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De héroes a traidores: senderos de gloria en la batalla de Teruel
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El Stalingrado de la Guerra Civil

De héroes a traidores: senderos de gloria en la batalla de Teruel

La República proclamó como héroes a los soldados de la 84 Brigada Mixta, que asaltó la ciudad y conquistó la primera capital de provincias en toda la guerra, después fusiló a 46

Foto: Batalla de Teruel
Batalla de Teruel

Una pequeña ciudad con poco más de 13.000 habitantes, sin ningún valor estratégico, que apenas constituía un incómodo entrante del bando nacional en el territorio republicano, amaneció el 15 de diciembre de 1937 con el ruido de los aviones y los carros de combate. Detrás marchaba una gran masa de infantería desde la noche anterior. Había comenzado la mayor ofensiva del Ejército Popular de la República y con ella, la batalla más cruenta del conflicto. Teruel, una posición en teoría insignificante, iba a decidir la Guerra Civil.

La magnitud del ataque sorpresa se disipó en menos de 24 horas, cuando la pequeña guarnición de los nacionales que comandaba el coronel Rey D'Harcourt, se vio desbordada por la ingente cantidad de tropas. El objetivo republicano era obligar a Franco a detener una inminente ofensiva sobre Madrid. Ambos bandos sacrificaron sus ejércitos durante el invierno más duro que se podía recordar.

La propaganda de la República explotó la toma de Teruel, la primera y única capital que reconquistó. Franco respondió lanzando a todo su ejército

La República proclamó como héroes a los soldados de la 84 Brigada Mixta, que asaltó la ciudad y conquistó la primera capital de provincias en toda la guerra. Teruel era roja, un éxito tras la debacle del frente norte. Después se les consideró traidores y sería disuelta. Fusilaron a 46 de ellos por la insubordinación de seiscientos soldados. En el bando nacional, Franco no perdonó a Rey D'Harcourt la rendición de la plaza. A pesar de la numantina defensa, no acabó en gesta como en el Alcázar de Toledo y se le pagó con miseria. La batalla se saldó con cien mil bajas en dos meses de metralla, hielo y escombros y los dos cuarteles generales reclamaron el éxito de un falso empate.

'Tened confianza en España'

La recién creada 84 Brigada Mixta, encuadrada en la 40 división, avanzó protegida por las panzas de los bombarderos rusos Katiuskas y los Tupolev SB-2 que castigaron la ciudad junto a la artillería desde las posiciones elevadas tomadas en los primeros días. En el casco urbano, el gobernador militar de los nacionales, el coronel D'Harcourt y el coronel Barba, incapaces de mantener la línea exterior, se refugiaron en los edificios de la Comandancia y del Seminario respectivamente, los otros focos de resistencia fueron el Banco de España y el convento de Santa Clara.

Ante la magnitud del ataque, Franco suspendió las operaciones sobre Madrid tras consultar con sus generales —tal y como pretendía Vicente Rojo— y el 23 de diciembre envió un mensaje radiado al gobernador militar en el que le ordenaba resistir. —Federico Martínez Roda, 'Varela, el general antifascista de Franco' (La Esfera)—.

La orden de Franco fue resisitir a toda costa. Como le ocurriría a Von Paulus en Stalingrado, D'Harcourt estaba sitiado, bajo un frío atroz y sin víveres

"El enemigo está muy castigado. Teruel será rápidamente liberado. Las fuerzas de esa guarnición se bastan ampliamente para prolongar la defensa sin peligro para la plaza (…) La conducta heroica de Villareal, Oviedo, Belchite, servirá de ejemplo para esa gloriosa guarnición. Tened confianza en España, como España confía en vosotros. ¡Arriba España! ¡Viva España!".

