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Los secretos de 'El abrazo': mis cinco horas con Juan Genovés
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RESCATAMOS UNA VIEJA ENTREVISTA CON EL PINTOR

Los secretos de 'El abrazo': mis cinco horas con Juan Genovés

El pintor Juan Genovés era mucho más que 'El abrazo', su obra más emblemática. No era, sin embargo, un intelectual en el sentido francés del término. Era mucho más

Foto: Juan Genovés. (EFE)
Juan Genovés. (EFE)

Juan Genovés (Valencia, 1930) falleció ayer a los 89 años. Esta entrevista se realizó en la última semana de enero de 2003 y fue publicada en la revista 'La Clave', que dirigía José Luis Balbín. En ella, Genovés habla sobre su cuadro más emblemático, 'El abrazo', pero también sobre cultura, sobre política, sobre las artes plástica y sobre la inminente guerra de Irak.

El estudio en el que trabaja Juan Genovés es tan pulcro como sus cuadros, pero si en la obra de Genovés los personajillos que habitan en sus telas corren hacia el abismo desde una cierta anarquía, en su taller de Aravaca, a las afueras de Madrid, reina el orden y hasta la disciplina. Genovés tiene la costumbre de poner cara a la pared a aquellas obras suyas que se le resisten. El castigo siempre acaba cuando una idea, una imagen o una obsesión brotan de su cabeza, y es entonces cuando las cosas vuelven a su estado natural. Los cuadros acabados están a la vista.

Hace un día de perros, pero Genovés advierte que se ha levantado a las cinco de la madrugada para sacar del ostracismo a uno de sus cuadros. El hecho de que viva en la planta baja de su estudio facilita las cosas, y es que la vida de Genovés no se entendería sin la existencia de este singular paraje del oeste de Madrid. Fue en este chalé donde un antiguo dirigente comunista José Sandoval eligió un cuadro suyo, 'El abrazo', como símbolo de la reconciliación, y fue aquí donde en los albores de la Transición un grupo de grises, la policía armada, de entonces, puso el estudio patas arriba buscando pruebas de lo que todo el mundo sabía, qué Juan Genovés era del PCE. La policía se lo llevó a los calabozos de la Puerta del Sol y allí estuvo poco más de una semana. Unos días antes se había celebrado en este estudio una reunión de la Junta Democrática que marcaría toda una época.

PREGUNTA. ¿Cómo vivió aquellos días?

RESPUESTA. Recuerdo que había 40 o 50 personas, y yo que no pertenecía a la Junta Democrática lo que hacía era mirar por la ventana por si venía los grises. Se acordó publicar un cartel pidiendo la liberación de los presos políticos y alguien dijo que aprovechando que estábamos en mi estudio fuera yo el que lo hiciera. Por entonces, a primeros de 1976, yo estaba a punto hacer una exposición en Zúrich que luego recorrería Alemania. Como había poco tiempo, ofrecí que uno de los cuadros fuera elegido como cartel. Propuse uno que mostraba unas barras de las que salía algunos puños de los presos. Era muy evidente. Pero fue José Sandoval quién se fijó en 'El abrazo'. Por eso, siempre he dicho que el autor del cartel es él.

P. ¿Podía exponer libremente en España?

R. Solo podías exponer fuera. Mis cuadros salían de España de forma clandestina. Nunca ponía el nombre del cuadro detrás del lienzo y las fotografías las hacía borrosas, por si las pedían en la aduana. Macarrón [el legendario transportista de obras de arte] me hacía unos envoltorios especiales para pasar los controles.

P. ¿Y qué pasó con 'El abrazo'?

R. Lo enviamos a la imprenta, pero hubo un chivato y la policía nos pilló. Uno de los compañeros estaba cargando los fardos de carteles en la furgoneta y el policía exclamó: ‘Esto sí que es coger a uno con las manos en la masa’. Lo más curioso fue que cuando me detuvieron y pusieron el estudio patas arriba encontraron algunas facturas de cuadros míos que me habían pagado en el extranjero. Debieron pensar que eran facturas del oro de Moscú [se ríe abiertamente] y me hicieron un registro desproporcionado. Me llevaron a la Puerta del Sol, y en los calabozos un policía me dijo: ¡Usted es un pintor muy famoso, pero que muy famoso!, y yo le dije: hombre, no tanto. Él insistía una y otra vez. Al cabo de un rato, vuelve al calabozo y me dice: ¡Qué, Veronés; Veronés eres tú, desgraciado! Aún hay gente que me dice ¡hola, Veronés!

