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Martín Caparrós: "A los periodistas nos importan temas que no le interesan a nadie"
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Entrevista

Martín Caparrós: "A los periodistas nos importan temas que no le interesan a nadie"

El periodista y escritor Martín Caparrós presenta su última novela, 'Sinfín', una historia futurista sobre la sofisticación de la técnica mientras se suceden las guerras y las migraciones

Foto: El escritor y periodista Martín Caparrós (EFE)
El escritor y periodista Martín Caparrós (EFE)

Habitual columnista, Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) regresa a la novela -de la que nunca se fue pues lleva ya trece publicadas- con 'Sinfín', una historia futurista-transcurre en 2070- con máquinas, técnicas cada vez más sofisticadas y una población que ni envejece ni muere. Pero el ser humano sigue siendo el mismo, y continúan existiendo las guerras y los movimientos migratorios en busca de un futuro mejor. De esto hablamos en esta entrevista y también de su visión sobre el periodismo actual también inmerso en las nuevas tecnologías.

PREGUNTA: En 'Sinfín' aparece una nueva forma de vida que evita que enfermes y mueras. ¿Esta historia de ciencia ficción es su miedo envejecer?

RESPUESTA: No es una historia de ciencia ficción. Está situada en el futuro, pero en el futuro pasan muchas cosas, no solo la ciencia sucede allí. Hay tanto de política ficción como de ciencia ficción. Es una ficción. La ciencia es sólo una pequeña excusa para contar cómo los señores y señoras se inventan un mecanismo por el cual los que pueden sobrevivirán para siempre las vidas que quisieron vivir a condición de que permanezcan aislados. Ese es el precio. Y no, yo no tengo ningún problema particular con envejecer. Tengo más problemas con morirme, lo cual tampoco creo que me haga muy original. Es una auténtica putada. Por qué hacer semejante cosa habiendo otras tantas cosas interesantes que hacer.

P: ¿Explica mejor el futuro que el presente?

R: No, no. Que uno cuente algo no quiere decir que las otras infinitas cosas no le interesen. En un momento me dio por eso básicamente porque tenía ganas de hacer una crónica inverosimil, un libro que tuviera todo el andamiaje, la estructura y la forma de una crónica y que contara hechos que fueran difíciles de considerar reales en la medida en que suceden dentro de 50 años.

P: A veces hay cosas del presente que resultan inverosímiles y suceden de verdad.

R: Sí, pero siempre es más difícil porque hay tantas cosas inverosímiles que resultan siendo ciertas que… Es más complicado. Pero tenía ganas de hacer una crónica que como dijo Laiseca, un escritor argentino al que tenía mucho cariño, es una crónica chasco.

placeholder 'Sinfín', la nueva novela de Martín Caparrós
'Sinfín', la nueva novela de Martín Caparrós

P: ¿Eso qué es?

R: Cualquier cosa, guión, chasco, para decir que algo es falso. Esto podría ser una entrevista-chasco, por ejemplo, si lo fuera. Entonces, el futuro tiene la ventaja de que te permite inventarlo, cosa que al presente le duele un poco más. Pero, además, porque la característica más notoria de esta época es que no consigue imaginarse un futuro que le interese, que le atraiga. Solo consigue imaginarse el futuro como amenaza, no como promesa. Toda la modernidad es el momento en el que se pensó un futuro tan atractivo que valía la pena trabajar para él. Esto se acabó por razones largas de discutir y ahora estamos en uno de esos periodos históricos s en los que no conseguimos construir una idea de futuro que nos atraiga y, por tanto, el futuro es pura amenaza, amenaza ecológica, poblacional, política etc etc y la única idea de cambio que conseguimos pensar es el cambio técnico. El cambio político, que era la forma paradigmática del cambio, ha sido reemplazada por el cambio técnico. Entonces tenía ganas de ver qué efectos podían tener esos cambios técnicos en la sociedad del futuro.

P: Un cambio técnico que usted no ve demasiado positivo. En una columna señalaba que las máquinas no son especialmente buenas. Por ejemplo, hablaba de las muertes que provocan los coches.

R: Pero yo no soy en absoluto ludita. Me parece muy bien que haya máquinas, lo que hay que ver es para qué las hacemos. No estoy para nada en contra de que la técnica se sofistique y consiga aparatos cada vez más complejos. Depende de cómo los usemos. La próxima gran pelea va a ser por la plusvalía de las nuevas máquinas que van a hacer que cada vez más trabajadores sean innecesarios. Habrá que ver quién se queda con el producto…

El cambio político, que era la forma paradigmática del cambio, ha sido reemplazada por el cambio técnico

P: La pregunta siempre es a quién le beneficia…

R: Si tú eres el dueño de la máquina te beneficia, si eres el obrero que ya no tiene trabajo te perjudica. Ahí es donde se arman los conflictos sociales en los que los ex obreros perjudicados van a reclamar su parte del asunto. Esta es la próxima gran pelea social de los próximos 20-30 años.