La orden era sencilla: "no rinda la posición". No llegó al paroxismo de la que dictaría Hitler en 1943 al general Von Paulus en Stalingrado, en la cual se le ascendía a mariscal, lo que implicaba la lucha hasta el último hombre y previo anuncio de que nadie iría en su ayuda. Sin embargo, tal y como ha apuntado el historiador David Alegre Lorenz, las similitudes van más allá de la nieve: Teruel se convirtió en una cuestión de prestigio en el que se emplearían todos los medios militares necesarios —'Batalla de Teruel: guerra total en España' (La Esfera)—.

placeholder Soldados durante las nevadas de Teruel
Soldados durante las nevadas de Teruel

D’Harcourt y el coronel Barba respondieron como pudieron y se luchó calle por calle hasta que se atrincheraron. Se pretendía emular la gesta del Alcázar, pero a diferencia del 36, en Teruel no tenían víveres, el frío era atroz, sus posiciones eran mucho más vulnerables y enfrente tenían a un ejército mucho más curtido que las milicias que combatió el coronel Moscardó, con un orden de batalla diseñado minuciosamente desde el Estado Mayor Central por el general Vicente Rojo y con una capacidad ofensiva infinitamente mayor.

Al igual que en el Alcázar de Toledo en el 36, se pretendió emular la gesta, pero ambos ejércitos habían crecido y la escala fue descomunal

La promesa del general Francisco Franco no era un farol. Rojo había conseguido atraer al los nacionales, pero no calibró la respuesta. En pocos días se movilizaron dos cuerpos de ejército al mando de los generales Antonio Aranda y Enrique Varela para socorrer a los sitiados. Mientras en el casco urbano las tropas del Ejército Popular hostigaban los últimos focos de resistencia, en las afueras, el coronel nacional Muñoz Grandes se bautizaba en el frío, cinco años antes de luchar codo con codo con el Tercer Reich en el sitio de Leningrado al mando de la División Azul.

Logró tomar la Muela de Teruel el día 29 de diciembre, un avance que le dejaba a tiro de piedra del cercado Seminario, en el barrio de San Blas, donde aún resistía el coronel Barba. Llegaron muy cerca, pero una descomunal nevada en fin de año interrumpió la ofensiva. El temporal fue tan atroz que las tropas republicanas abandonaron las posiciones y pasó desadvertido para los nacionales: ni D'Harcourt, dentro de la ciudad, intentó una salida, ni Varela, en las afueras, un asalto. Las bajas por congelación llegaron en algunas unidades al 50% y los aviones no podían ni siquiera despegar. —'Federico Martínez Roda ‘Varela, el general antifascista de Franco' (La Esfera)—.

Sin zapatos

Las bombas y los disparos mataron más que el frío, pero además de las numerosísimas muertes por congelación, lo que fue inédito en los hospitales de sangre de ambos bandos fueron las amputaciones de miembros no causados por la metralla, sino porque sencillamente estaban congelados y necróticos, algo jamás visto hasta entonces. El frío y las borrascas, con las terribles ventiscas, que hacían descender la sensación térmica por debajo incluso de los 18 grados bajo cero, hacían mella psicológica. Resultaba tan insoportable que paralizó unidades y multiplicó las deserciones.

"Atenazados por las heladas asesinas entre ataques tuvieron que reducir a quince minutos los turnos de guardia para evitar la muerte por congelación"

Pedro Corral recoge en la magnífica obra ‘Si me quieres escribir: La batalla de Teruel’ (Debate), el informe de uno de los comisarios políticos del ejército republicano: "Lo más grave era la falta absoluta de equipos de invierno, pues no se había dado a la División ningún equipo de invierno, ni capotes o mantas, habiendo más de dos mil soldados sin manta y la mayor parte de los reclutas marcharon al combate vestidos de paisano (...) Los atacantes aguardaban la llegada del amanecer sobre la nieve y sin refugios, para llevar a cabo el asalto a las defensas enemigas. Los defensores pasaban la noche en vela esperando el asalto, atenazados por heladas asesinas que obligarían a reducir a quince minutos los turnos de guardia para evitar la muerte por congelación de los soldados en los puestos de vigilancia, que a pesar de todo se produjeron en numerosos casos. Ambos papeles los interpretaron con el mayor de los sacrificios los hombres de uno y otro bando", —Pedro Corral, 'Si me quieres escribir: La batalla de Teruel' (Debate)—.

placeholder Cuerpo de un soldado congelado
Cuerpo de un soldado congelado

El frío acarreaba más problemas, tal y como constarían los responsables del ejército republicano: "una de las causas de la epidemia de sarna es la falta de ropa interior de abrigo, lo que impide a los soldados lavar la que llevan, llena de miseria. La mayoría de los soldados del 4º Batallón de la 81ª brigada mixta, carecen de mantas o capotes, así como de zapatos. Unos por ser reclutas a los que no se ha entregado ropa alguna y otros, los veteranos, porque al llevarse a cabo el relevo tuvieron que dejar dichas prendas para los que llegaban pues iban sin ellas".

