"La Operación Chamartín es una vergüenza y una humillación a los madrileños"
El arquitecto que agitó el urbanismo del Madrid ochentero con Tierno y Leguina analiza la evolución geográfica e ideológica de "una de las capitales más desiguales de Europa"
Si usted cree que nadie conoce mejor la idiosincrasia de Madrid que Joaquín Sabina, quizá es porque no conozca a Eduardo Mangada (1932): la ciudad entera está en su cabeza, en forma de gigantesco Lego imaginario al que quitar y poner piezas para reequilibrar. Arquitecto, primer concejal de urbanismo en democracia (con Tierno Galván), primer consejero autonómico de Ordenación del Territorio (con Joaquín Leguina) y autor de un Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) que se sigue estudiando hoy día: hay tres tesis internacionales en marcha y se acaba de publicar ‘El urbanismo de la Transición. El Plan General de Ordenación Urbana de Madrid de 1985’, editado por Carlos Sambricio y Paloma Ramos, doble volumen en el que participan literalmente todos los que tuvieron algo que ver con el plan, incluidos sus críticos.
Mangada -que pasó del PCE al PSOE y ahora va por libre- nos recibe en su estudio de la periferia madrileña para hablar sobre cómo los modelos y desequilibrios urbanos influyen en los vaivenes ideológicos de la ciudad. Al fondo: la Operación Chamartín, que podría aprobarse las próximas horas (con los votos de PP, Ciudadanos y Más Madrid) tras 26 años de intentos. Hablamos con Mangada, pero empecemos por el principio...
PREGUNTA. Durante la Transición hubo muchas dudas sobre el encaje de Madrid en el futuro mapa autonómico. Usted estuvo en el centro de alguna de esas discusiones...
RESPUESTA. Como todas las capitales de países centralizados, Madrid tenía un tamaño simbólico mayor que su dimensión económica e industrial. Franco lo entendió muy bien: fusionó 16 municipios cercanos para aumentar el tamaño de la ciudad. ¿Por qué? Cuentan -y parece que es verdad- que lo hizo para que Madrid fuera más grande que Barcelona. También atrajo hacia Madrid el capital vasco, el capital industrial y la propia industria, con mecanismos tales como la unificación de tarifas eléctricas, sumados a la cercanía del poder político, aliado imprescindible del capital.
Y voy a tu pregunta: ¿Qué era mejor para Madrid durante la Transición? ¿Integrarse dentro de otra región autónoma, ser distrito federal o una comunidad autónoma uniprovincial? Recuerdo una reunión en Toledo, con diputados de distintos partidos, en la que se planteó la posible integración de Madrid en Castilla La Mancha. Los manchegos no querían que Madrid fuera parte de su futura autonomía: decían que anularía su personalidad y acabarían siendo absorbidos por la capital. También se habló de integrar Madrid en la comunidad castellano leonesa, pero a los segovianos tampoco les gustó la idea. Dotar de contenido y forma a Madrid no era sencillo, como sabía Agustín García Calvo, autor de ese himno oficial de la Comunidad de Madrid, encargado por Leguina, y cuya letra nadie conoce (y es una pena): “Solo por ser algo soy madrileño... Soy un triángulo roto en el mapa”, escribió. Y así nació la CAM.
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Un poco de contexto antes de seguir con la entrevista: cantaban los Mártires del Compás que "si España fuera un dónut, Madrid no existiría". Rellenar el centro del dónut mutó en refriega política y urbanística durante la Transición. “La autonomía madrileña nacía como solución de compromiso para complementar el mapa autonómico español en un momento en el que no existía reivindicación política, faltaba identidad regional y tampoco se daba demanda social", escribe Carlos Sambricio en la introducción del libro sobre el PGOU de Mangada.
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P. La izquierda ganó las primeras elecciones municipales en Madrid. ¿Había miedo en la derecha a un Madrid rojo?
