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Escritores de ciencia-ficción: el perfil que buscan Gobiernos y empresas para defensa
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Escritores de ciencia-ficción: el perfil que buscan Gobiernos y empresas para defensa

Si nadie daba un duro por los alunizajes cuando Julio Verne escribió 'De la Tierra a la Luna' en 1865, por qué no prevenirse de lo que ahora parece casi imposible

Foto: Fotograma de la película 'La guerra de los mundos', inspirada en la novela de H. G. Wells
Fotograma de la película 'La guerra de los mundos', inspirada en la novela de H. G. Wells

No es ninguna fantasía, sino la realidad: la Agencia de Innovación para la Defensa de Francia anunció hace unos días la creación del Equipo Rojo, una especie de comisión “con cuatro o cinco escritores” dedicados a concebir múltiples escenarios –por muy locos que parezcan- para repensar, a partir de ellos, posible estrategias de defensa del país europeo. La literatura al servicio de los planes militares en un mundo en el que ya casi todo es posible con las nuevas tecnologías (y más aún con el famoso 5G).

La interconectividad, el control de nuestros datos, el casi fin absoluto de la privacidad y el creciente éxito de las máquinas, como ya predijera Isaac Asimov, han hecho girar la cabeza a los franceses hacia los libros de ciencia-ficción. Lo anunciaron cuando el pasado 14 de julio se vio sobrevolar a un soldado con una especie de patinete que parecía sacado de la película 'Regreso al futuro 2'. Y si nadie daba un duro por los alunizajes cuando Julio Verne escribió 'De la Tierra a la Luna' en 1865, por qué no prevenirse de lo que ahora parece casi imposible.

placeholder Portada de 'Viaje de la Tierra la Luna', de Julio Verne
Portada de 'Viaje de la Tierra la Luna', de Julio Verne

No es la primera vez que los servicios de inteligencia de los gobiernos echan mano de los escritores de este género literario. Ya H.G. Wells, el creador de 'La máquina del tiempo' (1895) o 'El hombre invisible' (1897) asesoró a Churchill y a Stalin antes de la II Guerra Mundial. Y las empresas y el gobierno estadounidenses hace años que tienen a escritores como David Brin o Pat Cadigan como consultores. El primero escribió en 1998 'The Transparent Society' en el que vaticinaba el fin de la privacidad con cámaras y sensores que se volvían omnipresentes. Con las apps de nuestros teléfonos móviles y los altavoces en nuestras casas parece una profecía cumplida. La segunda imaginó la realidad virtual y la conectividad a través de las redes sociales en novelas como 'Synners', publicada en 1991, cuando apenas algunos afortunados tenían un teléfono inalámbrico y lo de Internet quedaba en manos del ejército.

Los escritores que “lo clavaron”

Es cierto que de los 10.000 argumentos que puede ofrecer la ciencia-ficción, esta acierta en contadas ocasiones –con la máquina del tiempo aún estamos esperando, además de con la invisibilidad-, pero hay varios ejemplos contundentes que podrían hacer frotarse los ojos a los lectores de entonces.

Posiblemente, el autor más citado en este sentido sea Julio Verne. No sólo por 'De la Tierra a la Luna'. En 'Veinte mil leguas de viaje submarino' (1869) recreó un submarino, el Nautilius, propulsado mediante electricidad cuando en aquella época todavía los motores eran de vapor. Y en 1889 publicó el relato breve 'La jornada de un periodista norteamericano en 2889' en el que imaginaba que un periódico, el Earth Chronicle, en vez de leerse, se retransmitía todas las mañanas a sus suscriptores. Es decir, Verne soñó la radio e incluso los podcast. No hizo falta esperar mil años para que estos inventos aparecieran.

placeholder 'Viajes extraordinarios' de Julio Verne
'Viajes extraordinarios' de Julio Verne

En un contexto parecido, con una avidez brutal por las invenciones, Edward Bellamy escribió 'Mirando atrás' (1887) que, además de ser una crítica al sistema capitalista naciente, narra la creación de las tarjetas de crédito. Leída hoy la historia resulta curiosa: un hombre viaja al año 2000 y se encuentra con que la sociedad estadounidense es socialista –aquí Bellamy no estuvo fino- y el estado otorga un crédito a cada ciudadano del que va haciendo uso según sus necesidades. La cuenta sale toda del PIB. Lo de pagar con crédito sí lo tenemos, pero del bolsillo de cada uno.

Mark Twain tuvo alguna incursión en la ciencia-ficción con relatos como 'From the 'London Times' of 1904', escrito en 1898. En él recreó un sistema telefónico y gráfico mediante el que se podían ver y escuchar las acciones llevadas a cabo a nivel sin ningún tipo de red ni cableado. Es decir, Internet. O un teléfono mucho más mágico que el que existía a finales del siglo XIX.

