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La 'ola verde' de Sanxo Farrerons, el pornógrafo que escapó a la censura
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La 'ola verde' de Sanxo Farrerons, el pornógrafo que escapó a la censura

El investigador Jean-Louis Guereña publica la primera biografía de Joan Sanxo Farrerons, uno de los escritores de novela corta erótica más prolíficos del siglo XX español

Foto: Portadas de las novelas eróticas de Joan Sanxo Farrerons. (Renacimiento)
Portadas de las novelas eróticas de Joan Sanxo Farrerons. (Renacimiento)

Ante los últimos acontecimientos, el gobernador civil de Barcelona ordenó crear una brigada especial “para la persecución de la pornografía”. Así estaban las cosas en 1932. Los quioscos, repletos de títulos como ‘Cuidado con las curvas’, ‘¡Ah! Pero… ¿Así también?’ o ‘Jamona… y tres veces p…’. La llegada de la Segunda República prometía aires de cambio y primavera sexual. Nada que ver con la década anterior, durante la dictadura militar de Miguel Primo de Rivera, que había impuesto varias multas por incurrir en la “difusión pública de pornografía”.

Se equivocaron los que esperaban más libertad. Quiosqueros, editores, dueños de imprentas, registros en domicilios… Casi 200 sanciones en un año y la creación de una brigada 'antiporno' no consiguieron acabar con el negocio lucrativo y clandestino de lo erótico. Las autoridades republicanas hablaban del combate contra la pornografía, que incluía en su espectro todas aquellas novelas cortas, con ilustraciones y grabados más o menos explícitos.

placeholder Algunas portadas e ilustraciones de las novelas impresas por Sanxo Farrerons. (Renacimiento)
Algunas portadas e ilustraciones de las novelas impresas por Sanxo Farrerons. (Renacimiento)

Entre estos editores barceloneses de 'novelas galantes' se encontraba Joan Sanxo Farrerons (1887-1957), un hombre todavía desconocido y difícil de clasificar. Escritor, traductor de ‘Hamlet’ al catalán, abanderado de la sardana y el folclore, mánager de boxeadores… En el comienzo del siglo XX, fue el propietario de la Imprenta Layetana y contribuyó con algunas de sus publicaciones al dolor de cabeza de los sucesivos gobernadores de Barcelona. Incluido Lluís Companys, que calificó las novelas eróticas de “atentados contra el arte y el buen gusto” en 1931.

Pese a la persecución, Sanxo Farrerons fue uno de los escritores de novela erótica más prolíficos en la Barcelona de las primeras décadas del siglo XX. Su imprenta llegó a firmar 30 colecciones que se distribuían en los quioscos a un precio que rara vez sobrepasaba la peseta. La Novela Selecta, La Novela Deliciosa o La Novela Revoltosa agrupaban bajo sus cabeceras pequeñas historias e ilustraciones de temática 'galante', erótica y, a veces, rozando lo explícito que hoy atribuimos a la pornografía.

placeholder Cubierta de 'El sardanista pornógrafo'. (Renacimiento)
Cubierta de 'El sardanista pornógrafo'. (Renacimiento)

Jean-Louis Guereña, catedrático emérito de Civilización Española Contemporánea en la Universidad de Tours, firma la primera biografía del enigmático Sanxo Farrerons, ‘El sardanista pornógrafo’ (Editorial Renacimiento, 2019). En el libro, se revelan por primera vez algunos detalles de sus actividades, que oscilaron entre la sardana, el cine y el boxeo. Pero volvamos a los años treinta, cuando el Gobierno Civil de Barcelona hizo de la lucha “contra la inmoralidad” una de sus señas. Desde las páginas de ‘ABC’, Sinesio Delgado ya había diagnosticado una enfermedad de la cultura española, asolada por una “ola verde” de “inmoralidad y desvergüenza” que ahora la República quería combatir.

Se hicieron batidas en los quioscos de las Ramblas en busca de estos folletos, y Sanxo Farrerons recibió varias multas. Entre ellas, una de 500 pesetas por poseer nada menos que 37.000 ejemplares de “obras pornográficas”. En esos mismos años, dos agentes de policía acudieron como espectadores a un piso en el que se proyectaban películas pornográficas de forma clandestina. Después de pronunciar la contraseña correcta y abonar las tres pesetas de entrada, los agentes detuvieron al cabecilla de esas sesiones golfas.

