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'Kalifat': el viaje de las vírgenes suecas a la esclavitud del yihadismo
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CRONICA CULTURETA

'Kalifat': el viaje de las vírgenes suecas a la esclavitud del yihadismo

La angustiosa serie 'Kalifat' plantea el proselitismo del Estado Islámico en los países occidentales y la respuesta del nihilismo a la inmolación y la muerte civil

Foto: 'Kalifat'
'Kalifat'

¿Cómo es posible que unas adolescentes musulmanas-laicas nacidas en Suecia y arraigadas (o desarraigadas) en la sociedad del bienestar quieran marcharse a Rakka (Siria) para convertirse en esclavas del Estado Islámico? He aquí la pregunta que perfora la inquietante y la angustiosa serie estrenada en Netflix. La ha creado Wilhem Behrman para la televisión sueca. Y se ha convertido en un fenómeno planetario porque las trama tanto plantea el éxodo de las vírgenes a su perdición como introduce una compleja operación policial concebida para evitar un atentado en Estocolmo.

Cuesta trabajo disfrutar del serial no ya por el estupor que provoca el reclutamiento de voluntarios de Alá. Incluidos unos jóvenes suecos 'genuinos' que se adhieren a los planes suicidas. Cuesta trabajo porque la historia se recrea en la claustrofobia y la tensión. Sorprende al espectador en el desenlace de cada doblez argumental. Y lo mantiene en una situación incómoda. No solo por el destino incierto de los protagonistas con quien pueda simpatizarse, sino porque la ferocidad del Estado Islámico contradice cualquier expectativa de alivio.

Es la historia de una mujer arrepentida de haberse marchado de Suecia para convertirse en una cobaya del fanatismo. Es la historia de una chica adolescente cuya desorientación termina conduciéndola a la adhesión de la yihad. Es la historia de una policía de origen serbio que persigue neutralizar un atentado, creyéndose ella misma víctima de una conspiración. Es la historia de un hombre egipcio perfectamente integrado en la sociedad sueca que utiliza los disfraces y el carisma para reclutar voluntarias y planificar acciones terroristas.

Hay otras historias entrecruzadas en el laberinto de 'Kalifat'. Es la denominación árabe del Califato. Y la manera de acotar el impacto que produjo la irrupción del Estado Islámico sobre las cenizas de Al Qaeda. Pretendió el difunto Al-Baghdadi crear un sultanato de Estambul a Algeciras. Y fue capaz de involucrar a civiles, militares, lugareños y extranjeros. No ya con la propaganda, el petróleo, los recursos sociales, la coacción terrorista y la promesa del paraíso, sino como un remedio y un estímulo a las vidas descoyuntadas, desarraigadas o desprovistas de sentido.

Sería el contexto más propicio donde reclutar chicas adolescentes en los países infieles. Trabajarse su debilidad. Proporcionarles una visión idealizada de Rakka. Convencerlas de que la verdadera felicidad solo puede conseguirse al abrigo de Alá, lejos de la sociedad del consumo, de los placeres y de la secularización, aunque el “viaje” luego implique casarte a los 13 años con un anciano, embozarte en un burka funerario y convertirte en una esclava.

El “viaje” luego implicaba casarte a los 13 años con un anciano, embozarte en un burka funerario y convertirte en una esclava

El desengaño de la realidad sorprende a la protagonista de 'Kalifat', la magnífica actriz turca Gizem Erdogan. Necesita un plan de fuga, escaparse con su recién nacida, abandonar a su marido, huir de las palizas y de la opresión. Su mejor ayuda consiste en la mediación de mujer policía sueca, aunque la agente en cuestión parece más dispuesta a convertirla en una espía infiltrada -es en Rakka donde se urde el atentado- que decidida a organizarle el regreso a casa.

¿Cómo es posible que unas adolescentes musulmanas-laicas nacidas en Suecia y arraigadas (desarraigadas) en la sociedad del bienestar quieran marcharse a Rakka (Siria) para convertirse en esclavas del Estado Islámico? Tiene sentido repetir la pregunta porque el reclutamiento de las vírgenes y de las mártires es un fenómeno minoritario y residual, pero también elocuente. Podría decirse que las políticas de integración han sido insuficientes. Que los barrios marginales han propiciado el cultivo de voluntarios. Y que las minorías étnicas o religiosas recelan de la xenofobia o del racismo, pero unas y otras hipótesis no explican la adhesión a un fanatismo cuyos requisitos implican la muerte civil o la inmolación. 'Kalifat' plantea el caso de dos hermanos suecos -rubios y cristianos- que deciden emprender el camino de la Yanna (el paraíso). Uno de ellos ha sido iniciado en la cárcel -espacio privilegiado de proselitismo-. Y el otro se convierte en su respuesta imitativa, naturalmente sin conocimientos elementales del Islam ni del Corán.

El plan de vida de ambos consiste en el plan de muerte. Se abastecen de armas. Las convierten en fetiche religioso. Y dan sentido a sus existencias poniéndose a las órdenes de un atentado ejemplar y ejemplarizante en el metro de Estocolmo.

¿Cómo es posible que...? La respuesta probablemente es el nihilismo. La siniestra habilidad del Estado Islámico consiste en atraer mentes débiles, adolescentes influenciables, varones sin propósito, vírgenes y soldados “occidentales” a quienes ciegan los problemas de integración pese a la razonable eficacia de las políticas asistencialistas. Puede que Suecia no sea el paraíso, pero seguro que Rakka es el infierno.

¿Cómo es posible que unas adolescentes musulmanas-laicas nacidas en Suecia y arraigadas (o desarraigadas) en la sociedad del bienestar quieran marcharse a Rakka (Siria) para convertirse en esclavas del Estado Islámico? He aquí la pregunta que perfora la inquietante y la angustiosa serie estrenada en Netflix. La ha creado Wilhem Behrman para la televisión sueca. Y se ha convertido en un fenómeno planetario porque las trama tanto plantea el éxodo de las vírgenes a su perdición como introduce una compleja operación policial concebida para evitar un atentado en Estocolmo.

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