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La importancia del horizonte en el universo castellano de Jesús Pérez
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NUEVA NOVELA DEL ESCRITOR BURGALÉS

La importancia del horizonte en el universo castellano de Jesús Pérez

Hay un eco difuso en 'El Mundo que sostienes', la novela de Jesús Pérez, de aquel recurso al espacio para que el ancla salga clara, como diría Conrad, que no quede encepada

Foto: Detalle de portada de 'El mundo que sostienes'
Detalle de portada de 'El mundo que sostienes'

Decía Cortázar, no sin razón, que la literatura de la península giró su cabeza hacia la latinoamericana para descubrir una forma nueva. García Márquez, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo, describían un universo, un territorio ficticio en el que situaban a sus personajes y vicisitudes utilizando la alegoría, el símbolo, la elipsis, alejados del convencionalismo realista… de la linealidad.

La combinación del espacio y el tiempo narrativo transformaba la tradición. No era algo nuevo, sí en el páramo conformista de la península durante la dictadura, con excepciones, donde cristalizó el legado de Faulkner en Benet primero y posteriormente, por ejemplo, en Muñoz Molina o Mateo Díez.

Hay un eco difuso en El Mundo que sostienes, la última novela de Jesús Pérez, de aquel recurso al espacio, una necesidad de que el ancla “salga clara” como diría Conrad, que no quede encepada.

Emilio, el protagonista, abre un círculo en la primera página y lo cierra en la última, su contorno es Burgos y Villadiego un paisaje sentimental recurrente, que se dilata en su voluntad para perseguir el rastro de García de Villadiego (Gundisalvum), otro referente identitario, telúrico. Sobre ese bastidor teje la hilaza del relato. En el plano formal el estilo indirecto libre, el detalle del discurso, la voz personal nos permite siguiendo a Steiner conocer la psicología del personaje, su subjetivismo. “Mirar de cerca el mundo es alterarlo”, el rastro de ese universo, la huella es reconocible, como en todo buen libro el mundo familiar, esa miniatura teatral, nos representa.

placeholder Jesús Pérez Sáiz
Jesús Pérez Sáiz

Nuestro autor tiene la virtud, desde las primeras páginas, de señalar cuáles son los conflictos de Emilio, el del plano personal y su mundo privado, la necesidad de ser aceptado por el padre, su compromiso familiar, la hija, su diálogo con el pasado y la dificultad de afrontar, con ese bagaje, la fragilidad del presente. El del orden social, donde emergen sus rasgos idealistas y se producen los choques violentos e inesperados con la realidad, con la autoridad; y la búsqueda en una suerte de relato paralelo con tintes de thriller histórico de un personaje que finalmente lo redime, y gracias al cual consigue frenar el flujo del caos que lo amenaza.

Al borde del abismo

En el espejo del libro reconocemos como propios, proyectamos como nuestros, los gestos y las acciones de un actor próximo, debilitado o fortalecido, siempre amenazado por la caída; los seres humanos y Emilio es un paradigma, estamos, en palabras de Octavio Paz “edificados al borde del abismo y tenemos que inventar todos los días la libertad y la razón”.

Dibuja Jesús Pérez, un personaje completo, atrapado, enmarañado en su idealismo, que reconoce al otro y no lo juzga, que lo analiza y lo justifica, ese esfuerzo de querer al diferente no tiene recompensa, la mirada inofensiva del adolescente que fue busca la aprobación, ya es una mirada adulta , pero, a cambio, recibe la indiferencia o la incomprensión, el juicio y en el mejor de los casos el silencio; como Sísifo renueva el esfuerzo levantando sin fruto la piedra de lo cotidiano.

En la trama, la realidad se dispersa en tres direcciones que se entrelazan, se solapan, se distancian o se acercan, en ocasiones indistinguibles y en otras claramente opuestas. El rigor que acompaña al narrador en el itinerario de Emilio, se pierde acaso cuando nos enfrentamos a los otros personajes, más opacos, intérpretes mudos, coriáceos, imágenes asimétricas de Emilio quizá con la pretensión última de llevarnos a la experiencia de la incomunicación. No es extraño que aparezca en el deambular detectivesco, en las peripecias librescas, la figura de “Il Dotore” y su máscara a modo de pentimento, un recurso para alejarse, la encarnación de otro, dueño de sí mismo, sin fisuras, donde reparar y esconder el yo escindido, en conflicto.

“El mundo que sostienes”, no parece la primera novela de un autor, su prosa no desfallece, las tramas están articuladas, el escritor conoce el camino. La tradición se disuelve hoy en el hipertrofiado y ruidoso universo literario y se uniformiza el discurso.

No es el caso de Jesús Pérez, en su texto, los guiños y las señales son claras; las alusiones a la literatura norteamericana de la que es deudor y el legado inspirador de Jiménez Lozano que lo reclama y lo ciñe a su horizonte.

El Mundo que sostienes. Jesús Pérez Saiz. Editorial Adeshoras. 2020

Decía Cortázar, no sin razón, que la literatura de la península giró su cabeza hacia la latinoamericana para descubrir una forma nueva. García Márquez, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo, describían un universo, un territorio ficticio en el que situaban a sus personajes y vicisitudes utilizando la alegoría, el símbolo, la elipsis, alejados del convencionalismo realista… de la linealidad.

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