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'Tiger King', el loquísimo documental de Netflix: tigres, sexo y asesinatos por encargo
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LA REALIDAD SUPERA LA FICCIÓN MÁS DELIRANTE

'Tiger King', el loquísimo documental de Netflix: tigres, sexo y asesinatos por encargo

'Tiger King', la última serie documental de Netflix ha conseguido llevar el true crime a niveles de un disparate nunca visto

Foto: Joe Exotic, criador de grandes felinos, soñador a lo grande. (Netflix)
Joe Exotic, criador de grandes felinos, soñador a lo grande. (Netflix)

Cuando uno ve 'Tiger King' se da cuenta de que España es un país que piensa pequeño. Benidorm, quizás, podría salvarnos de ello. Somos un país de cama de 135, de un aeropuerto en cada capital de provincia, sí, pero modesto, o de un gato de mascota. Un país en el que Jesús Gil, nuestro Donald Trump patrio, se tuvo que conformar con una alcaldía. En el que no hay primeras damas exmodelos ni presidentes de comunidad que fueron antiguos héroes de acción. En el que las estafas piramidales se hacen a base de especular con sellos y no dinamitan la economía global, y donde los grandes ladrones de la historia de la democracia son un exvigilante de seguridad con bisoñé y un hombre solitario que esquivó a la Policía durante años a base de pelucas y barbas postizas. El resto nos conformamos con robar los bolígrafos del banco —por algo llevan cadenilla— o intentar timar a tu empresa fotocopiando documentos personales en la impresora de trabajo. Somos un país de funcionarios, que dicen. Porque lo que deja claro 'Tiger King' es que en Estados Unidos, con ambición, caradura, labia y el sueño empresarial más absurdo puedes, mientras ese sueño sea grandilocuente, llegar tan lejos como quieras. Salvo que se te vaya la olla y acabes implicado en una trama de desfalcos, asesinatos por encargo, desapariciones misteriosas y muchos, muchos, pero que muchos tigres.

Si creen que lo más delirante que han visto nunca es 'Wild Wild Country', 'Abducted In Plain Sight' o 'The Act of Killing' —éste último sigue siendo uno de los documentales más impresionantes de los últimos años, pero en 'Tiger King' el nivel de degeneración, desbarre y 'glam' es difícilmente superable—, esta serie de siete capítulos es tan absolutamente surrealista que sólo queda preguntarse cómo Estados Unidos puede serguir siendo una nación medianamente funcional. 'Tiger King', es en resumen, el resultado moral del cruce entre los concursos de belleza infantiles —en los que dopan y someten a tratamientos de estética a niñas a las que todavía no les ha llegado la menstruación— y lo que ocurre cuando Waltmart pone de oferta un paquete de balas a 12.99$. Más o menos lo que cuestan tres bolsas de M&M's.

"Hay más tigres cautivos en Estados Unidos que en la naturaleza en todo el mundo". Al otro lado de la pantalla, la presentadora de un magazín matutino de la CBS llama la atención de Eric Goode, hasta entonces empresario, filántropo, fundador de una ONG para proteger a las tortugas y codirector de algunos de los videoclips de Nine Inch Nails. Investigando, Goode descubrió que en su país natal entre 5000 y 10000 tigres, especie en peligro de extinción, pertenecen a manos privadas e, incluso, son utilizados como mascotas. Apenas 4000 viven en su hábitat natural en Asia.

placeholder Carole Baskin y su marido. (Netflix)
Carole Baskin y su marido. (Netflix)

Lo que no sabía Goode es que esta pequeña búsqueda de información acabaría llevándole a dedicar más de cinco años de su vida a rodar junto a la directora Rebecca Chaiklin este documental cuya trama y personajes son demasiado incluso para una mente como la de John Waters. Tan rocambolesco es todo que los directores no temen desvelar el final de la historia a los cinco minutos de comenzar la serie: el peculiar dueño de un zoo de tigres acaba en la cárcel condenado por haber pagado a un sicario para asesinar a una mujer. Porque lo importante aquí no es el final, sino cómo el ego, la locura, la deshonestidad y el sistema legal americano acabaron en una bola de nieve de criminalidad y mal gusto imparable.

