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Sexo turbio y drogas: Simon Hanselmann, el genio del cómic que vino de Tasmania
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Sexo turbio y drogas: Simon Hanselmann, el genio del cómic que vino de Tasmania

La extravagante familia disfuncional formada por una bruja, un gato y un búho que plasma en sus viñetas es uno de los retratos generacionales más grotescos y descacharrantes de la historieta actual

Foto: Selfie remitido por Simon Hanselmann
Selfie remitido por Simon Hanselmann

"Como los Simpson de los años 90, pero con mucho más fisting y sobredosis" es la fórmula que Simon Hanselmann (Launceston, 1981) emplea para explicarnos cómo describiría su obra a alguien que no la conociera todavía. El dibujante, probablemente el artista más célebre nacido en Tasmania desde Errol Flynn, nos deleita desde hace unos pocos años con algunos de los tebeos más personales y cáusticos del nuevo milenio. Aunque su retorcido humor y la naturaleza de las situaciones que plasma en sus cómics hacen difícil que alcance un público masivo, sus álbumes ya han obtenido premios tan prestigiosos como el Eisner, el Ignatz o el del Festival Internacional del Cómic de Angulema. En nuestro país, no pocos lo recordarán como el protagonista de una de las entrevistas más delirantes que se han emitido en el programa La Resistencia.

Su obra tiene mucho de retrato generacional. Si nos remontamos a los años 60, la contracultura americana tenía como uno de sus buques insignia al gran Robert Crumb, quien reflejó mejor que nadie la era de la psicodelia y la liberación sexual. Por su parte, el underground actual encuentra en Simon Hanselmann un reflejo deformado o incluso invertido de muchos de los temas que Crumb abordaba: si la obra de este último era una oda al desparrame y la fiesta, la del tasmano lo es de la resaca; mientras que para el primero el sexo era lúdico y liberador, en las páginas de su serie Megg & Mogg se muestra turbio y lleno de desazones; la diversión que proporcionaban las drogas y la expansión de la conciencia que a ellas asociaba el estadounidense son, en Hanselmann, la única escapatoria para una existencia nihilista, una espita por la que desaguar los fracasos; y mientras que los personajes de Crumb tienden a ser expansivos y logorreicos, los de Hanselmann tienden a la introversión y el laconismo. Ambos coinciden, más allá de las profundas diferencias en su enfoque, en ser netamente divertidos.

En España disfrutamos de sus cómics desde 2014, año en que a editorial Fulgencio Pimentel publicó en español 'Hechizo Total', una de sus obras más redondas. No mucho tiempo antes, Hanselmann era un autor de culto casi desconocido que difundía sus peculiares creaciones a través de internet: "Conocimos el trabajo de Simon al poco de que empezara a publicarlo en Tumblr, a mediados de 2012", nos explica César Sánchez, uno de los responsables de la editorial. "Tardamos aún unos meses en ponernos en contacto con él, quizá porque estábamos en shock ante lo que leíamos ahí, y también porque nos abrumaba la cantidad de páginas que aquel oscuro dibujante de Tasmania era capaz de generar en poco tiempo". Desde entonces, en Fulgencio Pimentel han publicado religiosamente el resto de la obra de Hanselmann: "Simon se identificó desde el primer día con nuestro modo de editar y diseñar los libros. El hecho de que tuviéramos en nuestro catálogo a dos de sus autores favoritos, Jim Woodring y Olivier Schrauwen, también tuvo algo que ver". En 2019 hemos podido disfrutar de la más reciente entrega de su saga, 'El mal camino', que no será la última de Megg y Mogg.

placeholder Viñeta de Megg y Mogg, de Simon Hanselmann
Viñeta de Megg y Mogg, de Simon Hanselmann

PREGUNTA: Una de las cosas que más sorprenden en tus cómics es la gran honestidad que transmiten; se diría que evitas imponerte cualquier clase de límite. ¿Te resulta más difícil ser tan franco ahora que tienes un gran público que cuando empezaste?

RESPUESTA: Trato de no tener en cuenta a la audiencia en absoluto, no puedes confiar en ella ni lo más mínimo. Lo único que me importa es divertirme mientras trabajo. Creo que la gente se da cuenta de cuándo te lo estás pasando bien o presentándoles algo puro, al contrario de lo que ocurre cuando te pones nervioso para tratar de acomodarte a una especie de consenso imaginario.

P: Tras esa superficie de autodestrucción, abuso de drogas y sexo chungo se percibe en tu trabajo una gran empatía, y todos tus personajes resultan encantadores desde la primera página. Aparte de tus propias experiencias -ya que tu obra es autobiográfica-, ¿de qué otras fuentes procede tu inspiración?

R: De la vida, simplemente. De seguir vivo a diario. Todos pasamos muy malos tragos y es difícil no reparar en ello. Me limito a escribir sobre los fríos y crueles entresijos de la realidad.

Trato de no tener en cuenta a la audiencia en absoluto, no puedes confiar en ella ni lo más mínimo

P: Me gusta mucho Búho, y es un buen tipo, pero tiene muy mala suerte. ¿Qué piensas sobre este personaje y sobre la gente real que se parece a él?

R: También yo aprecio a Búho, pese a que es un completo gilipollas. Se merece todo lo que le ocurre, porque se lo busca él mismo al meterse donde se mete.

P: ¿Cómo das forma a las historias que componen la serie de 'Megg & Mogg'? Me gustaría conocer tu trabajo creativo y los recursos que empleas para trabajar sobre anécdotas reales o para transformarlas en algo diferente.

R: Llevo conmigo un cuaderno en el que no paro de anotar cosas, siempre estoy ojo avizor en busca de anécdotas y sensaciones de las que pueda sacar partido. Después me limito a ensamblarlas y aliñarlas con algunas coñas. Estoy obsesionado con los guiones de las sitcom: en ellas no se desperdicia ni un segundo, solo se busca conseguir la máxima inmersión posible para atrapar al espectador o, en mi caso, al lector.

