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La otra Generación del 27 y los humoristas españoles que alborotaron Hollywood
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La otra Generación del 27 y los humoristas españoles que alborotaron Hollywood

Se publica la primera biografía de Antonio Lara 'Tono', el escritor y dibujante más desconocido del grupo de humoristas del 27

Foto: Ramón Gómez de la Serna, presidiendo la tertulia del Café del Pombo, 1932
Ramón Gómez de la Serna, presidiendo la tertulia del Café del Pombo, 1932

Mencionar a la Generación del 27 es invocar a los poetas que se aglutinaron en el tricentenario de la muerte de Luis de Góngora. En el Ateneo de Sevilla, los unió su admiración por el ingenio y el despliegue de las letras en el Siglo de Oro. Son los que encabezaron una auténtica revolución literaria en la primera mitad del siglo XX: Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Federico García Lorca, Pedro Salinas, Luis Cernuda…

Lo expuesto hasta aquí podría ser una introducción estándar de aula de literatura. En 1983, José López Rubio dedicó su discurso de ingreso en la Real Academia Española a la cara oculta tras el grupo de poetas: “La otra Generación del 27, la de los renovadores del humor contemporáneo”. Eclipsados por sus coetáneos, son los escritores que nacieron en un lecho burgués y afilaron la comedia española inspirándose en las vanguardias que llegaban de Europa.

No se reunieron en torno a Góngora, sino a Ramón Gómez de la Serna y las tertulias del Café Pombo. La otra Generación del 27 fue la de los humoristas: el propio López Rubio, Miguel Mihura, Enrique Jardiel Poncela, Edgar Neville o Antonio Lara (‘Tono’). A este último lo advirtió Gómez de la Serna en las tardes pombianas de los años 20: “Me fui dando cuenta de que ‘Tono’ era una manera de encarar el presente como si ya tuviese cara de porvenir”.

placeholder Cubierta de 'Tono, un humorista de la vanguardia'. (Renacimiento)
Cubierta de 'Tono, un humorista de la vanguardia'. (Renacimiento)

‘Tono’ (Jaén, 1896) es, probablemente, el más desconocido entre estos humoristas del 27 que Gómez de la Serna describió como “señoritos de la República”. Hizo su contribución al teatro comercial durante el franquismo con Miguel Mihura en ‘Ni pobre ni rico’ y muchas más obras. Pero lo que trascendió fueron sus trabajos como dibujante y viñetista. Frecuentó “el Madrid de las tertulias literarias, el París de las vanguardias, el Hollywood del cine que aprende a hablar y el San Sebastián de la retaguardia durante la Guerra Civil”. Por primera vez, una biografía recoge la sucesión de anécdotas desternillantes que poblaron su vida: ‘Tono, un humorista de la vanguardia’ (Renacimiento, 2019).

Mientras en España se sucedían los regímenes, ‘Tono’ y los otros del 27 fundaron conocidas revistas satíricas: ‘Buen humor’, ‘Gutiérrez’ o ‘La Codorniz’. Los autores de la biografía, Gema Fernández-Hoya, Felipe Cabrerizo y Santiago Aguilar, hilan e incluyen varios detalles sobre una etapa casi desconocida en la vida del humorista: su periplo en el Hollywood de los años 30 junto con otros españoles.

Como se relata en el libro, corrían “los alborotados años de la transición del cine sonoro” y la poderosa industria norteamericana se topó con un obstáculo: el idioma de las primeras películas habladas. Las producciones estadounidenses se proyectaban en su versión original o con unos subtítulos primitivos. “Los letreritos no gustaron mucho al respetable, y menos aún en España e Iberoamérica, donde el porcentaje de analfabetos o de personas que leen con dificultad sigue siendo en el albor de la década de los treinta altísimo”, detalla la biografía.

La reacción no se hizo esperar en Hollywood: si el idioma es el problema, se rodará en tantas lenguas como sea posible. Aquí es donde ‘Tono’ entró en escena. La industria norteamericana comenzó a buscar hispanohablantes para la traducción e interpretación de sus guiones, y encontraron una generación de escritores jóvenes, agudos y dispuestos a descubrir California.

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Eduardo Ugarte, José López Rubio, Enrique Jardiel Poncela y otros españoles viajaron a Hollywood para trabajar en calidad de guionistas. La biografía recoge la impresión de ‘Tono’ al ver su contrato: “El documento estaba en inglés (...); pero lo que sí comprendí, porque para la cuestión de dinero se tiene un instinto muy políglota, es que me ofrecían 250 dólares semanales. Traduje ‘in mente’ los 250 dólares en pesetas, y éstas, en corbatas, que era mi medida financiera, y me daba un total de 450 corbatas semanales”.

