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'Las brujas': no es tiempo para los perversos, toca descafeinar a Roald Dahl
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'Las brujas': no es tiempo para los perversos, toca descafeinar a Roald Dahl

Un director como Zemeckis carece de la malicia y la perversidad del escritor inglés como demuestra en esta cándida adaptación

Foto: Anne Hathaway protagoniza la nueva adaptación de 'Las brujas' a cargo de Robert Zemeckis. (Warner)
Anne Hathaway protagoniza la nueva adaptación de 'Las brujas' a cargo de Robert Zemeckis. (Warner)

Una película sobre magia sin magia. Una historia perversamente divertida convertida en sacarina. Si algo caracteriza la obra de Roald Dahl es la mala baba y el humor negro. Y no existe nada de eso en esta nueva adaptación descafeinada de una de sus novelas más conocidas, 'Las brujas', que ya llevó al cine Nicolas Roeg —'Amenaza en la sombra' (1973)— en 1990. En 'La maldición de las brujas', el inglés trasladó la esencia irónica y oscura de este relato infantil con una puesta en escena atrevida, con grandes angulares, encuadres agresivos, una fotografía expresiva y en un entorno naturalista y un trabajo de caracterización propio del cine de terror. Y la elección de Anjelica Huston, un rostro imponente e inquietante de por sí, apuntaló un filme convertido en un clásico instantáneo, cuyo éxito impulsó a Hollywood a adaptar varias novelas de Dahl a lo largo de la década.

Los ciclos se repiten y este nuevo rescate de la obra de Dahl —se han anunciado nuevas versiones de 'Matilda' y la historia de Willy Wonka— vuelve a comenzar con 'Las brujas', esta vez a cargo de Robert Zemeckis y con Anne Hathaway en el papel protagonista. El nombre del director de 'Regreso al futuro' parecía a priori una buena elección para conseguir un tono válido tanto para el público infantil como el adulto, pero quizás hubiese necesitado de un director con más malicia y filo para no haber caído en una excesiva candidez y melodramatismo que sólo consigue salvar Hathaway con una interpretación excesiva y fabulosa; al menos alguien disfrutó de esta película.

placeholder Anne Hathaway es la gran bruja en este remake de la adaptación de la novela de Roald Dahl. (Warner)
Anne Hathaway es la gran bruja en este remake de la adaptación de la novela de Roald Dahl. (Warner)

En esta nueva versión de 'Las brujas', Zemeckis coescribe el guión junto a Guillermo del Toro y Kenya Barris, y los tres aportan una capa de crítica social acorde con los movimientos sociales del momento. Los guionistas trasladan la acción a la Alabama de mediados de siglo XX, cuando todavía la lucha por los Derechos Civiles no había eclosionado. La pobreza, la segregación racial, el racismo y el clasismo están muy presentes durante la primera mitad del metraje, que se dilata intencionadamente para dar cabida a una reflexión más adulta, más allá del cuento de brujas.

El niño protagonista (Jahzir Bruno), queda huérfano y al cuidado de su abuela (Olivia Spencer), una mujer bienhumorada con una extraña pasión por las hierbas mágicas y los conjuros. Cuando se traslada a vivir con ella, el chico descubre que este interés deviene de un trauma infantil, cuando una bruja convirtió a la vecina de su abuela en una gallina. Zemeckis aprovecha para, con pequeñas pinceladas, dibujar la evolución de una mujer afroamericana que vivió una infancia de carencias, pero que consiguió que su hija fuese a la universidad. Después del encuentro del niño con una bruja, abuela y nieto deciden trasladarse a un hotel para alejarse del peligro, con la mala suerte de que el establecimiento aloja una convención de "mujeres contra el maltrato infantil", que resulta ser el nombre en clave de una asociación de brujas que quiere convertir a todos los niños del mundo en ratones. Y la Gran Bruja no es otra que Anne Hathaway, teatral, engolada y con un acento nórdico impostado en una demostración de su increíble vis cómica.

placeholder Jahzir Bruno es el niño protagonista de 'Las brujas'. (Warner)
Jahzir Bruno es el niño protagonista de 'Las brujas'. (Warner)

Zemeckis, sin embargo, ha optado por un tono mucho más didáctico y naíf, una apuesta mansa, pulcra y aseada, llamativa para el público infantil. El director lleva su propuesta a las antípodas de la de Roeg, e insiste en la cualidad de cuento, casi de hadas. Y esa decisión es la que aleja la película del espíritu Dahl, que escribió 'Las brujas' desde una narrativa realista, insertando la fantasía en la realidad. Ese intento de acortar distancias entre lo real y lo imaginario se convierte aquí en un abismo. Tampoco hay rastro de los guiños adultos y la socarronería de Dahl: no existe ninguna alusión sexual, ninguna malicia, todo es franco y sin doblez. Tanto, que hay una escena de ratones bailongos que jamás hubiese consentido el autor. De la posibilidad de un carrito de bebé cayendo por un precipicio, ni hablamos. Además, la peripecia en el hotel, al haber dilatado la presentación y estar constreñidos en un metraje comercial, se convierte en un visto y no visto que deja con ganas de más.

El director lleva su propuesta a las antípodas de la de Roeg, e insiste en la cualidad de cuento, casi de hadas

Tampoco ha estado acertado el diseño de 'Las brujas'. El exceso de efectos digitales distancia aún más ese juego sobre la posibilidad de la existencia de la brujería. Caras desencajadas, bocas dentadas como las de un escualo, narices que dilatan sus agujeros para detectar la presencia de niños; nada es realista, nada tiene textura, todo parece un dibujo animado. Y, revisando la cinta de Roeg, donde en la caracterización de las brujas se empleó maquillaje y prótesis, una se pregunta por qué las últimas técnicas de efectos especiales parecen hoy más anticuadas que las de ayer. La artesanía conseguía una capacidad de realismo, un juego con los volúmenes y con la materia que se ha perdido con las imágenes generadas por ordenador.

placeholder Cartel de 'Las brujas'
Cartel de 'Las brujas'

Si Zemeckis hubiese puesto tanto énfasis en los aspectos mágicos e imaginativos de este relato fantástico en vez de apostar por el efectismo visual y si hubiese arriesgado con un humor menos beato, su interpretación del este clásico moderno infantil hubiese mantenido la esencia y, además, hubiese añadido el trasfondo histórico y educativo del que hasta ahora carecía. 'Las brujas' es un producto prediseñado, una propuesta de gran estudio que nace para complacer, entretener y no soliviantar a ninguna asociación que pudiera alzarse en armas por una broma subida de tono o pasada de vueltas en una película infantil. No vaya a ser que los niños nos vayan a salir avispados.

Una película sobre magia sin magia. Una historia perversamente divertida convertida en sacarina. Si algo caracteriza la obra de Roald Dahl es la mala baba y el humor negro. Y no existe nada de eso en esta nueva adaptación descafeinada de una de sus novelas más conocidas, 'Las brujas', que ya llevó al cine Nicolas Roeg —'Amenaza en la sombra' (1973)— en 1990. En 'La maldición de las brujas', el inglés trasladó la esencia irónica y oscura de este relato infantil con una puesta en escena atrevida, con grandes angulares, encuadres agresivos, una fotografía expresiva y en un entorno naturalista y un trabajo de caracterización propio del cine de terror. Y la elección de Anjelica Huston, un rostro imponente e inquietante de por sí, apuntaló un filme convertido en un clásico instantáneo, cuyo éxito impulsó a Hollywood a adaptar varias novelas de Dahl a lo largo de la década.

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