Antes de Plácido Domingo: Enrico Caruso, el primer #MeToo de la ópera
Una mujer acusó al tenor napolitano de "posar su mano ofensivamente sobre ella". El cantante fue a juicio días antes de su actuación en la Ópera del Met
El 17 de noviembre de 1906, ‘The Washington Times’ coronó su edición de tarde con un retrato de Enrico Caruso. Nada fuera de lo normal. En el comienzo del siglo XX, las crónicas ya se referían al italiano como “el mejor tenor del mundo” o “la gran estrella de la ópera”, distintivos a los que pocos cantantes han accedido tras su estela. La apertura del ‘Washington Times’ estaba a la altura de una celebridad internacional. Pero no se trataba de una crónica musical, ni de la próxima actuación del entonces primer tenor de la Metropolitan Opera House de Nueva York. Era una crónica de sucesos. El titular: “El ataque del cantante frente a una jaula llena de monos”. Enrico Caruso fue arrestado en el zoo de Central Park la tarde anterior, acusado de tocar a una mujer de “manera ofensiva” mientras miraba la jaula de los monos.
La mujer se llamaba Hannah Graham, “una hermosa matrona de unos treinta años”, según el ‘Washington Times’. La descripción física de la denunciante en la portada se extiende cuatro renglones más: “Viste con gusto exquisito y tiene una espléndida y proporcionada figura, que sus vestidos bien hechos exhiben con provecho”. El periódico continúa el relato en las páginas interiores. Graham se encontraba frente a la jaula de los monos de Central Park junto a su hijo de cuatro años. “La Sra. Graham dijo que Caruso puso su mano izquierda sobre ella de una forma ofensiva. [...] Caruso, dijo, la siguió y repitió su ofensiva acción”.
La mujer afeó la conducta del tenor (“no vuelva a hacer eso”) y un agente de policía lo detuvo. En la comisaría, Caruso declaró que nunca había visto a esa mujer hasta que se dio la vuelta para acusarlo y calificó el arresto de “ultraje”. Permaneció entre rejas hasta que Heinrich Conried, entonces director de la Ópera del Met, pagó una fianza de 500 dólares.
El caso Caruso llegó hasta el último rincón de Nueva York. La prensa lo bautizó como “el escándalo de los monos”, y fue aprovechado por los sectores racistas de la sociedad norteamericana para cargar contra la población italiana. El rechazo hacia el tenor fue explícito:“Caruso probablemente recordó el viejo dicho de ‘en Roma, haz como los romanos’. Estando en un parque zoológico, se comportó como un mono. [...] Moraleja: no intentes hacer el mono con una mujer, sin importar quién seas. Perderás”, escribió un lector de ‘The Mirror’.
Caruso fue arrestado en el zoo de Central Park, acusado de tocar a una mujer de “manera ofensiva” mientras miraba la jaula de los monos
La causa se llevó a juicio. Ni Hannah Graham ni Enrico Caruso (alegando un brote de ciática) aparecieron en la primera sesión. Dos días después, unas 1.000 personas, según las crónicas, se concentraron en la puerta de los juzgados para recibir a Caruso. Los amantes de la ópera italiana vitoreaban al tenor mientras la policía contenía a la multitud. En el interior del edificio, un ramo de flores esperaba con una dedicatoria: “Tómalo con calma, hagas lo que hagas. De tus amigos y la gente que te conoce”.
Un oficial de policía y un visitante de Central Park testificaron en contra de Caruso. El director de la Ópera del Met y el antiguo cónsul de Estados Unidos en Madrid, Alfred Densiger, alegaron que no encontraron nada impropio en el comportamiento del napolitano en su visita a Central Park. Durante todo el procedimiento, el tenor se declaró inocente. Como recoge el historiador David Suisman en un artículo de la revista ‘Believer’, un exjefe de policía de Nueva York declaró al periódico de William Randolph Hearst que “el arresto fue falso” y “un ultraje” porque la condena “no se basó en ninguna evidencia”.
En su artículo, Suisman también reproduce varios perfiles y crónicas de la época que retrataron “la inclinación” de Caruso a perseguir mujeres y su gusto por “las jóvenes americanas”. “Estos relatos probablemente tengan tanto que ver con la importancia emergente de las estrellas de ópera masculinas como con el comportamiento de Caruso, pero arrojan una luz ligeramente diferente sobre todo el incidente”, sostiene el historiador.
Finalmente, Enrico Caruso fue declarado culpable y condenado a pagar una multa de 10 dólares por el escándalo de Central Park. Quiso recurrir la sentencia a un tribunal superior, pero desistió por el riesgo de ser acusado de perjurio. El caso no terminó con la condena del tenor. El ‘New Ulm Review’ publicó que “hombres de gran reputación" serían "arrastrados a los juzgados para enfrentarse a juicios con cargos similares a los que afectan a Caruso”. El comisionado adjunto de Policía Mathot aseguró que algunos de estos hombres eran “mucho más importantes que Caruso”. Las palabras de Mathot causaron un gran revuelo y la prensa intentó averiguar durante días si había algo de cierto en sus acusaciones contra celebridades anónimas.
"Es la voz, y no el hombre, lo que interesa a los grandes mecenas de la ópera”
“¿No teme que las mujeres de sociedad boicoteen la ópera?”, preguntó el mismo periódico a una fuente cercana a la dirección del Met. “No”, respondió. “La multa no afectará al aprecio por el artista. Es la voz, no el hombre, lo que interesa a los grandes mecenas de la ópera”. El director de la casa fue contundente: “Nada, salvo la absoluta incapacidad de Caruso para cantar, impedirá su aparición programada para el próximo miércoles”.
Aquel miércoles, el tenor cantó en la Metropolitan Opera House. La policía estaba preparada para una recepción hostil del público, pero la actuación “no fue requerida”. Enrico Caruso interpretó a Rodolfo y la soprano Marcella Sembrich, a Mimì. Fue su primera aparición pública tras el juicio, que nunca afectó a su carrera como cantante. Antes de comenzar el segundo acto de los cuatro que componen la ópera de Puccini, los aplausos del público obligaron a Caruso a saludar cinco veces.
El 17 de noviembre de 1906, ‘The Washington Times’ coronó su edición de tarde con un retrato de Enrico Caruso. Nada fuera de lo normal. En el comienzo del siglo XX, las crónicas ya se referían al italiano como “el mejor tenor del mundo” o “la gran estrella de la ópera”, distintivos a los que pocos cantantes han accedido tras su estela. La apertura del ‘Washington Times’ estaba a la altura de una celebridad internacional. Pero no se trataba de una crónica musical, ni de la próxima actuación del entonces primer tenor de la Metropolitan Opera House de Nueva York. Era una crónica de sucesos. El titular: “El ataque del cantante frente a una jaula llena de monos”. Enrico Caruso fue arrestado en el zoo de Central Park la tarde anterior, acusado de tocar a una mujer de “manera ofensiva” mientras miraba la jaula de los monos.