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Pirotecnia y mediocridad: ¿por qué todos los festivales de música españoles suenan igual?
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Pirotecnia y mediocridad: ¿por qué todos los festivales de música españoles suenan igual?

Las bandas que más aparecen en los carteles de los últimos años tienen en común su deriva hacia unas formas musicales cada vez más cómodas y efectistas, un pop-rock sin riesgo

Foto: El cantante Juan Pedro Martín 'Pucho', del grupo madrileño Vetusta Morla, durante su actuación en el pasado Low Festiva de Benidorm. (EFE)
El cantante Juan Pedro Martín 'Pucho', del grupo madrileño Vetusta Morla, durante su actuación en el pasado Low Festiva de Benidorm. (EFE)

El de la música es un negocio extraño. En algunas ocasiones —son las menos— salta a la vista —incluso al oído— qué puede ser un éxito y qué está condenado al fracaso comercial. En cambio, para la mayoría de propuestas, serán muchos factores lejos del control de los intérpretes y compositores los que determinarán su aceptación entre el gran público. Hoy por hoy, son los ecos y expresiones procedentes de la música urbana los que resuenan en las pasarelas, en los suplementos culturales y en los patios de colegios e institutos. Un género (en realidad engloba varios: trap, reguetón, 'dancehall'…) que todavía no ha despegado en directo (invita a ser escuchado en la pista de baile o en YouTube) mientras, según informes como el recientemente publicado por Wegow o el anterior y más exhaustivo de OBS, el número de festivales musicales y su público no deja de crecer en España.

Y, todavía, casi todos estos festivales programan conciertos de pop-rock.

Durante la última temporada (entre mayo y septiembre de este año) se celebraron en España más de trescientos festivales. Si excluimos las citas especializadas (los hay de 'jazz' o de 'country'), la mayoría de ellos se promociona como 'indie' y es con esta etiqueta con la que se suelen identificar muchos de sus asistentes. Se ha dicho que esta palabra perdió hace tiempo su significado inicial (música hecha lejos del apoyo de las grandes compañías) y ya se utiliza como contraseña para ganar prestigio cultural, pero debe señalarse también que cada vez hace referencia a sonidos más homogéneos y menos innovadores.

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Con tal proliferación de festivales es inevitable que muchos nombres se repitan y la misma combinación de bandas termine por actuar, por ejemplo, en mayo en Murcia y en julio en Santiago de Compostela. Algo que en principio no es negativo y ha ayudado a consolidar un negocio e incluso una forma de turismo, podría, eso sí, estar generando unas propuestas musicales 'ad hoc', planeadas para encajar en estos entornos, que dan prioridad al consumo frente a la escucha activa del trabajo de los músicos. Así, muchas de las bandas que más aparecen en los carteles de los festivales de los últimos años y que siguen considerándose 'indies', tienen en común su deriva hacia unas formas musicales cada vez más cómodas y efectistas, una especie de pop-rock sin riesgo (en sus letras, en su desarrollo) que no es capaz de enfrentar al público más que a sus ganas de bailar y desahogarse en un entorno controlado (y lleno de publicidad).

La dictadura de la audiencia

Tradicionalmente, alcanzar un éxito masivo en el mundo del rock (aclaro para los nacidos más allá del 2000: esa música que protagonizan las guitarras eléctricas y en la que las baterías quedan a la vista, sin bases programadas) significaba también construir el espíritu de la juventud del momento: actitudes, formas de vestir y discursos, en definitiva, estéticas surgidas en entornos intelectuales o de vanguardia eran incorporadas por las bandas prometedoras que a su vez se encargaban de popularizarlas entre las masas. A menudo, este proceso no era espontáneo sino que estaba dirigido por un publicista avispado, como en el caso de los Who o los Sex Pistols. Si los primeros se convirtieron en un icono mod sin que su líder, Pete Townshend, tuviera especial interés en esta tribu urbana, fue porque su primer mánager, Peter Meaden, supo ver el potencial que tenía hacer del grupo un símbolo, entre la rabia y la elegancia, del incipiente Swinging London. Aún más decisiva fue la intervención de Malcom McLaren, en principio diseñador de moda, en la formación y el éxito de los Sex Pistols: podría decirse que, haciéndose cargo de la banda, él inventó el punk y así cambió la vida de millones de jóvenes, mientras, por el camino, se convertía en millonario.

El público de los festivales es, en palabras de Abraham Rivera (Radio 3), "inmovilista y conservador de unos cuarenta años"

Si hasta ahora esta influencia había funcionado desde el escenario hacia la audiencia, cabe pensar que durante los últimos años, con tantos festivales deseosos de colgar el cartel de “entradas agotadas” y cuadrar cuentas, algunos grupos han recorrido el camino inverso y han hecho suya la máxima que sirvió de título para uno de los trabajos tardíos de los Kinks: “Give the people what they want” (darle al público lo que pide). Y el público de los festivales es, en palabras de Abraham Rivera (Radio 3, Electrónica en Abril) “inmovilista y conservador, gente ya asentada de alrededor de cuarenta años”.

Pueden nombrarse al menos una decena de bandas veteranas (algunas con más de veinte años de carrera) que, sin haber gozado de una gran visibilidad cuando lanzaron sus primeros discos, actualmente, tras adoptar este sonido y esta estética comunes (estribillos que se pueden corear, temas protagonizados por hombres sensibles, punteos y sintetizadores eufóricos), están en la parte alta del cartel de muchos festivales: Second, Lori Meyers, Love of Lesbian, Dorian, Miss Cafeína, La Habitación Roja, Supersubmarina, Varry Brava, Izal o, quizá, Sidonie.

