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Santiago Posteguillo reta a los dioses en el Muro de Adriano
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Santiago Posteguillo reta a los dioses en el Muro de Adriano

El superventas español de la literatura de romanos culmina su última saga con 'Y Julia retó a los dioses', una historia de amor, muerte y conquista en los confines del mundo

Foto: Santiago Posteguillo en el Muro de Adriano (Foto: Carlos Ruiz)
Santiago Posteguillo en el Muro de Adriano (Foto: Carlos Ruiz)

Un emperador cabalga maltrecho acompañado de su hijo y sucesor y de sus legiones por los pantanos y colinas salvajes de Northumbria, siempre hacia el Norte. Los ataques de gota lo han dejado casi inválido pero se mantiene en el caballo pese a todo desplegando una energía inagotable. Hay mucho trabajo por hacer, levantar puentes, resistir las emboscadas del enemigo y arrinconar a las belicosas tribus de meatas y caledonios que en los últimos tiempos amenazan con irrumpir por la frontera del Imperio, en los confines del mundo, algo que Roma no puede permitir bajo ningún concepto. A las espaldas de Severo y su vástago Antonino -al que la posteridad conocerá como Caracalla- el imponente Muro levantado por Adriano debe resistir. Una mujer los acompaña, una mujer que podríamos decir que rige en la sombra los destinos de todos ellos. Su nombre: Julia Domna.

El escenario que despliega el Muro de Adriano es uno de los centrales de la nueva novela de Santiago Posteguillo (1967), el novelista superventas que culmina en 'Y Julia retó a los dioses' (Planeta) su última saga de romanos de la que en estos días más de cien mil ejemplares aterrizan en las librerías españolas. Una épica historia con el sabor característico que tanto gusta a la legión de seguidores del profesor de Literatura valenciano que se dio a conocer con dos trilogías, la protagonizada por Escipión el Africano y la que se adentraba en el reinado de Trajano. Cuatro millones de lectores atestiguan su éxito.

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'Y Julia retó a los Dioses' (Planeta)

Y después llegó el premio Planeta en 2018 con 'Yo, Julia', una apuesta arriesgada que erigía a una mujer como protagonista en un género literario eminentemente masculino. Esta vez no habrá trilogía, la aventura de Julia llega a su fin con el segundo libro.

Un día desapacible de marzo recorremos con Posteguillo el Muro de Adriano para hablar de una novela urdida con sus ingredientes habituales: épica, duelos fratricidas, crímenes, amor y un reto que no es de este mundo. Los dioses de Roma, esos trasuntos de las divinidades griegas, son esta vez el verdadero enemigo de la protagonista.

PREGUNTA. Gibbon decía que el período de la historia del mundo en el que la raza humana había sido más feliz era el que iba desde la muerte de Domiciano en el 96 d.C. al ascenso de Cómodo en el 180 d.C. Después de narrar el ascenso de Roma en la trilogía de Africano y su plenitud en la de Trajano, ¿no cabía más que ocuparse del inicio de su decadencia?

RESPUESTA. La historia de Julia Domna no transcurre en inicio de la decadencia del Imperio sino en su último momento de plenitud. Lo que ocurre es que es verdad que en ese momento, en el seno de la familia imperial, se vivía mal: traiciones, luchas, crímenes... El duelo a muerte entre Antonino -Caracalla- y Geta, los hijos de Severo y Julia es muy significativo de la brutalidad que asolaba la corte imperial. Pero a la vez, aquella corte convulsa mantenía las fronteras del imperio. Entre ellos se mataban pero también vigilaban Britania, el Danubio, el Rhin, Libia y Persia. Militar, social y económicamente, aquel fue el último momento de esplendor del Imperio romano antes de caer en el abismo de la anarquía militar. Yo alargaría el periodo que señala Gibbon hasta la muerte de Alejandro Severo, el último sobrino nieto de Julia.

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Santiago Posteguillo en el Muro de Adriano (Foto: Carlos Ruiz)

P. ¿Que es lo que Julia entiende bien en ese momento tan complejo de la historia de Roma para vencer a todos sus enemigos?

R. Ella entiende bien, por un lado, que hay que ser pragmática: si tus dos hijos se enfrentan a muerte y solo sobrevive uno, pese al dolor que sufras, deber alinearte con el superviviente. Por mucho que no se nos ocurra nada peor para una madre que sus hijos se maten entre sí. Por otro lado, además de su pragmatismo y su tenacidad, es una mujer muy inteligente que sabe leer la mejor estrategia para mantener el poder.

P. Un autor muy exitoso de un género tan masculino como las novelas de romanos, se atreve con una nueva saga protagonizada con una mujer… ¿Dudaste si esto podía perjudicarte o más bien pensaste que ampliabas así tu base de lectores?

R. Esas son preguntas interesantes que yo mismo me hice. Primero, yo siempre he seguido mi intuición narrativa y he contado lo que he querido contar de la forma en que lo he querido contar. De no ser así, nunca habría entrado en el mercado editorial con una novela de 700 páginas como era Africanus. Pero mis novelas deben tener la extensión que yo quiera y el protagonista tiene que ser quien a mí me parezca. Sí pensé que el personaje femenino de Julia podía atraer a lectores. Pero no la elegí por eso sino porque me encontré con un personaje femenino alucinante. Eso ocurrió antes del MeToo. Fíjese que las editoriales anglosajonas no se deciden por ahora a traducir el primer libro de Julia porque dicen que "no es muy conocida". Y digo yo: ¿Claudio era conocido antes de que Robert Graves firmara 'Yo, Claudio' en los cuarenta? ¡No! Eran conocidos César, Augusto, Nerón y ya. Así siempre escribiríamos de los mismos.