R. El resultado electoral del 79 fue inesperado. Todo el mundo pensaba que en Madrid ganaría la derecha. No hablo del antiguo “cinturón rojo” del área metropolitana, sino de la ciudad. El candidato de la UCD, José Luis Álvarez Álvarez, fue el más votado, superando por pocos votos a Tierno Galván. Pero el PSOE y el PCE sumaron más escaños (34 contra 25), y se constituyó un gobierno municipal de coalición con concejales de ambos partidos, en una corresponsabilidad leal y solidaria con un proyecto de izquierdas para Madrid.
Desde el primer momento el urbanismo tuvo un papel relevante en la política municipal, enfrentándose radicalmente al urbanismo heredado, puesto al servicio del capital inmobiliario, que entiende la ciudad como espacio para el negocio. El urbanismo de varias ciudades importantes (Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga, Sevilla) también recayó en manos de concejales del PCE, en parte porque estábamos mejor formados, más conectados con los movimientos vecinales y sindicales y teníamos un mayor conocimiento de experiencias similares en Inglaterra, Francia y, sobre todo, en Italia. La cosa funcionó de un modo bastante eficaz. Hubo un cambio real. Entonces la derecha nos tenía miedo, ahora ya no, ahora no le tienen miedo a nada.
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Más contexto: Carlos Sambricio también analiza en el libro las tensiones urbanísticas, ideológicas y electorales que marcaron el nivel de autonomía de Madrid y su futuro desarrollo urbano:
1) “El Gobierno central comprendió que convertir la capital en distrito federal hubiera sido —para sus intereses políticos— un craso error, porque hubiera supuesto dar a una ciudad gobernada por socialistas y comunistas el mismo peso político que pudieran recibir otras autonomías. Si el fantasma de las elecciones municipales de 1931 gravitaba en la Administración central, por el contrario, para quienes habían obtenido en las urnas el control de la ciudad, resultaba claro que aquella era la ocasión para plantear las necesarias reformas. Conscientes de que el voto obrero había sido determinante en aquellos resultados".
2) "El Ministerio de Obra Públicas y Urbanismo quiso trastocar la relación de fuerzas, convirtiendo los núcleos urbanos próximos a la ciudad en ciudades dormitorio, espacio residencial de una clase obrera que, al abandonar la metrópolis, podía trastocar la relación de fuerzas dando, en consecuencia, el control de la ciudad al Gobierno. Frente a tal política el nuevo Ayuntamiento capitalino entendió como prioritario evitar que los habitantes de la ciudad abandonaran la misma, marchando a los núcleos urbanos del área metropolitana. Para evitarlo fue necesario oponerse a la terciarización de la ciudad (y evitar una política que propiciara la destrucción del casco histórico) y proponer tanto la construcción mayoritaria de viviendas sociales como una actuación en el casco que diera a sus habitantes calidad de vida, o bien olvidada o bien nunca poseída”.
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P. Sus eslóganes para el Madrid de la época -“Madrid tiene remedio” o “Recuperar Madrid”- chocan con lo que uno asocia ahora a un PGOE: expansión, crecimiento… Su relato no era crecer por crecer, sino ordenar y equilibrar lo que había. ¿Por qué?
R. “Recuperar Madrid” significaba luchar contra ese urbanismo expansivo en el que todo el suelo era edificable y la ciudad se extiende cual mancha de aceite y desborda todos sus límites, con nuevos desarrollos sin dotarlos de los servicios, comunicaciones y equipamientos necesarios. Recuperar Madrid física y socialmente. Ordenar los distritos, equipar los barrios menos dotados (Vallecas, Villaverde, San Fermín, Usera), fue una prioridad para el nuevo Ayuntamiento. Si no recuerdo mal, en los primeros presupuestos estos barrios tuvieron una mayor aportación per capita que los distritos centrales de la ciudad. Una discriminación positiva para solventar desigualdades. No gastar dinero en crecer, sino en mejorar e igualar lo existente. La ciudad construida frente a la expansión especulativa era entonces una batalla de la izquierda internacional. El caso de Bolonia era referencia obligada.
