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Malta, el Álamo cristiano donde una tropa de españoles cambió la historia
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Malta, el Álamo cristiano donde una tropa de españoles cambió la historia

En 1565, el ejército turco comenzó una batalla contra el último bastión cristiano del Mediterráneo que tras cuatro meses repelió el ataque con la ayuda de los soldados españoles

Foto: Asedio de Malta
Asedio de Malta

Hubo un Álamo, un 300, una Numancia que ocurrió hace unos siglos en una roca en medio del Mediterráneo. Pero nadie ha hecho una gran película en Hollywood, ni tiene eco en la mayoría de libros escolares, ni figura entre las mediáticas gestas militares de la historia, ni siquiera de la española que es especialmente protagonista de este relato de cabezas usadas como proyectiles, cuerpos mutilados crucificados flotando en una bahía y hombres masacrándose por defender su Dios. La guerra es cruel y esta batalla lo fue también, como heroica, irreal, novelesca.

Bajando en la nueva estación de autobuses, ya casi no se ven los viejos armatostes de colores que recorrían esta isla, se llega en La Valeta, capital de Malta, hasta el Auberge de Castilla, sede de la oficina del Primer Ministro. Hace casi 20 años viví aquí unos meses, regresé diez años después, en 2010, y ahora me reencuentro con el viejo edificio "castellano" vallado por las agitadas protestas políticas y jalonado por un parlamento construido por el arquitecto italiano Renzo Piano e inaugurado el 4 de mayo de 2015.

Entre esas murallas y ese mar en 1565 intentaron abrir una brecha más de 40.000 soldados otomanos para conquistar el último bastión cristiano


Girando a la derecha, desde los Altos Jardines de las Barracas, se contempla la bahía rodeada de los fuertes de San Ángel, en la ciudad de Birgu; los restos del fuerte de San Miguel, en Senglea, del que ya no queda apenas nada tras los fuertes bombardeos sufridos en el otro gran asedio que sufrió la isla protagonizado por la tropas nazis en la II Guerra Mundial; y el fuerte de San Telmo, en la Valeta. Entre esas murallas y ese mar en 1565 intentaron abrir una brecha más de 40.000 soldados otomanos para conquistar el último bastión cristiano del Mediterráneo que les quedaba por tomar y que les debía llevar después hasta las ansiadas Sicilia y Baleares. 500 caballeros, 1000 soldados entre españoles e italianos, 100 soldados de galeras y esclavos, algo más de tropa griega y siciliana, y unos 2000 pobladores locales (algunas crónicas hablan de 5000) consiguieron vencerlos.

placeholder El sitio de Malta. Llegada de la flota turca, por Mateo Pérez de Alesio
El sitio de Malta. Llegada de la flota turca, por Mateo Pérez de Alesio

El Asedio de Malta comenzó en realidad unos siglos antes. Es la historia de una sucesión de derrotas y asedios previos. Las tropas musulmanas llevan desde la toma de Jerusalén por Saladino en 1187 haciendo retroceder a las tropas cristianas por todo el Mare Nostrum. Acre, en 1291 y Rodas en 1522 habían sido ya dos dolorosas derrotas para los soldados de la cruz que veían como sus dominios se reducían en el Mediterráneo. Tras la derrota de Rodas contra los ejércitos otomanos del temido Solimán el Magnífico, los caballeros de la Orden Hospitalaria de San Juan deambulan siete años sin tener un lugar en el que asentarse hasta que el emperador Carlos V les concede la Isla de Malta. Hay varias versiones sobre el acuerdo: una dice que los caballeros se comprometen a enviar a España al emperador cada año un halcón y otras añaden agua bendita de una fuente natural y ofrecer una misa en una de las islas en las que la leyenda dice que San Pablo naufragó.