Para surfear la 'ola verde' y esquivar la censura, Sanxo Farrerons se protegía con dos seudónimos cargados de ironía. Víctor Ripalda era la identidad con la que firmaba algunas de sus novelas más explícitas. El apellido coincide con el del jesuita Jerónimo de Ripalda, autor del famoso catecismo de Ripalda, que adoctrinó a varias generaciones de jóvenes españoles, entre ellas la de Sanxo. Seguramente, no fuera casualidad.

La temática eclesiástica era habitual en las novelas de la Imprenta Layetana. ‘Consuelito del convento’, ‘En brazos de mi confesor’ o ‘El pájaro azul’ son historietas de encuentros eróticos con miembros del clero. La última de ellas, firmada por Víctor Ripalda, fue objeto de estudio en una tesis doctoral publicada por la UCLA (Universidad de California y Los Ángeles) en 2015. Su autora, Eilene Powell, se centró en el sadomasoquismo en las novelas españolas desde el siglo XIX. Y encontró en la obra de Sanxo Farrerons un ejemplo notable del llamado ‘holy sadomasochism’ (sadomasoquismo sagrado), una confluencia de política, sexo y religión. Según la académica, el BDSM y el imaginario católico sirven para promover el anticlericalismo en la pequeña novela del catalán.

Sanxo Farrerons recibió varias multas. Entre ellas, una de 500 pesetas por poseer 37.000 ejemplares de “obras pornográficas”

No todas las historias de Sanxo Farrerons eran tan explícitas como la de Luisa, la protagonista de ‘El pájaro azul’, y los dos sacerdotes que le prestan consejo matrimonial y lo que surja. Su otro seudónimo más conocido tenía algo de guasa, y fue un 'alter ego' que utilizó dentro y fuera de lo erótico: Laura Brunet. El escritor tomó prestado este nombre de una persona real. Laura Brunet de García Noblejas era una aristócrata madrileña socialmente conocida en los años treinta por admirar la dictadura de Miguel Primo de Rivera y la monarquía borbónica a partes iguales. Según el autor de la biografía, Sanxo Farrerons no conocía este dato cuando comenzó a firmar sus novelas eróticas con el nombre de la ilustre señora, al menos al principio.

Sardana, boxeo y cine

“Sanxo Farrerons fue una personalidad un tanto anómala”, cuenta Jean-Louis Guereña, autor de ‘El sardanista pornógrafo’, a este periódico. “No solo por su actividad en la Imprenta Layetana, sino por sus comienzos. De ahí viene el título de la biografía”. El catedrático se refiere a una juventud inmersa en el catalanismo cultural. Con apenas 20 años, Sanxo Farrerons fue uno de los activistas más influyentes en la difusión de la sardana en Barcelona. De hecho, la placa que conmemora la primera fiesta oficial de esta danza catalana, el primer 'aplec' de Vallvidrera, lleva inscrito su nombre.

Las inquietudes del joven Sanxo Farrerons se orientaron también hacia el teatro. Tradujo a Shakespeare, a Alphonse Daudet, impartió conferencias sobre la obra de Henrik Ibsen… Y de nuevo dejó las tablas para establecerse como propietario de la Imprenta Layetana en Barcelona. “Todavía no se sabe exactamente por qué, pero acabó con todo eso y pasó a escribir y a editar novelas eróticas en castellano”. Una de las hipótesis que Guereña contempla es la de los cambios políticos. En los años veinte, la dictadura militar de Miguel Primo de Rivera prohibió por decreto el uso de otra lengua que no fuera el castellano, ni de símbolos o banderas regionales. Así que Sanxo Farrerons abandonó el catalanismo cultural para convertirse en el quizá primer pornógrafo de Barcelona, armado de seudónimos para escapar de la censura.

