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Fuego y terror en la Modelo: ¿qué ocurrió de verdad en la cárcel en agosto de 1936?
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Matanzas de la Guerra Civil (y IV)

Fuego y terror en la Modelo: ¿qué ocurrió de verdad en la cárcel en agosto de 1936?

¿Quién comenzó el incendio en la cárcel Modelo? La pregunta que nadie ha podido responder nunca de forma veraz encierra otra de las tragedias del agosto

Foto: Interior de la Cárcel Modelo de Madrid.
Interior de la Cárcel Modelo de Madrid.

¿Quién comenzó el incendio en la cárcel Modelo? La pregunta que nadie ha podido responder nunca de forma veraz encierra otra de las tragedias del agosto maldito del 36, cuando las autoridades republicanas en Madrid fueron incapaces de garantizar la seguridad de los presos, o lo que es peor, cuando alentaron y se hicieron a un lado para que se produjera una matanza, otra más, antes incluso de las sistemáticas sacas de esa misma cárcel, cuando miles de españoles acabaron en las fosas comunes de Paracuellos del Jarama. Muchos de los teóricos derechistas que se encontraban allí habían ingresado voluntariamente para evitar el peligro de los "paseos" ante el descontrol en el que se había sumido la capital. Fueron a la boca del lobo.

El misterio del incendio en la cárcel desató una serie de sucesos los días 23 y 24 de agosto de 1936 que acabaron en una auténtica película de terror: durante dos días, mientras se ponía en libertad a los presos comunes, se fue sacando a los presos políticos para llevarlos a los sótanos de la prisión donde tras una burla de proceso fueron ejecutados allí mismo. Lo acontecido en la cárcel Modelo de Madrid en el verano de 1936 ha tendido a diluirse después de la matanza de Paracuellos, el operativo de ejecuciones más sistemático de toda la guerra.

Muchos de los "derechistas" que estaban significados políticamente se refugiaron en las cárceles para evitar los temidos "paseos"

Lo cierto es que la mayor parte de los asesinados en Paracuellos provinieron de la Modelo, pero varios meses antes ya se había producido una matanza que los años han comenzado a borrar, a pesar de que en ella cayeron personalidades importantes de la época, entre ellos, Melquíades Álvarez, el mentor político del mismísimo Manuel Azaña en sus comienzos republicanos. No era precisamente derechista, pero dio igual. El entonces presidente de la República escribió en sus diarios que lloró cuando tuvo noticia de lo ocurrido.

Malas calles

La tragedia comenzó a gestarse poco después del fallido golpe de estado del 18 de julio en Madrid. Tras el progresivo desmoronamiento del gobierno, los comités de orden público de anarcosindicalistas se hicieron de facto con el control de la capital. Se habilitaron diferentes checas, una suerte de centros de detención políticos que básicamente servían como ajuste de cuentas gangsteril con todo aquel que pudiera ser considerado enemigo de la república, o más técnicamente, de la revolución.

placeholder El cadáver de José María Albiñana, fusilado en la Modelo.
El cadáver de José María Albiñana, fusilado en la Modelo.

El progresivo avance desde el sur de la denominada "columna de la muerte" de los militares rebeldes que comandaba el mismo Francisco Franco no hizo sino aumentar la tensión, ya que el objetivo era precisamente Madrid. Durante su avance, pocos días antes de la matanza en la Modelo, se había producido la de Badajoz a las órdenes del teniente coronel Juan Yagüe. Se sabe que llegaron noticias sobre la masacre de los rebeldes. Venganza más odio igual a más asesinatos.

En la Modelo convivían los presos comunes -a los que se liberó- los condenados por la revlución del 34 y los sospechosos de ser afines al alzamiento

Así, la inseguridad en las calles se convirtió en la tónica, lo que hizo que muchos de los que estaban significados políticamente con la derecha optaran o bien por refugiarse en las embajadas neutrales, o como explica el historiador Julius Ruiz, presentarse ante las autoridades republicanas para evitar los temidos "paseos" que acababan invariablemente con un disparo en las tapias y cunetas de la ciudad -Julius Ruiz, 'Terror Rojo' (Espasa)-.

En este contexto se produjeron varias irregularidades. Para empezar, una buena parte de los funcionarios de prisiones eran simpatizantes con el alzamiento y aún no habían sido depurados, además las autoridades del maltrecho gobierno del Frente Popular aún disponían de funcionarios leales que intentaban mantener el orden y para terminar, entre medias se habían organizado diferentes grupos de "orden público" que no eran sino elementos revolucionarios dispuestos a asesinar por su cuenta a sus enemigos.

Venganza más odio

El CPIP fue uno de los más importantes y el que presionó para hacerse cargo de los "prisioneros" derechistas de la cárcel modelo con el objetivo de asesinarlos. Por si esto no fuera poco, allí mismo cumplían condena muchos presos comunes, además de un importante número de condenados por los sucesos de la revolución de Asturias de 1934, entre ellos multitud de anarquistas. En esas circunstancias, las organizaciones revolucionarias y los propios presos exigieron su excarcelación al gobierno del Frente Popular para hacer frente a la "amenaza fascista". Así las cosas, en la Modelo había comunes, revolucionarios y anarquistas del 34 y derechistas de uno y otro signo. Aquello era un polvorín.

