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De Ciudad Real al Grammy latino: el futuro de la música para niños es manchego
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VELETA ROJA PUEDEN GANAR ESTE JUEVES

De Ciudad Real al Grammy latino: el futuro de la música para niños es manchego

El trío afincado en la capital manchega se enterará esta semana si ha conseguido el máximo reconocimiento por su trabajo 'Sonidos que cuentan'

Foto: Carlos Cano, Aldo Méndez y Hernán Milla.
Carlos Cano, Aldo Méndez y Hernán Milla.

Hace unos 20 años, dos cubanos se encontraron en el metro de Madrid tras una visita al consulado de su país. No es un chiste. Uno de ellos era Aldo Méndez, "palabrero", como él mismo se define. "Yo vivo del cuento, ¿y tú?", le preguntó al otro: "Yo soy músico y me llamo Carlos Cano". No ese Carlos Cano, claro, pero Méndez se quedó con la copla. Años después, mientras Aldo contaba cuentos en una biblioteca de Puertollano, Carlos Cano —el flautista— reapareció en su vida, esta vez acompañado de su hija recién nacida. Él también se había mudado a La Mancha.

Una cosa llevó a la otra y después de suplicar —"casi obligar"— al pianista Hernán Milla, y compañero de conservatorio de Carlos, para que les echase una mano con las composiciones, nacía Veleta Roja. Un nombre que muy probablemente suene a algunos padres españoles, tal vez porque sus hijos los han oído en el colegio, tal vez porque ellos mismos son fans. "Ah, sí, esos que cuentan cuentos mientras tocan música". Ahora, y sin moverse más que lo necesario de su Ciudad Real natal, optan a su primer Latin Grammy por 'Sonidos que cuentan'. Es la segunda vez, después de que hace cuatro años ya lo estuviesen por 'Canciones y palabras'.

"Somos profesores de conservatorio o cuentacuentos, mi día a día es relacionarme con mis alumnos de Ciudad Real"

Este jueves sabrán si al levantarse el viernes para ir al conservatorio, lo harán con un Grammy debajo del brazo, una categoría en la que no ha habido ningún ganador español desde 2001. Eso sí, este año echarán de menos la alfombra roja que sí pisaron en Las Vegas. "Más allá de las cuatro categorías comerciales que tienen todo el peso de la industria, hay otras donde los nominados somos personas como nosotros, muy lejos de esa imagen de superestrellas que nos llega", recuerda Milla. "Carlos y yo somos profesores de conservatorio, y mi día a día son las relaciones con los amigos y con gente joven, es decir, con mis alumnos".

Si no es Rosalía ni está bajo el paraguas de una gran discográfica, sino que edita sus discos de forma independiente —en este caso, Veleta Roja Editions—, uno se entera de que está nominado a un Grammy como todo hijo de vecino: dándole al botón de F5 del teclado del ordenador, como le ocurrió a Hernán, que descubrió que estaban entre los cinco elegidos por un mensaje de felicitación en Messenger. "La Academia Latina de Grabación es una comunidad con socios y miembros votantes, Carlos y yo lo somos y también podemos presentar candidaturas", recuerda. "Lo normal es que no pase nada porque solo unos pocos pasan el filtro, pero cuando salen las nominaciones todos estamos pendientes". Una de sus competidoras en la presente edición es Tina Kids, argentina afincada en Marbella.

Aldo, por su parte, sigue con su caótico día a día de cuentacuentos hippie y filósofo, hilando huecos en su agenda después de que la pandemia arrasase con los proyectos del otoño y con la comunicación cara a cara. "Yo llegué a esta ciudad hace 20 años y ni medio vínculo de relaciones, y muchos amigos llegaron a mí a través de sus hijos", recuerda. A su manera, son héroes locales. Cuando los niños se encontraban a Aldo en el supermercado, lo saludaban con un "hola, cuentacuentos", que abría la puerta a la interacción con los padres. "Ese reconocimiento es empatía, porque el origen de lo que hacemos está en la música de cámara, donde podemos ver a todos y llegar a todos". Como él dice, no lo hace para que le admiren, lo hace para que le quieran.

Una 'rara avis'

Si tan bien ha sido acogida la propuesta de Veleta Roja quizá se deba a que parece una excepción en un panorama de propuestas para el público infantil marcadas por el histrionismo y el entretenimiento. O, como lo llama Méndez, "el grito, el color, la palmada". El proyecto que les hace pelear por el Grammy nace de hecho en el cumpleaños de la hija de Carlos, cuando Hernán se acordó de que en la infancia, como no tenía el mítico Cinexin, proyectaban sombras con la ayuda una linterna y una caja de zapatos para contar historias.

Todo comenzó en un cumpleaños infantil, cuando comenzaron a improvisar música y cuentos sobre las imágenes que los invitados recortaron

Era un escenario, eso sí, totalmente prepandémico. "Ahora mismo sería irrealizable porque estábamos entre 15 y 20 personas apiñadas en un salón, es una de esas imágenes en las que todos están reunidos alrededor de una chimenea, que en este caso se trataba de una sábana que se convierte en un lienzo donde se proyectan historias muy surrealistas", explica Milla. En este caso, mientras Aldo contaba las historias que elaboraba de manera improvisada, Carlos y Hernán improvisaban la música, "como se hacía ante en el cine mudo".

