Todo lo que usted quiso saber sobre el Valle de los Caídos y nunca se atrevió a preguntar
Diego Méndez y su mentor, Pedro Muguruza, fueron los arquitectos de cabecera del régimen, diseñando y reformando algunos de los edificios más icónicos de Madrid
Cuenta Diego Méndez que Franco tuvo un presentimiento sobre dónde construir el Valle de los Caídos. Que iba un día de enero de 1940 a caballo junto al general Moscardó por la Sierra de Guadarrama y, desde el Alto de los Leones, miró el valle hacia Madrid. Y allí reparó en una hondonada perteneciente a la Finca de Cuelgamuros. Bajaron cabalgando y sobre dicha hondonada encontraron un risco imponente y rocoso, el de la Nava. "La subida no fue fácil, pero hasta la cima llegó el Caudillo". Y con la ciudad de Madrid apenas perceptible al fondo decidió que allí, en esas "entrañas se abriría la gran cripta en cuya cima se erigiría la gran cruz". Por fin le había sido revelado el lugar 'sagrado'. Por fin había descubierto e identificado el emplazamiento "donde habría de construirse el monumento que conmemorara la Cruzada que sería la frontera entre dos épocas y que marcaría un hito importante en la historia de España". Y así lo hizo.
Méndez fue uno de los artífices del proyecto. Pupilo de Pedro Muguruza, arquitecto de cabecera del régimen que le nombró director general de Arquitectura justo al terminar la guerra, el diseñador final del Valle de los Caídos –Muguruza tuvo que apearse del proyecto en 1949 debido a una enfermedad– recogió durante los más de 18 años de construcción del monumento todos los documentos, planos, bocetos y fotografías utilizados para recopilarlos en el libro
Méndez había conocido a Muguruza en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, y al poco de acabar la guerra este segundo le encomendó la tarea de "acometer la reconstrucción de España", una hipérbole de lo que en realidad fue el acondicionamiento de la primera residencia que tendría en Madrid la familia Franco, procedente de Burgos. En tres meses tuvo que rehabilitar el Castillo de Viñuelas, situado en las inmediaciones de Tres Cantos. A Franco le complació de tal manera que, poco después, le pidió que reconstruyese el Palacio de El Pardo, bastante deteriorado por haber acogido a milicias durante el conflicto armado, pero donde un año después ya se habría trasladado el dictador.
Méndez hizo buenas migas con Franco después de rehabilitar el Castillo de Viñuelas y el Palacio de El Pardo para vivienda del dictador
Para agradecerle su trabajo, Franco le nombró consejero de Arquitectura de Patrimonio Nacional y, a partir de ahí, su carrera despegó, interviniendo en la reconstrucción de edificios como la Zarzuela, la Moncloa, el Palacio de Aranjuez y el Monasterio del Escorial. Mientras él se dedicaba a rehabilitar palacios y monasterios, su mentor había constituido un patronato para dar forma a la premonición del Caudillo, entre cuyos miembros podemos encontrar nombres como el de Carrero Blanco. Asegura el libro que los fondos para la construcción procedieron de los donativos de los españoles que no fueron gastados durante la guerra, pero cabe destacar que es el autor termina uno de los capítulos "emocionado y agradecido a todos cuantos, especialmente de modo directo, intervinieron en su erección. Sirvan estas líneas de homenaje a su ingenio, sacrificio y arrojo en el trabajo realizado en tres años, sin que, gracias a Dios, hubiera que lamentar víctima alguna".
La licitación para comenzar las obras se concedió en 1940 a la empresa San Román, pero no fue hasta 1942 cuando empezó el vaciado de la montaña para dejar espacio a la cripta y la basílica y conseguir materiales para su construcción. Entre las empresas constructoras que participaron en el proyecto se encuentra Huarte, familia cuyas relaciones políticas han saltado a primera línea de los medios en estos últimos tiempos, y que ahora pertenece al grupo OHL, que responde a las siglas Obrascón, Huarte y Laín.
En 1949 apartan a Muguruza del diseño por motivos de enfermedad –murió tres años más tarde–, y el 6 de enero Méndez se pone al frente de la construcción del Valle: tenía 44 años. En su libro, el arquitecto desmenuza cada uno de los elementos que conforman el lugar, desde los Juanelos que flanquean la carretera de acceso al complejo, mandados construir por Carlos I y Felipe II y que Franco manda trasladar desde Nambroca (Toledo) en 1948, hasta los planos con las medidas exactas de la cruz (150 metros de alto y 47 metros cada uno de los brazos) y las cantidades de material utilizado en la misma.
