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Balada triste de Shane MacGowan: The Pogues, alcohol, LSD... y terrorismo
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Balada triste de Shane MacGowan: The Pogues, alcohol, LSD... y terrorismo

A sus 62 años, el ex líder de la mítica banda se pone delante de la cámara de Julien Temple para recordar cómo llegó a la cima del éxito... y se ahogó en alcohol y drogas

Foto: Imagen promocional de Shane MacGowan
Imagen promocional de Shane MacGowan

En la vida de Shane MacGowan no hay un momento valle. Todo es extremo, todo es radical. El primer cantante de The Pogues –después lo sustituyó Joe Strummer de The Clash– prácticamente nació borracho: hijo de una familia irlandesa procedente de Tipperary, a los tres años ya se amorraba al botellín de cerveza, y a los seis consiguió hacer hablar a los animales de su granja en medio de un pedo de whisky. Pasó por psiquiátricos, fue seguidor de primera fila de Sex Pistols, reponedor en supermercados en Londres, cobró por hacer pajas en callejones oscuros, fanático de Brendan Behan, montó el grupo más famoso de folk irlandés de finales del siglo XX y ahora es una leyenda viva pero postrada en una silla de ruedas después de años enganchado a los psicotrópicos y los opiáceos, hasta haberse convertido en una sombra de sí mismo, en un anciano prematuro al que le resulta imposible respirar si no es a través de una botella.

Shane MacGowan estuvo siempre ahí. O al menos desde finales de los años setenta. Fue una performance andante que, a través de su música, ayudó a reconfigurar la identidad de los irlandeses emigrados a Londres. Mano de obra barata destinada a la construcción de infraestructuras y moles de hormigón, los 'paddies' de los que se reían los hijos de la madre Inglaterra, que detestaban a los paletos de pueblo que cruzaron el Mar Irlandés para buscarse el jornal, los muertos de hambre que desde la crisis de la patata cargaron con la cruz del limosnero 'wannabe'. Por eso cantó por los "bastardos piojosos y borrachos" que fueron a partirse el lomo a la gran ciudad. Quizás las generaciones más jóvenes no recuerden quien es MacGowan, pero aquellos que vivieron el auge del punk recuerdan al hombre de las orejas grandes y los dientes podridos que hizo bailar con su punk-folk irlandés a los bares de medio mundo con 'Fairytale of New York' o 'Dirty Old Town'.

Ahora MacGowan vive alejado de los focos, después de años de excesos que le han dejado prácticamente hemipléjico. A los 62 años, apenas puede andar ni hablar, y pasa sus días sin recibir dejar que nadie traspase el umbral de su puerta. Nadie salvo Julien Temple y un puñado de amigos –entre los que se encuentran Gerry Adams, antiguo líder del Sinn Féin, y Johnny Depp, quien lo conoce desde hace más de treinta años–, que le han homenajedo en 'Crock of Gold', el documental sobre su vida que participa en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián.

Temple y MacGowan coincidieron por primera vez a finales de los años setenta. Ambos eran seguidores de Sex Pistols y se encontraban, sin haberse siquiera presentado, entre el público del grupo de Sid Vicious y Johnny Rotten. "Shane era punk. Al principio, las bandas estaban en el escenario y Sid Vicious era el tipo más interesante del público. Luego Sid se unió a los Sex Pistols, y el siguiente tipo más interesante era Shane", recuerda el director de 'Crock of Gold', documentalista inglés que ha registrado con su cámara la escena hippie, la punk, la new romantic y toda la efervescencia de la escena underground londinense de los últimos cuarenta años. "Yo me dedicaba a seguir a los Sex Pistols y siempre veía a Shane en primera fila. Es más, en el documental sale su primera entrevista, que yo grabé, donde sale con el pelo rubio oxigenado. Tenía esa energía punk. Y The Pogues supieron mezclar esa energía punk con la tradición irlandesa".

placeholder Shane MacGowan en 2017. (Reuters)
Shane MacGowan en 2017. (Reuters)

El documental llega apadrinado –y producido– por Depp, quien cuenta que en una ocasión MacGowan, cuando lo visitó en Irlanda, le dio tres pastillas que le hicieron perder la consciencia hasta llegar –no sabe ni cómo ni cuándo– a la costa francesa. 'Crock of Gold' recorre su trayectoria vital y musical desde los campos de Tipperary hasta sus éxitos en las listas estadounidenses, pasando por los periodos de enganche a las drogas duras y su historia de amor interminable con el alcohol. "Es la película que más me ha costado hacer", reconoce Temple. "Shane es, la fama le precede, una persona difícil. Lo he pasado mal algunas veces durante el rodaje. Y tenía razones para estar nervioso. Pero creo que tenía que hacerlo porque también hay algo muy especial en él. No es una persona directa ni recta en ninguno de los aspectos y a veces puedes pensar que está demasiado mimado. Ya sabes, es famoso al nivel de Johnny, y eso cambia a las personas. La fama les cambia. E intentan luchar contra ello de diferentes maneras, y la de Shane es la autodestrucción. Se rebela y grita a la gente. Se pone a la defensiva. Pero en el fondo es tímido. Me alegra haber hecho el documental porque me he dado cuenta de que debajo hay un ser humano excepcional. Es una tragedia, pero también queda una sensación edificante, que no sé muy bien de dónde viene".