Rendición, gloria y castigo

A pesar del esfuerzo de los nacionales por romper el cerco, los ejércitos de Aranda y Varela tardaron lo suficiente para que una guarnición abatida aceptara la rendición. D'Harcourt interpretó que la ciudad ya había caído y que prolongar la resistencia solo aumentaría las bajas de sus soldados y la población civil. El seis de enero de 1938, la Cruz Roja Española se dirigió al jefe de la 84 Brigada Mixta para que accediesen a evacuar a los heridos y civiles ante la dureza del combate: 1º Los heridos que se encuentran en el hospital de La Asunción serán evacuados si así expresamente lo desean. Las autoridades gubernamentales se comprometen a darles el trato humanitario exigido por las leyes internacionales. 2º Las mujeres, ancianos y niños que expresamente lo deseen serán igualmente evacuados (…) El objeto es alejar a la población no combatiente de las molestias de la lucha y evitar las deficiencias de asistencia a nuestros heridos —'Partes de guerra nacionales y republicanos' (Bellaqua)—.

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Soldados del Ejército Popular durante la batalla

El coronel Hernández Saravia, que dirigía al ejército republicano, accedió tras consultar con el EMC. Fue el anuncio del fin para la resistencia. Vicente Rojo, que se trasladó a Teruel, escribió: "La evacuación que he presenciado constituye una inmensa tragedia. La gente sale materialmente extenuada, a todos se les puede considerar como enfermos". Serían enviados a Valencia encarcelados o en centros de trabajo hasta la liberación de la ciudad por los nacionales.

La 'flaqueza' de D’Harcourt

El siete, D'Harcourt rindió la posición. La euforia se desbordó en el bando republicano: "Minutos antes de las 21:00 el coronel D’Harcourt, que asumía la jefatura de los facciosos en la plaza pidió comunicación telefónica con el Ejército de Levante, general Sarabia, a quien ofreció su rendición y la de las tropas por él mandadas". La comunicación telefónica era tan deficiente que no llegaron a entenderse, por lo que el republicano autorizó a D’Harcourt a presentarse en el cuartel general, donde se rinde con 1.500 de sus hombres entre combatientes y civiles, según comunica Rojo a Indalecio Prieto, ministro de Defensa. —Parte de guerra Republica, 7 de enero de 1938—.

La conquista de Teruel se recibió con júbilo: los corresponsales extranjeros E. Hemmingway, H. L. Mathews o Cappa informaron desde el frente

En el bando nacional se le recriminó la rendición cuando recibieron la noticia: "El quedar esta plaza abierta a las infiltraciones del enemigo fue debido a la flaqueza e impericia del citado jefe del sector, que ayer noche pactó la entrega de su puesto con los rojos. Parte de sus fuerzas al verse así sorprendidas han roto el cerco y han llegado a las partes de la población ocupadas por nuestras tropas". -Parte de guerra nacional, 8 de enero de 1938-. Una vez que la posibilidad de repetir la gesta del Alcázar de Toledo se había esfumado, no había prisa por llegar a Teruel, sino una determinación férrea de no ceder un milímetro: Franco se lo jugó todo.

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Soldados en el frente de Teruel

Con la rendición del 7 de enero cambiaron las tornas: las fuerzas republicanas pasaron a defender Teruel y los nacionales prepararon el asalto. La ciudad no podía ser mejor para la defensa. Aún así, el Ejército Popular no se atrincheró inmediatamente, sino que atacaron las posiciones de los nacionales hasta el punto que las tropas del general Aranda no podían cruzar el río Alfambra. La sensación de seguridad hizo que Rojo ordenara la retirada de los frentes de Teruel a los Cuerpos de Ejército V, XVII y XX y de las divisiones 19, 27 y 46 "en contra del criterio del general en jefe de la operación Hernández Saravia", —Federico Martínez Roda, 'Varela, el general antifascista de Franco'—.

