En la línea del Ebro: Arturo Pérez-Reverte y la batalla más decisiva de la Guerra Civil
El escritor recrea en su nueva novela 'Línea de fuego', el gran contraataque que a punto estuvo de cambiar el curso de la contienda fratricida. ¿Qué ocurrió realmente?
"El río, con 100-150 metros de anchura, una profundidad de hasta cinco metros (pasaba de dos metros a los vados) y una velocidad de 1-2 metros por segundo, constituía una barrera natural, detrás de la cual podíamos fortificar nuestras posiciones". La línea de defensa se iba a convertir sin embargo para Manuel Tagüeña, jefe del XV cuerpo de Ejército en la
"El día 1 de mayo" -prosigue Tagüeña, 'Testimonio de dos guerras' (Planeta)- "fui al puesto de mando de Modesto, que estaba entonces muy cerca del mío. Al poco rato llegó el jefe de los consejeros rusos, general Maximov (...) Maximov y Modesto se enzarzaron después en una violenta discusión en ruso, no sé por qué motivo".
Antes de las 00:15 del día 25 de julio con el que comienza el crucial paso del río Ebro la situación militar de la República era prácticamente de derrota
Juan Modesto, el general al mando de la Agrupación del Ebro, después Ejército del Ebro, pertenecía, como Tagüeña y Líster al partido comunista. Bajo el mando de Modesto eran los encargados por el general del Estado Mayor, Vicente Rojo, para desarrollar la operación más concluyente de la Guerra Civil, la última ofensiva republicana de envergadura.
Ingenio suicida
Antes de las 00:15 del día 25 de julio, día de Santiago Apóstol, con el que comienza el crucial paso del río -también la novela con una brigada comunista- la situación militar de la República era de derrota. Se había reorganizado el Ejército Popular, más profesionalizado después de las milicias y las Brigadas Internacionales, pero la voz cantante la llevaban los comunistas.
En cambio, los asesores soviéticos, de gran peso en el devenir de la guerra según Vicente Rojo, esta vez iban a pintar poco. Maximov había discutido con Modesto por la ofensiva del Ebro. Rojo incluso había presentado su dimisión al presidente del Gobierno, Juan Negrín, apenas unos días antes, después de que el asesor ruso desaprobara la operación por falta de material.
Los 'rojos' no disponían ni de artillería, ni de aviación para una ofensiva así, que machacara la línea defensiva antes de cruzar
Es verdad que la Agrupación del Ebro no disponía ni de artillería, ni de aviación para una ofensiva así, la clásica preparación inicial que machacara la línea defensiva del enemigo antes de cruzar. Para compensar, se iba a hacer con un ingenio casi suicida: cruzar el río por sorpresa en mitad de la noche sobre un frente dormido para Franco. La infantería iba a ser la que tuviera que pulverizar la defensa al otro lado del río. Pérez-Reverte recrea así la cuestión en lo primeros compases:
"—Agarrad la maroma y tirad de ella para ayudar a los remos y la corriente— dice un barquero. Las seis mujeres obedecen, tirando de la gruesa soga mojada que lacera las manos. Se oyen sus respiraciones jadeantes por el esfuerzo. La orilla opuesta sigue en silencio y es obvio que los fascistas no se percatan de lo que ocurre; pero eso puede cambiar. Todas lo saben y procuran dar al bote la mayor velocidad posible, encaminándolo hacia la tenue línea oscura, cada vez más intensa y cercana que marca la orilla enemiga".
"En ese instante Pato [Patricia Monzón, Partido Comunista] cae en la cuenta de lo que significan los cientos de motitas de papel en la orilla que dejan atrás: antes de dirigirse hacia un futuro inmediato e incierto, velado todavía por las tinieblas, todos los hombres de la primera oleada están rompiendo sus carnets de afiliación política y sindical: PC. UGT, FAI, CNT (...) Entonces Pato Monzón, atenazada por ese temor recién descubierto que no se parece a ningún otro deja de tirar de la soga y, con súbita urgencia, mete la mano entre la ropa en busca de su carnet del Partido Comunista, rompe la cartulina en minúsculos fragmentos y los deja caer por la borda".
