‘Rita’, la serie danesa progre para antiprogres
La serie, cuya quinta temporada acaba de estrenar Netflix, entra de lleno en las guerras culturales y se atreve a criticar y tachar directamente de mera estupidez algunas cuestiones
La escuela se encuentra en medio del campo. Acuden pocos alumnos, todos de primaria, y el método de enseñanza, a grandes brochazos, haría las delicias de cualquier padre (o madre) 'progresista': mucha libertad para el alumno, pocos manuales escolares, mucho trabajo en grupo, nada de exámenes, presentaciones en clase...Y al frente, dos mujeres, la directora Hjordis y la profesora para todo, además de tutora y conciliadora, Rita Madsen. Por el medio, los conflictos escolares, con los propios padres y también las nuevas batallas culturales: sí, desde el feminismo a la ecología y la cuestión de lo binario o no del género.
Este es el paisaje de la serie 'Rita', que emite actualmente Netflix, donde se acaba de estrenar su quinta temporada. Todo muy siglo XXI. Y muy nórdico: fue creada para el canal danés TV2 por Christian Thorpe en 2015 y debido a su éxito -como ocurrió con otras danesas como 'El puente' y 'Borgen'- fue exportada a varios países. Por supuesto, Netflix no la dejó escapar y sus dos últimas temporadas ya van directamente a su cuenta.
Tapa cualquier fuga que pueda ser utilizada por aquellos que lanzan su bilis en la disputa de la violencia de género o contra Greta Thunberg
Lo que hace de Rita una especie de rara avis es que es una serie progre que entra de lleno en la guerra cultural, pero se atreve a criticar y directamente a tachar de mera estupidez algunas cuestiones alentadas en muchas ocasiones desde determinados partidos de izquierda. Es decir, tapa cualquier fuga que pueda ser utilizada -y de hecho así sucede- por aquellos que lanzan su bilis en la disputa de la autodeterminación de género, la violencia de género o directamente contra Greta Thunberg y sus padres (sí, es posible una crítica desde la izquierda).
Viva el hedonismo
En las tres primeras temporadas, las que se emitieron en el canal público, ya dejaban entrever de qué iba esta serie. La protagonista, interpretada por la actriz Mille Dinesen, que en Dinamarca ya era muy famosa gracias a un papel parecido al de Renee Zellweger en 'Bridget Jones', es una profesora de 46 años que fuma -en la última temporada lo deja, símbolo de que es un rito anticuado- bebe, sale y tiene relaciones sexuales casuales e intermitentes. Y este estereotipo, que no hace a nadie ni mejor ni peor, daría más igual si no fuera por el punto de vista hedonista y poco dado al dramatismo que también aplica con sus alumnos y con los problemas que estos tienen. Algo muy zen: si el problema no tiene solución, deja de ser un problema.
Con este talante en los episodios de aquellas temporadas se tocaron temas desde ángulos menos vistos. Por ejemplo: el acoso que puede recibir un profesor por parte de los alumnos o la presión que hoy en día ejercen los padres sobre el profesorado, que parecen saber más que los propios maestros -en esto se incide mucho en todas las temporadas, con esos padres medio dictadores en la educación de sus hijos. Exactamente: los del pin parental-, el problema de algunos niños porque sus padres afrontan situaciones de alcoholismo, desahucio o pobreza, que también hay en Dinamarca, la integración de los niños hijos de inmigrantes, cómo enseñar a los más pequeños lo que es la muerte de un ser querido, el concepto de la amistad, las drogas, la decisión de abortar ante un embarazo de una chica de catorce años, el ciberbuying en redes como Facebook o la crueldad con la que los propios chavales pueden tratar a sus compañeros.
Los padres son los malos
La quinta temporada, aunque al emitirse en Netflix ha rebajado un tanto el tono -Rita es algo menos visceral e independiente que en las anteriores temporadas y el sexo ha desaparecido por completo- mantiene, no obstante, la tónica de dar unas cuantas bofetadas al conservadurismo y al progresismo más tontorrón (y menos intelectual).