Con los viajes en el tiempo H.G. Wells no ha tenido tanta suerte, pero sí concibió la idea de la bomba atómica en 'El mundo liberado', publicada en 1914. Un buen plan para los ejércitos, aunque no tanto para el ser humano. Wells partió de los conocimientos sobre la energía atómica de entonces e imaginó una super bomba que no dejaba de explotar. Los estadounidenses lanzarían la primera bomba atómica de verdad en julio de 1945 y pocos días después contra las poblaciones japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Desde entonces el mundo siempre ha estado pendiente de quién tiene el famoso botón rojo.

La imaginación no sólo se ha basado en artilugios tecnológicos. Aldoux Huxley fue el creador en 'Un mundo feliz' (1932) del primer antidepresivo sintético, el Soma. Los ciudadanos tomaban la pastillita y así se acababa toda infelicidad. La relación entre las sustancias químicas y la depresión no se estableció hasta 1951. Ahora sí es verdad que hay Soma por todas partes.

placeholder El escritor Isaac Asimov en 1980. (Alex Gotfryd/CORBIS)
El escritor Isaac Asimov en 1980. (Alex Gotfryd/CORBIS)

Entre los escritores de ciencia ficción contemporáneos que han acertado con sus predicciones destacan Arthur C. Clarke e Isaac Asimov, que también eran científicos. El primero escribió, entre otros libros, 2001. 'Una odisea en el espacio' (1968), y en sus charlas anticipó la tecnología satelital, que posibilita Internet, televisión o el teléfono, la telecirugía –aunque la primera operación remota no se hizo hasta el año 2001- y hasta la Inteligencia Artificial. Él mismo indicó que los hombres más inteligentes del planeta serían las máquinas, una observación que no obstante genera debates en tanto en cuanto los algoritmos de los robots son propiciados por los seres humanos. La creatividad y la capacidad de salirse de esquemas preestablecidos, para muchos, nos siguen perteneciendo.


El ensayo que Isaac Asimov escribió para el 'New York Times' en 1964 sobre cómo sería visitar una expo universal en 2014 es uno de los más referidos cuando se trata de hablar de vaticinios. En él, el divulgador manifestó que para entonces existirían los coches sin conductor –acertó en cuanto a la tecnología aunque no aclaró nada sobre posibles contratiempos legales en caso de accidentes- y habría aparatos inalámbricos, robots y teléfonos inteligentes. No está mal para haberlo imaginado cincuenta años antes.

Y en España, qué

La literatura de género no ha tenido una recepción muy masiva en España, donde siempre ha parecido primar una narrativa menos encajonada en estructuras ya previstas. Sin embargo también llegó el fervor por los libros de Julio Verne y rápidamente se pusieron de moda los libros sobre viajes interestelares y demás inventos. De entre los escritores de ciencia ficción de entonces destaca Enrique Gaspar y Rimbau que escribió en 1887 'El anacronópete' en el que se anticipa a H.G.Wells con su máquina del tiempo. En la historia de Rimbau es posible viajar por varias épocas llegando hasta la Pompeya del año 79 cuando el Vesubio entró en erupción. Si algún día es posible trasladarse en el tiempo los galones deberá llevárselos el escritor español.

placeholder Portada del libro 'El Anacronópete' (1887), del español Enrique Gaspar y Rimbau. (EFE)
Portada del libro 'El Anacronópete' (1887), del español Enrique Gaspar y Rimbau. (EFE)

Unas cuantas décadas después, con el 'boom' de las novelas pulp o novelas de a duro, Domingo Santos, que firmaba como Peter Danger o Peter Dean, publicó 'Gabriel' (1975), la historia de un robot que consigue tener una conciencia humana. Esto todavía parece algo lejano en el tiempo, aunque ya se ha tratado en series como'Black Mirror'en la que hay capítulos como Ahora mismo vuelvo en el que tras morir su novio en un accidente de tráfico, una mujer consigue revivir su relación con un robot al que le han traspasado la conciencia del fallecido a partir de los comportamientos que este había tenido en sus redes sociales, correos y todo tipo de interacciones en Internet. Todavía ciencia ficción, pero quizá no tan lejos en un mundo donde dejamos rastros de nuestra conducta constantemente.

El universo tampoco ha quedado lejos de la imaginación de los escritores españoles. En 1988 Juan Miguel Aguilera publicó 'Mundos en el abismo' sobre la posibilidad de vivir fuera de nuestro planeta aprovechando la energía de una estrella. Y en 2005 llegó 'El mundo de Yarek', de Elia Barceló, en el que contaba cómo vivir en un planeta deshabitado y estéril. Ahora que la NASA quiere volver a la Luna y que también están en marcha los viajes a Marte quizá no está mal volver a echar un vistazo a estas novelas. Por lo que puedan ayudar.

No es ninguna fantasía, sino la realidad: la Agencia de Innovación para la Defensa de Francia anunció hace unos días la creación del Equipo Rojo, una especie de comisión “con cuatro o cinco escritores” dedicados a concebir múltiples escenarios –por muy locos que parezcan- para repensar, a partir de ellos, posible estrategias de defensa del país europeo. La literatura al servicio de los planes militares en un mundo en el que ya casi todo es posible con las nuevas tecnologías (y más aún con el famoso 5G).

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