Revolución y contrarevolución
Según Tagúeña, "en todas las unidades del Ejército del Ebro predominaban los comunistas entre los jefes y oficiales de Estado Mayor. Sin embargo, muchos oficiales y clases subalternas no lo eran y la inmensa mayoría de los soldados, especialmente los movilizados, no pertenecían de hecho a ningún partido". La ofenssiva coincidíria además con los '13 puntos de Negrín', un intento por deshacer internacionalmente la imagen del gobierno republicano como una antesala de la revolución, que había condicionado toda la política exterior, crucial para ambos bandos, durante el comienzo de la lucha fraticida. No surtirían efecto.
De cuaquier forma, para el cerebro de la operación republicana, Vicente Rojo, no era un problema que los comunistas estuvieran tan imbricados en el Ejército Popular ya que consideraba que era "el partido más joven y dinámico" y el que velaba más por la cuestión militar -J. M. Reverte-, aunque sí que hubiera una ausencia de coordinación entre ellos.
A diferencia del Ejercito Popular, no había discusión sobre el mando único de Franco desde septiembre de 1936, pero sí voces discordantes
Según uno de sus informes: "ahora hay cinco: ejército de Tierra, Aviación, Marina, Carabineros y Seguridad. Todos completamente autónomos, con administración y medios propios, ofreciendo una manifiesta desigualdad en cuanto a relación de derechos y deberes y fomentando antagonismos, pugnas, recelos y rivalidades...", -Vicente Rojo, 'Alerta los pueblos' (Alianza)-.
La mayor acusación, sin embargo, vendría después, cuando consideró -al igual que Modesto- que el Ejército Centro del general José Miaja no había ayudado a consolidar la Ofensiva del Ebro por no amenazar al resto del ejército nacional en otros sectores que desviaran la potencia enemiga.
Monárquicos y falangistas
Mientras, las tropas nacionales, tras la Batalla de Teruel y la Ofensiva de Aragón, habían partido en dos el territorrio de la República tras alcanzar el mar Mediterráneo en Vinaroz. Inmeditamente después, habían volcado su ofensiva hacia Valencia, en vez de hacia Cataluña. A diferencia del Ejercito Popular, en el nacional no había discusión sobre el mando único, que le habían entregado los militares rebeldes a Franco en septiembre de 1936, pero sí voces discordantes. En el estado mayor franquista, de hecho, hubo también división de opiniones tras la Ofensiva de Aragón.
De los generales que osaban contradecir a Franco -tal y como explica Jorge Martínez-Reverte en 'La Batalla del Ebro' (RBA)- no en público, pero al menos en privado, se encontraban el general en jefe del ejército del aire Alfredo Kindelán, monárquico y el general Juan Yagüe, falangista, responsable del avance sobre Badajoz en el 36 y relevado justo después por el general Enrique Varela, amigo íntimo de Franco.
La guerra de Franco
Kindelán optaba por haber invadido Cataluña ya que se trataba de un terreno llano, frente a un ejército en franca derrota para llegar a Barcelona y aislar a la República. Pero el objeto de la guerra de Franco no era meramente militar según Reverte, "No hay una consideración militar para tomar sus decisiones, sino fundamentalmente política" -'La Batalla del Ebro'-. La cuestión, como en el avance sobre Madrid en el 36, se ha discutido ampliamente. Franco decidió, cuando se encontró ante la amenaza, forzar una batalla de desgaste, que también tenía sentido militar. Acabaría ganando.
¿Se esperaban el ataque republicano? Fue una sorpresa en cuanto a la magnitud de la ofensiva, ya que aunque sospechaban de algún ataque, no pensaban que sería la gran baza de los republicanos. En la novela de Pérez-Reverte un soldado de los nacionales, Ginés Gorguel, carpintero, deseando pasarse al enemigo para estar con su familia en Guadalajara, da el aviso del avance republicano y se refugia corriendo ante el imparable avance de los 'rojos':
"Orientándose por las ráfagas busca las casas, y en el camino se da de bruces contra una tapia. El choque lo tira de espaldas. Tras frotarse la frente dolorida, puesto en pie, tomado impulso, se encarama y se deja caer al otro lado."
"—¡Alto ahí!—lo interpela una voz."
"El disparo surge antes de que pueda responder. Un fogonazo, un estampido, un impacto en la tapia muy cerca de su cabeza.
"—¡España, España!—grita descompuesto."
"—¡España, mis cojones!...¡Santo y seña!"
