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Orlando Figes: "Los británicos sin formación que se creen superiores forzaron el Brexit"
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Orlando Figes: "Los británicos sin formación que se creen superiores forzaron el Brexit"

El historiador de origen británico firma en 'Los europeos' una hermosa e imponente historia cosmopolita de la cultura europea que unificó al continente en el siglo XIX

Foto: Orlando Figes. Foto: Phil Fisk / Debate
Orlando Figes. Foto: Phil Fisk / Debate

En 1832 Berlioz acudió al Teatro Cannobiano de Milán para ver la ópera 'L'elisir d'amore' de Donizetti. Como describiría el compositor francés en sus memorias, halló el teatro lleno de gente que parloteaba de espaldas al escenario en mitad de la actuación mientras los sufridos cantantes "gesticulaban y se dejaban los pulmones gritando con el más estricto espíritu de rivalidad. Al menos tuve que suponer que eso era lo que estaban haciendo, por sus bocas abiertas; pero el ruido del público era tal que no penetraba ningún sonido, excepto el del bombo. Había gente apostando, cenando en sus palcos, etcétera". Aquello, sin embargo, estaba a punto de cambiar. Apenas una década después, el silencio se había impuesto ente el público históricamente bullicioso de todo el continente, un proceso veloz y sorprendente motivado quizás por la inseguridad y la necesidad de respeto que emanaba de la nueva clase social ascendente: la burguesía. Tal sortilegio -de importancia no menor al alumbramiento de la lectura silenciosa muchos siglos antes por San Ambrosio de Milán- es sólo una de las maravillas que recoge 'Los europeos' (Taurus), el nuevo libro, y apabullante festín, del historiador de origen británico Orlando Figes (Londres, 1959).

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¿De 'origen' británico? Sí porque Figes, autor de aclamados superventas sobre la Revolución Rusa, es uno de los pocos ingleses que se han atrevido a dejar de serlo tras el drama que supuso el Brexit para los cosmopolitas de su país en 2016, momento en el que solicitó -y logró- la nacionalidad alemana para no dejar de ser europeo: "Mi hermana y yo", relata a El Confidencial "nos nacionalizamos legalmente gracias al artículo 116 de la constitución alemana que permite a los descendientes de judíos privados de su nacionalidad por los nazis reclamarla. Fue un proceso fácil porque teníamos los documentos y nos llevó solo cuatro meses. Mis conocidos tenían todos envidia de nosotros porque a ellos también les gustaría disfrutar de un pasaporte de la UE y están tratando de obtener uno por otros medios".

placeholder 'Los europeos' (Debate)
'Los europeos' (Debate)

'Los europeos: tres vidas y el nacimiento de la cultura cosmopolita' -excelentemente traducido por María Serrano- despliega una historia de la cultura europea en ese fascinante momento a mediados del siglo XIX en el que, a lomos del ferrocarril, la literatura, el arte y la música fluyeron como nunca antes en la historia del continente derrumbando fronteras. Un triángulo amoroso protagoniza esta historia cuyos tres vértices son Pauline Viardot, de origen español y una de las cantantes de ópera más célebres de todos los tiempos, su esposo, el director teatral y crítico de arte Louis Viardot, y su amante, el apasionado, melancólico y genial escritor ruso filoeuropeo Iván Turgenev.

PREGUNTA. Leer ‘Los europeos’ en tiempos de cierres, identidades emergentes y nacionalismos, cuando el proyecto de unión europea peligra, deja un poso amargo. ¿Ha escrito un canto al cosmopolitismo o su epitafio?

RESPUESTA. Espero que sea un canto, uno que nos recuerde la importancia de una cultura compartida en un momento en que los estados nacionalistas en Europa tienden a olvidarlo.

P. Toda acción genera su reacción. Su libro concluye con el ‘affaire Dreyfus’ cuando los demonios de la tradición, del nacionalismo reaccionario y del antisemitismo renacieron contra la forja de una cultura europea universal y los supuestos males del comercio. ¿Vivimos hoy un momento de reacción similar?