El diario de un español

Sea como fuere, los caballeros desde 1530 de la ahora Orden de Malta comienzan rápido a levantar fortificaciones sabedores de que Solimán en algún momento les hará una visita. Felipe II decide hacer de esta isla una base desde la que hostigar a las naves berberiscas que ya han atacado las Islas Baleares. En 1565, tras haber sufrido en 1551 el archipiélago un duro ataque de los musulmanes que acaba con la reconquista musulmana de la cercana Trípoli y la conquista de la vecina Isla de Gozo donde los otomanos se llevan a la mayor parte de habitantes como esclavos, el gran maestre de la Orden, el francés Jean Parisot de La Valette, sabe que el ataque musulmán es inminente. “A nosotros, con la presa de Malta, nos resultarían muchos bienes y grandezas, pues correríamos todos aquellos mares de Poniente con mucha de nuestra reputación y daño de nuestros enemigos y con el tiempo nos apoderaríamos de Sicilia”, había dicho Solimán el Magnífico a sus generales. Desde ese instante, el relato más fiable de los hechos y el único de un testigo directo de lo que acontece en Malta es del soldado italiano españolizado Francesco Balbi di Correggio que escribió un diario con lo sucedido durante cuatro meses de asedio.

El relato más fiable de los hechos y el único de un testigo directo es del soldado italiano españolizado Francesco Balbi di Correggio


Los turcos aparecen el 18 de mayo de 1565. Las tropas otomanas desembarcan en la zona este, en la desprotegida espalda de las tres fortificaciones que hoy son el bello puerto pesquero de Marsaxlokk, Sant Thomas Bay y Marsaskala. Las correlación de fuerzas es complicada de cifrar con exactitud, pero los historiadores hablan de entre 40.000 y 45.000 turcos y entre 6000 y 9000 cristianos. "La Valette había ordenado el adiestramiento militar obligatorio de los pobladores locales los meses previos al desembarco", asegura el relato de Joseph Ellul, 'El Gran Asedio de Malta'. El francés también ordenó hacer acopió de maíz y prepararse para una larga resistencia que esperaba que acabara con la llegada de una flota de rescate mandada por Felipe II. “El Maestre quiso saber la gente que tenía, y tras contar a sus hombres sumó 4.920", escribe Balbi. Entre ellos estaban 400 soldados españoles que llegaron a socorrer Malta el 10 de mayo, días antes de la llegada de Solimán. Según el soldado italiano había “500 caballeros de hábito de todas las naciones”.

placeholder Soliman El Magnífico
Soliman El Magnífico


Sobre el número de turcos que desembarcaron hay discrepancias también, ya que el propio La Valette envió una carta a Felipe II a los cuatro días de comenzar el asedio en el que cifraba su número en 17.000, algo que el mismo rectificó días después en una misiva enviada al Prior alemán y en la que se hablaba ya de 40.000 otomanos. (Quizá al gran Maestre le interesó rebajar la cifra ante Felipe II para que pensara que había opciones de victoria).

Tras tomar comunión todos los defensores, asegurar las empalizadas en el mar y esperar a que el virrey de Sicilia, Don García de Toledo, enviara naves para romper el asedio, el Gran Maestre despliega sus tropas sobre las murallas atendiendo a las lenguas de los caballeros. En la parte española se puede leer sobre los muros el Puesto de Castilla y Puesto de Aragón, ya que unos hablaban en castellano y otros en catalán.

Los otomanos comienzan a bombardear las defensas de San Telmo, uno de los errores que les pudo costar la victoria final


El 19 de mayo, una expedición de caballeros enviada por la Valette a Marsaxlokk comprueba que el desembarco es de miles de hombres con víveres suficientes para realizar acometidas durante meses. Los alrededores de la bahía de Marsaxlokk se convierten en el primer escenario de los combates. El capitán español Juan de Guaras está al mando de una pequeña tropa a caballo que logra acabar con la vida de cien turcos. El 26 de mayo, sin embargo, es herido de un flechazo y tiene que pasar a la retaguardia.

Para entonces, el lunes 29 de mayo, “los otomanos comienzan a bombardear las defensas de San Telmo”. Su obsesión durante semanas por atacar este fuerte es estratégicamente uno de los errores que les pudo costar la victoria final. Los turcos creen que si toman el control de este castillo podrán destrozar por su ubicación con facilidad el resto de defensas cristianas. Al otro lado, una tropa compuesta por cien caballeros y alrededor de 500 soldados repele el fuego de los cañones musulmanes. Los generales de Solimán, dos mandos divididos en sus tácticas, el visir Mustafa Bajá y el almirante Pialí Bajá, creen que en tres días habrán tomado la plaza. La situación es tan grave que el 6 de junio los caballeros y mercenarios españoles e italianos que aguantan las embestidas turcas piden a La Valette que les dejé salir a campo abierto a morir luchando con la espada en la mano.

