'The Beast': otro asesino en serie anda suelto en Corea del Sur

Hace tres décadas que la industria de cine surcoreana decidió invertir tanto en cine de autor como en proyectos de una vocación de entretenimiento masivo y exportable. El cine surcoreano ya no es un exotismo marginal limitado a los festivales de arte y ensayo, sino que sus grandes producciones —habitualmente asociadas al cine de género— comienzan a abrirse paso en las salas comerciales más allá del mercado asiático.

La ópera prima de Lee Jung-ho pertenece a esta segunda clase: nacida como una adaptación del ‘thriller’ francés de Olivier Marchal ’36 Quai des Orfèvres’ (2004), traducido en España como ‘Asuntos pendientes’, ‘The Beast’ lleva a la idiosincrasia surcoreana esta historia sobre el enésimo asesino en serie y la enésima pelea interna dentro de la policía y, a pesar de su expresividad formal, no acaba de desprenderse de la fórmula y no apuesta por una personalidad propia.

En la cinta de Marchal, protagonizada por Gerard Depardieu y que adapta la novela homónima de Frank Mancuso, una pareja de policías de diferentes departamentos debe detener a una banda de atracadores que ha cometido una serie de robos por todo París. La competitividad interdepartamental, la promesa de un ascenso y el amor de una mujer provocan la lucha interna entre ambos policías mientras intentan resolver el caso.

Lee Jung-ho toma el testigo de Marchal y lo remezcla con una premisa muy similar a la de una de las obras maestras del cine surcoreano en las últimas décadas, ‘Memories of Murder’ (2003), del oscarizado Bong Joon-ho, una película fundamental de la cinematografía del país asiático, e ineludible, sobre todo, cuando se referencia el género policíaco. En 'The Beast’, el caso central parte de la desaparición de una estudiante de 17 años cuyo cuerpo aparece descuartizado en una playa de Incheon.

A los detectives Jung (Lee sung-min) y Han (Yoo Jae-myung) les asignan la resolución de un crimen cuyo culpable parece ser un diácono católico que al parecer estaba obsesionado con la chica: le encuentran en posesión de las bragas de la víctima y acaba confesando. Sin embargo, la aparición de nuevos cadáveres obligará a reactivar la investigación ante la posibilidad de que exista un asesino en serie dispuesto a volver a actuar. Además, entre los policías está en juego el ascenso que ambos persiguen.

Sin embargo, el director y guionista no hila consecuentemente el devenir de la investigación: cuando descubren que la primera víctima era voluntaria en una iglesia, los detectives acuden al lugar para preguntar por ella. Y el principal sospechoso entra en escena, comportándose de la manera más sospechosa posible y cargando con el objeto más sospechoso, incriminante y absurdo que podría llevar encima un posible criminal.

Además, a medida que avanza la trama se embarulla, sin que los movimientos de los protagonistas tengan una motivación clara, convirtiendo el caso en un galimatías. Lee Jung-ho centra el foco, en su lugar, en la relación de animadversión y competitividad de ambos policías y en la ineficacia de un sistema obstaculizado por intereses y ambiciones personales. El director incide en la idea de la cercanía entre cazador y cazado: “Los policías en nuestra vida pasada fuimos criminales y ahora estamos pagando por nuestros pecados”, sentencia uno de los personajes. Una idea a la que apunta el director desde el primer momento, con la presentación de los protagonistas.

‘The Beast’ tampoco desarrolla un estilo visual tan elegante y genuino como el ‘thriller’ de Bong, y opta por una puesta en escena más barroca y estridente, acompañada en casi todo momento por la música percutante de Mowg. Un ‘thriller’ que, a pesar de mantener la atención del espectador hasta el final, no puede evitar el regusto a pastiche.