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Una claustrofóbica versión de 'Don Carlo' de Verdi abre la temporada del Teatro Real
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Una claustrofóbica versión de 'Don Carlo' de Verdi abre la temporada del Teatro Real

La producción llega procedente de la Oper Frankfurt, cuenta con la dirección escénica de David McVicar, la magnífica batuta del maestro Nicola Luisotti y un triple reparto

Foto: 'Don Carlo', de Verdi, en el Teatro Real. (Javier del Real)
'Don Carlo', de Verdi, en el Teatro Real. (Javier del Real)

El verdadero infante Don Carlos fue un personaje maldito, demente, colérico y bastante repulsivo en el físico. Hijo de Felipe II y María Manuela de Avis, primos hermanos por parte de padre y madre, la sangre de Don Carlos portaba un coeficiente de consanguinidad de 0,211, parecido al que resulta de la unión entre hermanos. A pesar de todo, los historiadores afirman que sus genes no fueron los responsables de la locura que dirigió su vida, sino una desafortunada caída de un caballo que le provocó daños neurológicos incurables. Tras el accidente, el heredero jamás volvió a ser el mismo. El joven terminó sus días en la cárcel acusado de conspirar contra la vida su padre. Esta leyenda, alimentada por la propaganda holandesa, que se agarró a la idea de que Don Carlos lo único que pretendía era acabar con la tiranía española en los Países Bajos, brindó a Verdi los elementos necesarios para componer una de sus obras más célebres, ‘Don Carlo’, un drama de relaciones personales por el que pulula el conflicto entre el deber y el querer, la obligación y el amor, en definitiva, una tragedia en la que se enfrenta lo público y lo privado.

Indeciso con el resultado final, Giuseppe Verdi realizó cinco versiones diferentes de ‘Don Carlo’ en 20 años. Ninguna le convencía. El próximo 18 de septiembre, el Teatro Real de Madrid inaugura la temporada 2019-2020 con 14 funciones de la versión de Módena, el retoque final que Giuseppe Verdi realizó a su 'Don Carlo'. “Es una de las versiones menos representadas, así que podríamos decir que estamos casi ante un estreno de ópera", confiesa Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real.

La producción de la ópera número 23 de las 26 que compuso el maestro musical del Risorgimiento llega procedente de la Oper Frankfurt, cuenta con la dirección escénica de David McVicar, la magnífica batuta del maestro Nicola Luisotti y un triple reparto entre los que destacan las figuras de Franceso Meli, Maria Agresta, Ainhoa Arteta, Dimitri Belossélskly y Luca Salsi.

placeholder 'Don Carlo', en el Teatro Real. (Javier del Real)
'Don Carlo', en el Teatro Real. (Javier del Real)

En ‘Don Carlo’, Verdi recuperó los temas que marcaron su perfil nacionalista, la batalla entre los sentimientos y el deber político, el ansia de libertad frente al poder opresor, los ideales revolucionarios, los amores prohibidos, la relación paterno-filial, la amistad… Lo hizo de la mano de la sensibilidad y el ímpetu romántico de Friedrich Schiller, que ya había inspirado tres de sus óperas anteriores: ‘Giovanna D'Arco’, ‘I Masnadieri’ y ‘Luisa Miller’.

Sostenía Schiller que "los más bellos sueños tienen lugar en la cárcel". Quizá por eso, David McVicar firma una puesta en escena tan claustrofóbica como la música que la acompaña. En el mismo instante en que se alza el telón, el patio de butacas se enfrenta a un decorado monumental, angustioso, opresivo, abrumador, gélido, un decorado que surge como una declaración de intenciones, un decorado del que rezuma el peso del poder religioso y político que caracterizó el reinado de Felipe II, cuya época negra evocan, a su manera, los trajes diseñados por Brigitte Reiffenstuel.