P: De momento hay un artefacto que sigue existiendo, que es el libro. ¿Usted ha escrito esta historia de ficción porque le permite ser más libre escribir una ficción acerca de todo este tema que apegarse a la realidad?

R: No, no. El hecho de llevar este lo que sea a la ficción tiene que ver con lo que yo hago en la vida. He escrito 15 novelas y es lo que más hago. Pienso en esos términos muy a menudo. Y en este caso fue un poco así. No sé si te da más libertad, te da otras libertades. Me gustó eso que decías de una máquina que subsiste, que es el libro porque efectivamente es una máquina extraordinaria que está empezando a ser superada. Te doy el ejemplo de la escalera. La escalera es una máquina increíble. Durante siglos y siglos fue la mejor forma de llegar de un piso uno a un piso cinco, pero yo ahora tomo el ascensor… Sobre todo si tengo que subir. Y al libro le empieza a pasar lo mismo.

P: Pero la escalera sigue estando porque el ascensor se puede estropear, puede haber un incendio…

R: También, también, pero no la tomas a menos qué. Es mejor ir en ascensor.

P: Pero qué artefacto mejora al libro.

R: [enseña el móvil] ¿Quieres más? [saca una tablet de la mochila] ¡Se lee mejor! Se lee con una mano, se pueden marcar las cosas, si estás con alguien en la cama no necesitas prender la luz… Es mucho más cómodo. Y, sobre todo, yo que me paso la vida viajando acá tengo 800 libros. Uno de los grandes problemas de mi vida antes era cuántos libros y qué libros meto en la maleta cada vez. Ahora ya no necesito maleta, voy con un bolso. Y creo que uno de los problemas es que todavía no hemos imaginado cómo usamos esto. Lo utilizamos como sj fuera mucho papel pegado. Por eso en ‘Sinfin’ la edición digital tiene notas. Tiene un centenar de notas a las que tú puedes acceder con el dedo, pasas la nota, vuelves…

P: Llevamos más de diez años con esta historia.

R: Sí, sí, y no aprendemos. Seguimos con esto [señala la tablet] o en papel, pero con las mismas técnica que tuvo el papel durante 400 años.

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Martín Caparrós (EFE)

P: Volvamos a la novela. En ella habla de un mundo que se deshace en guerras y migración. De hecho, la migración es uno de los problemas actuales y no se acaba de resolver. En Europa, ahora hay un conflicto muy grande en la frontera Grecia-Turquía. ¿Qué le preocupa de este asunto?

R: Lo que me preocupa son las fronteras. Me parecen una estupidez absoluta y supongo que al fin se acabarán, pero el fin está un poco lejos. Es una de las grandes contribuciones ideológicas, que por supuesto son muy útiles para una serie de cosas, pero al mismo tiempo cuesta mucho esfuerzo mantener. Hay todo un aparato puesto al servicio de justificar el hecho de que los que viven de este lado son radicalmente distintos a los que viven a 20 km del otro lado, cosa que desafía cualquier sentido común. En América Latina siempre se quejan de que no se llega a la unidad latinoamericana y siempre digo que nuestro trabajo de los últimos 200 años, desde las independencias y la constitución de los países, fue convencer a todos los habitantes de cada territorio de que eran radicalmente distintos de los habitantes del otro territorio. Lo que se construyeron fueron diferencias. No se quejen de que no haya unidad. Y eso es lo que pasa con las fronteras. Y uno de los efectos secundarios más nocivos es que les estás contando a millones de personas que en tu pequeño rincón vives como dios y esas pesonas dicen, ah yo quiero ir a vivir allí por lo menos como la virgen, y no le dejas. Muestras la zanahoria, pero cuando quieren agarrarla les pegas en la mano.

Hay un arranque xenófobo en la sociedad que suele pasar en los momentos de crisis

P: En Europa ahora tenemos políticos que hablan de cerrar fronteras, en contra de la identidad de la UE. Y Grecia acaba de negar el derecho de asilo…

R: Eso es un ataque a todos los fundamentos de la supuesta idea europea. Durante la II Guerra Mundial muchos griegos se refugiaron en Siria, parece un chiste macabro. Sí, hay un arranque xenófobo. Suele pasar en los momentos de crisis. Hubo varios momentos en los que Europa convocó alegremente a los migrantes porque los necesitaban para trabajar, y ahora que no los necesitan descubren las delicias del patrioterismo. Hay países que han sido clásicamente migrantes y que ahora se ponen dignos. Pero hay otra división que a mí me molesta mucho, que incluso la hacen supuestos gobiernos progresistas, entre refugiados y migrantes. Los refugiados son los que supuestamente vienen de una persecución política y esos tienen derecho porque los persiguen, en cambio, los emigrantes que son solo los que están cagados en sus países y quieren trabajar para ganarse la vida, esos no.

P: Gobiernos progresistas, dice. Eso, además de xenófobo, suena clasista,

R: Muchas veces, sí, lo hacen. Hay que recibir a los refugiados, pero a esos negros de Costa de Marfil… esos vienen porque quieren. Es como una manera de comprensión totalmente torcida.