De Radiohead a Vetusta Morla: el pop épico

Para David Rodríguez (La Estrella de David, La Bien Querida) no hay grandes diferencias entre las canciones que él compone y las de algunas de estas bandas: “Creo que todos tienen sus sentimientos a flor de piel… Pero yo también uso eso en casi todas mis canciones. A mí hay temas de La Habitación Roja que me gustan mucho.” Sin embargo, Pol Rodellar (crítico en la revista 'Vice', bajista en Mujeres) habla de pirotecnia barata y de emociones impuestas: “Es una música hecha sin ánimo de molestar, cuando precisamente lo que dota de personalidad a una obra artística son esas cosas que pueden incomodar. Su pop es completamente plano e inofensivo… No sé si es música para quien no le gusta la música pero sí que tiene tan poco de particular que es fácil que guste a una enorme cantidad de gente muy distinta.”

Es música hecha sin ánimo de molestar, cuando lo que dota de personalidad a una obra artística es lo que puede incomodar

En esta dirección también escribió el crítico Fernando Neira en 'El País', cuando, en su crónica del multitudinario concierto que Lori Meyers ofreció a finales de 2018 en Madrid (más de 12.000 asistentes), afirma que lo más asombroso de tan fervorosa acogida es que “no se corresponde con ninguna excelencia manifiesta, sino en todo caso con el hábil aprovechamiento de la medianía. Lori Meyers no han conseguido destacar particularmente en nada, si acaso en alguna faceta para mal”. Y en esa medianía (con altibajos y valiosas excepciones) han parecido moverse estos grupos durante los últimos años, al menos desde que decidieran, como Love of Lesbian y Sidonie en 2005, o Standstill en 2006, empezar a cantar en castellano abandonando las composiciones en inglés, que, en sus casos, eran psicodélicas o punk.

placeholder El cantante y guitarrista de 'Lori Meyers', 'Noni' López, en un concierto en el Low Festival. (EFE)
El cantante y guitarrista de 'Lori Meyers', 'Noni' López, en un concierto en el Low Festival. (EFE)

En este contexto se hace imprescindible recordar cómo en 2008 estalla el grupo más significativo de la historia reciente de la música independiente española, Vetusta Morla, que supone una doble anomalía al haber alcanzado un éxito enorme desde el circuito minoritario y haberlo conseguido haciendo uso de recursos complejos y originales. Javier Egea, voz y guitarra de Cosmen Adelaida, lo recuerda así: “Creo que a partir de la llegada de la crisis se estandariza una parte del sonido 'indie' español y se empieza a dividir entre el que es realmente alternativo y el 'indie' que repite un dramatismo que funciona. Me parece que el primer grupo que rompió esa barrera fue Vetusta Morla, y además lo hicieron complicando más el debate: resulta que eran realmente independientes, se lo hacían todo ellos mismos y no ficharon por una discográfica.”

Vetusta Morla son, en palabras de Marc Ros (Sidonie), “el grupo más respetado de España” y durante una década han logrado poner de acuerdo a buena parte de la crítica (que como mucho señalará su deuda con los ingleses Radiohead) y del público. Influencia indiscutible de buena parte de la música que suena en los festivales españoles, Vetusta Morla han demostrado su capacidad para mantenerse al margen de tendencias o maniobras comerciales y, por ejemplo, Santiago Alcanda (Radio 3) considera que el suyo es “el mejor debut de la historia de la música española”.

Carreteras infinitas

La clave para entender la mayoría de fenómenos pop, contra lo que querrían algunos teóricos, está en su superficie. Así, el estribillo de la canción 'Carreteras infinitas' de Sidonie no precisa de una exégesis retorcida para desvelar la idea —más bien lúdica— que la banda tiene de su propia música: “Con mis nuevos superpoderes / levantaré a todo un festival / que ahora toquen Lori Meyers / que tengo ganas de bailar.” Y este tema, animado y resultón, sigue algo más tarde: “Basta de amargar / a todo el personal / no me habléis de honestidad / dadme algo que me haga llorar.”

Resulta difícil poner pegas a melodías tan redondas y arreglos tan elegantes como los de Sidonie pero, en su estela, muchas bandas naufragan reproduciendo hasta la saciedad unos clichés que los de Barcelona saben administrar.

En su famoso ensayo 'Retromanía', Simon Reynolds sostiene que la música popular está estancada debido a su obsesión por recuperar el pasado. En España, buena parte de la escena mal llamada independiente parece agotada en la repetición de gestos entre la nostalgia y la euforia artificiosa. Y puede que la culpa la tengamos nosotros, exigiendo vivir la misma experiencia cuidadosamente diseñada festival tras festival.

El de la música es un negocio extraño. En algunas ocasiones —son las menos— salta a la vista —incluso al oído— qué puede ser un éxito y qué está condenado al fracaso comercial. En cambio, para la mayoría de propuestas, serán muchos factores lejos del control de los intérpretes y compositores los que determinarán su aceptación entre el gran público. Hoy por hoy, son los ecos y expresiones procedentes de la música urbana los que resuenan en las pasarelas, en los suplementos culturales y en los patios de colegios e institutos. Un género (en realidad engloba varios: trap, reguetón, 'dancehall'…) que todavía no ha despegado en directo (invita a ser escuchado en la pista de baile o en YouTube) mientras, según informes como el recientemente publicado por Wegow o el anterior y más exhaustivo de OBS, el número de festivales musicales y su público no deja de crecer en España.

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