'La posesión de Mary': un barco endemoniado y un Gary Oldman perdido
El realizador de series como 'American Horror Story', 'Salem' y 'Web Therapy' no consigue llevar a buen puerto esta cinta de terror marino sostenida sobre sustos y efectos de sonido
El cine vuelve a abrir sus puertas tras la pandemia y la cartelera se despereza con títulos de saldo. Entre ellos, 'La posesión de Mary', una cinta de terror convencional que traslada el género de posesiones de objetos —aparentemente— inanimados a mar abierto. Tradiciones como las de la casa encantada —'La leyenda de la casa del infierno' (1973), 'Hausu' (1977)— o el coche embrujado —'Christine' (1983)— derivan ahora en un barco velero capitaneado por Gary Oldman —ganador del Oscar en 2018— y Emily Mortimer, que luchan por sobrevivir a una fuerza demoníaca y por dar dignidad a unos personajes sin demasiadas aristas atrapados en una trama predecible y resobada. El realizador estadounidense Michael Goi, curtido en series como 'Glee', 'American Horror Story' o 'Web Therapy', se limita a explotar los efectos de sonido y los sustos fáciles para provocar el terror del espectador.
Goi intenta añadir algo de originalidad al relato comenzando por el final, cuando después de rescatar a una mujer y a sus dos hijas de los restos de un naufragio, la policía interroga a la primera para reconstruir lo sucedido. Un recurso que resta interés a la trama —ya sabemos quiénes van a sobrevivir— y se centra en el modo de llegar a dicho desenlace. La mujer, Sarah (Emily Mortimer), es, además, la principal sospechosa para las autoridades de haber provocado el accidente. Goi, con una larga experiencia además como director de fotografía, consigue capturar la belleza del mar y la fuerza bruta de la naturaleza —las secuencias nocturnas resultan muy sugerentes—, pero pierde fuelle en la narración al centrarse en exceso en el drama y no encontrar la fórmula adecuada para el terror.
En medio del océano no hay lugares a los que escapar de una presencia fantasmal. Pero Goi no aprovecha las posibilidades de una localización tan reducida como un barco velero en altamar. Al contrario, reproduce los clichés del cine de terror producido en cadena: los dibujos infantiles que auguran la catástrofe, puertas que no se abren o que se cierran súbitamente, diálogos anticipativos que eliminan cualquier capacidad de sorpresa del guion de Anthony Jaswinski, que ya se había introducido en el terror marino con 'Infierno azul' (2016), dirigida por el catalán Jaume Collet-Serra.
David (Gary Oldman) trabaja como patrón de barcos recreativos. Su matrimonio con Sarah "necesita trabajo", en sus propias palabras, sobre todo por sus dos hijas, Mary (Chloe Perrin) y Lindsey (Stefanie Scott). Durante una subasta de barcos, David —Goi recalca que es un experto marinero— se siente extrañamente atraído por un velero ajado y herrumbroso de cuya proa nace el busto inquietante de una mujer. Para añadir un toque más de perversidad, el barco es de fabricación alemana, que es algo que siempre tiene reminiscencias malévolas. Y en todo momento, el director se guarda de enseñar la cara del vendedor, que aparece como una figura espectral y amenazadora. 'La posesión de Mary' comienza, además, con un falso poema tradicional que cuenta la historia de una mujer cuyo hijo se ahogó en el mar y que desde entonces vaga intentando atraer a otros niños para ahogarlos. De nuevo, Goi no deja ningún espacio a la sorpresa. Ni a la sutileza.
Después de gastarse todos los ahorros en el velero sin consultar a su mujer —luego será ella quien le pida disculpas por no haberse alegrado de la decisión—, la familia decide restaurar la embarcación y lanzarse a la mar hacia el triángulo de las Bermudas. El barco representa para ellos un nuevo comienzo, un futuro lleno de posibilidades y la opción, quién sabe por qué, de enmendar los errores del pasado. Junto a ellos viajan también el ayudante de David, Tommy (Owen Teague), quien flirtea con Lindsey, y Mike (Manuel García Rulfo), compañero de David en el negocio náutico. A pesar de que antes de embarcar ya escuchan rumores sobre la desaparición de las anteriores tripulaciones del Mary, la familia hace oídos sordos —y los seguirá haciendo durante la mayor parte del metraje— y se aleja de la costa a mar abierto.
Ya en la primera noche, los pasajeros comienzan a experimentar fenómenos extraños relacionados con 'el alma' del barco. "El mal necesita un cuerpo para existir", adelanta Mortimer. Y su hija pequeña, Mary, empieza a dibujar escenas cada vez más siniestras relacionadas con la presencia de una mujer. Los comportamientos erráticos e inexplicables se suceden dentro del barco, pero hasta que ya no hay posibilidad de vuelta atrás, la familia no se plantea volver a tierra firme. Y el hallazgo de los diarios de las anteriores tripulaciones hará que por fin la familia despierte y considere el mal al que se enfrenta. Oscuridad, giros bruscos de cámara, imágenes borrosas y cambios súbitos de volumen son las principales herramientas de Goi para provocar una reacción, cualquiera, en un espectador que no necesita esperar al final de la película para saber certeramente cómo termina.
El cine vuelve a abrir sus puertas tras la pandemia y la cartelera se despereza con títulos de saldo. Entre ellos, 'La posesión de Mary', una cinta de terror convencional que traslada el género de posesiones de objetos —aparentemente— inanimados a mar abierto. Tradiciones como las de la casa encantada —'La leyenda de la casa del infierno' (1973), 'Hausu' (1977)— o el coche embrujado —'Christine' (1983)— derivan ahora en un barco velero capitaneado por Gary Oldman —ganador del Oscar en 2018— y Emily Mortimer, que luchan por sobrevivir a una fuerza demoníaca y por dar dignidad a unos personajes sin demasiadas aristas atrapados en una trama predecible y resobada. El realizador estadounidense Michael Goi, curtido en series como 'Glee', 'American Horror Story' o 'Web Therapy', se limita a explotar los efectos de sonido y los sustos fáciles para provocar el terror del espectador.