Es noticia
Pecharromán: "No se puede llamar a Vox fascista… salvo que se les quiera insultar"
  1. Cultura
PASADO Y FUTURO DE LAS TRES DERECHAS

Pecharromán: "No se puede llamar a Vox fascista… salvo que se les quiera insultar"

El historiador, autor de una historia política de la derecha en España, analiza la gran capacidad del conservadurismo español para adaptarse a los tiempos en cada momento

Foto: Pablo Casado y Santiago Abascal en el Congreso. (EFE)
Pablo Casado y Santiago Abascal en el Congreso. (EFE)

Hubo un tiempo en el que en España solo había una derecha institucional -el PP de Aznar- pero ahora hay tres: PP, Vox y Ciudadanos. Alejados del poder estatal, la unidad de acción no pasa hoy por su mejor momento, por no hablar de abierta hostilidad Las tres derechas se han enfrentado por el reparto de la mesa del Congreso, dejando vía libre a las izquierdas. Y el PP trata de pescar en Ciudadanos tras su descalabro electoral.

No obstante, leyendo 'La estirpe del camaleón', historia política de la derecha en España entre 1937 y 2004, del historiador Julio Gil Pecharromán (Madrid, 1955), uno no puede evitar pensar que más tarde o más temprano la derecha montara la plataforma unitaria necesaria para volver al poder. Es lo que Pecharromán llama procedimientos de “destrucción creativa”. O la capacidad de las derechas para disolver partidos cuando ya no son útiles y sustituirlos por otros que atraigan a los votantes. Hablamos con él.

PREGUNTA. Habla de derechas, más que de derecha, una pluralidad de posiciones con diferencias, dice,"radicales", que a lo largo de cuatro generaciones, va del corporativismo falangista al neoliberalismo. Y sin embargo también señala un continuum histórico entre el franquismo y el PP por el que la derecha se habría ido adaptando en un proceso de destrucción creativa como un camaleón. La característica definidora de las derechas españolas sería, por tanto, su camaleonismo. ¿Eso es bueno?

R. La derecha española siempre ha tenido una enorme capacidad de adaptación al mercado político o a las percepciones del electorado. Ha sido capaz de sustituir a sus partidos fracasados por otros nuevos en un lapso breve. Adoptar nuevas posiciones. Cambiar el personal. Los procesos de renovación y los relevos generacionales de los cuadros políticos se hacen con gran naturalidad.

Foto: Albert Rivera con José Manuel Villegas. (EFE)

P. ¿La derecha surgida del franquismo solo era demócrata porque esos eran los colores que necesitó el camaleón para adaptarse a un nuevo ecosistema?
R. ¿Qué es ser demócrata? Como arma arrojadiza se puede utilizar… La actual derecha española procede de tres sensibilidades o corrientes formadas en el tardofranquismo: el inmovilismo del denominado Búnker, los aperturistas (muy conservadores) y los reformistas, que adoptan planteamientos de democratización muy pronto, incluso antes de la muerte de Franco, como el grupo Tácito o la FEDISA de Fraga y Areilza. Así que, cuando Adolfo Suárez se reconvierte al reformismo (procedía de otro sector), la UCD adopta unos planteamientos democráticos de forma natural, pero paga un precio: deja de ser de derechas para ser centrista.

P. ¿La derecha perdió entonces su esencia para abrazar la democracia?

La derecha española siempre ha tenido una enorme capacidad de adaptación al mercado político

R. Sí, pero solo en ese momento. A mediados de los setenta, los españoles identifican derecha con franquismo. Por lo tanto, un partido que se proclame de derechas, como Alianza Popular, tenía menos tirón que uno que inventara la fórmula del centro, y dijera: no somos franquistas, somos algo nuevo, y no solo eso, podemos pactar con la izquierda antifranquista un sistema democrático aceptado por la mayoría de los españoles. Esa fue la utilidad de UCD. Pura utilidad.

La derecha española es camaleónica, pero no lo digo en sentido peyorativo.

