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Pablo de Lora, el profesor boicoteado por grupos feministas: "Lo peor son los tibios"
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Pablo de Lora, el profesor boicoteado por grupos feministas: "Lo peor son los tibios"

Un día después de que le impidieran hablar en la Pompeu Fabra de Barcelona, el autor de 'Lo sexual es político (y jurídico)' denuncia la colaboración de algunos profesores en su censura.

Foto: Fotos de Pablo de Lora y del momento del boicot a su conferencia en la Pompeu Fabra
Fotos de Pablo de Lora y del momento del boicot a su conferencia en la Pompeu Fabra

El profesor Pablo de Lora iba a participar con una conferencia en las jornadas filosóficas sobre la transexualidad que se celebraron en la Pompeu Fabra, pero un grupo de valerosas idiotas se lo impidió al grito de machista. No es de Lora un académico de los que habitan en las nubes del despacho elucubrando el sexo de los ángeles con sesudas abstracciones, sino que baja al barro. Ha profundizado en las guerras del sexo contemporáneas en su último libro, 'Lo sexual es político (y jurídico)', donde aborda el espinoso tema de la violencia sexual desde un punto de vista tan original como respetuoso. Nada en su espíritu dialogante o en el enfoque de sus reflexiones le hacía merecedor de la etiqueta de machista peligroso, pero algunas frases fuera de contexto de una entrevista en El Mundo fueron suficiente para que las activistas de la policía del pensamiento universitario lo trocaran en persona tabú.

Me atiende por teléfono al día siguiente del escándalo. Ha regresado a Madrid y acaba de salir de un examen. Está, todavía, compungido, no tanto por el fervor estudiantil como por la colaboración de algunos profesores en su censura. Dice que una “persona instrumental y cooperadora necesaria del boicot, profesora, una de las ponentes, es decir, una compañera, no solo alentó la protesta sino que no me dirigió la palabra”. De Lora sospechaba que esto se venía rumiando: “hace unos días hubo un primer indicio de que algo así podía pasar porque alguien llamó la atención en Twitter sobre mí, diciendo que yo era un “señoro cis y heteropatriarcal”, y esta profesora, que da clase de filosofía de la UB, retuiteó el mensaje. Me he cruzado con ella varias veces a lo largo de las jornadas y me hubiera gustado que me interpelase de alguna forma, lo que uno espera en un evento académico, pero no ocurrió”.

placeholder 'Lo sexual es político (y jurídico)' (Alianza)
'Lo sexual es político (y jurídico)' (Alianza)

De Lora había asistido a la ponencia de esta profesora en las jornadas y esperaba que ella asistiera con el mismo respeto a la suya. Para su sorpresa, cuando le tocó intervenir vio como ella alentaba a los activistas que “empezaron a poner pasquines contra mí en las mesas y me quedé sobrecogido. En ese momento pensé que no podía intervenir dando un “paper” académico con unas personas que, antes siquiera de escucharme, ya me habían condenado. Que un compañero o compañera asuma ese rol es algo que me quebró”. Pero esta profesora no estaba sola. La “unidad de igualdad” de la Pompeu Fabra, organismo que vela por limpiar de cualquier cosa susceptible de ser considerada machista la universidad, había tramitado las quejas de un estudiante trans que solicitaba que de Lora fuera desconvocado y que solicitaba intervenir en su lugar.

Vi como una profesora alentaba a los activistas que empezaron a poner pasquines contra mí en las mesas y me quedé sobrecogido

La arbitrariedad violenta que ha señalado a Pablo de Lora como peligroso es la misma que logró la cancelación de las jornadas sobre prostitución de la Universidad de la Coruña en septiembre y que boicoteó una mesa redonda sobre el mismo tema en la Carlos III de Madrid en noviembre: un activismo puritano de izquierdas, importado de Norteamérica y los países nórdicos, que repudia la libertad de expresión y aboga por implantar una neurótica ultraseguridad en los campus. Desde su óptica, estudiada por Jonathan Haidt y Greg Lukianoff en “La transformación de la mente moderna” (Deusto), la Universidad ha de ser un lugar seguro ideologizado donde pequeños grupos de estudiantes decidirán qué contenidos son idóneos para todos y cuáles deben ser censurados. Nadie que no forme parte de un colectivo o que no se dedique a decir que sí a todo tendrá derecho a hablar de ciertos temas, por ejemplo.