MacGowan creció en una Irlanda profundamente marcada por el conflicto político. Su familia era simpatizante del IRA –en su pueblo refugiaron a bastantes proscritos políticos de la justicia inglesa– y en sus conciertos no dudó en mostrar su apoyo al terrorismo irlandés como una forma de librarse del yugo inglés. El documental repasa un contexto histórico y social en el que la comunidad irlandesa sufrió la brutalidad estatal a través de la policía y el ejército, una represión que llegó a su punto culmen en 1972 con el Bloody Sunday. El conflicto de MacGowan con su propia identidad es el conflicto de los inmigrantes que, apoyando la causa irlandesa, tuvieron que trabajar para el Estado inglés para poder salir adelante. "Ésta es una película sobre la reinvención de la identidad irlandesa, pero también escribió grandes temas sobre Londres. fue el portavoz de la gente que no tenía voz y que sintió que le daban una identidad anglo-irlandesa con la música de Shane. Nunca admitiría que es inglés, pero creció en Inglaterra".

placeholder MacGowan en un momento de la película. (A Contracorriente)
MacGowan en un momento de la película. (A Contracorriente)

"The Pogues dieron algunos conciertos benéficos para apoyar la causa irlandesa, la idea de que Irlanda tiene su propia cultura", explica Tample. Y por eso justifica la aparición de Adams en el documental. "Me interesa la manera en la que Shane contesta de manera muy distinta a Gerry Adams y a Bobby Gillespie. A Bobby le habla de una manera muy agresiva y con Gerry Adams parece hasta sumiso. Así que consigues varias versiones de la misma persona según con la persona que esté".

La historia de Shawn es también la de un hombre que vive al extremo. Se emborrachaba cuando apenas levantaba un metro del suelo, se convirtió en un católico integrista a causa de la ifluencia de una tía, fue a los mejores colegios de Londres, lo expulsaron y, entonces, decidió que el alcohol, la droga y la poesía –salvo Yeats– serían su mejor compañía. Fundó una banda cuyo nombre, traducido del gaélico, significaba "bésame el culo", llevó las música tradicional irlandesa adonde jamás había llegado, se lo bebió todo, esnifó todo, se acostó con todas, le expulsaron del grupo, fundó The Popes y The Nips, fue a rehabilitación, salió de rehabilitación, volvió a entrar hasta que ya su cuerpo dijo basta.

placeholder Otra imagen de Shane MacGowan. (AContracorriente)
Otra imagen de Shane MacGowan. (AContracorriente)

"Yo no le había visto en mucho tiempo y me llevé un shock cuando volvimos a encontrarnos para que yo hiciese el documental. No le encontré con muy buen aspecto", dice, entre eufemismos, Temple. Resulta dolorosa la unión de la imagen del chico enjuto y lleno de energía del metraje de los años ochenta con el hombre tembloroso y abotargado que habla con dificultad a la cámara de Temple. "No he conseguido que me hablase del significado de su adicción. Pero creo que se trasluce la idea de que la adicción es una forma de protegerse de la fama y de la presión de convertirse en algo que uno no quiere. Es una manera autodestructiva de hacerlo, de mantener un espacio privado en el que no eres una estrella famosa y no perteneces a los demás. Y creo que a Johnny le ocurre lo mismo, aunque a diferente escala".

"Para mí ha sido la película más difícil", admite Temple. "A pesar de que me pidió que hiciese su película, no quería que le rodase. Es muy celoso de su intimidad y no deja que nadie entre en su círculo. He hecho películas sobre el punk, el hippie, he grabado a Keith Richards hablando de su infancia… todo tiene que ver también con algo autobiográfico, porque son los que, de alguna manera, han formado parte de mí, porque yo he vivido la misma época que Johnny Rotten o que Shane. Una época de la que ya han desaparecido muchos de sus iconos. Vicious está muerto. Bowie está muerto. Los conciertos están muertos.

Es imposible no sentir que 'Crock of Gold' es un homenaje prepóstumo. sobre todo, cuando al final, un grupo de admiradores de MacGowan entre los que están Bono, Depp y Sinhead O'Connor, le organizan un multitudinario cumpleaños en el que el presidente de Irlanda le concede un premio honorífico. Y al cantante, poeta, vividor, lo empujan en la silla de ruedas hasta el centro del escenari: la voz trémula y la mirada perdida para cantar una última canción. Dice que todavía espera volver a andar, volver a componer, pero en un momento de amarga lucidez, el espectador reconoce la mirada de alguien que ha tirado la toalla. Y es insoportablemente dolorosa.

En la vida de Shane MacGowan no hay un momento valle. Todo es extremo, todo es radical. El primer cantante de The Pogues –después lo sustituyó Joe Strummer de The Clash– prácticamente nació borracho: hijo de una familia irlandesa procedente de Tipperary, a los tres años ya se amorraba al botellín de cerveza, y a los seis consiguió hacer hablar a los animales de su granja en medio de un pedo de whisky. Pasó por psiquiátricos, fue seguidor de primera fila de Sex Pistols, reponedor en supermercados en Londres, cobró por hacer pajas en callejones oscuros, fanático de Brendan Behan, montó el grupo más famoso de folk irlandés de finales del siglo XX y ahora es una leyenda viva pero postrada en una silla de ruedas después de años enganchado a los psicotrópicos y los opiáceos, hasta haberse convertido en una sombra de sí mismo, en un anciano prematuro al que le resulta imposible respirar si no es a través de una botella.

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