Todo comenzó cuando se acusó a los presos de derechas de recibir armas de los funcionarios para preparar un motín y una fuga de la prisión

Todo comenzó cuando se acusó a los presos derechistas de haber recibido armas de los propios funcionarios para preparar un motín y una fuga de la prisión, lo cual era absurdo dadas las circunstancias, aunque no del todo inverosímil, por extraño que parezca. La acusación servía para desgastar aún más los últimos vestigios de orden y legalidad porque apuntaba directamente a la permisividad de los responsables de prisiones con el objetivo de quitarlos de en medio y poder ajustar cuentas con los líderes de la derecha como Jose María Albiñana, del Partido Nacionalista Español, o de personalidades influyentes de falange como Julio Ruiz de Alda. También se encontraba Leocadio Moreno, jefe del SEU falangista de Murcia, que tras una serie de peripecias, engañó por tres veces a los anarquistas y evitó la muerte.

Una vez que se impuso la versión de las armas escondidas para un motín, se realizó un registro por parte de Felipe Sandoval, en connivencia con el CPIP, ya que lideraba un grupo anarcosindicalista. La búsqueda de Sandoval no fue concluyente según explica Julius Ruiz, a pesar de que se sustrajeron objetos de valor a los prisioneros políticos. Se realizó un nuevo registro al día siguiente después de haberse asegurado que el turno de los celadores correspondiera a los izquierdistas. El propio director general de prisiones, Pedro Villar Gómez se quejó al ministro de Justicia. Le avisó concretamente de que podían "desarrollarse sucesos lamentables y de gravedad de no cortar de plano tales ingerencias y desmanes".

placeholder El presidente de la República, Manuel Azaña.
El presidente de la República, Manuel Azaña.

Fue premonitorio. De nuevo, el registro de Sandoval no dio frutos pero a las cuatro de la tarde del sábado se declaró un incendio en la segunda galería. Aquí difieren las versiones. Se ha asegurado que fueron los propios comunes los que originaron el incendio con la connivencia del propio Sandoval pero la realidad es que cuando fue detenido por lsa policía franquista en 1939, confesó numerosos crímenes pero no el incendio de la Modelo.

Pasividad del gobierno

Otras versiones apuntan a la negativa del líder del Partido Nacionalista Español, José María Albiñana, a que se realizara el registro. En mitad de las acaloradas discusiones, los presos comunes exigieron a Sandoval su liberación. La totalidad de la cárcel bullía hacia la tragedia, puesto que el líder anarcosindicalista accedió. En realidad, los que querían escapar desde el principio eran estos y no los derechistas, que se habían refugiado precisamente en la Modelo. Se produjo el caos.

Mas de una veintena fueron "juzgados" en la noche del 22 al 23, fusilados en los mismos sótanos de la cárcel y arrojados a la Ciudad Universitaria

Mientras los presos se escapaban de la prisión, las llamas seguían devorando parte de la cárcel y los militares y derechistas seguían rodeados en el patio por milicianos nerviosos. Hubo un disparo accidental y se produjo un tiroteo. Al mismo tiempo, en el exterior de la cárcel se había congregado una multitud que exigía el castigo para los presos fascistas que querían el motín. La solución no pudo ser peor: se acordó que un tribunal revolucionario juzgara a los teóricos amotinados.

Albiñana, Ruiz de Alda o el hermano de José Antonio, Fernando Primo de Rivera fueron los primeros. Les siguieron los militares como el hijo del general Fanjul que había fracasado en levantar la ciudad tras los sucesos del Cuartel de la Montaña. Más de una veintena fueron "juzgados" en la noche del 22 al 23 y fusilados en los mismos sótanos. Algunos cadáveres fueron llevados al cementerio del Este, pero la mayoría fueron arrojados en la Ciudad Universitaria y la Pradera de San Isidro.

Ninguna instancia del gobierno republicano reaccionó a tiempo para evitar o detener la matanza. El propio Azaña escribió: "No le oculté mi abatimiento, mi horror, ni el conflicto de conciencia en el que el caso me había puesto" -Manuel Azaña, 'Diarios completos' (Crítica)-. Nadie hizo nada para evitarlo. Aún peor: tan solo unos meses después, en noviembre, comenzaría en la misma cárcel las sacas con destino a Paracuellos.

¿Quién comenzó el incendio en la cárcel Modelo? La pregunta que nadie ha podido responder nunca de forma veraz encierra otra de las tragedias del agosto maldito del 36, cuando las autoridades republicanas en Madrid fueron incapaces de garantizar la seguridad de los presos, o lo que es peor, cuando alentaron y se hicieron a un lado para que se produjera una matanza, otra más, antes incluso de las sistemáticas sacas de esa misma cárcel, cuando miles de españoles acabaron en las fosas comunes de Paracuellos del Jarama. Muchos de los teóricos derechistas que se encontraban allí habían ingresado voluntariamente para evitar el peligro de los "paseos" ante el descontrol en el que se había sumido la capital. Fueron a la boca del lobo.

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