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Portadas de las novelas impresas por Sanxo Farrerons. (Renacimiento)

“La Imprenta Layetana no solo publicaba colecciones eróticas, había de todo. Cualquiera que iba y pagaba podía publicar. Sanxo Farrerons imprimía cosas que no tenían nada que ver con la novela erótica, como la primera traducción al castellano del ‘Mein Kampf’ de Adolf Hitler”, cuenta Guereña. De la Imprenta Layetana también salieron el libelo antisemita de Henry Ford, ‘El judío internacional’, o algunos folletos, carteles y textos de apoyo a la Segunda República. Parte de ellos, con la firma de Laura Brunet.

placeholder Cartel de la película adaptada al castellano por Sanxo Farrerons, 'La montaña sagrada'.
Cartel de la película adaptada al castellano por Sanxo Farrerons, 'La montaña sagrada'.

Como los títulos publicados en Imprenta Layetana, la vida de Sanxo Farrerons está llena de virajes. Comenzó a publicar revistas de cine para ampliar su oferta editorial y fue contratado por los estudios alemanes UFA (Universal Film AG) para las adaptaciones literarias de sus películas. Entre otras, Laura Brunet adaptó al castellano el guion de ‘La montaña sagrada’, la primera película de la actriz y directora Leni Riefenstahl.

Ya en los años de la Imprenta Layetana, Sanxo Farrerons colaboraba con el seudónimo de Laura Brunet en algunas revistas de boxeo. En el comienzo de la década de los años treinta, decidió ir más allá en su afición por un deporte muy popular durante los años de la Segunda República. Fundó una empresa promotora de combates llamada Spectacles Barcino Star y, en 1932, Sanxo se convirtió en el mánager del conocido 'rey del KO', el boxeador filipino Luis Logan.

La primera biografía de Joan Sanxo Farrerons recoge por primera vez un catálogo de todas colecciones de Imprenta Layetana y algunos detalles de una vida atípica. La investigación no ha sido fácil. Guereña habla de una labor detectivesca y arqueológica, aunque no es la primera vez que se interesa por la novela erótica española. “El erotismo es una parte de la cultura española que se desconoce. Cuando abres un libro sobre literatura erótica en Europa, aparecen Francia, Inglaterra, incluso Alemania… pero casi nada sobre España. Hay quien dice que es culpa de la represión, del franquismo o de la Inquisición”.

"No he inventado el erotismo ni la prostitución. Son cosas que existen y, por esa razón, deben ser objeto de estudio del historiador"

“El historiador tiene que intentar recuperar a las figuras relativamente desconocidas, como la de Sanxo Farrerons. Este caso es importante dentro de la historia cultural de Barcelona, pero también de la literatura erótica en España. No se trata de curiosidad, es que estas novelas cortas formaban parte del patrimonio cultural de muchas personas, con razón o sin ella”. Guereña ha publicado otras investigaciones sobre la literatura erótica en España y considera que la academia debe prestarles la misma atención que al resto de las producciones culturales. ‘Detrás de la cortina’ (Cátedra, 2018) o ‘Infierno español. Un ensayo de bibliografía de publicaciones eróticas españolas clandestinas’ (Libris, 2011)’ son algunas de las publicaciones que arrojaron luz en este ámbito.

“Puede que haya personas dentro de la academia que consideren que no es necesario investigar este ámbito. No he inventado el erotismo ni la prostitución. Son cosas que existen y, por esa razón, deben ser objeto de estudio del historiador”. Guereña cree que la investigación tiene cada vez mejor acogida y que los casos de rechazo son aislados, pero recuerda una anécdota. “Un librero me contó que uno de sus clientes, a quien había vendido mi investigación académica, ¡se la devolvió a los días diciendo que era pornografía!”. Ni pensar qué hubiera hecho aquel cliente insatisfecho con las novelas más imaginativas de la Imprenta Layetana.

Ante los últimos acontecimientos, el gobernador civil de Barcelona ordenó crear una brigada especial “para la persecución de la pornografía”. Así estaban las cosas en 1932. Los quioscos, repletos de títulos como ‘Cuidado con las curvas’, ‘¡Ah! Pero… ¿Así también?’ o ‘Jamona… y tres veces p…’. La llegada de la Segunda República prometía aires de cambio y primavera sexual. Nada que ver con la década anterior, durante la dictadura militar de Miguel Primo de Rivera, que había impuesto varias multas por incurrir en la “difusión pública de pornografía”.

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