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Paredes de Coura: el pueblo portugués tomado por españoles que agita la cultura
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Paredes de Coura: el pueblo portugués tomado por españoles que agita la cultura

La pequeña localidad lusa reúne estos días a miles de personas en su prestigioso festival de rock, punta de lanza de una innovadora oferta cultural

Foto: El público del festival en la jornada de ayer (EFE)
El público del festival en la jornada de ayer (EFE)

Paredes de Coura vive un apasionado romance con la cultura, particularmente con el rock. Es una historia de amor singular, porque su protagonista es un pueblo de unos pocos miles de habitantes ubicado en una montaña del lejano norte portugués. Desde hace 27 años, en Paredes se celebra un festival de rock que este jueves inauguraron The National y que se ha consolidado como una de las citas más importantes del año en Portugal. También lo es para miles de españoles, que cruzan cada año la frontera para disfrutar de un evento especial: en un anfiteatro natural junto al río Taboão, pegado a un pueblo que parece el escenario de una película de época.

Los 25 kilómetros que lo separan de la frontera de Tui (Pontevedra) convierten a Paredes en una opción singular para los españoles que cada año son más abundantes entre el público. Pese a que en España y en Galicia la oferta de festivales no ha parado de crecer, el del norte de Portugal ofrece algo distinto: un sabor rural que atempera los rigores del rock. Durante años fue un secreto a voces, pero ya no lo es. Sobre todo desde que la revista 'Rolling Stone' lo consideró uno de los cinco mejores festivales de música en Europa. Son los frutos de un estilo singular, pero también de una programación musical cuidadosa y coherente.

El idilio de Paredes de Coura con la cultura trasciende el rock, aunque las guitarras y los sintetizadores estén en el origen de todo lo singular que desde hace unos años viene ocurriendo en el pueblo. No en vano, uno de los fundadores del festival acabaría convirtiéndose en su alcalde. Se trata de Vitor Pereira, el segundo regidor municipal más votado de Portugal. Primero desde la iniciativa privada y ahora desde la Administración pública, Pereira es uno de los principales responsables de la vorágine artística y pedagógica que el pueblo ha asumido como emblema.

Exbajista de un grupo de Coimbra, Pereira (1967) forma parte de una generación que creció escuchando a The Clash y a Joy Division. De ahí que uno de sus proyectos más llamativos sea la Escuela de Rock, merecedora del Premio Nacional a la mejor iniciativa local. Creada 2014, su modelo consiste en residencias y campamentos de verano de hasta una semana llenos de ensayos, sesiones de cine, jam sessions, conciertos y demostraciones de instrumentos y talleres. La presentación final reúne a unos 50 músicos en el escenario, que luego emprenden una gira conjunta.

También colecciona premios el proyecto Comedias do Minho, una asociación con otros cuatro ayuntamientos de la comarca para promover una compañía de teatro profesional. Un antiguo parque de bomberos rehabilitado es su residencia artística, después de un trabajo de recuperación que puso en valor una ubicación privilegiada y un diseño específico para la creación y la producción de arte. Fue en su pequeño auditorio donde muchos habitantes vieron cine y teatro por primera vez.

La incesante producción artística y de entretenimiento no conoce límites. Paredes propone a sus habitantes y a los de toda la región una brillante programación de espectáculos callejeros, instalaciones, talleres y residencias artísticas, a través del proyecto Mundo ao Contrário. Y también ha conseguido convertirse en centro Lego de referencia, gracias al evento anual Paredes de Coura Fan Weekend que sitúa anualmente a Paredes en el centro de la comunidad AFOL (Adults Fans of Lego), al reunir a fanáticos de todo el mundo del célebre juego danés.

Un festival carismático

Pero el festival de rock es la punta de lanza de toda esa incesante actividad. La historia de la música en Portugal no sería la misma sin el Paredes de Coura, el decano de los festivales del país vecino, pero también el más carismático, con un olfato especial para el descubrimiento de nuevas promesas musicales y con una sólida propuesta de artistas consolidados. La cuidada programación, coherente con el espíritu alternativo que lo caracteriza, ha dejado a lo largo de los años conciertos memorables, como los de Arcade Fire, Pixies, Nick Cave, PJ Harvey, Coldplay o Morrisey. En su última edición reunió a 100.000 personas, una cifra que fácilmente se habrá superado al finalizar la que comenzó ayer.

Además de The National, el Vodafone Paredes de Coura programó en este 2019 a New Order, Patti Smith, Father John Misty, Suede, Deerhunter, Spiritualized, Car Seat Headrest, Kamaal Williams, Jonathan Wilson, Balthazar, Julien Baker, Julia Jacklin, Black Midi, KOKOKO!... La lista se extiende hasta más de 30 artistas, de los que vale la pena seguirles la pista. No en vano, muchos de los que van en letra pequeña acaban llenando grandes recintos unos años después. O, como ocurrió con Arcade Fire, llegan al escenario principal después de haberse dado a conocer unos años antes en horario de tarde.

El crecimiento del festival lo constata el sold out del jueves, un día pensado para un inicio suave, pero en el que en torno a 25.000 personas se volcaron sobre la ladera del Taboão para exprimir el cartel hasta el límite. Aquel pequeño festival que el actual alcalde contribuyó a fundar se ha convertido en un grande. Y el pueblo, de apenas 9.000 habitantes, también lo es.

Paredes de Coura vive un apasionado romance con la cultura, particularmente con el rock. Es una historia de amor singular, porque su protagonista es un pueblo de unos pocos miles de habitantes ubicado en una montaña del lejano norte portugués. Desde hace 27 años, en Paredes se celebra un festival de rock que este jueves inauguraron The National y que se ha consolidado como una de las citas más importantes del año en Portugal. También lo es para miles de españoles, que cruzan cada año la frontera para disfrutar de un evento especial: en un anfiteatro natural junto al río Taboão, pegado a un pueblo que parece el escenario de una película de época.

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