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Historias de un charnego: "El ascensor social siempre ha sido un mito en Cataluña"
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Entrevista a Javier López Menacho

Historias de un charnego: "El ascensor social siempre ha sido un mito en Cataluña"

Llegó hace una década a Cataluña desde Andalucía y ha escrito libros como 'Yo, precario' y 'La farsa de las startups: la cara oculta del mito emprendedor', cuenta las claves de 'Yo charnego'

Foto: El escritor Javier López Menacho
El escritor Javier López Menacho

Agárrense, que vienen curvas:

"El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido […] es, generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. E introduciría su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad".

Esta 'simpática' descripción de los andaluces como tribu amazónica hostil al hombre (catalán) blanco la escribió Jordi Pujol en 1958 desde la clandestinidad del exilio.

Pujol se arrimó al nicho charnego con maestría, pero no fue el único, todos los políticos lo hicieron


El miedo a una Cataluña charnega ha sufrido diversas mutaciones culturales en las últimas décadas —de "charnego" como insulto hemos pasado a "charnego" como orgullo de clase— como documenta 'Yo charnego', de Javier López Menacho, memoria personal y ensayo sobre la emigración a Cataluña que se publica ahora.

Menacho, que llegó hace una década a Cataluña desde Andalucía y ha escrito libros como 'Yo, precario' y 'La farsa de las startups: la cara oculta del mito emprendedor', cuenta las claves de 'Yo charnego' en esta entrevista.

PREGUNTA. El texto del joven Pujol hace daño a los ojos.
RESPUESTA. Sí, la gente no se lo cree cuando lo lee. '¿En serio dijo eso?', se preguntan muchos. Lo escribió cuando estaba en el exilio, en otro contexto comunicativo, cuando escribías para un entorno limitado y no trascendía. El problema vino cuando el texto se recuperó durante la Transición. Pujol se vio obligado a escribir dos artículos seguidos en 'El País' disculpándose, aunque no se disculpó exactamente, o lo hizo de una manera extraña, la de los políticos, que es más un exculparse que un pedir perdón. Pero bueno, el texto quedó ahí y las palabras se definen solas.

Aunque los comentarios peyorativos hacia los charnegos salieron muchas veces de la burguesía y las posiciones más conservadoras, implicaron a todo el espectro político, incluido la izquierda. Comentarios despectivos sobre el acento o la procedencia. Casi todo los han hecho alguna vez.

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He aquí algunas citas de políticos (no catalanes) recogidas en el libro:

Albert Rivera: "Vamos a enseñar a pescar en Andalucía, no a repartir pescado".
Cristina Cifuentes se jactó de su solidaridad: "Madrid paga con sus impuestos la educación, la sanidad y los servicios básicos de los andaluces".
Ana Mato: "Los niños andaluces son prácticamente analfabetos".
Rafael Hernando: "Andalucía es como Etiopía".
Jorge Verstrynge: "Es verdad que la formación de la juventud andaluza es menos buena que la de la juventud de una parte importante del país... Mucho rebujito, mucha cervecita, muchas gambitas, mucha playita, mucho ordenador o móvil ¿verdad?".

P. En el libro recupera citas de políticos que reflejan andalufobia, salvo que no son catalanes, sino de varias partes de España. ¿El abuso verbal contra los charnegos y la andalufobia de otros lugares son fenómenos parecidos?

El insulto "charnego" ha dado paso a "ñordo" o "colono". Afortunadamente, su uso es muy minoritario

R. Yo hablaría de aporofobia. Probablemente, no sucedería si no hubiera un elemento de clase. Tiene que ver también con los hablas bien considerados y los hablas mal considerados, que son los que están lejos de las zonas de poder. En las burlas hacia el acento andaluz o la educación de los niños, no veo necesariamente xenofobia, sino aporofobia, porque nadie se va a quejar de un jeque árabe, pero al marroquí sí le llamamos moro. Recelo al que viene de fuera… sin dinero.

P. Leyendo las citas antiguas de Pujol, y dada la calentura del 'procés', hay quien califica de supremacismo la relación entre el pujolismo y el charneguismo. Pero Pujol era más listo que todo eso: ¿No describe mejor dicha relación la palabra paternalismo?

