Antes de pensar la película me acordé de una compañera mía de clase que era Testigo de Jehová, y recuerdo que me contó que creía en el Armagedón y me lo describía con detalles muy gráficos", prosigue. "Me chocó mucho pensar en una dios que permitiría, en teoría, matar a toda la Humanidad salvo a un grupo muy reducido. ¿Por qué habría que querer a un dios así? Y luego me contó la dificultad que era sentirte extranjera en tu propia tierra por tus creencias, que es lo que les ocurre a muchos testigos de Jehová. En Georgia somos tan cristianos que en cuanto te cambias de religión pierdes parte de tu identidad".

La cuestión religiosa siempre ha estado muy presente en los proyectos de la georgiana. "Siempre me ha interesado la jerarquía en las estructuras religiosas habituales. El ser humano ha vivido una revolución sexual, una revolución tecnológica e incluso cabría la posibilidad de reubicarnos en otro planeta, pero la idea de un dios inalcanzable sigue estando profundamente incorporada en nosotros, casi como si estuviera en nuestro ADN. Para mí es muy importante este tema, el de en qué parte de la naturaleza humana reside esa profunda necesidad de creer en un dios superior y todopoderoso".

A Kulumbegashvili también le sorprende que su película haya descubierto al público una realidad que, para la mayoría, es ajena. "Me resulta muy extraño, porque en el siglo XXI tenemos disponibles tantos medios de comunicación y tantas plataformas que deberíamos conocer otras realidades que, aparentemente, no conocemos. Hay un gran conflicto con la industria del cine, que hoy en día llega a todos los lados, más que nunca, pero por otro lado produce contenido -ya sólo llamarlo 'contenido' me parece horroroso- tan prediseñado...", lamenta. "Por eso creo que hay experiencias que sólo pueden vivirse en el cine, y por eso creo que hay que defender el cine, no sólo contenido".

Debe de pesar sobre los hombros la responsabilidad de salvar el cine de autor, el cine de vanguardia, el cine independiente cuando con treinta y cuatro años y un primer largomatraje, tu nombre y tu cine copan los festivales, las revistas especializadas y hasta las conversaciones de pareja. Dea Kulumbegashvili llegó al Festival de San Sebastián con el apocamiento de un país periférico -Georgia-, de esos que al pito pito en la calle Preciados pocos sabrían colocar en un mapa, y de una directora novel que competía con los Vinterberg, los Allen, los Ozon y los Trueba de la programación.

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