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Sexo, drogas y camisas negras: así nacieron los megaestudios Cinecittá
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EN 1936 MUSSOLINI PUSO LA PRIMERA PIEDRA

Sexo, drogas y camisas negras: así nacieron los megaestudios Cinecittá

El régimen de Mussolini enseguida entendió la importancia de aliarse con el cine para instrumentalizarlo como herramienta de control y manipulación social

Foto: Una imagen del documental 'Cinecittà: Babilonia', de Marco Spagnoli. (Filmin)
Una imagen del documental 'Cinecittà: Babilonia', de Marco Spagnoli. (Filmin)

Frente a una multitud, aparece Benito Mussolini. Sin camisa negra. Es más, sin camisa. A pecho descubierto. Tapado solamente por unos pantalones claros abombachados. El público, enfervorecido. Y no sólo los presentes. Porque su dominio de la puesta en escena hizo que Mussolini, antes de su alianza con Hitler en 1938, fuese una figura admirada incluso hasta en Estados Unidos. "A diferencia de Hitler, que era rechazado en todos los sentidos, en Estados Unidos se percibía a Mussolini como un tipo divertido", que además, parecía ser la solución a la recesión económica arrastrada por Italia —y Europa— previo a la Segunda Guerra Mundial. Hasta dos de las estrellas más importantes del Hollywood de la época como Mary Pickford y Douglas Fairbanks se deshicieron en halagos hacia el Duce en una visita a Roma en 1926, en la que el actor recibió a la prensa con el saludo fascista.

Y es que el Fascismo entendió bien pronto que había que pegarse al mundo del espectáculo, sobre todo al cine y al deporte, "la base del control de la manipulación social en la Italia de Mussolini", cuenta el documental 'Cinecittà Babilonia: sexo drogas y camisas negras', de Marco Spagnoli, disponible en Filmin, una película interesante por su material de archivo y por el retrato de la relación entre los poderes políticos y el starsystem italiano en los años del Duce. Empezando por su hijo, Vittorio Mussolini, guionista, productor —participó en 'Un piloto regresa' (1942), dirigida por Rossellini y coescrita por Antonioni, entre otros— y director de la revista 'Cinema', en la que escribió incluso Visconti. "Había fascismo y modernidad, al mismo tiempo", explica uno de los críticos de aquella revista. "La historia no es lineal, primero fascismo, luego modernidad. La historia se entremezcla".

El cine italiano en los años 30 era la nada absoluta. Las salas estaban totalmente colonizadas por Hollywood, así que Mussolini padre decidió adoptar el modelo de tejido industrial americano y hacer su propia versión italiana, tradicional, sin nombres judíos ni mezcla de etnias. En 1935 el Duce fundó la escuela de cine más antigua de Europa Occidental, el Centro Sperimentale di Cinematografia, por la que pasaron gente como Antonioni, Giusseppe de Santis, Steno, Dino de Laurentiis, Alida Valli o Clara Calamai.

placeholder Mussolini pone la primera piedra de Cinecittà. (Istituto Luce)
Mussolini pone la primera piedra de Cinecittà. (Istituto Luce)

El 29 de enero de 1936, el Duce puso la primera piedra de los nuevos megaestudios que sustituyeron a los de Via Veio, donde hasta entonces se había rodado casi todo el cine italiano, y que desaparecieron en un incendio en septiembre de 1935. El Gobierno compró 600.000 metros cuadrados de terreno en la Vía Tuscolana, en las afueras de Roma, donde excavaron 385.000 metros cúbicos de tierra, y utilizaron 190.000 kilos de hierro, 650.000 kilos de cemento, 55.000 metros de cable y 3 millones de ladrillos. 589 días después, apenas un año y medio se inauguró la que será la mayor fábrica de sueños de Europa. Hasta el bombardeo de Roma de 1943, allí se produjeron 279 títulos.

Como buen dictador, a Mussolini le fascinaba el cine. Especialmente, las películas de contenido social, los musicales o películas sobre las costumbres de otros países, y las comedias de 'El Gordo y el Flaco'. Sin embargo, detestaba los thrillers, y le sorprendía la cantidad de judíos que trabajaban en el cine estadounidense. Desde punto de vista racial le disgustaba "la confusión" —es decir, la mezcla— de negros y blancos, y no se sentía muy cómodo con las escenas íntimas ni los besos demasiado largos. Su hijo, además, gestionaba una sala de cine en la que se proyectaba mayoritariamente cine yanqui.

placeholder Otra imagen de archivo del Istituto Luce.
Otra imagen de archivo del Istituto Luce.

El intento de emular a Hollywood fue tan insistente que en 1940, Vittorio Mussolini organizó 'La noche de las estrellas' en Cinecittà, en la que su revista entregó unos premios que quisieron competir con la noche de los Oscar. "Su intención era que el evento fuese el primero de una larga serie que imitara la ceremonia de los Premios de Hollywood. Pero fue el primero y el último. Una última danza al borde del abismo que se abrirá dentro de unas semanas. Sólo faltan unos días para que Italia entre en la Segunda Guerra Mundial el 10 de junio de 1940. Y todo cambiará para siempre".

'Cinecittà Babilonia: sexo drogas y camisas negras' hace un repaso a las estrellas de cine italianas más punteras en los años del Fascismo; algunas de ellas corrieron la misma suerte que el Duce y Clara Petacci. Al régimen le interesaba crear unos ídolos con valores tradicionales y nacionalistas y el Ministerio de Cultura fomentó un modelo homologado del tipo de actrices que iban a triunfar: Doris Duranti, Clara Calamai, Isa Miranda, Alida Valli o Luisa Ferida. Algunas alcanzaron tal fama que lo intentaron en Hollywood, sin demasiada suerte.

placeholder Una imagen de Doris Duranti en los años 40.
Una imagen de Doris Duranti en los años 40.