placeholder El fragor de la batalla
El fragor de la batalla


La misiva enviada a San Ángel está firmada también por los caballeros españoles y anuncia un posible motín. El Gran Maestre les dice que deben aguantar, que llegarán pronto refuerzos desde Sicilia y apela al orgullo castellano. “Nosotros iremos a defender lo que vosotros no queréis. Los españoles, por supuesto, no permitieron que los franceses hicieran su trabajo”, me explicó Esteban, un profesor de historia maltés que nos hizo de guía sobre las mismas murallas hace 20 años. La feroz defensa que presentan españoles e italianos lleva a que algunos caballeros crucen a nado por la noche la bahía desde el Fuerte de San Ángel hasta el Fuerte de San Telmo para ayudar a sus compañeros.

El 16 de junio, explica Balbi, “al salir del alba, fueron los turcos al asalto general por todas partes, con tanto estruendo de vocería y ruido de atabales, chirimías y clarines y otros instrumentos militares a su uso, que parecía quererse acabar el mundo”. Fue una carnicería en la que perdieron la vida 1.500 turcos y 150 cristianos. Entre estos últimos, falleció el caballero español capitán Medrano, “después de haber peleado todo el día en todas partes y haber hecho maravillas de su persona y animado a sus soldados. Murió habiendo derribado muerto un jenízaro que ya tenía plantada su bandera en un cestón”, relata Balbi. La Valette, al enterarse de su muerte, ordenó que fuera enterrado “con la mayor honra que se le podía hacer”. El desánimo cayó a plomo sobre los valientes defensores que sabían que su derrota era inminente.

El ataque final

El sábado 23 de junio, víspera de San Juan Bautista, los turcos comienzan el ataque final. Los pocos caballeros que aún están con vida se refugian en la iglesia “por ver si hallaran en aquellos bárbaros alguna manera de razón y concierto. Más vieron que degollaban a cuantos topaban y decidieron salir a la plaza donde vendieron muy bien sus vidas y acabaron valerosamente”, señala Balbí. Sólo se salvaron seis caballeros que huyeron a nado. Los otomanos asesinaron a mujeres y niños. “Después de los enemigos gastado treinta y más días sobre San Telmo, 18.000 tiros de cañón y perdido seis mil hombres, los turcos no mostraban mucha alegría por lo caro que les había costado”, narra el diario del soldado italiano. En ese instante Solimán ofrece a los caballeros la rendición y marcharse vivos a Sicilia. La Valette ahorca al emisario turco, rechaza el acuerdo y confía en resistir hasta la llegada de refuerzos.

El 5 de julio, cuatro galeras con 600-700 soldados de los temidos tercios españoles llegados de Sicilia al mando de Don Melchor de Robles desembarcan en el oeste de la isla, los campamentos otomanos están al este. Enseguida consiguen llegar hasta la capital, la ciudad de Mdina, una fortificación lejos de la costa en el centro de la isla, desde la que después rompen el cerco y refuerzan las defensas cristinas en Birgu.

Es entonces cuando “dos prisioneros cristianos fueron hechos presos por los turcos. Tras torturarlos, exigieron que les revelaran el lugar más desprotegido para tomar el fuerte. Los dos caballeros, en una sabia jugada, les indicaron el lugar donde se encontraban los castellanos, que eran considerados los más fuertes y valientes. Los turcos lanzaron allí una gran ofensiva, que fue repelida por los defensores y en la que perdieron la vida muchos asaltantes, engañados por los moribundos presos”, narraba Esteban. Es el conocido ataque al Post of Castille que comienza el 9 de julio, en Birgu, donde los caballeros habían levantado una segunda fortificación interior que los otomanos desconocían y que acabó siendo una trampa mortal para cientos de sus soldados atrapados allí.

placeholder Murieron más de 30.000 soldados otomanos
Murieron más de 30.000 soldados otomanos



El combate en ese instante es encarnizado. Los otomanos desmiembran y crucifican cuerpos de los prisioneros cristianos que flotan por la bahía. Vuelan cabezas convertidas en proyectiles. Los cañones otomanos lanzan una durísima ofensiva sobre los dos fuertes cristianos que aún aguantan la embestida. En San Ángel, la zona de Alemania y Castilla, los daños son ya contundentes. Comienza una batalla sicológica, La Valette insiste en que la tropa enviada por Felipe II está ya llegando y los atacantes usan a los prisioneros para que a gritos desmoralicen a sus compañeros. El 13 de julio, un nuevo intento de tomar San Miguel acaba con la vida de uno de los más destacados defensores, el español Francisco de Sanoguera. Su muerte, tras una heroica lucha, provocó el alborozo de miles de turcos que vieron al español luchar herido y seguir animando a sus hombres. Pese al mazazo, las tropas de Melchor de Robles consiguen tras más de cinco horas de lucha repeler finalmente el ataque que acaba con 4.000 bajas otomanas.