Alcanzar el poder y mantenerse en él es la obligación de todo partido, a la izquierda y a la derecha. La extrema derecha que rechazaba la Constitución sacó un 1,5% de los votos en 1977, y en 1979 tuvo su mayor éxito con un 2,5% y un escaño para Blas Piñar. En el 2000, todos los partidos a la derecha del PP de Aznar consiguieron el 0,14 % de los votos. Por tanto: la derecha que apoyaba la Constitución y la democracia era aplastantemente mayoritaria.

placeholder

P. ¿Cómo afectó a las derechas la mala imagen de España surgida como reacción al franquismo?

R. Fue una rémora en el origen de la Transición. El estado nacional franquista, nacionalista y centralizado, se volvió muy impopular. Las periferias regionales presionaban mucho para acabar con ese modelo. La UCD -que decía no ser de derechas, sino de centro, una novedad entonces- se adapta al juego de las autonomías: primero lo impulsa, y luego lo intenta controlar a través de la LOAPA, Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico, para que el sistema autonómico no se desmadrara, aprobada bajo el impacto del 23-F, apoyada por el PSOE y que el Tribunal Constitucional anularía luego gran parte.

El caso es que los partidos de la derecha democrática aceptaron entonces las autonomías regionales, pero sin hablar de plurinacionalidad, o de España como nación de naciones, como hacía la izquierda.

P. 40 años del dictadura dejaron a la derecha muy tocada, incapaz de presentarse como tal. En el libro recoge un texto de José María Ruiz Gallardon, que ya en los 70 mencionaba el complejo de la derecha, asociada a la dictadura y a lo retrógrado. Un cínico hablaría de derecha camuflada de centro para sobrevivir. Y sin embargo, esa derecha 'maricomplejines', como la llamaba Federicho Jiménez Losantos, resultó en democracia la más exitosa dando mayorías absolutas a Aznar o Rajoy. ¿Resultó productivo el complejo de la derecha al arrastrarle hacia el centro?
R. La adopción de etiquetas como centrismo o centro derecha les libró entonces del complejo. Fue útil y productivo. No obstante, luego llegó al poder en la derecha la cuarta generación, que no vivió políticamente la Transición, y por tanto, no tenía por qué tener complejo alguno, y además se encontró con un Estado de las autonomías que llevaba mucho tiempo funcionando.

P. El primer Aznar, que logró agrupar a toda la derecha, citaba a Azaña. Y sin embargo, el Aznar posterior se convirtió en el abanderado de una derecha sin complejos. ¿Ha sido el nacimiento de esa derecha sin complejos el mayor fenómeno de la derecha española reciente?
R. El azañismo de Aznar fue completamente episódico. Partía de la premisa de que Azaña era un político liberal, lo cual era cierto, pero se forzaba hasta asegurar que, como el liberalismo estaba dentro del PP, si Azaña viviera hoy, estaría en el PP.

placeholder Acto de Vox en Colón (EFE)
Acto de Vox en Colón (EFE)

P. Una afirmación osada…
R. Sí, pero esa era su teoría. Es cierto que había liberales en el PP, pero también conservadores. Un liberalismo autónomo tiene pocas posibilidades de imponerse en España, como demuestran el CDS de Adolfo Suárez o el PDR de la operación Roca. La derecha española es una sociedad de valores conservadores, y adopta el neoliberalismo como política económica. Neoliberalismo que procede de la revolución conservadora de Reagan, no es un liberallismo progresista, es Margaret Thatcher. Luego vino a sentar doctrina la derecha sin complejos del neoconservadurismo estadounidense, recogida por la FAES de Aznar. No digo que el neoconservadurismo sea el pensamiento hegemónico dentro de este campo, pero sí que es el pensamiento más activo de la derecha de este siglo.

El problema fundamental es que el término derecha es muy ambiguo y sirve para definir muchas situaciones. La gran labor del PP de Aznar fue unificar la derecha democrática, ampliar sus márgenes y modernizar el Estado desde la derecha. Pero también rearmar ideológicamente a la derecha desde la cultura y educación, campos que la izquierda dominaba desde la Transición, según ellos.