placeholder 'El abrazo', de Juan Genovés
'El abrazo', de Juan Genovés

Pero la azarosa historia del abrazo no acaba ahí. El cuadro se expuso en Zúrich, Alemania y EEUU, donde lo compró un coleccionista de Chicago. En España gobernaba Adolfo Suárez y su director general de Bellas Artes, Felipe Garín, mostró a Genovés su interés porque el lienzo símbolo de la reconciliación volviera España. Las gestiones con el dueño del cuadro las hizo Marlborough, la galería neoyorquina con la que Genovés siempre ha trabajado. Al final de unas duras negociaciones, el propietario accedió a entregar 'El abrazo' a cambio de otro cuadro del propio Genovés. El lienzo iba a ser colgado en la Ciudad Universitaria, donde tenía su sede el museo Español de Arte Contemporáneo, pero, aunque los documentos que acreditaban que el cuadro había pasado la aduana y que estaba registrada su entrada en el Museo, lo cierto es que no aparecía por ningún lado. Alguien lo había escondido. Lo que hizo Genovés fue detectivesco. Varios empleados del centro afiliados a Comisiones Obreras se encargaron de hacer las pesquisas necesarias para averiguar su paradero y al final el cuadro apareció enterrado bajo una montaña de cajas, donde alguien pensó que se olvidarían de él. Al poco tiempo, los fondos del Museo de Arte Contemporáneo fueron trasladados al Museo Reina Sofía. Entonces, alguien decidió que el mejor sitio para exhibir el icono de la Transición era el almacén del museo, donde se amontonaban las obras que, según los gestores del centro, no se merecían ser expuestas, y allí ha estado durante años. Hace meses, después de una campaña de presión por parte de artistas plásticos y de organizaciones de izquierda. 'El abrazo' ha vuelto a ser colgado.

P. ¿El mercantilismo que rige en el mundo del arte es el enemigo de la creatividad?

R. Yo para las cosas del dinero soy muy despreocupado. El dinero es una cosa necesaria cuando no se tiene. Sé que lo que digo es un privilegio, pero mi única ambición es la lucha conmigo mismo.

P. Me da la sensación de que su forma de pensar no está muy extendida…

R. Claro, yo conozco algunos compañeros que son unos verdaderos técnicos. A mí me aburre hablar de dinero. Recuerdo que cuando estaba en la Junta directiva del Círculo de Bellas Artes, cuando se hablaba de dinero, yo decía bueno yo me voy. La gente habla de dinero cuando se aburre.

La vida la hacemos las personas y no un ser sobrenatural que maneja peleles

P. ¿Y a usted qué de que le gusta hablar?

R. Sobre el gran misterio de la vida, quiénes somos, para qué estamos aquí… La vida la hacemos las personas y no un ser sobrenatural que maneja peleles. No se puede esperar que otros resuelvan nuestros problemas. La sociedad es hoy una mierda, un horror. No se puede tolerar este reparto absurdo de la vida en la que cada día mueren de hambre miles de personas y otros nadan en la abundancia.

P. Le veo muy pesimista, pero piense que, en un país como España, hace 25 años, la policía vino a su casa y le puso todo patas arriba…

R. Hemos mejorado, pero podríamos estar mucho mejor de lo que estamos. Hace falta que nos preocupemos por lo que pasa a nuestro alrededor, pero desgraciadamente estamos en una sociedad que busca la evasión. Protestar está mal visto y si alguien lo hace se le dice que está en los años 60. Hay campañas organizadas para que la gente se envilezca y no piense.

