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Juan Cobos Wilkins: "Hay que mirar de frente al pelotón de fusilamiento"
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Juan Cobos Wilkins: "Hay que mirar de frente al pelotón de fusilamiento"

'Matar poetas' es lo último de Cobos Wilkins. Subyace la idea de mirar de frente mediante la conciencia ética y estética a los pelotones de fusilamiento que hoy pululan por el mundo

Foto: Juan Cobos Wilkins en el Muelle del Tinto
Juan Cobos Wilkins en el Muelle del Tinto

Juan Cobos Wilkins (Minas de Riotinto, 1957) es una rara avis. En tiempos de localismos desenfrenados, el escritor onubense continúa reivindicando la modernidad, que no es otra cosa que una manera de actuar, una actitud, frente al tiempo que a cada uno le ha tocado vivir. Lo moderno, sin embargo, rezuma pasado, como no puede ser de otra manera. Lo contrario sería navegar por los ríos del olvido. Y Cobos Wilkins no olvida, al final y al cabo la memoria es el alma del pensamiento. Estudioso de la figura de Juan Ramón Jiménez, fue director de su casa-museo en Moguer (Huelva), es capaz de construir una atmósfera simbólica para desentrañar el mundo. Su último libro lo consigue.

PREGUNTA.- Usted publicó en 2017 un libro que se titulaba ‘El mundo se derrumba y tu escribes poemas’. No parece que hayan cambiado mucho las cosas. Usted sigue escribiendo poemas y el mundo no va mucho mejor.

RESPUESTA.- Si un libro, un poema, un verso o la música, la pintura, cualquiera de las Artes pudiesen cambiar para mejor el mundo… Lo que sí compruebo es que los títulos de mis últimos libros, ‘El mundo se derrumba y tú escribes poemas’ y el recién publicado ‘Matar poetas’ son especulares de su tiempo. A veces, como en estos casos, el título concentra tan alto grado de valor simbólico que deviene en referencia de una época. Pero un libro, un poema, un verso, un cuadro, una pintura, una música…, el Arte, en fin, sí puede llamar y llegar a la emoción personal, al pensamiento individual, y transformar, tocar ese pensamiento, acelerar los latidos de ese corazón con su carga de conciencia y de belleza.

P.- ¿Qué quiere decir con ‘Matar poetas’?

R.- La unión del sustantivo “poeta” y el verbo “matar” produce un escalofrío, hiere. Pero sucede. Desgraciada, trágicamente, en más de una y de dos y de tres veces se dan dramáticamente juntos. Tenemos ejemplos sin fronteras. Digo poeta, pero podría decir pintor, escultor, músico…, y me refiero no sólo a los hacedores de cultura, de arte, sino a quienes reciben la creación de forma no pasiva, incluyo también a los que la prenden, aprenden y aprehenden, los receptores activos que redondean y completan el proceso de la creación como vasos comunicantes, escritor / lector. Siento que todos tenemos dibujada una diana roja en la espalda para que, cuando lo hagan, porque lo harán, siempre lo hacen, no veamos quiénes. Es preciso por eso colocar un espejo retrovisor ante nuestros ojos, en este caso no para contemplar el pasado sino para alcanzar el futuro.

P.- ¿Por qué esa fascinación por los poetas malditos?

R.- El primer libro que escribí se titula ‘Espejo de príncipes rebeldes’. Y se fija en la figura de Luzbel, el ángel caído, en concreto en ese instante turbador y bellísimo, estremecedor, cuando el ángel se contempla en el espejo, lo triza y proclama: “No serviré”. Para mí, la primera frase de rebeldía de la Historia. Y el primer rebelde. Esa fue mi inauguración en la poesía, es fácil deducir el camino literario que iba yo a seguir, a elegir. O el que me había elegido y seducido a mí.

P.- En esa doble cara que representa el dios Jano, a quién usted ha citado en ocasiones, ¿qué ve? Lo que sale o lo que entra. O en el fondo todos somos Jano.

R.- Puertas abiertas, puertas cerradas, presente, futuro. Yo me siento en metamorfosis.

"Matar Poetas obliga a mirar de frente a ese pelotón de fusilamiento que, en este tiempo convulso, apunta con los ojos vendados"

P.- ¿’Matar poetas’ cierra el círculo de una trilogía, junto a’ Biografía impura’ y ‘El mundo se derrumba y tú escribes poemas’?

R.- Cuando estaba escribiendo ‘Matar poetas’ no era consciente de que formaba una trilogía con los dos anteriores, también publicados por la Fundación Lara, en su colección Vandalia. Lo percibí al concluir el libro, en los tres la visión interior, con sus fantasmas personales, y la mirada colectiva, solidaria, se abrazan en busca del equilibrio que resulta fundacional en mi obra: Pasión y Armonía.

P.- ¿Es compatible ser un poeta lírico e intimista y, al mismo tiempo, estar pendiente de lo que pasa en el mundo?

R.- Creo que este libro, ‘Matar poetas’, obliga a mirar ese pelotón de fusilamiento que, en este tiempo convulso, apunta con los ojos vendados a quienes, con los ojos abiertos, reivindican de palabra y obra una conciencia ética y estética.

P.- ¿Los poetas están en peligro de extinción?

R.- Desde hace unos años, con la aparición de nuevas editoriales, la autoedición, las redes sociales, los medios que no precisan impresión en papel, etc, hay una gran proliferación de versos. Hace poco vi algo que me divirtió mucho: en una imagen aparecía Iker Jiménez y decía: “Esta noche en Cuarto Milenio entrevistaremos a la única persona de (aquí me ahorro el nombre de la provincia, pero creo que vale para cualquiera) que no es poeta.” Como un fenómeno paranormal. Pero, en serio, como soy de Huelva me siento igual que el lince. Y no solo los poetas, los lectores tendrían que recibir alicientes para reproducirse, y si lo son de poesía, hasta ponerles un piso.

P.- ¿Qué falla en el mundo?

R.- La parte inhumana de sus habitantes humanos.

P.- El populismo, la demagogia, se pueden combatir con poesía...

R.- Con la cultura, con el conocimiento, el pensamiento, la reflexión, la luz en la inteligencia.

P.- ¿Qué título poético pondría al reciente debate entre candidatos?

R.- Me pueden valer tantos… ‘Música para camaleones’, de Truman Capote, por ejemplo.

P.- Qué le sugiere una célebre frase de Adorno: Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie…

R.- Comprendo lo que quiso decir en su momento. Pero, “si se calla el cantor, calla la vida”.

Juan Cobos Wilkins (Minas de Riotinto, 1957) es una rara avis. En tiempos de localismos desenfrenados, el escritor onubense continúa reivindicando la modernidad, que no es otra cosa que una manera de actuar, una actitud, frente al tiempo que a cada uno le ha tocado vivir. Lo moderno, sin embargo, rezuma pasado, como no puede ser de otra manera. Lo contrario sería navegar por los ríos del olvido. Y Cobos Wilkins no olvida, al final y al cabo la memoria es el alma del pensamiento. Estudioso de la figura de Juan Ramón Jiménez, fue director de su casa-museo en Moguer (Huelva), es capaz de construir una atmósfera simbólica para desentrañar el mundo. Su último libro lo consigue.

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