Valli protagonizó 'El caso Paradine' de Alfred Hitchcock en 1947 y consiguió una nominación a los Globos de Oro en 1963 por la película mexicana 'El hombre de papel', pero no llegó a cumplir las expectativas de súper estrella con las que había aterrizado en Los Ángeles bautizada como "la próxima Garbo". También como sosias de otra gran estrella apareció Miranda en Estados Unidos: Paramount la contrató por su parecido a Marlene Dietrich, pero Miranda reclamó su autenticidad con un "Marlene Dietrich es extraordinaria, pero yo soy Isa Miranda". Lo que no le valió a la italiana, que tuvo que volver a su país a pedir los papeles que Hollywood le negó.

Miranda reclamó su autenticidad con un "Marlene Dietrich es extraordinaria, pero yo soy Isa Miranda"

El documental de Spagnoli entra, lamentablemente, en el terreno de la especulación en la valoración de la construcción de los mitos femeninos de Cinecittà. Por un lado, la mujer, delante de la pantalla, pasa a ser pura y virgen. "Nuevas madres para nuevos hijos" era el slogan del fascismo, que buscaba devolver a la mujer a la cocina y resaltar la "función social de la mujer para el incremento demográfico" buscado por Mussolini, cuyo plan era que Italia pasase de 40 millones de habitantes en 1930 a 60 millones de habitantes 20 años más tarde.

placeholder Imagen de las actividades para mujeres en la Italia fascista. (Filmin)
Imagen de las actividades para mujeres en la Italia fascista. (Filmin)

Pío XI, además, había publicado en 1929 la encíclica Divini Illius Magistri, en la que acusaba al cine de ser perjudicial para la juventud, y en 1934 pidió que se hiciese "moral, moralizante y educativo". Y si en 1934 Hollywood adoptó el estricto código Hays para controlar lo que era moralmente aceptable en la pantalla, la Italia de Mussolini impuso en 1938 la Ley Alfieri, promulgada por Dino Alfieri, entonces ministro de Cultura Popular, que instauró la censura, otorgó al Gobierno el derecho exclusivo de distribuir cine extranjero y estableció coproducciones con Madrid y Berlín.

Duranti logró escapar de los fusiles huyendo a Latinoamérica

Por otro lado, según especula Spagnoli, el camino más rápido de ascenso de muchas de las actrices de la época era, ya no el sillón del productor, sino el sillón del político de turno. Sin embargo, sólo prueba el caso de Doris Duranti, a la que se relacionó con otro de los ministros de Cultura Popular, Alessandro Pavolini, que llegan a coincidir en un Festival de Venecia con Goebbels y Lída Baarová, otra pareja de amantes a voces en las que poder y política acabaron mezclados. Pavolini acabó fusilado por partisanos —y colgado junto a su Duce—, al igual que la pareja de actores fascistas formada por Osvaldo Valenti y Luisa Ferida. Duranti logró escapar de los fusiles huyendo a Latinoamérica y, aunque regresó a Italia en los años 50, acabó regentando un restaurante en Santo Domingo.

placeholder Mussolini junto a Pavolini
Mussolini junto a Pavolini

Spagnoli también pasa de puntillas y sin mucha documentación más allá de los rumores por las supuestas fiestas de la alta burguesía en las que las señoras invitaban a las actrices, repartían cocaína "como si fueran cigarrillos", recogían prostitutas de la calle y organizaban orgías con ellas. También cuenta que Luisa Ferida, hasta arriba de cocaína, se desnudaba delante de los torturados y bailaba para ellos como acto de provocación.

La realidad es que aunque no se rodaron nada más que media docena de películas abiertamente propagandísticas y fascistas, como 'La corona de hierro' (1941), de Alessandro Blasetti —el resto eran 'comedias de teléfono blanco', protagonizadas por personajes de la alta sociedad y alejadas de la realidad social del momento—, el régimen de Mussolini encontró muchos aliados en la industria del cine. Cinecittà acogió un campo de prisioneros por el que pasaron hasta 35.000 disidentes. "El cine es una parte muy importante de la cultura de un país", termina el documental. Las estrellas italianas se vieron favorecidas por el proteccionismo del Estado y alcanzaron cotas de poder e influencia que luego debieron expiar. Con la caída del Fascismo en 1945, la industria italiana renace en la que es su mejor época: el país pasa de producir 20 ó 30 películas al año a rodar 250 producciones y coproducciones anuales, mientras que el Neorrealismo italiano se convierte en un referente mundial de la mano de Rossellini, De Sica, Visconti, Zampa o Fellini. Al final, una vez desaparecido el Fascismo, se apagó la influencia de toda su órbita.

Frente a una multitud, aparece Benito Mussolini. Sin camisa negra. Es más, sin camisa. A pecho descubierto. Tapado solamente por unos pantalones claros abombachados. El público, enfervorecido. Y no sólo los presentes. Porque su dominio de la puesta en escena hizo que Mussolini, antes de su alianza con Hitler en 1938, fuese una figura admirada incluso hasta en Estados Unidos. "A diferencia de Hitler, que era rechazado en todos los sentidos, en Estados Unidos se percibía a Mussolini como un tipo divertido", que además, parecía ser la solución a la recesión económica arrastrada por Italia —y Europa— previo a la Segunda Guerra Mundial. Hasta dos de las estrellas más importantes del Hollywood de la época como Mary Pickford y Douglas Fairbanks se deshicieron en halagos hacia el Duce en una visita a Roma en 1926, en la que el actor recibió a la prensa con el saludo fascista.

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