R. Ciertamente, estamos experimentando una reacción nacionalista contra la globalización, pero se debe principalmente a los temores económicos, la inmigración y los cambios tecnológicos que han permitido a los autoritarios populistas jugar con esos temores y divisiones. Pero no creo que se trate de una reacción violenta contra la cultura cosmopolita en la forma en que lo fue la reacción nacionalista contra la 'cultura extranjera' a fines del siglo XIX: el temor, por ejemplo, a que una literatura francesa 'nativa' se perdiera si los libros extranjeros traducidos dominaban el mercado del libro, como comenzaba a ocurrir en Francia en el período de Dreyfus. De todos modos, aquel fue un fenómeno relativamente pequeño: el pico del cosmopolitismo cultural aún estaba por llegar, después de todo, alrededor de 1914, y naufragó en las rocas del nacionalismo político, las rivalidades imperiales y el militarismo, no culturalmente, aunque es cierto que pasó a formar parte del nacionalismo fomentado por los fascistas y los nazis: el rechazo del cosmopolitismo extranjero ("judío"). Hoy no veo tal reacción: el mercado cultural está completamente globalizado y los movimientos nacionalistas no avanzarán mucho reaccionando contra eso.

placeholder La degradación de Alfred Dreyfuss
La degradación de Alfred Dreyfuss

P. ‘Los europeos’ tiene un protagonista global: la burguesía. Su ascenso en todo el continente y sus relaciones internacional juegan un papel clave en la unificación de los gustos culturales. Pero, ¿no falta una pata en esta historia? ¿No se alzaban las majestuosas óperas sobre la explotación, el imperialismo y la miseria de la mayoría? En su último libro Piketty defiende que en el siglo XIX se desarrolló una desigualdad económica nunca antes conocida en la que acabarían germinando las grandes tragedias del siglo XX.

R. No es "la burguesía" la protagonista. Mi investigación muestra que la ópera era popular, que los artesanos y los trabajadores también iban a conciertos de música clásica en los Jardines de Crystal Palace y otros lugares populares. Los libros de bolsillo baratos y los folletines seriales en los periódicos fueron leídos por una amplia gama de personas. El protagonista impersonal, si lo hay, en mi libro es el mercado, y tecnologías como el ferrocarril o la impresión masiva, que permitieron la difusión de una cultura de masas por todo el continente. Por supuesto, existió una enorme desigualdad en el XIX, pero en muchos sentidos este acceso ampliado a la 'cultura', a través de partituras baratas, libros, reproducciones de arte, fotografías de celebridades, turismo masivo, etc., ayudó a suavizar sus efectos.

El Brexit no estaba destinado a terminar de esa manera. De hecho, hubiera sido impensable hace solo unos años

P. Describe en su libro a los británicos como seguros “de su propia superioridad respecto a los europeos y, en realidad, respecto a todos los extranjeros”. Tal carácter británico parece inmune a la transformación hasta hoy. ¿Ha demostrado el Brexit que la integración de UK en Europa fue una vana esperanza que, más tarde o más temprano, iba a acabar mal?

R. Gran Bretaña está profundamente dividida. Tiene una gran 'intelligentsia' (básicamente aquellos con un título universitario) que se siente europea, y cada vez más, durante los últimos 50 años, ya que trabajó, vivió y viajó más por Europa, disfrutó de la comida europea, el cine, etc., si no aprendió también a hablar en muchas lenguas europeos. Pero también posee una gran población poco formada que se ve a sí misma como 'inglesa' (y quiero decir inglés, porque esto no es cierto para los escoceses) y comparte esas mismas ideas de excepcionalismo y superioridad inglesas en Europa (arraigadas en ilusiones sobre el Imperio y mitos sensacionalistas sobre la Segunda Guerra Mundial) que fueron exhibidos por los ingleses en el siglo XIX. Encuentro profundamente deprimente que esos británicos sin formación hayan forzado a Gran Bretaña a salir de la UE, pero no estaba destinado a terminar de esa manera. De hecho, hubiera sido impensable hace solo unos años.

P. Rusia interpreta al elefante en la habitación de tu libro, un país gigantesco que no sabe si quiere o no ser parte de la esfera europea. ¿Es esta ambivalencia rusa, aún no aclarada hoy en día, uno de los grandes dramas de nuestra era?