El contraste entre los ladrillos grises de las paredes sirve de vehículo a las ideas, a la libertad de pensamiento, y el fastuoso vestuario permite atravesar las barreras que hay entre los personajes. Para Axel Weidauer, realizador de escena, “el escenario proporciona muchas posibilidades, diferentes atmósferas, que lo mismo pueden ser el bosque que el gran jurado inquisitorial o el Monasterio de Yuste”.

Oscuridad y dulzura

La música de Verdi no se queda atrás. ’Don Carlo’ emana un ritmo y unas melodías intimistas, en cierto modo oscuras, que arrancan de manera fatigosa, para ir ganando fuerza a medida que avanza la historia. Uno de los momentos culminantes es el dramático dúo entre Felipe II y el Inquisidor, dúo que se apoya en una orquestación dinámica cuyas dos voces oscuras, dos voces de bajo, representan las dudas de las dos fuerzas de la época. Verdi traslada la recién nacida idea de separación entre Iglesia y Estado a una época en la que resultaba impensable ese divorcio, el resultado es una pieza inigualable de riqueza dramática al tiempo que musical, magníficamente resuelta por Dimitri Belossélskly y Mika Kares. La dulzura de la obra corre a cargo de las apariciones de Elisabetta de Valois, encarnada por Maria Agresta en el primer reparto: su interpretación contenida y su esplendido instrumento vocal tiene asegurada una de las mayores ovaciones de la noche.

placeholder 'Don Carlo', de Verdi, en el Teatro Real. (Javier del Real)
'Don Carlo', de Verdi, en el Teatro Real. (Javier del Real)

En la versión de Módena, Verdi decidió acabar la obra con un dúo de despedida de los amantes. Ambos se encuentran en el Monasterio de Yuste para decirse adiós por última vez. Tristes, pero convencidos de que es la mejor decisión. El etéreo 'sostenuto piano' representa el consuelo y la esperanza del futuro encuentro en otra vida mejor.

Basado en el drama ‘Dom Karlos, Infant von Spanien’, el compositor italiano regresó al universo español en el que ya había situado otras cuatro obras: ‘Ernani’, ‘Il trovatore’, ‘Simon Boccanegra’ y ‘La forza del destino’.

Estrenada en francés en la Ópera de París el 11 de marzo de 1867, Verdi se vio obligado a incluir los ballets preceptivos que estaban de moda en la época, “con lo que la obra se fue a cinco actos, una extensión que a Verdi le disgustaba y que redujo a fuerza de acortar pasajes”, explica Joan Matabosch. “En 1884, la tradujo al italiano y en la versión de Milán suprimió el primer acto y el ballet hasta dejarla en cuatro, pero se dio cuenta que con esos cortes radicales la obra perdía fuerza dramática, de manera que decidió recuperar el primer acto, conocido como el de Fontainebleau, y eliminar definitivamente el ballet”, añade. Esa es la conocida como versión de Módena, de 1886, la que a partir del 18 de septiembre alzará el telón de la nueva temporada del Teatro Real.

El verdadero infante Don Carlos fue un personaje maldito, demente, colérico y bastante repulsivo en el físico. Hijo de Felipe II y María Manuela de Avis, primos hermanos por parte de padre y madre, la sangre de Don Carlos portaba un coeficiente de consanguinidad de 0,211, parecido al que resulta de la unión entre hermanos. A pesar de todo, los historiadores afirman que sus genes no fueron los responsables de la locura que dirigió su vida, sino una desafortunada caída de un caballo que le provocó daños neurológicos incurables. Tras el accidente, el heredero jamás volvió a ser el mismo. El joven terminó sus días en la cárcel acusado de conspirar contra la vida su padre. Esta leyenda, alimentada por la propaganda holandesa, que se agarró a la idea de que Don Carlos lo único que pretendía era acabar con la tiranía española en los Países Bajos, brindó a Verdi los elementos necesarios para componer una de sus obras más célebres, ‘Don Carlo’, un drama de relaciones personales por el que pulula el conflicto entre el deber y el querer, la obligación y el amor, en definitiva, una tragedia en la que se enfrenta lo público y lo privado.

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