Los siguientes días el bombardeo se intensifica y el 25 de julio, La Valette reconoce a los suyos que no espera “ya socorro” e invita a sus soldados a “morir antes que a caer presos”. El 2 y 7 de agosto entre 6.000 y 8.000 turcos comienzan un nuevo asalto a San Miguel que es también rechazado. Las crónicas dicen que los otomanos lanzan más de 130.000 cañonazos sobre las murallas. El Gran Maestre francés se coloca en primera línea de la batalla el 18 de agosto y consigue, pese a ser herido, repeler una brecha abierta por los otomanos en la zona de Castilla. Mientras, desde Mdina, la caballería cristiana lanza algún ataque a los desprotegidos campamentos turcos de retaguardia y acaban con sus heridos y parte de sus provisiones. El desaliento otomano crece. Del 28 al 31 de agosto se producen los últimos masivos intentos de conquista que también son milagrosamente repelidos.

Llegan las naves de Felipe II

El jueves 6 de septiembre llegan noticias de que las naves enviadas por Felipe II están llegando a Malta. Los turcos, muy debilitados, plantean retirarse. El 7 de septiembre la flota mandada desde España se abre paso y desembarca el conocido como Gran Soccorso. El comendador Antonio Maldonado se desplaza hasta Birgu con algunos caballeros y anuncia que al oeste, en la bahía de San Pablo, ha desembarcado el marques de Villafranca, García de Toledo, con más de 9.000 hombres, la mayoría españoles (menos tropa en todo caso de la esperada). Anuncia también que el mismo Juan de Austria quiso venir a socorrer la isla, lo que provoca una gran alegría entre todos los asediados. “El socorro era el más poderoso que podía ser, porque venía en él la flor de todos los soldados viejos que el Rey de España tiene en Italia e italianos escogidos”, describe Balbi. El pánico cunde entre las filas turcas que huyen inicialmente a sus barcos. Los generales, sin embargo, se dan cuenta de que las tropas españolas no son tan numerosas como pensaban y hacen de nuevo desembarcar a los jenízaros, su tropa de élite, a dar batalla. Son arrasados por los tercios y finalmente toda la flota otomana huye despavorida.

Murieron unos 30.000 otomanos. Los musulmanes por primera vez en siglos sufren una gran derrota a manos de los cristianos


Malta había resistido un imposible asedio de casi cuatro meses. 224 caballeros de los 500 iniciales perdieron la vida. Murieron también más de 1.500 soldados, 7.000 malteses y 500 esclavos, explica Balbi, que cifra en más de 40.000 las bajas enemigas. Según el registro de Giacomo Bosio, historiador oficial de la Orden, las bajas otomanas fueron 30.000. Da igual, la clave es que los musulmanes por primera vez en siglos sufren una gran derrota a manos de los cristianos. La Valette recibe como compensación de su liderazgo una espada del propio Felipe II en la que se lee Plus Quam Valor Valleta Valet (La Valette vale más que el valor). El francés lideró un ejército europeo con caballeros alemanes, franceses, portugueses, valientes pobladores locales y, sobre todo, caballeros y soldados del Imperio español, italianos, aragoneses y castellanos, que unieron sus fuerzas para aguantar un ataque descomunal que cambió la historia porque El Álamo de los cristianos sí aguantó.

Hubo un Álamo, un 300, una Numancia que ocurrió hace unos siglos en una roca en medio del Mediterráneo. Pero nadie ha hecho una gran película en Hollywood, ni tiene eco en la mayoría de libros escolares, ni figura entre las mediáticas gestas militares de la historia, ni siquiera de la española que es especialmente protagonista de este relato de cabezas usadas como proyectiles, cuerpos mutilados crucificados flotando en una bahía y hombres masacrándose por defender su Dios. La guerra es cruel y esta batalla lo fue también, como heroica, irreal, novelesca.

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