Así, ‘Tono’ embarcó rumbo a Estados Unidos en compañía de su esposa y de Luis Buñuel. Este capítulo construye la vida “del frente español” en Hollywood a través de todas sus voces, la del humorista incluida. Como señalan sus biógrafos, “en ‘Tono’ la anécdota es parte consustancial de la vida. El propio humorista siempre fue de la opinión de que un hecho irrefutable no tiene entidad suficiente como para enturbiar un 'gag'”. Aquí recogemos tres de los muchos ‘gags’ que protagonizó este grupo de españoles en los estudios de la Metro Goldwyn Mayer.

Afilando lápices

A ‘Tono’, de Hollywood le gustaron hasta los boquetes en la calle: “Cuando abren una zanja en la calle, ponen cinco o diez farolillos cada metro para que lo adviertan los transeúntes y automovilistas. Y queda tan bonito que hasta da gusto que haya zanjas”, se recoge en su biografía.

Fueron Edgar Neville y la actriz Conchita Montenegro quienes recomendaron al humorista en la Metro Goldwyn Mayer. En un artículo publicado en ‘ABC’, Neville plasmó la indeterminación de su actividad allí: “Le hicieron un contrato en el que no se especificaba bien si venía como actor, como escritor o como carpintero; el hecho es que jamás llegó a tener un despacho ni nada concreto que hacer”.

El testimonio del propio ‘Tono’, años después, contradijo parte del relato de Neville: efectivamente, no tenía nada concreto que hacer, pero sí tenía un despacho. Un día, mientras sacaba punta a un lápiz, sonó el teléfono de su lugar de trabajo. Un responsable de la Metro al otro lado de la línea: “Míster Lara, ¿qué está haciendo usted?”. ‘Tono’ responde: “Sacando punta a un lapicero”. Según el libro, el humorista aseguró que nunca le volvieron a llamar.

El perro Rebeco

Otra de las anécdotas que reflejan la actitud despreocupada de los españoles en Hollywood es producto del primer sueldo de ‘Tono’. Una raza de perro infrecuente en España llamó la atención del humorista mientras paseaba por Los Ángeles, que adoptó al animal y lo llamó Rebeco.

A Edgar Neville y José López Rubio les pareció un nombre tan divertido que no pudieron esperar su regreso a España para contárselo a sus compañeros de tertulia. Dispuestos a enviar un telegrama a Madrid, ‘Tono’ interceptó a sus amigos en los pasillos de la Metro Goldwyn Mayer. Les arrancó el papel de las manos y echó a correr.

La primera puerta que encontró para esconderse fue nada menos que la del despacho de Louis B. Mayer, el dueño de los estudios. La anécdota es “indudablemente apócrifa a juzgar por las horas de antesala que debía soportar todo aquel que quisiera ver al gran jefe de la Metro, pero avaladora del carácter díscolo e infantil de los escritores españoles”, señalan sus biógrafos. Parece que Mayer soportó el alboroto porque pensó que se trataba del rodaje de alguna comedia bulliciosa que se grababa entonces.

El encargo de Charles Chaplin

El propio 'Tono' describió al del bombín como un "camarada cariñoso y cordial de todos los españoles residentes en Hollywood". La biografía narra "una de tantas tardes que el grupo español" pasó en casa de Chaplin "comiendo y bañándose en la piscina". En medio de la distensión, 'Tono' contó al director que había trabajado como cartelista y dibujante.

Sorprendido, Chaplinle encargó un cartel para la película que estaba rodando, 'Luces de la ciudad'. 'Tono' alquiló un estudio y se puso manos a la obra, pero no logró nada más que "una caricatura de Charlot y el título de la película", todo pintado con "cremas de colores". El propio humorista reconoció que ese era el cartel "de un vago". "La vida allí era tan agradable, el sol era tan estupendo y la playa estaba tan cerca...".

El episodio se cerró años después, cuando sus amigos del café de Madrid le increparon que, si hubiera afrontado aquel encargo en condiciones, le hubiera hecho millonario. 'Tono' espetó: "Sí. ¿Y lo que hubiese tenido entonces que trabajar?"

Mencionar a la Generación del 27 es invocar a los poetas que se aglutinaron en el tricentenario de la muerte de Luis de Góngora. En el Ateneo de Sevilla, los unió su admiración por el ingenio y el despliegue de las letras en el Siglo de Oro. Son los que encabezaron una auténtica revolución literaria en la primera mitad del siglo XX: Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Federico García Lorca, Pedro Salinas, Luis Cernuda…

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