Siempre he seguido mi intuición narrativa y he contado lo que he querido contar de la forma en que lo he querido contar

P. Ahora que cita el 'Yo Claudio' de Gracias que también es un bilogía. Le he leído que cuando ganó el Planeta con 'Yo, Julia' no tenía claro que fuera a escribir una segunda parte. Perdone pero, conociéndole, no me lo acabo de creer...

R. Pues no, se lo aseguro, albergaba muchas dudas. Pero funcionó tan bien, vendió tantos ejemplares me escribió tanta gente pidiéndome continuar… Y luego, tenía mucha información reunida, el trabajo de investigación casi estaba hecho. No me quedó más remedio.

P. Me ha chocado mucho una gran novedad: los dioses. Es evidente que sólo es un hábil e irónico recurso narrativo...

R. ¡Es lo que intenta ser!

P. Pero, ¿no dudó de si su presencia afectaría a la verosimilitud y al realismo de alguien que como tusted se jacta de documentarse prolijamente?

R. A ver, se trata de otro guiño a Graves y a las novelas mitológicas como 'El vellocino de oro'. También a la 'Ilíada' y a la 'Odisea', claro, en las que las rencillas entre los dioses por sus apoyos a uno u otro bando son tan fantásticas como divertidas. Y, por último, era lo único que me permitía solventar el problema narrativo de la tragedia final del libro como bien descubrirán los lectores que lleguen hasta ahí. Eso sí, jaja, le reconozco, que cuando le anuncié a mi editora esto de los dioses, no lo veía claro.

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Santiago Posteguillo en el Muro de Adriano. (Foto: Carlos Ruiz)

P. Antonino, Caracalla, y Geta. Dos hermanos en lucha a muerte y una madre entre ambos… Es probablemente uno de los argumentos más clásicos de la literatura dramática. ¿Qué podía aportar usted?

R. Me interesaba el drama, claro, pero también algo más: el pragmatismo brutal de Julia que ya he dejado antes. Un hijo ha matado al otro e incluso la ha herido a ella… pero el asesino es el que queda y la dinastía debe continuar. Ahora, lo pone firme al tío.

P. Hablemos de Caracalla. Los historiadores le definen como un populista impopular.

R. Cierto. Tomaba medidas populistas, como sus gigantescas termas, pero era incapaz de resultar simpático. Tenía un pronto muy malo y violento. Recuerde la que monta en Alejandría cuando quiere acostarse con su madre y masacra a la población. Concede la ciudadanía romana y luego se carga a los nuevos ciudadanos.

P. Y luego está Galeno, el narrador, el médico que describió la célebre peste antonina y que algunos sitúan en el origen de la decadencia del imperio. Algo por cierto a lo que podemos ser especialmente sensibles hoy cuando la epidemia del coronavirus amenaza con parar el mundo y exacerbar los populismos.

R. Es verdad que las continuadas epidemias que sufre el Imperio romano lo debilitan. La mayoría, como la llamada peste antonina, eran epidemias de viruela. Lo más increíble de Galeno es que, como cuento en la novela, él pudo describir la enfermedad sin ser afectado por ella al inmunizarse en sus disecciones del virus. Pero en fin, esa aceleración del Imperio romano hacia la dictadura militar pura y dura ya contaba con sus propias inercias más allá de la peste antonina.

El Imperio romano nos enseña que la xenofobia no conduce nunca a nada buenocomo tampoco la separación entre Oriente y Occidente

P. Se habla hoy en España de populismo a propósito de la irrupción de nuevos partidos políticos pero tentar los oídos del pueblo no es ninguna novedad, los romanos lo practicaban mucho, como leemos en sus libros. ¿Qué enseñanzas podrían encontrar Rajoy, Sánchez, Rivera o Iglesias en sus libros para los tiempos de pactos y alianzas que vive nuestro país.

R. Por ejemplo, que la xenofobia no conduce nunca a nada bueno. Que la separación entre Oriente y Occidente, tampoco. O la que la tolerancia religiosa da mejores resultados que el fanatismo.

P. ¿Veremos a Posteguillo nivelando la caída del Imperio?

R. La caída final me interesa mucho pero igual la dejo para una época crepuscular de mi vida. Así estaré en onda y caeremos todos juntos a la vez. Pero de momento seguiré con Roma, en otros momentos de su historia. Ya estoy trabajando en la siguiente novela que probablemente abra una nueva serie de novelas y que intuyo que es mi proyecto más ambicioso del que, por lo demás, no puedo contar nada más.

Un emperador cabalga maltrecho acompañado de su hijo y sucesor y de sus legiones por los pantanos y colinas salvajes de Northumbria, siempre hacia el Norte. Los ataques de gota lo han dejado casi inválido pero se mantiene en el caballo pese a todo desplegando una energía inagotable. Hay mucho trabajo por hacer, levantar puentes, resistir las emboscadas del enemigo y arrinconar a las belicosas tribus de meatas y caledonios que en los últimos tiempos amenazan con irrumpir por la frontera del Imperio, en los confines del mundo, algo que Roma no puede permitir bajo ningún concepto. A las espaldas de Severo y su vástago Antonino -al que la posteridad conocerá como Caracalla- el imponente Muro levantado por Adriano debe resistir. Una mujer los acompaña, una mujer que podríamos decir que rige en la sombra los destinos de todos ellos. Su nombre: Julia Domna.

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