Dice de Lora que es consciente “de que trato asuntos sensibles, como el género, de manera franca, pero a mí no me interesa el activismo, me acerco a estos asuntos como académico y puedo aportar algo al debate. Que colegas míos ya no distingan entre el activismo puro y la profesión de la docencia y la investigación es aterrador. Dan ganas de bajar del tren. Hoy me llegan los hilos de las repercusiones del boicot. Veo razonamientos por parte de algunos profesores y me digo: pero cómo es posible que tú enseñes lógica en la facultad. Pero te repito que lo peor es que, si tú quieres dialogar con ellos, como es mi caso, no solo es inútil sino que has perdido”.

En el mundo anglosajón, los boicots estudiantiles con cooperación de profesores-activistas y rectorados pusilánimes son hoy día una constante: empezaron a promoverlos los activistas de izquierdas durante los noventa, pero se intensificaron a partir de 2015, año en que entró a la Universidad la primera generación criada con Twitter. Desde entonces, todo aquel ponente que sea susceptible de considerarse conservador (sin que haga falta que lo sea realmente, pues la puntería es tan ciega como la ideología) puede encontrarse con esta muralla de intransigencia. En estas circunstancias, los alumnos menos politizados o más interesados en puntos de vista distintos a los suyos son las principales víctimas: tienen que soportar que actos interesantes se cancelen, sin que las autoridades universitarias hagan más que emitir disculpas acobardadas, y generalmente destinadas, para colmo, a los censores y no a los censurados.

Hace unas semanas, una conferencia de un etarra que cumplió condena en la Universidad de Vitoria encontró la misma respuesta en el PP y Vox. Ante las puertas de la facultad, esta vez no protestaron estudiantes sino víctimas del terrorismo y políticos. Equipararon la charla con “la de un violador en el día de la mujer”, y esto es muy interesante, porque da idea de cómo se retroalimenta entre la izquierda y la derecha la misma falacia. Privar a los estudiantes de puntos de vista incómodos no se justifica en ningún día del calendario, y es curioso constatar que el conservadurismo acoge la premisa posmoderna que la vociferante izquierda universitaria. Si lo personal es político, cualquier testimonio personal es susceptible de envenenar a quien lo oiga.

Ves un conjunto de tibios que te miran, algunos con lágrimas en los ojos, pero que no se atreven a dar el paso de acercarse a ti y menos de defenderte

La apisonadora se ha puesto en marcha y 'La mancha humana' de Philip Roth hace mucho que dejó de ser una obra de ficción. La Universidad, en vez de fomentar el espíritu crítico se convierte paulatinamente en una factoría de mentes planas a base de experiencias confortables y autoafirmadoras. Ni prostitutas, ni etarras, ni un dialogante estudioso de la relación entre el sexo y el derecho como el profesor Pablo de Lora. No habrá listón suficientemente bajo: cualquier frase fuera de contexto, cualquier libro mal entendido, cualquier suspiro sospechoso podrá ser considerado material radiactivo.

placeholder Pablo de Lora
Pablo de Lora

Hablando de radiactividad, a Pablo de Lora le preocupa precisamente haber sido marcado por el boicot, haberse convertido en material radiactivo. “Esto me visibiliza mucho, para lo bueno y para lo malo. Estoy abrumado de la cantidad de gente que muestra su solidaridad, pero temo convertirme en un muñequito de feria y que este boicot contra mí no sea el primero. Si no me quieren escuchar, no puedo defenderme. De hecho, lo más penoso de todo es que, cuando pasan cosas así, ves un conjunto de tibios que te miran, algunos con lágrimas en los ojos, pero que no se atreven a dar el paso de acercarse a ti y mucho menos de defenderte en público, porque piensan que el contacto les va a perjudicar. Así que tienes una masa de tibios asustados, una minoría enfervorizada, y una institución rendida: es el caldo de cultivo perfecto para el totalitarismo”.

El profesor Pablo de Lora iba a participar con una conferencia en las jornadas filosóficas sobre la transexualidad que se celebraron en la Pompeu Fabra, pero un grupo de valerosas idiotas se lo impidió al grito de machista. No es de Lora un académico de los que habitan en las nubes del despacho elucubrando el sexo de los ángeles con sesudas abstracciones, sino que baja al barro. Ha profundizado en las guerras del sexo contemporáneas en su último libro, 'Lo sexual es político (y jurídico)', donde aborda el espinoso tema de la violencia sexual desde un punto de vista tan original como respetuoso. Nada en su espíritu dialogante o en el enfoque de sus reflexiones le hacía merecedor de la etiqueta de machista peligroso, pero algunas frases fuera de contexto de una entrevista en El Mundo fueron suficiente para que las activistas de la policía del pensamiento universitario lo trocaran en persona tabú.

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