'Si me quieres escribir'

Fue el momento de los hombres de la 84 Brigada Mixta, que habían contribuido decisivamente a la victoria de la toma de Teruel. Se recibió con auténtico júbilo: los corresponsales extranjeros como Ernest Hemmingway, Herbert L. Mathews o Robert Cappa estaban en el frente. Se alimentó la esperanza de un triunfo final sobre Franco y los soldados recibieron todo tipo de promesas de recompensa por la hazaña. Se habló hasta de premios en metálico y permisos de varios meses, según el historiador Pedro Corral. Tras la rendición de Teruel y tras un mes continuo de lucha, el 16 de enero pasaron a la retaguardia en la población de Rubielos de Mora, a medio centenar de kilómetros del frente. Duró poco.

La contraofensiva para reconquistar Teruel se hizo a gran escala y sin que hubiera cesado el intenso frío, las nevadas y las ventiscas

Al día siguiente, el 18 de enero, Franco inició la ofensiva más nutrida de toda la guerra al movilizar no ya a sus reservas, sino a toda la masa de maniobra para recuperar la ciudad. Si el mando republicano había retado a cambiar los planes del ataque nacional sobre Madrid, Franco les obligaba ahora a asumir el envite con un órdago.

Coincidió con el peor invierno del siglo XX: 18 grados bajo cero entre terribles ventiscas y tormentas de nieve que imposibilitaban durante días cualquier operación. Vicente Rojo tuvo que recurrir a todas sus reservas y entre ellas a la 84 Brigada Mixta. Fue entonces cuando se produjo la insubordinación. El día 19 se recibe la orden de suspender el permiso. Cuando no habían pasado ni dos días desde que recorrieran 60 km a pie para su prometido descanso, se les obligaba a retornar al frente —‘Grandes Batallas…—.

placeholder Plaza de Toros de Teruel durante la batalla
Plaza de Toros de Teruel durante la batalla

Unos 600 hombres de los batallones 'Azaña' y 'Largo Caballero' —formados originalmente por voluntarios al comienzo de la guerra— exigieron que se cumpliera el permiso y se negaron a ir al frente. En el fondo, latía una realidad incómoda para los mandos militares republicanos: la 84 brigada, como muchas unidades, mantenía aún el espíritu miliciano de antes de la reorganización, donde las jerarquías militares y los rangos se habían difuminado como parte del periodo revolucionario tras el golpe de Estado. El problema sería recurrente en las entrañas del Ejército Popular durante el resto del conflicto, como reconocería Vicente Rojo en sus memorias '¡Alerta los pueblos! Un estudio político-militar del periodo final de la guerra española' (Ariel).

Tras un mes de lucha en el inhóspito frente, más de un centenar de soldados se insubordinaron al anularse un permiso: fusilaron a 46 de ellos

Las disputas con los jefes de las antiguas columnas como la de Líster y Modesto serían comunes: unos días después, el desagravio recaería sobre la división de El Campesino, en el mismo frente de Teruel. El EMC había organizado ya un ejército como el enemigo, pero entre las unidades no se habían borrado del todo las consignas de las milicias: muchos seguían considerándose voluntarios, por lo que interpretaban que eran libres de volverse a sus casas.

La insubordinación se castigó con dureza. El ministro de Defensa, Indalecio Prieto, había dictado órdenes al respecto con anterioridad para paliar el desorden y el jefe de la 40 División, el teniente coronel Andrés Nieto Carmona, las ejecutó en la más estricta aplicación posible: se juzgo a 130 hombres, de los cuales, tres sargentos, 12 cabos y 31 soldados fueron fusilados a la afueras de Rubielos de Mora. Después se encomendaría a la misma brigada la reconquista del Muletón. Cosecharon un rotundo fracaso y la brigada se tuvo que disolver apenas unos días más tarde.

Franco, decidido alterar definitivamente el curso de la guerra y siguió concentrando tropas, aviación y tanques para cercar de nuevo Teruel y rendir la ciudad. Tenía a tiro al ejército republicano y una victoria podía ser decisiva, como al final ocurrió. El general Varela, con el cuerpo de ejército 'Castilla', fijó la resistencia republicana para que el cuerpo de ejército 'Galicia', al mando de Aranda, pudiera maniobrar y cerrar el cerco cruzando el río Alfambra. Fueron dos meses, entre enero y febrero, de intensos combates en torno al río con interrupciones por la dureza del invierno y los temporales. El día 7 de febrero, el coronel Monasterio ejecutó la última carga de caballería del ejército español, que decantó la batalla de Alfambra.