Entonces la derecha nos tenía miedo, ahora ya no, ahora no le tienen miedo a nada
Heredamos un urbanismo muy agresivo y había que enfrentarse a él. Las colonias históricas unifamiliares (Fuente del Berro, Periodistas, etc.) iban a ser derribadas para levantar edificios de varias plantas. Para impedirlo se redactó con rapidez un plan de protección de las colonias históricas. En el centro de Madrid había un proceso especulativo de derribo indiscriminado de edificios, bajo la espuria declaración de ruina, sin importar si se trataba de edificios con un valor histórico o simplemente aún conservaban unas buenas condiciones de uso. Para impedir el despilfarro inmobiliario y la expulsión de los habitantes tradicionales se redactó con igual rapidez un catálogo de protección de edificios. Aceleramos el proyecto denominado “Barrios en Remodelación” antes de que las infraviviendas en ellos aaentadas se transformasen en pasto de procesos especulativos que se llevaran por delante a los vecinos.
Desarrollamos los convenios urbanísticos, que más que un instrumento jurídico eran una herramienta de negociación política. Forzar acuerdos con los promotores para no acabar en pleitos. Como el nuevo plan general estaba aún en marcha y los promotores se cobijaban bajo el paraguas del plan y le ley aún vigentes, tuvimos que buscar los agujeros jurídicos y legales para poder intervenir presionando a los promotores, exigiéndoles el cumplimiento de obligaciones no atendidas o la inclusión en los desarrollos previstos de equipamientos: rebaje usted edificabilidades, ceda suelo, realoje, incorpore necesidades sociales... o tendrá problemas con el Ayuntamiento. La movilización vecinal fue imprescindible para ganar muchas de estas batallas.
Hubo choques con la patronal (CEIM) y sus asesores políticos y técnicos. Decían que era un urbanismo ideológico, que éramos un gobierno socialcomunista, a mí me llamaban “el urbanista que vino del Este” (risas). Pusimos en alerta al sistema inmobiliario privado.
P. En las últimas elecciones, Ciudadanos fue el partido más votado en los PAU de última generación: Montecarmelo, Sanchinarro, Valdebebas. El nuevo cinturón naranja ha generado toda una discusión sobre si el votante gira a la derecha al acomodarse. En su época se planificó una ciudad residencial a las afueras: Tres Cantos ¿Ya había discusión sobre la ideología de ese tipo de asentamientos?
Sí, la había. Tres Cantos formaba parte de un plan antiguo de descongestión de Madrid. Nos lo encontramos con el suelo expropiado y pagado en gran parte.
Tres Cantos estaba muy ligado a las cooperativas y asociaciones de promotores próximos al régimen. Pero también estaba en manos de los grandes promotores de toda la vida, a los que puedes segar, pero vuelven a crecer en la legislatura siguiente, cambian algunos nombres, pero casi siempre son los mismos.
La Operación Chamartín es uno de los mayores escándalos del urbanismo europeo
Para reconducir este proyecto dejamos libre uno de los “cantos” para incluirlo en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. En los otros suspendimos la venta de suelo para vivienda, dado que había un exceso de oferta planificada, para atraer y facilitar las actividades económicas. Localizamos la primera fábrica fue la AT&T en España, se construyó un parque tecnológico para dar cabida a nuevas empresas. Conseguimos que la vivienda estuviese vinculada al trabajo.
Construimos colegios, una iglesia, parques y una estación de tren. Se bajaron densidades y alturas, se formuló un nuevo diseño urbano y no se dio todo el suelo al negocio inmobiliario. Por el contrario, se facilitó la presencia de las cooperativas sindicales ligadas a Comisiones Obreras y UGT.
¿Qué pasó con estas transformaciones? Que Tres Cantos empezó a tener atractivo. Llegó gente de todo tipo… y acaba teniendo un alcalde del PP. Leguina me dijo una vez: “Eduardo, no construyas más viviendas residenciales como las de Tres Cantos, o harás que todos los obreros acaben votando a la derecha” (risas).
P. ¿Por qué ocurre eso?
R. Es un proceso que supera a la racionalidad. Hay que analizarlo sociológicamente. Hasta qué punto no es un defecto de la izquierda, que lucha contra la pobreza, pero que luego no sabe transformar la riqueza conquistada en cultura de izquierdas. Es un tema importante.