"Un cerrojazo metálico de fusil al montarse, otro disparo, otro impacto. El fugitivo alza los brazos inútilmente, pues nadie puede verlo en la oscuridad. De pronto recuerda la consigna de esa noche."
"—¡Morena Clara!"
"Al sonido del cerrojo al meter otra bala en la recámara sigue un silencio pautado por las explosiones y disparos cercanos, como si el mismo fusil dudara."
Puentes lejanos
Carpintero era, en realidad, Juan Modesto, jefe del Ejército Ebro. Se llevaba mal especialmente con Enrique Líster y también con Manauel Tagüeña. El último, Licenciado en Ciencias Físicas, constata en sus memorias su preferencia por Líster y desgrana las peores cualidades del general en jefe de la operación por detrás de Rojo. Tagüeña, tras las órdenes de mediados de mayo, había preparado la audaz operación del cruce del Ebro por el centro con su XV cuerpo de Ejército, en el que estaría de alguna forma la imaginaria brigada de la novela de Pérez-Reverte.
"Se debía tender en poco más de dos horas y permitirían el paso de los soldados sólo en fila de de uno a razón de 3.000 por hora"
"Realizamos un completo reconocimiento de la cuenca, comprendiendo vados, perfiles de fondo, puntos de paso con barracas, donde se podían tender los puentes, accesos a las orillas (...) Las pasarelas de infantería que nos mandaron eran técnicamente inmejorables. Tenían flotantes exagonales de corcho cada 2'50 metros. Su piso ligero de tablas de 1'20 m de ancho venían sin fiador, pero se les añadió sobre la marcha, aprovechando los cables de acero de una líme eléctrica de alta tensión inactiva que cruzaba por nusestro sector. Se debía tender en poco más de dos horas y permitirían el paso de los soldados sólo en fila de de uno a razón de 3.000 por hora".
Factor sorpresa
Poco después de las iniciales disputas con los soviéticos, la ofensiva se fijó finalmente para el día 24 de julio: hacía mucho calor y era un reto para el ejército pero también en ese momento el caudal era menor y por tanto más fácil cruzarlo -P. Sagarra, O. González y L. Molina, 'Grandes Batallas de la Guerra Civil Española' (La Esfera)-. Se pospuso finalmente para el día siguiente, 25, el día del apóstol Santiago.
El asistente de Yagüe despertó al general pasados las dos de la madrugada: "Los ojos han cruzado al Ebro" y le responde "¡Gracias a Dios!"
En el bando nacional, aunque no tenían información de inteligencia sobre un ataque inminente, el propio Estado Mayor había constatado con la aviación movimiento de tropas. Por su parte, el general Juan Yagüe que estaba a cargo de la defesa del sector, había sido alertado por unos fugados republicanos a los que daba cierta credibilidad de que existía una orden para atacar ese frente. El factor sorpresa, clave en toda la operación republicana, estaba en juego. Aún así no hubo preparativos:
"El día anterior Yagúe ha informado a su jefe directo el general Fidel Dávila, que la "impresión de un ataque inminente se acentúa cada día más" (...) Al acabar la reunión, poco después de la medianoche, ha dicho también, como en cada jornada: 'Bueno, vamos a dormir, señores, que esta noche los rojillos no parece que traten de pasar el Ebro".
Sin embargo, esa misma noche, el asistente de Yagüe despierta al general cuando recibe el comunicado, pasadas las dos y media de la madrugada:
—Los rojos han pasado el Ebro.
—¡Gracias a Dios!—exclama el general—, ¡todo el mundo a sus puestos!
El Ejército del Ebro había cruzado con éxito a primeras horas de la madrugada el río. Barrerían la defensa de la orilla de los nacionales durante la noche. La inicial sorpresa republicana iba a provocar que Franco optara por la guerra de desgaste y volcase toda su capacidad en el enclave escogido por Rojo. La batalla del Ebro, la más decisiva de la Guerra Civil, había comenzado.
"El río, con 100-150 metros de anchura, una profundidad de hasta cinco metros (pasaba de dos metros a los vados) y una velocidad de 1-2 metros por segundo, constituía una barrera natural, detrás de la cual podíamos fortificar nuestras posiciones". La línea de defensa se iba a convertir sin embargo para Manuel Tagüeña, jefe del XV cuerpo de Ejército en la
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