Una de las principales atracciones de Wynnewood, un pequeño pueblo de poco más de 2.000 habitantes en Oklahoma, es el G.W. Zoo

Una de las principales atracciones de Wynnewood, un pequeño pueblo de poco más de 2.000 habitantes en Oklahoma, es el G.W. Zoo. Su dueño es Joe Schreibvogel, también conocido como Joe Maldonado-Passage, también conocido como Joe Exotic y principal protagonista de 'Tiger King'. Porque el trono del rey de los tigres es —o, mejor dicho, era— suyo. Un zoo privado en el que convivían más de 192 tigres con todo tipo de fauna salvaje. Un negocio millonario en el que cualquiera puede hacerse una foto con una cría de tigre o ver un espectáculo con felinos de casi 300 kilos. Pero la principal atracción es, sin duda, el propio Exotic: un redneck con un fondo de armario donde imperan las lentejuelas, la purpuriña y los brillos, una personalidad megalómana y desvergonzada y una debilidad por las drogas, las armas y los chicos que apenas acaban de alcanzar la mayoría de edad. Además, los empleados del zoo son, en general, exconvictos e inadaptados cuyo único hogar es el zoo y cuya única familia es Exotic.

placeholder John Finlay, uno de los maridos de Joe Exotic. (Netflix)
John Finlay, uno de los maridos de Joe Exotic. (Netflix)

Si el personaje de Exotic les parece insuperable —bueno, en realidad lo es—, los personajes con los que va dando Goode que rodean a Exotic en el negocio de la cría y explotación de los tigres en Estados Unidos no se quedan demasiado a la zaga. Carole Baskin, la némesis de Exotic, una activista defensora de los tigres que viste y vive en una casa donde todo tiene motivos felinos, que regenta una reserva de tigres y cuyo primer marido desapareció en extrañas circunstancias. El Doctor Bhagavan Antle, el dueño de otro gran zoo, polígamo y que intenta evitar que en el Congreso de Estados Unidos se apruebe una ley que prohíba que animales exóticos como los tigres estén en manos de particulares. Jeff Lowe, un motero cojo que utiliza los cachorros de tigre para ligar y montar orgías en Las Vegas y que hace ostentación de mansiones, mujeres y coches de alta gama. Y todos ellos, desde el que vive en un parking de caravanas hasta el que tiene una mansión en Nevada mueven cantidades ingentes de dinero que uno no puede evitar cuestionarse de dónde sale.

Un retrato del país donde el culto al éxito, a la fama, al dinero, que mezclados con una legislación muy laxa y un fácil acceso a las armas es nitroglicerina

Esto son sólo algunos de los personajes que van pasando por la serie de Goode y Chaiklin. Algunos se alían, otros entran en conflicto, pero la mayoría de ellos bordea los márgenes de la legalidad. Y al final, la megalomanía de todos ellos deriva en una trama de acoso, corrupción y criminalidad tan increíble que sería delito avanazar aquí. Un retrato del país del culto al éxito, a la fama, al dinero, que mezclados con una legislación muy laxa —hasta que entra el FBI, porque sí, en esta historia también tiene cabida el FBI—, el acceso fácil a las armas de fuego y la facilidad con la que cualquier ciudadano puede emprender y desemprender resultan en nitroglicerina.

placeholder El Doctor Baghavan Mantle y sus mujeres. (Netflix)
El Doctor Baghavan Mantle y sus mujeres. (Netflix)

Siete capítulos de casi cincuenta minutos en los que no se puede dejar de mirar lo grotesco y trágico de los personajes con una mezcla de sensaciones entre la fascinación, la vergüenza ajena y la conmiseración. Una experiencia realmente perturbadora y adictiva que demuestra que el culto a la imagen por encima de todo suele ocultar miseria moral y económica. Un sistema en el que pocos ganan y muchos pierden.

Y luego que, ¿quién cojones tiene un tigre de mascota?

Cuando uno ve 'Tiger King' se da cuenta de que España es un país que piensa pequeño. Benidorm, quizás, podría salvarnos de ello. Somos un país de cama de 135, de un aeropuerto en cada capital de provincia, sí, pero modesto, o de un gato de mascota. Un país en el que Jesús Gil, nuestro Donald Trump patrio, se tuvo que conformar con una alcaldía. En el que no hay primeras damas exmodelos ni presidentes de comunidad que fueron antiguos héroes de acción. En el que las estafas piramidales se hacen a base de especular con sellos y no dinamitan la economía global, y donde los grandes ladrones de la historia de la democracia son un exvigilante de seguridad con bisoñé y un hombre solitario que esquivó a la Policía durante años a base de pelucas y barbas postizas. El resto nos conformamos con robar los bolígrafos del banco —por algo llevan cadenilla— o intentar timar a tu empresa fotocopiando documentos personales en la impresora de trabajo. Somos un país de funcionarios, que dicen. Porque lo que deja claro 'Tiger King' es que en Estados Unidos, con ambición, caradura, labia y el sueño empresarial más absurdo puedes, mientras ese sueño sea grandilocuente, llegar tan lejos como quieras. Salvo que se te vaya la olla y acabes implicado en una trama de desfalcos, asesinatos por encargo, desapariciones misteriosas y muchos, muchos, pero que muchos tigres.

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