Incluso hay gobiernos progresistas que diferencian entre los refugiados, que tienen derecho a venir porque los persiguen, y emigrantes, esos no

P: Hablamos de esto, pero es un tema que no está en la agenda mediática y usted sabe por qué: no se lee.

R: Sí, la semana pasada publiqué un artículo en The New York Times que era sobre esto. La treta narrativa era copiar seis rankings de las noticias más leídas de los diarios más leídos de América Latina para ver que eran casi pura basura. Y efectivamente todas esas cosas que a los periodistas nos parecen importantes y que valen la pena no le interesan a nadie. Se puede pensar que la crisis del periodismo es sobre todo una crisis de los lectores, lo cual significaría una crisis de nuestra sociedad, de la instrucción que reciben… Pero a mí me parece que nosotros tenemos que seguir haciendo lo que nos parece que tenemos que hacer y probablemente el error es esta idea que los rankings nos han sugerido de medir el periodismo con herramientas cuantitativas. Como si el periodismo tuviera que dirigirse a mayorías. Ojalá el periodismo fuera mayoritario, pero nunca lo fue. El periodismo no es masivo. Si te lee uno de cada cien, bueno, festeja. Si les das mierdas, sí, pero no queremos darles mierdas.

P: Pero el sensacionalismo existió siempre. Las noticias de sucesos, del corazón… Y siempre se leyeron mucho.

R: Antes había una división más clara en la prensa, no sé si estaba bien o mal. Había periódicos más especializados en este tipo de noticias. Era la prensa amarilla o la prensa popular, el tabloide… Y luego estaban los otros que no ponían gatitos. O ponían muy pocos. Eso se jodió con la aparición del rating, del conteo inmediato en las pantallas de la redacción. Los periódicos llamados serios se tentaron y vieron que cualquier tontería te daba 300.000 clicks y una cosa seria 3.000. Y si lo que se necesitaban eran gatitos para llegar a los 300.000 se pusieron. Antes, insisto la separación era clara, ahora periódicos serios se tientan con la idea de ser más y más masivos y creo que a mediano plazo es muy mal negocio porque empiezan a dejar de ser serios, que era aquello por lo cual lo consumían sus lectores, y para hacer basura hay otros que lo hacen mucho mejor porque es su especialidad.

Con el 'acojonavirus' no se le puede echar la culpa solo a los medios porque los gobiernos, la banca, los dueños del mundo están igual de alarmistas

P: Ahora hay periódicos que están implementando el muro de pago. ¿Es la solución?

R: Lo que tiene sentido es que alguien tiene que pagar por nuestro trabajo. Durante siglos estuvo claro que ese alguien era el lector. Llegaba al kiosko, compraba un periódico y dejaba un dinero. Además el periódico recaudaba por la publicidad. Los últimos veinte años trajeron la idea rarísima de que el lector no tenía que pagar. Se suponía que el dinero venía de otros lugares, pero eso se ha dejado de suponer. Tiene sentido que los periódicos quieran que alguien les pague. La idea de que la financiación de un periódico sea la misma que la de la televisión o la radio, que se financiaban con publicidad, seguramente tuvo mucho que ver con este aumento de la caza del click, porque se integraron en esa lógica vendedora de publicidad. Si salen de esa lógica hay cierta esperanza para que puedan dejar de lado esa tentación porque van a depender una vez más de sus lectores. Lo estamos viendo estos días con el ‘acojonavirus’, pero de todas formas por una vez no se le puede echar la culpa solo a los medios porque lo que hacen habitualmente los medios lo están haciendo todos los demás. Los gobiernos, la banca, los dueños del mundo están tan alarmistas como suelen estar los periódicos malos.

P: En estos tiempos de opinión por todas partes, por las redes sociales etc. ¿Dónde queda la autoridad del columnista?

R: Yo espero que el periodista como columnista no tenga ninguna autoridad. Si acaso se la gane cada vez que dice alguna cosa porque el lector encuentra alguna cosa que le interesó o que no había pensado. Pero que eso haya que renovarlo cada vez, que no esté supuesto de antemano y que cualquier imbecilidad que digas cargue con el peso de tu supuesta autoridad. Para eso sirve una columna, para encontrarle un ángulo difernete a cosas que todo el mundo está pensando o discutiendo.

Habitual columnista, Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) regresa a la novela -de la que nunca se fue pues lleva ya trece publicadas- con 'Sinfín', una historia futurista-transcurre en 2070- con máquinas, técnicas cada vez más sofisticadas y una población que ni envejece ni muere. Pero el ser humano sigue siendo el mismo, y continúan existiendo las guerras y los movimientos migratorios en busca de un futuro mejor. De esto hablamos en esta entrevista y también de su visión sobre el periodismo actual también inmerso en las nuevas tecnologías.

Novela Periodismo Refugiados The New York Times