R. Pero Rusia era una parte esencial de Europa a fines del siglo XIX. ¿De qué otra forma podría haber producido los nuevos ballets rusos que tomaron por asalto Europa? Hubo, por supuesto, una ambivalencia ideológica y política sobre la orientación de Rusia hacia Occidente, y esto se ha fortalecido mucho con Putin, quien, como Erdogan en Turquía, apela al sentimiento nacionalista al enfrentar los "valores rusos" contra los occidentales (liberalismo, tolerancia, multiculturalismo, derechos LGBT, etc.). Y creo que tiene razón: la lucha por los "valores" será crucial en los próximos años a medida que otros líderes nacionalistas movilicen a sus partidarios contra los principios liberales.

placeholder Monet - 'Gare Saint Lazare' (óleo sobre lienzo, 1877)
Monet - 'Gare Saint Lazare' (óleo sobre lienzo, 1877)

P. El ferrocarril es el otro gran protagonista aquí. Pero es curioso como el mismo medio que une a Europa a mediados del XIX sirve para transportar a los soldados que destruyen el continente en 1914. También cuando nació Internet pensamos que iba a unir al mundo y hoy las redes nos separan y enemistan de manera cada vez más radical. ¿Y si fuera utópico en realidad vencer la tendencia tribal de la naturaleza humana y el cosmopolitismo una excepción que a duras penas volverá a repetirse?

R. Tal vez fue utópico pensar que los ferrocarriles podrían unir a las naciones, pero no estoy seguro de que Internet sea la comparación correcta con los ferrocarriles en el sentido que quiere decir. Internet crea burbujas: redes de personas con ideas afines cuyos prejuicios se refuerzan al hacerse eco, amplificarse, mientras que las fuentes de información (por ejemplo, gobiernos nacionales, medios de comunicación) que no están de acuerdo con ellas se desprecian fácilmente ('fake news'). Los ferrocarriles lograron algo diferente: abrieron pequeñas comunidades a nuevas ideas e información, contrarrestando los prejuicios y la estrechez mental.

P. ¿Puede ser neutral un canon? La historia de Pauline Viardot, Louis Viardot e Iván Turgenev simboliza el nacimiento de un canon artístico europeo que parece muy determinado por el optimismo imperante en el XIX. Porque los desastres del XX provocan una reacción encarnada en las vanguardias artísticas que denuncian la cultura burguesa como sostén ideológico del poder...

R. Esa es una perspectiva marxista, no sin algunos elementos de verdad, pero reduccionista. Si se constituyó un canon europeo de obras en el XIX, no fue por la dominación 'burguesa', lo que sea que eso signifique, sino por el mercado: la economía de la producción (gestión de conciertos y teatro, publicaciones, etc.) significaba que la mayoría de las obras exitosas (es decir, populares) fueron las que más se produjeron. Así funciona el mercado, y así forjó un canon en el siglo XIX.

En 1832 Berlioz acudió al Teatro Cannobiano de Milán para ver la ópera 'L'elisir d'amore' de Donizetti. Como describiría el compositor francés en sus memorias, halló el teatro lleno de gente que parloteaba de espaldas al escenario en mitad de la actuación mientras los sufridos cantantes "gesticulaban y se dejaban los pulmones gritando con el más estricto espíritu de rivalidad. Al menos tuve que suponer que eso era lo que estaban haciendo, por sus bocas abiertas; pero el ruido del público era tal que no penetraba ningún sonido, excepto el del bombo. Había gente apostando, cenando en sus palcos, etcétera". Aquello, sin embargo, estaba a punto de cambiar. Apenas una década después, el silencio se había impuesto ente el público históricamente bullicioso de todo el continente, un proceso veloz y sorprendente motivado quizás por la inseguridad y la necesidad de respeto que emanaba de la nueva clase social ascendente: la burguesía. Tal sortilegio -de importancia no menor al alumbramiento de la lectura silenciosa muchos siglos antes por San Ambrosio de Milán- es sólo una de las maravillas que recoge 'Los europeos' (Taurus), el nuevo libro, y apabullante festín, del historiador de origen británico Orlando Figes (Londres, 1959).

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