¿Por qué gana la derecha en Europa? En buena medida hay un retroceso de la izquierda y de los partidos que la representan, que han perdido la capacidad de englobar a las clases medias.
¿Cuál era la fuerza del Partido Comunista en Madrid en relación con el urbanismo? Seguramente se deba a su implicación, junto con los sindicatos y los despachos laboralistas en los movimientos vecinales que reclamaban al unísono vivienda, amnistía y libertad. En el Colegio de Arquitectos había una célula comunista clandestina de 92 militantes. Ahora no creo que haya ninguno. El COAM se ha convertido en un colegio de defensa corporativa de la profesión muy ligado a los intereses inmobiliarios.
P. La famosa frase de las autoridades franquistas antes de pasar de la autarquía al liberalismo “Queremos un país de propietarios y no de proletarios” ha resultado ser una profecía apocalíptica para la izquierda...
La izquierda no ha sabido transmitir una idea diferente de sociedad... Ni atacar la desigualdad, que ahora mismo es el gran problema urbano
R. Son los gobiernos de derechas benevolentes los que han afirmado: convirtamos a los proletarios en propietarios. Algo parecido a lo que se propuso en Estados Unidos tras la Gran Depresión, cuando Roosevelt afirmó: Hagamos propietarios a los estadounidenses y no tendremos comunistas.
No nos engañemos: La política de vivienda -desde los higienistas ingleses a nuestros días- siempre se ha planteado más por miedo a las revueltas proletarias y la necesidad de mejorar la productividad del obrero, que por una voluntad real de garantizar un alojamiento digno para todos los ciudadanos, especialmente para aquellos más desfavorecidos. En España la denominada “vivienda de protección oficial” ha servido más como incentivo para las constructoras que para solucionar realmente el problema de la vivienda.
Lo de que el rol social condiciona la existencia, como decía el marxismo, es cierto. La izquierda no ha sabido transmitir una idea diferente de sociedad. O solo la ha sabido transmitir y poner en práctica en las etapas de abundancia de recursos públicos, cuando fue posible implantar el Estado del bienestar, pero luego no ha sabido enfrentarse a la crisis de 2008. ¿Por qué se vota a Le Pen es en el norte industrializado de Francia, donde había una gran presencia comunista? La izquierda no ha sabido transformar la crisis económica del capitalismo en herramienta política. Ni atacar la desigualdad, que ahora mismo es el gran problema urbano. Madrid es una de las capitales más desiguales de Europa occidental.
P. Una de las patas de su crítica a la Operación Chamartín es precisamente que podría aumentar la desigualdad urbana...
R. Mi crítica a la Operación Chamartín es múltiple.
A nivel profesional: su concepción y su diseño es muy pobre. Territorialmente acentúa la desigualdad física y social entre el norte y el sur de Madrid. Desde un punto de vista político, se comete un gran pecado al transformar el suelo público en mera mercancía. El suelo titularidad de Renfe [Adif] no es suelo de Renfe, es suelo público, es un bien común de los madrileños. Si fuese necesario enajenar este suelo, porque a Renfe no le hiciera falta, la prioridad no sería entregárselo al BBVA, sino ponerlo al servicio de las instituciones públicas, pensando cómo puede servir para resolver los problemas de Madrid. Ubicar un programa de viviendas públicas en alquiler, conectar los distritos del norte de la ciudad, equipar y recualificar los barrios limítrofes, implantar un gran eje verde que conecte la ciudad con el norte metropolitano, etcétera.
Me atrevo a calificar la Operación Chamartín como uno de los mayores escándalos del urbanismo europeo: la entrega de 3 millones de metros cuadrados de suelo público a un banco para que dé cabida en él a sus negocios financieros durante dos décadas. No lo llamemos Operación Chamartín o Madrid Nuevo Norte, por favor, llamémoslo por su nombre: Cortijo BBVA. Un área privilegiada de la ciudad donde ir colocando fondos de inversión venidos de cualquier continente en beneficio de un banco.