P. ¿Diría que esa derecha sin complejos nace con los atentados del 11-M y las teorías de la conspiración? Al calor del boom de una serie de comunicadores como Losantos y una pugna bien visible de influir en el PP del tecnócrata Rajoy para radicalizarlo. ¿Cómo afecta eso a la derecha española?
R. El rearme ideológico siempre supone radicalización, pero hubo un elemento nuevo cuando Aznar dejó el gobierno: FAES. Una fundación doctrinal con enorme poder y prestigio en la derecha española, que funcionó casi a modo de oposición a las tendencias más centristas de Rajoy. Eso llevó a una ruptura interna en el PP que desencadenó la nueva situación [la creación de Vox].

placeholder Pablo Casado en una concentración por la unidad de España (EFE)
Pablo Casado en una concentración por la unidad de España (EFE)

P. ¿Qué tipo de derecha o extrema derecha es Vox?
R. Vox no tiene aún historia. Confluyen varias corrientes de la derecha occidental del cambio de siglo.

La fundacional viene del conservadurismo, que podemos llamar ultraconservadurismo bajo parámetros democráticos. Me refiero al Tea Party, movimiento de la derecha republicana que lanzó Sarah Palin, y en cierta forma representa ahora Trump y su administración. O el ala derecha del Partido Republicano.

Si Vox adopta la línea obrera, chocará con el ultraconservadorismo clásico y el integrismo católico

Hay también un elemento de integrismo católico. Un proyecto social basado en un catolicismo reactivo en cuestiones como el aborto. Eso siempre ha estado presente en la derecha española, pero no siempre de un modo sustancial, como demostró la caída de Gallardón [dimitió en 2014 como ministro de Justicia tras no lograr sacar adelante una ley restrictiva del aborto por el veto pragmático del marianismo].

La otra pata de Vox es el nacional populismo, que sí procede de la extrema derecha anti constitucional, plantea reformas radicales en inmigración y el fin del estado de las autonomías.

Estas tres corrientes están en Vox, pero aún no sabemos cuál acabará siendo la principal.

P. ¿Es exagerado llamar a Vox fascista?
R. El término fascista hoy en día es un insulto. Los partidos fascistas o neofascistas tienen rasgos muy definidos: un Estado nacional o nacionalista, totalitario en su concepción de partido único; un control estatal de la economía, y una represión absoluta sobre la oposición. Eso es el fascismo. Un sector de Vox pudiera tener una cierta pulsión en ese sentido, pero no creo que se les pueda calificar de fascistas en ningún caso… salvo que el propósito sea únicamente insultarles.

P. La derecha mundial se ha vuelto populista por todas partes...
R. En realidad, ese populismo de derechas ya había existido en España. Hablo de la plataforma de Ruiz Mateos o el Gil. Populismo puro, pero en ningún caso fascismo.

El nacionalismo español se nutre del nacionalilsmo catalán

P. Se pondría pensar que la extrema derecha de Vox no es lo suficientemente moderna por su poso franquista y neoliberal, y que el día que abrace un obrerismo patriota, estatalista e incluso ecologista como la sobrina de Le Pen en Francia, su empuje sería imparable. Lo que llaman el rojipardismo.
P. Vox es un partido muy nuevo que aún tiene que definirse y decidir el componente fundamental de su doctrina. Si adopta esa línea, va a chocar con el ultraconservadorismo clásico y con el integrismo católico.

P. Vox ha crecido al calor de la crisis en Cataluña ¿Se retroalimentan la extrema derecha española y el nacionalismo radical catalán? ¿Se puede salir de la dinámica de acción/reacción? El cuanto peor, mejor.
R. Es un tema histórico. El nacionalismo español siempre se ha alimentado del nacionalismo catalán. El nacionalismo español crece cuando crece el nacionalismo catalán. Es su nutrición. La retroalimentación siempre ha existido, pero no deja de ser preocupante: el nacionalismo catalán es ahora mismo anticonstitucional, lo malo sería que la respuesta del nacionalismo español a ese problema fuera también anticonstitucional.

Hubo un tiempo en el que en España solo había una derecha institucional -el PP de Aznar- pero ahora hay tres: PP, Vox y Ciudadanos. Alejados del poder estatal, la unidad de acción no pasa hoy por su mejor momento, por no hablar de abierta hostilidad Las tres derechas se han enfrentado por el reparto de la mesa del Congreso, dejando vía libre a las izquierdas. Y el PP trata de pescar en Ciudadanos tras su descalabro electoral.

El redactor recomienda