P: Has mencionado que tuviste tu primer ordenador en 2010. Además, vivías en un sitio tan remoto como Tasmania. ¿Cómo te las apañabas para conseguir cómics, libros y otras obras? ¿Crees que este relativo aislamiento puede haberte ayudado a ser más fresco y original?

R: Internet no es en absoluto tan maravilloso como la gente dice. Las redes sociales analógicas funcionaban igual de bien que las virtuales. Con catorce años leía a Daniel Clowes y veía el show de Larry Sanders (una sitcom americana que parodiaba los programas late night). En Tasmania era posible encontrar todo lo que necesitaras, siempre y cuando conocieras a la gente adecuada y supieras dónde buscar. El aislamiento contribuyó a que sintiera sed de fama, sed de escapar de allí, porque para entonces ya había descubierto todo el arte molón a mi alcance. Disponía de mucho más tiempo para hacer cosas sin la distracción que suponen el ruido ambiente y la superabundancia de mediocridad encontramos en internet.

placeholder Otra viñeta de Simon
Otra viñeta de Simon

P: Siempre logras encontrar algo cómico o divertido incluso en las situaciones más embarazosas. ¿Consigues este delicado equilibrio de forma natural, o en algún momento has temido que tus cómics resultaran demasiado oscuros o deprimentes?

R: Jamás tengo miedo cuando me dedico al arte. La vida está compuesta por luz y oscuridad. Si alguien encuentra algo demasiado oscuro o deprimente en lo que hago, probablemente sea un mariquita privilegiado y sobreprotegido que no tiene ni idea de lo jodidas que llegan a ser las cosas. Suerte para ellos, supongo. Pero, sí, yo me limito a hacer lo que hago y no reflexiono en exceso sobre ello. Soy solo un montón de carne y huesos frotándose contra el suave tocón de un árbol, pasando el rato.

P: Por lo que sé de ti, llevas una vida bastante normal, al menos ahora: trabajas duro, vives con tu mujer y con un montón de conejos, te ocupas de tu madre... ¿Tu trabajo te ha ayudado a superar la faceta más caótica de tu vida pasada?

R: Me considero un tipo con mucha suerte. Durante toda la vida he luchado para conseguir lo que tengo ahora. Todo lo que siempre he querido es mandar a todo el mundo a tomar por culo, lograr que me ignoraran y me dejaran hacer mi trabajo a solas. Solo hay algo que necesito hacer nada más levantarme: hacer arte cuando me apetezca. El dinero está bien, me gusta comprar cosas, y desde luego no echo de menos los tiempos en que rebuscaba en busca de obras a un centavo, rezando para encontrarme un billete de cinco en la calle. Los cómics -y mi dedicación a ellos- me han traído una enorme paz, a mis mejores amigos y a mi mujer. La Frustración y el Horror todavía llaman a mi puerta de cuando en cuando, pero tienes que intentar no abrírsela.

Todo lo que siempre he querido es mandar a todo el mundo a tomar por culo

R: En una entrevista reciente mencionaste que estabas preparando algo para la editorial francesa Les Requins Marteaux. ¿Podrías contarnos en qué consiste, y qué podemos esperar de las nuevas historias de 'Megg y Mogg'?

R: Hace años que quiero hacer uno de esos libros de Les Requins Marteaux, pero nunca encuentro el tiempo, así que el proyecto no ha llegado a prosperar. He juntado algunas cosas para publicarlas en Playboy, pero ahora llega el invierno y me dispongo a hibernar y escribir mi próximo libro,' Megg's Coven' ('El aquelarre de Megg'). Tengo en perspectiva algunas exposiciones, un libro recopilatorio de mis fanzines, y un poco más de todo. Siempre me mantengo ocupado y jamás dejo de trabajar o de pensar en el trabajo. Es mi pasión, y además trato de ganar el suficiente dinero como para sobrevivir al inminente colapso de nuestra civilización.

P: Me gustaría saber cuál ha sido la experiencia más gratificante que has tenido con un fan.

R: Alguien en París, hace unos meses. Estaba la tercera en la cola de firmas y me entregaron una carta, pidiéndome que la leyera allí mismo. Era tremendamente personal y trataba sobre la muerte, sobre abusos y cuestiones de género. Lo que me dijo esta persona sobre la forma en que 'Megg & Mogg' hacían que se sintiera mejor sobre algunas de estas cosas... realmente me impactó. Toda la relación entre el "artista" y el "fan" es muy rara y embarazosa, pero a veces resulta jodidamente profunda y bella. Me hace pensar en la época en que era un adolescente que vivía en Tasmania, con los sentimientos a flor de piel, y cómo el arte y los artistas a los que admiraba me hacían sentir, cómo me guiaban en la oscuridad.

"Como los Simpson de los años 90, pero con mucho más fisting y sobredosis" es la fórmula que Simon Hanselmann (Launceston, 1981) emplea para explicarnos cómo describiría su obra a alguien que no la conociera todavía. El dibujante, probablemente el artista más célebre nacido en Tasmania desde Errol Flynn, nos deleita desde hace unos pocos años con algunos de los tebeos más personales y cáusticos del nuevo milenio. Aunque su retorcido humor y la naturaleza de las situaciones que plasma en sus cómics hacen difícil que alcance un público masivo, sus álbumes ya han obtenido premios tan prestigiosos como el Eisner, el Ignatz o el del Festival Internacional del Cómic de Angulema. En nuestro país, no pocos lo recordarán como el protagonista de una de las entrevistas más delirantes que se han emitido en el programa La Resistencia.

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