Poco a poco, la idea comenzó a trasladarse al directo y los amigos y fans les preguntaban con insistencia si no había un documento discográfico, así que decidieron registrar uno de esos directos en un formato minimalista. Basta con ver sus actuaciones para comprobarlo: Hernán se arranca con unas notas de piano, Aldo se lanza a contar cuentos y Carlos da el contrapunto con la flauta. El resultado, un buen puñado de niños boquiabiertos y otros tantos adultos con los ojos llenos de lágrimas, una reacción que suele ser bastante frecuente en sus conciertos. Como recuerda Aldo, hay algo de "voces ancestrales, de los abuelos, de los antepasados, de ese espacio de relación que se creaba alrededor de la chimenea". Un refugio frente al ruido contemporáneo que ha conquistado los corazones de los académicos.

placeholder En los Latin Grammy de 2016.
En los Latin Grammy de 2016.

"El trabajo para niños en general es poder jugar con la belleza, darle a la belleza algo tangible", elabora el cubano. "Veleta Roja tiene un componente afectivo muy grande, y lo afectivo, si es honesto, está muy relacionado con lo estético. Nunca jugamos a aspirar al reconocimiento, sino a hacer realidad una visión que es compartir un trabajo para niños que tuviera más que pretensiones moralistas o didácticas, sino también una clara visión estética". Ninguno de los dos sabe cuál ha sido exactamente la tecla que han tocado para despertar pasiones en el entorno internacional. "No sé si lo sabemos, la verdad", responde Hernán. "Lo bonito es que nunca aspiramos a un premio, para mí esto es un juego", añade Aldo.

Bajo la sombra del payaso

Si este jueves de madrugada son galardonados con el Grammy, serán los primeros españoles en conseguirlo desde que Miliki hiciese lo propio en 2001 con '¿Cómo están ustedes?'. Pero el grupo rechaza la comparación. "Sabía que iba a llegar esta pregunta pero no, desde la admiración", añade Milla. "Hay una cosa muy curiosa, las épocas y los contextos. La de Miliki, Gabilondo Soler en México, Teresita Fernández en Cuba y María Elena Walsh en Argentina está atravesada por una moralidad. Nuestro planteamiento está más orientado hacia lo ético que lo moral, plantear la pregunta y no dar la respuesta, hay un distanciamiento filosófico y de tiempo. Hay que empezar a trabajar en función de que los niños son seres con capacidad de razonamiento. No queremos sustituir a nadie, sino tomar a esas personas como impulso y volar".

"En Colombia podemos ir a un supermercado y en un rato tienes a 150 personas escuchando tus cuentos, eso es impensable en España"

Sus narraciones rellenan un hueco que tal vez se haya dado por perdido en la cultura contemporánea. "Yo digo que los niños pasan del arrullo al reguetón, a los cuatro años y medio ya están perreando", añade el cubano. Ellos han conseguido trazar un camino alternativo. Como en su pase en la escuela infantil La Flauta Mágica de Ciudad Real, donde consiguieron que los niños se quedasen 40 minutos embobados. O en Oaxaca, en México, durante la Feria del Libro, donde se enfrentaron a uno de sus públicos más exigentes: 1.000 niños frente a tres adultos. "Después me dijeron que era la primera vez que había 1.000 niños en silencio en ese espacio".

La conexión latina tal vez sea una de las bazas en la manga de estos ciudadrealeños, que para nada cumplen el tópico del castellano duro y seco. Más bien al contrario. Parecen más bien un vestigio de una de esas sociedades de oralidad primaria que aún carecían del soporte físico y tenían que recurrir obsesivamente a la palabra hablada, una herencia que aún se deja notar en Latinoamérica. "Como nos pasó en Colombia, ahí puedes ir a un supermercado con un micro a contar historias y en un rato tienes a 150 personas escuchándote, eso es impensable en España", recuerda Méndez. "Es entender la socialización de la cultura como algo necesario, como un vínculo". El mercado latinoamericano está mucho más abierto a propuestas como la de Veleta Roja que el español, copado ante todo por Cantajuegos y similares.

Ha sido un año difícil para la música y otros eventos en directo, por lo que los hijos pródigos no consiguieron presentar su trabajo en Ciudad Real hasta el pasado mes de julio. Todo está en el aire, pero esperan que la presentación del 27 de este mes no se caiga como sí lo hicieron los conciertos en Miami o en Oaxaca. Mientras tanto, esperarán su posible premio como los niños la mañana de Reyes. Y pase lo que pase, volverán al conservatorio o a buscar algo con lo que rellenar en la agenda. "Yo en diciembre no tengo nada, así que a lo mejor me voy para allá, a Madrid", me cita Aldo. Eso sí, que se traiga el Grammy debajo del brazo, que viste mucho en el AVE.

Hace unos 20 años, dos cubanos se encontraron en el metro de Madrid tras una visita al consulado de su país. No es un chiste. Uno de ellos era Aldo Méndez, "palabrero", como él mismo se define. "Yo vivo del cuento, ¿y tú?", le preguntó al otro: "Yo soy músico y me llamo Carlos Cano". No ese Carlos Cano, claro, pero Méndez se quedó con la copla. Años después, mientras Aldo contaba cuentos en una biblioteca de Puertollano, Carlos Cano —el flautista— reapareció en su vida, esta vez acompañado de su hija recién nacida. Él también se había mudado a La Mancha.

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