Los otros 'traidores'

Rey D’Harcourt había resistido durante tres largas semanas de combates y privaciones hasta que decidió salvar la vida de sus hombres y de los civiles que estaban a su cargo: 1.500 en total. Cuando la defensa le tocó a El Campesino decidió ahorrarse el asedio y salió de la ciudad el 21 cuando los nacionales cerraban la pinza y se disponían al asalto. Se quedaron en la bolsa 1.200 soldados republicanos, que fueron apresados al día siguiente por las tropas del general Aranda cuando se adentraron en lo que quedaba de las calles de un Teruel "fantasmagórico, destruido y sin población civil". Muchos de los prisioneros no recobrarían la libertad hasta varios años más tarde.

Los restos de 20 de los hombres fusilados de la 84 Brigada Mixta fueron hallados en una fosa común en 2009 en el paraje de Piedras Gordas

A Rey D’Harcourt, apresado a su vez por el enemigo, se le consideró un paria por la prensa franquista más exaltada. Cuando terminó la guerra, a diferencia de Von Paulus, los suyos la habían ganado y sus acciones fueron estudiadas en la Auditoría de Guerra de Zaragoza para dilucidar los motivos de su rendición. Su expediente fue sobreseído en 1940, quedando justificada por haberse satisfecho las "exigencias del honor y el deber", un carpetazo en toda regla porque nunca se reivindicaría su comportamiento. Cuando fue eximido no estaba presente porque durante su cautiverio había sido ejecutado por los republicanos, sin juicio alguno, el 7 de febrero de 1939 en Pont Molins, Cataluña, junto a otro defensor de Teruel, el teniente Pérez del Hoyo, Anselmo Polanco, el obispo de la ciudad y otras 37 durante la huida de las tropas republicanas hacia Francia.

Nunca se le reconoció el "heroísmo patente al haber llevado la resistencia hasta el límite y al salvar, con la rendición a gran número de heridos y de civiles que hubieran sucumbido si hubiera optado por romper el cerco" —'Grandes Batallas....—. En el caso de haber muerto defendiendo la Comandancia, probablemente sería caballero Laureado de San Fernando.

Vicente Rojo consiguió el objetivo planeado, que consistía en desviar la ofensiva nacional sobre Madrid, pero la victoria técnica fue de Franco

En cuanto a los republicanos, se criticó duramente también la actuación de El Campesino, que actuó bajo las órdenes de Hernández Sarabia, aunque no hubo consecuencias. Tras la batalla se enzarzó con sus compañeros Modesto y Líster sobre quién había abandonado a quién.Setenta y un año después, en 2009, los restos de 20 de los soldados de la 84 Brigada Mixta fusilados fueron descubiertos en una fosa común en el paraje del Pinar de Piedras Gordas. De haber podido cantar aquellos soldados, quizás habrían tenido que hacer la enésima variación de la popular: 'Si me quieres escribir' que sonaba en las trincheras republicanas: "Si me tienes que escribir / Ya sabes mi paradero / 84 Brigada Mixta / DETRÁS de la línea de fuego".

Vicente Rojo, que trasladó el teatro de operaciones a Teruel, quedó satisfecho con el resultado, puesto que cumplió los objetivos de desviar la ofensiva sobre Madrid, pero la victoria técnica fue de los nacionales. Franco recuperó la ciudad y sus tropas llegaron al Mediterráneo partiendo en dos el territorio que dominaba el enemigo. La derrota republicana era cuestión de tiempo. Rojo repetiría la jugada con la ofensiva del ebro para salvar Valencia y con ella la capital y Franco, de nuevo, acudió a la batalla. Al final, a diferencia de 1936, Madrid se rendiría en 1939 sin disparar un sólo tiro.

Una pequeña ciudad con poco más de 13.000 habitantes, sin ningún valor estratégico, que apenas constituía un incómodo entrante del bando nacional en el territorio republicano, amaneció el 15 de diciembre de 1937 con el ruido de los aviones y los carros de combate. Detrás marchaba una gran masa de infantería desde la noche anterior. Había comenzado la mayor ofensiva del Ejército Popular de la República y con ella, la batalla más cruenta del conflicto. Teruel, una posición en teoría insignificante, iba a decidir la Guerra Civil.

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