Desde el principio, los malos son los padres. En todos los episodios. Los padres que no permiten que su hija haga una presentación en clase porque le da miedo y hay que respetarla, los padres que no controlan que su hijo envíe fake news, los padres que creen que su hija estudia demasiado y eso la hace “vulnerable ante la vida” e incluso los padres que alientan a que su hija haga una huelga climática para viralizar la historia en las redes sociales y vender libros. Sí, el guiño al fenómeno Greta Thunberg es obvio.
Los malos son los padres. Desde los que no permiten que su hija haga una presentación porque le da miedo a los que incitan a la huelga climática
Y algo tiene que ver directamente con que la adolescente ecologista sea sueca. De hecho, hay un episodio dedicado a Suecia en el que el tema es, directamente, la guerra cultural. Como ya mostrara 'El puente', la serie policiaca con una policía sueca (con Asperger, otro guiño que no es asunto menor) y un policía danés (mujeriego, bebedor), hay diferencias -y rivalidades- entre los dos países vecinos. Los suecos consideran a los daneses los sureños, menos dados a las normas y más al puro disfrute, mientras que por el contrario, los daneses creen que los suecos son unos estirados que llevan todo al extremo. En el norte europeo también tienen sus 'ocho apellidos vascos'.
Rita, que es danesa, llega a Suecia en una excursión con los chavales y se topará con que en un breve lapso de tiempo es acusada de racismo y acoso sexual por un comentario chistoso mal interpretado, y hasta de homofobia tras una conversación en la que se lleva al paroxismo el asunto de la identidad sexual de un menor. Desconozco cómo se han tomado los suecos el chiste televisivo.
En las granjas huele a mierda
Si esta serie es algo es totalmente pro LGTBI. Hay varios gays y lesbianas -la cuarta temporada se basó en una relación de Rita con una mujer- y en esta ocasión una de las tramas tiene que ver con las dificultades para vivir una vida sexual plena siendo gay en el mundo rural. El hijo de Rita -la fotografía es la del hipster nórdico- llega a la aldea donde está su madre y conoce a un chico que trabaja en una granja y que está hasta arriba de estiércol todos los días. Y se gustan. Hasta que llega el ex del urbanita preguntando si la granja es ecológica y qué pasa con el sufrimiento de los animales. La respuesta en resumen: “¡En una granja huele a mierda!”.
El urbanita pregunta si la granja es ecológica y qué pasa con el sufrimiento de los animales. La respuesta: “¡En una granja huele a mierda!”
Hay más temas personales como el sentirse sola -y pese a ello dar una imagen de mujer fuerte e independiente- la difícil conciliación entre el trabajo -darle una dedicación excesiva- y la pareja y la paternidad. Hay un acento particular en este asunto. Se exponen diversas formas de ser padre, pero ante todo prima la importancia de su presencia en la crianza de los hijos.
Y, finalmente, es una serie de mujeres. Todo gira alrededor de Rita, pero es inestimable el personaje cándido de Hjordis, la directora del colegio y la que pone el punto ingenuo pero necesario ante todos los conflictos que se van sucediendo. Si Rita por momentos es la cínica, la escéptica y la despegada, Hjordis es el idealismo buenazo y la empatía para contrarrestar la balanza. Porque hacen falta los dos caracteres para no caer en la tontería. Ni a un lado ni al otro.
La escuela se encuentra en medio del campo. Acuden pocos alumnos, todos de primaria, y el método de enseñanza, a grandes brochazos, haría las delicias de cualquier padre (o madre) 'progresista': mucha libertad para el alumno, pocos manuales escolares, mucho trabajo en grupo, nada de exámenes, presentaciones en clase...Y al frente, dos mujeres, la directora Hjordis y la profesora para todo, además de tutora y conciliadora, Rita Madsen. Por el medio, los conflictos escolares, con los propios padres y también las nuevas batallas culturales: sí, desde el feminismo a la ecología y la cuestión de lo binario o no del género.
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