Así se lo expuse personalmente a mi amiga Manuela Carmena cuando era alcaldesa: “Esto es muy grave, no lo debéis aprobar”.
P. ¿Qué le respondió Carmena?
R. Que había unas obligaciones contraídas, que había una herencia, que los abogados decían que era imposible dar marcha atrás, que había que buscar un consenso… La jodida palabra consenso que utiliza todo dios para justificar cualquier componenda entre el poder público y el sector privado, poniendo la política al servicio del mercado.
P. ¿Era imposible dar marcha atrás como decía Carmena?
R. ¡Por supuesto que no! ¡Pues claro que se podía haber hecho! Un buen jurista te tumba la Operación Chamartín en un mes. Lo siento mucho porque respeto enormemente a Manuela Carmena, pero la Operación Chamartín no hay por dónde cogerla.
Dar marcha atrás era posible. Un buen jurista tumba la Operación Chamartín en un mes
Y que quede muy claro: hay que hacer la Operación Chamartín, pero de una forma completamente diferente: como proyecto público, donde pueda tener sitio el sector privado, por supuesto, pero haciendo lo que tú has decidido que haga, no al revés, no poniendo la póliza pública para legalizar lo que al sector privado le venga en gana. Es una vergüenza y una humillación a los madrileños. Es de juzgado de guardia. Hasta la maqueta es horrorosa.
P. Durante la Transición, trabajó mano a mano con Eduardo Leira para levantar el PGOU: usted era el principal responsable político y él el principal responsable técnico. Leira -arquitecto y marido de Manuela Carmena- cargó hace poco en un artículo contra los críticos de la Operación Chamartín. Les echaba la culpa a ustedes de la derrota electoral de Carmena...
R. Es un artículo lamentable. Puedes decirlo. Intelectualmente deleznable, culturalmente infame y políticamente mezquino.
Además, y dado el cambio de gobierno, es un articulo peligroso, ya que da argumentos a la derecha para continuar apoyando este gran negocio inmobiliario y proceder a su aprobación urgente con el apoyo de la CAM y el beneplácito del Ministerio de Fomento.
P. ¿Se sintió usted señalado?
R. Pues sí. E injustamente. No creo que las personas y colectivos que hemos criticado la Operación Chamartín podamos ser tachados como “la izquierda que busca la derrota”. Por el contrario, la derrota se debe a las equivocaciones de quienes han auspiciado esta dañina operación.
Injusta y falsamente acusado cuando se niega mi aplauso a la decisión de Ahora Madrid de anular el proyecto heredado en el 2016. Fuimos muchos, personal o colectivamente, los que apoyamos con entusiasmo aquella decisión esperanzadora del nuevo Ayuntamiento que desgraciadamente ha acabado siendo una nueva derrota para los que sí pertenecemos a una izquierda que sabe gobernar la ciudad para el bien común y no simplemente gestionarla para el beneficio privado.
Es un insulto a la democracia que todo este proyecto se haya elaborado básicamente por los propios promotores privados y que para colmo la exposición del proyecto asumido por el Ayuntamiento se haya realizado en unas oficinas privadas del BBVA. El madrileño que quiera conocer el futuro de su ciudad tendrá que ir a la oficina de un banco en lugar de a la sede de su Ayuntamiento para ser atendido por los técnicos y responsables políticos que han votado.
Si usted cree que nadie conoce mejor la idiosincrasia de Madrid que Joaquín Sabina, quizá es porque no conozca a Eduardo Mangada (1932): la ciudad entera está en su cabeza, en forma de gigantesco Lego imaginario al que quitar y poner piezas para reequilibrar. Arquitecto, primer concejal de urbanismo en democracia (con Tierno Galván), primer consejero autonómico de Ordenación del Territorio (con Joaquín Leguina) y autor de un Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) que se sigue estudiando hoy día: hay tres tesis internacionales en marcha y se acaba de publicar ‘El urbanismo de la Transición. El Plan General de Ordenación Urbana de Madrid de 1985’, editado por Carlos Sambricio y Paloma Ramos, doble volumen en el que participan literalmente todos los que tuvieron algo que ver con el plan, incluidos sus críticos.