P. Pero nunca como hoy se ha gastado tanto dinero público, y también privado, en cultura…

R. Hay buenas iniciativas, como la restauración de la Residencia de Estudiantes, pero los pintores o los escultores no tienen sitio para trabajar en España. Se piensa que los pintores nacen como las flores, durante la primavera. Es absurdo pensar que somos un país de artistas y ya está. El trío Picasso-Miró-Dalí le ha dado a España más renombre que muchísima propaganda turística. No entiendo cómo los políticos no ven la importancia que tiene la cultura, incluso como propaganda.

placeholder Juan Genovés. (EFE)
Juan Genovés. (EFE)

P. A lo mejor es que se necesita que haya una crisis económica como la Argentina para que la cultura brille más.

R. No es cierto. Hay países ricos en los que se destina mucho dinero a la cultura. El Gobierno de España está haciendo poco por la cultura. Ni siquiera hay a un Ministerio, y ahora a los artistas casi nos quieren quitar los derechos de autor con la nueva Ley de Propiedad intelectual. A la cultura, en vez de ser la locomotora de la sociedad, se la considera el adorno de encima de la tarta.

P. ¿Y la izquierda, cuando ha estado en el poder, ha hecho algo distinto?

R. Ha hecho atisbos, pero en el fondo ningún político ha confiado nunca en darle alas a la cultura. Los políticos no quieren problemas y saben que la cultura puede ser peligrosa.

Tan peligrosa que Juan Genovés recuerda cómo un grupo de artistas, entre los que se encontraban Luis Gordillo y Alberto Corazón, ofrecieron a la Comunidad de Madrid organizar una bienal de arte contemporáneo. La idea fue presentada a la consejera de Cultura, Alicia Moreno Espert, y cuenta Genovés que nada más empezar la reunión lo primero que les dijo la consejera a los comisionados era que ella no sabía nada de artes plásticas, que de lo que entendía era de teatro. Han pasado varios años y la callada por respuesta. En 1960, Genovés, junto a los pintores Mignoni, Jardiel y Gastón Orellana fundó el Grupo Hondo una respuesta al Grupo El Paso y que, por entonces, con su propuesta informalista, reinaba en el desolador panorama cultural hispano. Genovés está convencido de que la dictadura estaba muy a gusto con El Paso, por lo que cuando nació el Grupo Hondo, que supone el tránsito del abstracto a lo figurativo, la política cultural del régimen comenzó a inquietarse. El pintor valenciano apunta contra la galerista Juana Mordó, que, en su opinión, dividió al Grupo Hondo ofreciendo el oro y el moro a dos de los integrantes de la nueva corriente Jardiel y Gastón Orellana. El grupo se disolvió en 1963.

P. ¿Qué piensa de que bancos y fundaciones ligadas a empresas se hayan convertido en los nuevos mecenas del arte?

R. No lo creo. El problema de la plástica es que no hay un auténtico coleccionismo privado que esté a la altura de lo que representa España en términos económicos. En Francia o Alemania, las fundaciones si compran arte y ayudan a los artistas. No por afán paternalista, sino simplemente porque han visto la importancia que tiene la cultura. Si los impuestos se pudieran pagar con obras de arte, la situación sería distinta.

El problema de la plástica en España es que no hay un auténtico coleccionismo privado

P. Pero eso ya se puede hacer.

R. Si, pero muy poco. En arte contemporáneo tienen que ser nombres muy conocidos, consagrados. Si se pudieran pagar con artistas jóvenes, ayudaría mucho.

P. Le inspira la realidad o la inventa.

R. Tengo contradicciones grandes. Pertenezco a varias ONG y siempre me muevo en el dilema de dedicarme a mi obra o ayudar a los demás. Pero la pintura, que es como muy puñetera, necesita tiempo. Siempre digo que, si las cárceles tuvieran estudios en condiciones, yo me iría a trabajar a una. Encerrado es como mejor se pinta. Ahora llevo cuatro o cinco días sin salir a la calle.

P. ¿Es usted muy obsesivo pintando?

R. La pintura es obsesión. Hay que hablar poco de las obras. Si estuviera mirando Las meninas y viniera Velázquez para explicarme el significado le diría: ¡Un momento, estoy viendo 'Las Meninas'!

P. ¿Y qué le obsesiona?

R. Mi otro gran dilema es convertir la plástica en palabras. Cuando la plástica se cuenta pierde el sentido. Nunca me he reconocido en las críticas. Las palabras complican las cosas. La pintura es muda, es para los ojos, por lo que cuando se empieza a hablar es un desastre.