R. Sí, desde luego, no es un supremacismo. Pujol fue muy inteligente. Entendió que sin las comunidades de migrantes trabajadores no podía construir un país. Tejió una red de influencia, a menudo clientelar, con subvenciones a asociaciones andaluzas y acercamientos a figuras influyentes de nichos de votantes, como Justo Molinero y Teletaxi. Pujol se arrimó al nicho charnego con maestría, pero no fue el único, todos lo hicieron, como el PSC, estrechamiento relacionado con la clase obrera migrante del cinturón que rodea Barcelona. O el independentismo, con Rufián o Baños, que habló de la existencia de un charneguismo ilustrado. O los Comunes, que hablaron de la nación charnega.

P. Escribe que dentro del charneguismo hay las mismas posiciones contradictorias sobre el 'procés' que fuera de él, no obstante, si el charneguismo se comportara como un bloque, podría romper el empate técnico/catastrófico entre bloque indepe y bloque anti-indepe. Una decisiva tercera Cataluña.
R. En un espacio en el que los dos campos están ya tan definidos, los espacios grises pueden decantar la balanza. Los charnegos son un espacio gris reconocido por todos. Algunos charnegos se sienten apátridas, ni andaluces ni catalanes. El voto de esas personas está en disputa. Marcado en rojo por todos los partidos.

El charnego de oro

La llegada del charnego José Montilla a la presidencia de la Generalitat (2006) removió unas cuantas cosas en Cataluña. Marta Ferrusola, mujer de Jordi Pujol, dijo que le molestaba "mucho" que el 'president' "fuera un andaluz con nombre castellano". Pujol apagó el incendio dando la vuelta al foco: "Siempre me he manifestado en términos distintos a esos ya que [la presidencia de Montilla] habla muy positivamente de Cataluña y del 'president' Montilla (...), es una prueba de la actitud integradora del país y del buen funcionamiento del ascensor social".

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P. Con Montilla en la Generalitat, surgió la narrativa del buen funcionamiento del ascensor social en Cataluña. Según usted, ese ascensor lleva tiempo averiado…
R. El ascensor social es un mito. Siempre lo ha sido. Se cogen casos excepcionales, de personajes relevantes a nivel público, y se generaliza: 'En Cataluña funciona muy bien el ascensor social, los que vienen de fuera pueden ascender rápidamente a base de trabajo y esfuerzo', vienen a decir. Esto no es verdad, lo desmienten los datos de la UE, uno tarda cuatro generaciones en cambiar de clase. El resto son excepciones. La crisis lo ha acentuado, pero el ascensor tampoco funcionaba bien antes.

P. Recoge un cita de Enric González: "Charengo ya no es un insulto, ahora lo es español".
R. Sí, o ñordo.

P. "Ñordo" se usa como calificativo despectivo hacia los españoles…
R. Sí. La diferencia entre charnego, 'maketo' o moro, es que charnego ha trascendido su condición de insulto y ahora es otra cosa. Lo peyorativo puede acabar desapareciendo para convertirse en lo contrario.

P. Llevamos tiempo en modo 'resignificación'. Ahora se habla de orgullo charnego.
R. Sí. Eso es síntoma de salud social y un éxito de la clase migrante trabajadora. El insulto "charnego" ha dado paso a "ñordo" o "colono". Afortunadamente su uso es muy minoritario, está lejos del alcance que tuvo charnego en su momento.

P. Sostiene que como insulto despectivo "charnego agradecido" no tiene mucho que envidiarle a charnego.
R. Estoy muy en contra del concepto charnego agradecido, utilizado a veces por la prensa conservadora para describir al que viene de fuera y simpatiza con la causa independentista. Charnego agradecido siempre es peyorativo porque te despoja de voluntad y autonomía política, como si solo te arrimaras para obtener una contraprestación. Se usa como arma arrojadiza contra el independentismo. Yo no conozco a nadie que se considere un charnego agradecido. ¿Cómo sabemos quién lo es y quién no? Es pura demagogia.

P. Para rematar, quería hablar del Pijoaparte de Marsé, protagonista de 'Últimas tardes con Teresa', arquetipo de muchacho de las clases populares que se arrima a la burguesía barcelonesa… y le acaban rompiendo las piernas. A raíz del juicio a Trapero (algunos 'indepes' le criticaron por decir que si se lo hubieran ordenado, habría detenido a Puigdemont) se ha hecho la siguiente analogía: Trapero como Pijoaparte del 'procés'. ¿Cómo lo ve?
R. No lo había pensado, pero respecto a la obra de Marsé: es verdad que la relación del Pijoaparte con la burguesía no acaba bien, pero Marsé le da luego la vuelta al asunto en 'El amante bilingüe', sobre un burgués seducido por la cultura charnega. A simple vista, llamar Pijoaparte a Trapero me parece una lectura interesada. No lo acabo de ver.

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