Existieron relieves de escayola que decoraban los huecos de la exedra con motivos relacionados con la conquista de América que al final retiraron
El libro ofrece fotos de elementos que finalmente fueron retirados, como una serie de relieves de escayola que decoraban los huecos de la exedra con motivos relacionados con la conquista de América que al final retiraron. Y desglosa uno a uno los elementos y sus autores de "esta tumba grandiosa de los que cayeron y templo excepcional para rendir culto a Dios”, resultado de la "ambiciosa idea de hacer una gigantesca catedral en la roca" que desde el año pasado ya no guarda los restos del dictador.
El autor describe pormenorizadamente el forjado de la puerta de bronce de 10,4m de alto y 5,80m de ancho obra del escultor Fernando Cruz Solís, que da la bienvenida a la basílica y en la que están representados los quince misterios del rosario; el vestíbulo de 24,8 metros de largo construido a base de losas de granito y mármol gris, guardado por dos arcángeles de hierro en actitud tensa, que empuñan una espada de hierro hincada en el suelo, elaborados por el escultor Carlos Ferreira; las conchas bautismales de tres metros de diámetro; las vírgenes de alabastro diseñadas por Ramón Lapayese; las rejas forjadas por el cerrajero José Espinós Alonso, con figuras de santos héroes y mártires. Sin olvidar la inmensa Piedad que da la bienvenida y que fue diseñada por Juan de Ávalos.
La nave guarda tapices sobre el Apocalipsis tejidos con oro, plata, seda y algodón por el bruselense Willem de Pannemaker para Felipe II antes de 1540
Probablemente una de las partes más sobrecogedoras del complejo es la nave de 88,4 metros de largo, con el suelo de mármol negro y granito pulido, en la que se despliegan tapices con escenas del Apocalipsis que pertenecían a La Granja de San Ildefonso hasta que Méndez los trasladó al Valle. Tapices tejidos con oro, plata, seda y algodón por el bruselense Willem de Pannemaker para Felipe II antes de 1540. En un principio las bóvedas fueron planteadas de roca vista, pero ante la posibilidad de un accidente o un derrumbe las recubrieron de hormigón armado. Y allí colocaron "grandes figuras encapuchadas, en actitud solemne de meditación y servicio, cuyo ropaje, en labra rugosa, concebido a modo de túnica, enmarcan los rostros ensimismados que con el pulimento de la piedra acentúan el bello contraste", y que son obra de Juan Antonio Sanguino y Antonio Martín y simbolizan los soldados de las Fuerzas Armadas en guardia permanente.
La obra de la cruz se adjudicó a Huarte y Cía por 33.661.297,41 pesetas de la época, y el su construcción se dividió en el basamento, la zona intermedia y la cruz propiamente dicha. Los ingenieros tuvieron que tener en cuenta el viento y las inclemencias y el peso que podía soportar un elemento de tanta altura elaborado con hormigón en masa y chapada de granito. La guinda del pastel acabó pesando 181.720 toneladas métricas a las que hubo que sumar 20.000 toneladas de las esculturas de basamento que representan a los evangelistas y las virtudes cardinales.
Cuenta Diego Méndez que Franco tuvo un presentimiento sobre dónde construir el Valle de los Caídos. Que iba un día de enero de 1940 a caballo junto al general Moscardó por la Sierra de Guadarrama y, desde el Alto de los Leones, miró el valle hacia Madrid. Y allí reparó en una hondonada perteneciente a la Finca de Cuelgamuros. Bajaron cabalgando y sobre dicha hondonada encontraron un risco imponente y rocoso, el de la Nava. "La subida no fue fácil, pero hasta la cima llegó el Caudillo". Y con la ciudad de Madrid apenas perceptible al fondo decidió que allí, en esas "entrañas se abriría la gran cripta en cuya cima se erigiría la gran cruz". Por fin le había sido revelado el lugar 'sagrado'. Por fin había descubierto e identificado el emplazamiento "donde habría de construirse el monumento que conmemorara la Cruzada que sería la frontera entre dos épocas y que marcaría un hito importante en la historia de España". Y así lo hizo.
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