El gran peligro que ha tenido la cultura es haberla intelectualizado excesivamente

P. Dejaría muchos críticos sin trabajo…

R. Los críticos deben tener una función didáctica. La pintura es lo que se ve y no lo que se cuenta con definiciones que no entiende casi nadie. El gran peligro que ha tenido la cultura es haberla intelectualizado excesivamente. Una obra como Las meninas se pintó el siglo XVII y en todas las épocas el espectador la ha visto de forma diferente. Me pregunto, cómo se puede decir este cuadro significa esto. Me da escalofríos pensarlo. Hace pocos años si no pintabas abstracto era poco menos que un miserable.

P. Sigue acudiendo a los museos?

R. Muchísimo. Hecho, en falta que no haya sillas, porque la pintura es para contemplarla sentado. Soy amigo de las exposiciones pequeñas, no de la cultura espectáculo, como el Guggenheim. Creo que hay un gran analfabetismo en la pintura. Me repugna las inauguraciones. A veces pienso que sí durante una exposición mía me marchara, la gente seguiría hablando de su tío, o de las vacaciones.

P. ¿Cuál es su obra favorita?

R. He tenido la gran suerte de contemplar Las meninas durante muchas horas con Antonio Saura. Los dos solos. El restaurador inglés Brealey hizo un trabajo excepcional. Aquí lo que pasó es que vinieron unos imbéciles, profesores de la escuela de Bellas Artes, que dijeron que se había cargado el cuadro cuando en realidad lo que hizo fue limpiarlo. Brealey sabía del siglo XVII más que nadie, y con las críticas le dieron un disgusto de miedo.

P. ¿Qué significan los personajillos que aparecen en sus cuadros?

R. Para mí el espacio fundamental. A veces esos personajillos no son nada, lo que es importante es el fondo. Mi obsesión es el espacio, la tercera dimensión, pero no lo sé. A lo mejor es una obsesión de pintor y lo más importante son esos personajillos. Tampoco me importa.

P. ¿Y desde su cueva, en qué piensa cuando oye hablar de una invasión inminente en Irak?

R. Estamos en un momento delicado. El bárbaro de Bush es una especie de ser funesto que ha dicho cosas que ni Hitler se habría atrevido; con ese descaro de decir: yo hago la guerra porque me da la gana. Estuve hace dos años en Bagdad, junto a gente de la cultura y la política, y me impresionó que la gente miraba en la calle hacia arriba como esperando un bombardeo. Eso lo he reflejado en algunos de mis cuadros. Irak era el país más occidentalizado de la zona, se representaba Shakespeare en los teatros, las mujeres iban con falda corta. Ahora ha vuelto el integrismo. Es horrible lo que está pasando, pero el bloqueo que hay es impresionante, lo de Cuba no tiene comparación. La gente ahora va a los teatros, y, como no hay películas, lo que hace es subirse a los escenarios y dedicarse a criticar a sus vecinos.

P. ¿Qué le sugirió el 11-S?

R. El 11 de septiembre fue una gran sorpresa. Me ha parecido un atentado tan extraño que no me sorprendería que hubiera sido provocado dentro de EEUU. Yo, de estas cosas, siempre pienso ¿a quién beneficia?, y a ese Bush, elegido presidente tras un atraco de la democracia.

P. ¿Le ha invitado Aznar a la Moncloa?

R. Nunca. Solo he hablado una vez con él, en un acto organizado por ABC en el que anunció que iba a mejorar la Ley de Propiedad Intelectual y ayudar al coleccionismo. A la salida le dije que me parecía muy bien lo que había dicho, pero que no creía que fuera a cumplir. Efectivamente no la ha cumplido.

P. ¿Y de Zapatero que piensa?

R. Ojalá lo haga bien. Hasta ahora son solo palabras. Creo que se podría hacer más desde la oposición, pero no lo sé. La desorganización de la izquierda es un problema gordo. Confío mucho en la Unión Europea. Hay una tendencia a pensar que todos los políticos de derecha e izquierda son iguales, pero no lo creo. Clinton no era lo mismo que Bush. Tengo mucha ilusión con Lula, pero, como decía una viñeta de Forges, ahora van a por él tras anunciar que quiere que todos los brasileños coman.

Juan Genovés (Valencia, 1930) falleció ayer a los 89 años. Esta entrevista se realizó en la última semana de enero de 2003 y fue publicada en la revista 'La Clave', que dirigía José Luis Balbín. En ella, Genovés habla sobre su cuadro más emblemático, 'El abrazo', pero también sobre cultura, sobre política, sobre las artes plástica y sobre la inminente guerra de Irak.

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